Algunas reflexiones sobre las elecciones
territoriales en Colombia
Olga Consuelo Vélez
El pasado domingo, 29 de octubre, se realizaron las elecciones
territoriales en Colombia. Se eligieron concejales, ediles, alcaldes y
gobernadores. No tengo una formación política como para hacer un análisis
profundo de lo que sucedió. Por eso mi comentario es muy subjetivo y solo
responde a mis propias interpretaciones.
Siguiendo el sentir general, los resultados se han leído como una derrota
del partido de gobierno, comenzando porque no ganó la alcaldía de Bogotá y
tampoco tuvo una representación muy significativa en las demás regiones. Efectivamente
así fue. Y, por supuesto ha sido la gran ocasión para que los medios de
comunicación -casi todos contrarios al gobierno- y todos los que no han podido
asumir el triunfo de Petro en las pasados elecciones, se regocijen en afirmarlo
una y otra vez. No pueden estar más felices porque es la ocasión perfecta para
sacarse esa “espina” que se les clavó hace más de un año.
Soy consciente de que gobernar no es nada fácil y menos en esta realidad
colombiana tan compleja y tan llena de problemas. Esta realidad no es de ahora,
la hemos arrastrado prácticamente a lo largo de nuestra historia, pero con más
fuerza en las últimas décadas por el conflicto armado interno y por la
dificultad inmensa de construir la paz. Pero, para mí, desde que Petro asumió
la presidencia ha buscado trabajar por la paz y concretar las propuestas de
reformas que había prometido en su campaña. Nada de eso está siendo fácil porque
ha encontrado una oposición totalmente enfilada a obstaculizar todo lo que
provenga del gobierno. Y es normal esa oposición porque cualquier cambio que
desinstale, que implique estrenar nuevas comprensiones, causan miedo y, aunque
la evidencia de los hechos pida que haya cambios, se prefiere seguir en lo “que
siempre fue así”. Pero además de esto y, es lo más decisivo, todos aquellos que
están beneficiados con las estructuras actuales, no están dispuestos a perder
sus privilegios y los defienden con todas sus fuerzas. Nunca vi un gobierno
anterior que desde el primer día buscara llevar adelante sus promesas de
campaña, sino que fueron gobernando manteniendo lo que estaba e introduciendo
algunas reformas de las que ni íbamos siendo conscientes porque tenían toda la
maquinaria a su favor para hacer los cambios que querían, casi siempre buscando
mantener los privilegios de los mismos. Pero todas estas décadas de gobiernos
incapaces de transformar la realidad no son criticados en la mayoría de los
estamentos y parece que muy pocos recuerdan su inoperancia.
Hay momentos en que se logran levantar las voces y exigir cambios y eso lo
vivimos en la historia reciente con todas las protestas, especialmente de los
jóvenes, contra el gobierno de Duque, preparando la posibilidad de elegir, por
primera vez en la historia de Colombia, un gobierno que rompía la hegemonía de
los clanes políticos colombianos y sembraba la esperanza de que se podría
gobernar de otra forma.
Pero estos cambios no son fáciles. Ya hablé de la oposición férrea de las
clases dirigentes de siempre. También cada gobernante tiene sus limitaciones
personales y sociales con las que hay que contar. Y a Petro no le faltan como a
ninguno de todos los demás gobernantes. Junto a esto, hay que contar con la
condición humana de todos los que acompañan cualquier gobierno. Esa condición
humana que podría llegar a ser honesta y comprometida hasta el fondo con lo que
se le ha encomendado, es también capaz de las mayores traiciones y de caer en
las mismas contradicciones que se han criticado. Hay que asumir que varios de
los cercanos a Petro, incluido su propio hijo, dejan mucho que desear.
Ahora bien, es bueno preocuparnos porque se ha perdido la oportunidad de
gobernar en muchos espacios, pero de igual forma debería preocuparnos que los
clanes de siempre hayan vuelto a ganar esos espacios. Si los hubieran ganado
personas que siguen proponiendo cambios, sería buenísimo. Pero muchos de los
que llegaron son los mismos de antes. Muestran que supieron mover muy bien sus
fuerzas para recobrar el poder perdido y también invitan a las fuerzas de
gobierno a revisar tanto su gestión como las fuerzas que se oponen que son
inmensas.
De todas maneras, me parece bien que se haya dado esta posible derrota.
Invita a seguir redoblando esfuerzos y revisar lo hecho hasta ahora. Pero
también conviene ver qué tanto logran los ganadores con su gestión. Todos han
llegado diciendo que van arreglar el desastre en lo que Petro ha convertido a
Colombia. Pues ojalá cumplan con lo prometido. Si lo consiguen, eso es lo que
queremos, venga de las fuerzas que vengan. Pero si las cosas no cambian ojalá,
reconozcamos, que estas elecciones no fueron un triunfo sobre el gobierno, sino
una vuelta atrás, a lo mismo que siempre hemos tenido.
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