“No callarás” las violencias que siguen sufriendo
las mujeres
Olga Consuelo Vélez
Cada 25 de noviembre, día en que internacionalmente se insiste en la
urgencia de “Eliminar la Violencia contra las mujeres”, se realizan marchas, se
lanzan consignas, se busca crecer en la conciencia sobre esta realidad para que
no acontezca nunca más. Sin embargo, no es fácil mantener el ímpetu, ni la
voluntad de cambio porque los seres humanos buscamos estabilidad y, en cuento
encontramos una manera de estar en el mundo que no nos traiga demasiados
problemas, dejamos la lucha, la militancia, la constancia, e incluso los
ideales de hacer de nuestra realidad algo distinto.
Una de las violencias más fuertes y evidentes contra las mujeres, es la
violencia física que llega incluso al asesinato, tipificado por la ley como
feminicidio. Cada vez que hay noticias sobre algún feminicidio algunas voces se
levantan, pero también a esas noticias nos vamos acostumbrando. Incluso se
niega o se justifican con la típica frase de más de una persona -y
lamentablemente muchas veces mujeres- de que los varones también sufren
violencia y que cuando van a los tribunales no les creen sobre esa violencia y
que, en realidad, ellos son más víctimas que las mujeres. Por supuesto que hay varones
que también sufren violencia por parte de las mujeres y pueden tener muchos
tropiezos en las acciones legales. Pero la proporción de la violencia ejercida
contra cada uno de los sexos, no tiene comparación, ni históricamente, ni en la
actualidad. Además, hay un hecho que hace más dura le violencia contra las
mujeres: se les ataca por muchas razones, pero también por ser mujeres. El sexo
femenino tiene una connotación subordinada, inferior, cosificada que hace tan
fácil que se ataque a las mujeres por serlo y de ahí viene la tipificación del
feminicidio. A los varones se les ataca también, pero no por ser varón, sino
por odio, venganza, etc. No se niega lo horroroso de esta violencia, pero es
muy grave la violencia por razón de pertenecer al sexo femenino.
La violencia más sutil, menos visible, que es fácil pasarla de largo es esa
violencia de palabras, actitudes, chistes, ironías, gestos, etc., que suceden
cotidianamente entre amigos, entre marido y mujer, entre conocidos, en las
relaciones diarias con la gente con la que se interactúa. Nadie duda de la
buena voluntad de las personas y de que algunos se sienten atacados -cuando se
les hace caer en cuenta en su actitud o expresión machista- y también de la
ignorancia o poca conciencia que se tiene sobre esta realidad. Entender y
develar el machismo exige atención, estudio, reflexión y conversión efectiva de
la persona, reconociendo lo que tiene introyectado de la mentalidad patriarcal
en la que se ha crecido y tomar la decisión de aprender a vivir las relaciones
humanas sin machismo. Esto es tarea de varones y mujeres. Porque una vez más,
hay que reconocer que son muchas las mujeres que mantienen la mentalidad
machista, la fomentan y la dejan estar en sus maridos y sus hijos y hasta se
enfadan cuando se habla del tema. Apelan a qué ellas nunca se han sentido
maltratadas y que tanta queja desdice de las mujeres.
Podríamos detallar más tipos de violencias, pero terminemos refiriéndonos a
una de las violencias que la comisión de mujeres del CELAM ha destacado este
año, para la conmemoración de este 25 de noviembre. Nos referimos a la
violencia espiritual que supone “utilizar la fe como herramienta de control,
distorsionando el mensaje de amor y justicia para manipular o silenciar a las
mujeres”. Muy importante este tipo de violencia. No hay un lugar más difícil de
hablar de feminismo, de derechos de mujeres, de violencia contra ellas que las
instituciones eclesiales. Si por muchas razones a la mujer se les silencia en
las iglesias o se les exige actitudes o uso de velos, faldas largas, blusas
cerradas, etc., con más razón, si se ponen estos temas para la discusión se
considera que falta fe o no se tiene la capacidad de sacrificio y resignación
que tuvo la virgen María (cosa que tampoco es una afirmación acertada con
respecto a lo que los evangelios dicen de María), o se está atentando contra la
familia, etc. Es decir, fuera de sufrir por la violencia que las mujeres viven
en la sociedad no se cuenta, decididamente, con la institución eclesial para
apoyar, denunciar y liberar a las mujeres de tanta violencia. Es muy peligroso
apelar a la fe para mantener el silencio, la sumisión, el aguante bajo la
pseudo razón de salvar a la familia por la capacidad de sacrificio de las
mujeres. Por el contrario, es necesario juntar fe y vida, compromiso de fe
contra la violencia de las mujeres, fuerza para levantar la voz y que tanta
violencia no se admita más.
El lema señalado por la comisión de mujeres del CELAM es muy importante:
“No callarás”. Efectivamente es tiempo de no callar ningún tipo de violencia
que sufran las mujeres, seguir tomando conciencia de ellas y denunciarlas para
transformarlas. Que este 25 de noviembre, mucho más desde una postura creyente,
no decaigamos en el esfuerzo por transformar los ambientes para una vida segura
para las mujeres.
Y, por supuesto, “no callarás” ad intra de la institución eclesial porque
la Iglesia continúa negando la participación plena de las mujeres en la
Iglesia, justificándolo con razones que bíblica, ni teológicamente, son
válidas.
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