Documento final
del sínodo: una reforma eclesial que no llega …
Olga Consuelo Vélez
No es mucho lo que se puede comentar frente al Documento Síntesis de la
Asamblea Sinodal, pero ya que he comentado varios momentos del sínodo, parece
coherente decir una palabra sobre este documento. En una primera mirada se
puede ver que en la iglesia existen posiciones contrarias y no son menores. El
hecho de que hayan podido hablar los padres y madres sinodales, expresando esas
divergencias, no significa que no haya visiones muy distintas y el camino se ve
demasiado largo para llegar a construir consensos.
El documento se estructura en tres partes: (1) El rostro de la Iglesia
sinodal (2) Todos discípulos, todos misioneros y (3) Tejer lazos, construir
comunidad. Cada parte tiene subdivisiones y en cada una de ellas el contenido
se estructura en tres partes: (a) Convergencias (b) Cuestiones que deben
abordarse y (3) Propuestas. No es una redacción ágil. Resulta pesada y
repetitiva. En las convergencias se expresan realidades bastante obvias sobre
los temas que se abordan; en las cuestiones que deben abordarse se ven las
dificultades de aceptar cualquier modificación sobre esas temáticas y las
propuestas consisten en seguir pensando, con comisiones, o revisando los
principios teológicos, canónicos y litúrgicos sobre las dificultades que se ven
en estos temas.
Se dice que el documento fue aprobado por dos tercios. Esto daría la impresión
de que la asamblea estaba bastante de acuerdo, pero como dije al inicio, estaba
bastante de acuerdo en que hay visiones distintas en la Iglesia. Si hubieran
sido pocos los que expresaban temores sobre una temática y para aprobarlo se
exigía los dos tercios, esos apartados no hubieran pasado. Pero si están, es
porque hay una amplia mayoría que ve la dificultad.
Después de leerlo lo que vino a mi mente fue la cita de la Evangelii
Gaudium donde el papa Francisco dice: “prefiero una Iglesia accidentada, herida
y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro
y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia
preocupada por ser el centro y que termine clausurada por una maraña de
obsesiones y procedimientos” (n. 49). Lamentablemente me parece que el documento
refleja una Iglesia más preocupada por no dejar sus seguridades que por enterarse
seriamente por donde el Espíritu sopla en los signos de los tiempos actuales. Y
esto se ve desde el inicio con el mismo tema de la sinodalidad. El documento
dice que este término “causa confusión y preocupación entre algunos. Entre los
temores está el de que se cambie la enseñanza de la Iglesia, alejándose de la
fe apostólica de nuestros padres y traicionando las expectativas de quienes aún
tienen hambre y sed de Dios”. Por supuesto se afirma también que muchos están
convencidos de que este término es “una expresión de la Tradición viva”. Pero
al final del documento vuelven a presentarse dudas de si los sínodos de obispos
deben tener presencia de otros miembros no obispos porque podría poner en riesgo
el papel especifico de los obispos.
Los temas que señala el documento son importantes y podríamos decir que es
un paso adelante el que se afirme que han de considerarse. Se refiere a la
opción por los pobres, el ecumenismo, la identidad misionera de la Iglesia, el
abrir espacios a las mujeres en la Iglesia, el discernimiento, la comunión
eclesial, la importancia de la escucha y el acompañamiento a los jóvenes, las
voces de las víctimas y supervivientes de abusos sexuales, espirituales,
económicos, instituciónelas, de poder y de conciencia por parte de miembros del
clero o de personas con nombramientos eclesiales. También habla de escuchar y acompañar
a los marginados o excluidos de la iglesia por su situación matrimonial, su
identidad y su sexualidad, sin dejar de lado a los pobres, los presos, los
ancianos, los enfermos, etc.
Además de los cuestionamientos a la sinodalidad -centro y base de todo este
proceso- también resulta llamativo los temores a hablar de una Iglesia
totalmente ministerial -dicen que se puede prestar a malentendidos-. Pero nada
más llamativo que las reflexiones que la iglesia hace sobre las mujeres. Está muy
clara en la urgencia de darle más participación, pero hablar del acceso al
ministerio ordenado está totalmente borrado del documento -y eso salió en los
documentos de las etapas previas a este encuentro- y al hablar del diaconado
sigue la división o polarización que parece insuperable. Ya se han propuesto
dos comisiones y no se ha encontrado una salida y, tal vez hay que esperar a
esta tercera vez, aunque el documento dice que “algunos expresan el temor de
que esta petición sea expresión de una peligrosa confusión antropológica que es
fruto más de una iglesia que cede “al espíritu de los tiempos actuales” y no a
la fidelidad a la tradición. Además, según algunos informes, los numerales que
se referían al diaconado femenino fueron los que contaron con más votos en
contra. Realmente las mujeres somos un tema no resuelto en la Iglesia y no
parece que el clero -y también parte del laicado, incluidas mujeres- estén
dispuestos a dar un paso al frente.
Valioso resulta del documento preocuparse de la formación del clero y de seguir
denunciando el clericalismo. También proponer estructuras dedicadas a la
prevención de abusos. Pide que haya una consulta más amplia para la elección de
obispos y se promueva una cultura de rendición de cuentas. Recuerda que la
curia romana ha de estar al servicio de las iglesias locales y no convertirse
en un obstáculo entre ellas y el pontífice. Llama la atención la insistencia en
reflexionar sobre la relación entre el amor y la verdad por el impacto que tiene
en muchas cuestiones controvertidas. Lo que yo alcanzo a entender es que la
Iglesia está tan acostumbrada a afirmar “verdades” que está muy asustada con
este mundo actual que las hace tambalear y con motivos más serios de lo que
creemos.
En conclusión, en este encuentro sinodal no se tomó ninguna decisión y este
documento síntesis lo confirma. Habrá que esperar un año para ver si algo se
avanza. Personalmente no lo veo probable. Pero como otras veces he dicho, ojalá
me equivoque en absolutamente todo lo que he dicho porque, en verdad, quiero
una reforma de la Iglesia que la haga creíble para el mundo de hoy. Sólo que, remitiéndome
a los hechos concretos, me parece que está bastante difícil.
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