A doce años del pontificado de Francisco
Olga Consuelo Vélez
El próximo 13 de marzo se cumplirán doce años del Pontificado de Francisco.
Lamentablemente nos encontramos con una situación inédita: el Papa está enfermo
y, aunque los médicos están haciendo todo lo posible para que recuperé la
salud, -y deseando que la recupere plenamente-, creo que hemos de afrontar el
cambio de pontífice, más pronto que tarde.
Por la situación de salud del Papa hay muchas opiniones en estos días,
recordando los cambios propiciados por Francisco al igual que las fuerzas
opositoras, que han sido muchas, a lo largo de estos años. Entre los cambios que
han sido, especialmente, de tipo pastoral, podemos señalar todo el esfuerzo por
el proceso sinodal. Queda para la historia de la iglesia un sínodo de obispos
con la participación del laicado; una movilización eclesial en un proceso de
consulta y unas conversaciones a nivel local y universal, en las reuniones
presenciales del sínodo. Además de la experiencia sinodal, queda el Documento
final, como un documento del magisterio. Por supuesto, el sínodo de la
sinodalidad no fue un éxito rotundo porque los temas álgidos fueron pospuestos
a unas comisiones que, si son como las del estudio del diaconado femenino, no
darán un fruto muy significativo.
Previo a la experiencia sinodal esta el dinamismo pastoral que Francisco
testimonio e insistió en muchos escenarios. Invito a ser una iglesia
misericordiosa, servidora, sencilla, acogedora, incluyente, con más atención a
las personas que a las doctrinas abstractas y descontextualizadas. Su
magisterio escrito se caracterizó por un lenguaje más comprensible y cercano a
la gente, pero con temas verdaderamente cruciales y decisivos. La Evangelii
Gaudium inspiró desde el inicio del pontificado una misión evangelizadora
integral donde la dimensión social juega un papel imprescindible. La Laudato
si supo abrir la misión de la Iglesia a una realidad más allá de sus
fronteras y de gran actualidad para el mundo de hoy. Tal vez ha sido una de las
encíclicas más leída por personas del ámbito extra eclesial. Igualmente, la Fratelli
tutti abordó los temas sociales dándoles nombres y posturas eclesiales
profundamente inspiradas en el evangelio como el no rotundo a la pena de muerte
o el destino universal de los bienes poniendo, incluso, la propiedad privada al
servicio del bien común. Han sido años
de respiro, apertura, libertad; de horizontes amplios, también, a nivel
teológico. Vaticano II ha vuelto a estar en el centro de la reflexión y la
teología latinoamericana pudo mirarse con más aceptación, extendiéndose esa
empatía a las teologías contextuales que han acompañado el quehacer teológico
en la actualidad.
Quedan muchas deudas también, especialmente, con las mujeres y la
diversidad sexual. Sin negar los hechos de inclusión que se han dado, como el
nombramiento de mujeres en cargos de responsabilidad o sus pronunciamientos de respeto
y acogida para la población LGTBIQ+; pero, en conjunto, las acciones han sido
pocas y, sobre todo, sin afectar la estructura eclesial. Algunas modificaciones
al Derecho Canónico pero muy obvias como el eliminar la restricción a las
mujeres para ser lectoras y acólitas, servicios que hace mucho tiempo son
ejercidos por mujeres y niñas. Pero, sinceramente, creo que el papa Francisco
no va a dar ningún otro paso, así pueda seguir en el pontificado un tiempo más.
Hay mucho temor de que el papa Francisco renuncie o muera porque las
fuerzas conservadoras que se han resistido a este pontificado pueden aprovechar
la circunstancia para redoblar esfuerzos, retomando el mando y consiguiendo, de
nuevo, una involución eclesial. En verdad, no sabemos quien podría ser el próximo
Papa y que línea tomará. Pero sea para continuar la línea de este pontificado o
sea para retrasar la marcha, creo que estos años de Francisco han hecho
“saborear” algo de primavera -no toda la que esperábamos- pero eso no se va a borrar
como tal vez sueñan los tradicionalistas. Independiente del camino que tome la
Iglesia, el mundo de hoy está mucho más libre de la tutela eclesiástica y
seguirá su marcha, como lo ha hecho durante este pontificado. Los cristianos que
hemos apreciado este pontificado no vamos a echar para atrás sino que
seguiremos asumiendo la realidad actual para responder con nuestra experiencia
de fe, nuestra reflexión teológica y nuestro compromiso evangelizador a los
desafíos actuales. Por todo esto, creo que es hora de afrontar un cambio de
pontificado, sabiendo que la vida de la iglesia no depende del pontífice
-aunque influya todavía por la estructura piramidal o clerical que todavía
prevalece- sino que depende de seguir empujando una iglesia sinodal misionera
donde todos, sintiéndonos responsables de la misión evangelizadora de la
iglesia, la ejercemos y no decaigamos en nuestros esfuerzos por transformar
toda esa estructura pesada que cierra puertas, impide ministerios, ignora
contribuciones, “detiene”, en cierto sentido, lo que el Espíritu Santo inspira
para este tiempo. Pero como bien se dijo en el documento final del sínodo: “Lo
que viene del Espíritu no puede detenerse” (n. 60) y sea el pontífice que sea,
el Espíritu seguirá soplando, haciendo ruido, empujando la primavera que el
pontificado de Francisco comenzó en muchos sentidos.
Dios ha bendecido a la Iglesia con estos doce años de pontificado y veremos
si quiere prolongarlo más. Pero de no hacerlo, el Espíritu seguirá soplando y
lo único que, en verdad, interesa, es disponernos a escucharlo y mantener la
fidelidad “allí donde sopla y cómo sopla” (Jn 3, 8).
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