Se va terminando esta etapa del sínodo … ¿qué
queda de esta experiencia?
Olga Consuelo Vélez
A muy pocos días de la clausura de esta primera etapa del sínodo, la
expectativa crece sobre los frutos de este encuentro. Pero, como los mismos
participantes lo han repetido muchas veces en las ruedas de prensa que se han
ofrecido cada día, coordinadas por Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para
la Comunicación, no debemos esperar cambios estructurales en la Iglesia -porque
para eso no se convocó el sínodo-, ni ninguna modificación doctrinal -porque no
están allí para abordar temas y discutirlos-, ni ningún avance en algún aspecto
concreto de los que el pueblo de Dios explicitó en la primera fase del sínodo
-porque el método elegido para el sínodo no es para elaborar nuevas comprensiones
sino para “conversar en el espíritu”-, etc. Es decir, tal vez la única respuesta
que vamos a encontrar de esta primera reunión sinodal es lo que ha quedado
expresado en la Carta al Pueblo de Dios que se ha publicado el 25 de octubre: “la
iglesia se siente llamada a escuchar”.
En la carta nos comparten que la experiencia vivida no había tenido precedentes:
“Por primera vez, por invitación del Papa Francisco, hombres y mujeres han sido
invitados, en virtud de su bautismo, a sentarse en la misma mesa para formar
parte no solo de las discusiones, sino también de las votaciones de esta
Asamblea del Sínodo de Obispos”. Es verdad que escuchar es indispensable para
generar cualquier cambio. Se espera que esto marque la experiencia eclesial en las
iglesias locales. Que todos los miembros de la Iglesia se sienten -en igualdad
de condiciones- a escucharse mutuamente. Las fotos que se presentaron en muchos
momentos, de los círculos menores, pueden servir para que en nuestros imaginarios
se vaya cultivando una forma de ser iglesia diferente: todos sentados alrededor
de la mesa, sin plataformas que coloquen a unos por encima de los otros o sin
distancias que marquen la diferencia entre unos y otros.
La carta continúa diciendo que han estado “tratando de discernir lo que el
Espíritu Santo quiere decir a la Iglesia de hoy”. Han sentido el dolor del
mundo en crisis, han rezado por las víctimas de la violencia y han garantizado
la solidaridad y compromiso con las mujeres y los hombres de cualquier lugar
del mundo que actúan como artesanos de justicia y de paz. Han visto la importancia
del silencio para favorecer la escucha respetuosa y el deseo de comunión en el
Espíritu. Han encomendado a Cristo la casa común donde resuena el clamor de la
tierra y el clamor de los pobres y han sentido el apremiante llamamiento a la
conversión pastoral y misionera.
Ante la pregunta de cómo seguir hasta la reunión de 2024, se invita a que
cada participante participe del dinamismo de la comunión misionera indicada en
la palabra “sínodo”. Se aclara que esto no es una “ideología” sino una
experiencia arraigada en la Tradición Apostólica (esta aclaración hace pensar
que hay resistencias a la dinámica sinodal dentro de los participantes del
sínodo). Se avisa que “la relación de síntesis de la primera sesión aclarará
los puntos de acuerdo alcanzados, evidenciará las cuestiones abiertas e
indicará cómo continuar el trabajo”. En este aspecto hemos de espera a que
salga ese documento.
Finaliza la carta señalando que la Iglesia necesita “absolutamente escuchar
a todos, comenzando con los más pobres”. Escuchar a los que no tienen derecho a
la palabra en la sociedad o que se sienten excluidos, también de la Iglesia.
Escuchar a las personas víctimas del racismo, a pueblos indígenas cuyas
culturas han sido humilladas y, sobre todo, a las víctimas de los abusos
cometidos por miembros de la Iglesia. También a las mujeres, a los hombres, a
los niños, a los jóvenes, a las familias, a los catequistas, a los ancianos.
Además, a los que desean ser involucrados en ministerios laicales o en
organismos participativos de discernimiento y de decisión, sin olvidar a los
ministros ordenados, a los diáconos, a la voz profética de la vida consagrada y
a los que no comparten su fe. Termina la carta afirmando que “no debemos tener
miedo de responder a esta llamada”.
Todo esto ayuda a pensar que se podría instalar esta práctica de la escucha
en todos los estamentos eclesiales. Pero bien conocemos que no en todos los
lugares se llevaron a cabo las etapas de escucha, ni la mayoría del pueblo de
Dios ha estado pendiente de este acontecimiento, con lo cual es difícil que ahora
se implemente. Además, la pregunta es cómo van a escuchar lo que el Espíritu
quiere de la Iglesia si en el aula sinodal no hay suficientes voces plurales,
distintas, disonantes (Hay voces distintas en la concepción de modelos
eclesiales, pero no voces distintas sobre la pluralidad de la realidad actual). No hay representantes de los pobres, de
los jóvenes alejados de la iglesia, de la pluralidad de familias que hoy
existen, de la cantidad de mujeres que se sitúan muy distinto del papel que el
patriarcado designa a las mujeres y que más de una de las mujeres presentes en
el sínodo, defiende. No hay intelectuales que hablen desde otros horizontes
distintos al eclesial, ni hay victimas de los abusos clericales, ni representantes
de la diversidad sexual. Hay muy pocas teólogas -con lo cual sigue vigente ese
desconocimiento de toda la producción teológica hecha por mujeres y que permite
decir a los estamentos eclesiales que hace falta una teología sobre la mujer-.
No hay indígenas ni poblaciones afro que exijan ser reconocidos con sus culturas
propias en la liturgia, en el quehacer teológico, en su experiencia eclesial. Y
si no hay estas voces ¿cómo podrán escucharlas? Es verdad que “el espíritu
sopla donde quiere” (Jn 3,8) pero no puede hablar de lo que los padres y madres
sinodales no conocen, no quieren ver, no les interesa escuchar, no se enteran
que existe, no se preocupan por atender.
Ojalá que el Documento final desmienta todo esto que acabo de plantear, pero
por lo que he escuchado en las ruedas de prensa de todos estos días, supongo
que se le quitará importancia a algunas de las peticiones del Instrumentum
laboris, se volverá a plantear lo que hace demasiado tiempo se está pidiendo en
la Iglesia y a lo que nada que se responde, se evitará afrontar aquello que se
percibe conflictivo y seguiremos en vilo, un año más, esperando que para
entonces se tenga la audacia de dar un paso al frente, mostrando una verdadera
escucha a los signos de los tiempos, a este mundo para el que la Iglesia, tal y
como está hoy, dice demasiado poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.