Ya viene la salvación de Dios
Comentario al evangelio del II domingo de adviento 08-12-2024
Olga Consuelo Vélez
El año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo gobernador
de Judea Poncio Pilato, tetrarca de Galilea Herodes, su hermano Felipe tetrarca
de Iturea y Traconítida y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio
de Anás y Caifás, la Palabra del Señor se dirigió a Juan, hijo de Zacarias, en
el desierto. Juan recorrió toda la región del río Jordán predicando un bautismo
de arrepentimiento para perdón de los pecados, como está escrito en el libro
del profeta Isaías: Una voz grita en el desierto, Preparen el camino al Señor,
enderecen sus senderos. Todo barranco se rellenará, montes y colinas se
aplanarán, lo torcido se enderezará y lo disparejo será nivelado y todo mortal
verá la salvación de Dios (Lc 3, 1-6).
En este segundo domingo de adviento, el evangelio de Lucas nos presenta
la figura de Juan el Bautista a quien conocemos como el profeta que cierra el
ciclo de profetas del Antiguo Testamento para dar paso al profeta Jesús en el
Nuevo Testamento. En primer lugar, el texto sitúa el tiempo en el que vive Juan
Bautista señalando las autoridades políticas y religiosas. Es tiempo del
emperador Tiberio, de Poncio Pilato, de Herodes en cuanto el ámbito civil y con
Anás y Caifás en lo religioso. De alguna manera estos datos de la historia
muestran a los profetas respondiendo a cada momento histórico, haciendo de su
palabra una lectura sobre el presente que viven, percibiendo lo que los demás
no ven y ayudando a sus contemporáneos a interpretar lo que está sucediendo.
El texto continúa diciéndonos quien es Juan, lo cual ya lo sabemos por
los primeros capítulos del evangelio. Es hijo de Zacarías y añade donde está
realizando su misión: en el desierto, lugar que representa el encuentro con
Dios, reafirmando así que su palabra viene de Dios. Juan está predicando el
bautismo de conversión de los pecados y, como el texto lo explicita, está
cumpliendo la palabra del profeta Isaías el cual ya hablaba de un profeta cuya
misión era preparar el camino del Señor con quien llegaría la salvación.
Esa palabra de Juan hoy se dirige también a nosotros y adviento es el
tiempo propicio para ello. La salvación llega con Jesús y los cambios serán
evidentes y radicales: los senderos se enderezan, los barrancos se rellenan,
los montes y colinas se aplanan, pero todo esto exige nuestra preparación para
conseguir su realización. Hemos de entender la realidad que vivimos para
propiciar los cambios que urgen. La salvación no es meramente en sentido
espiritual sino en sentido integral. Porque los corazones cambian, la realidad
se transforma para el bien y, en la medida que esta se transforma, más
corazones o más personas podrán vivir el bien y la bondad. Escuchemos,
entonces, la predicación de Juan y pidamos esta conversión sincera y la apertura
necesaria para reconocer en el Niño Jesús que viene al Salvador del mundo.
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