El
lavatorio de los pies será el signo profético de la entrega de Dios por la
humanidad
Jueves
Santo (17-04-2025)
Olga
Consuelo Vélez
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de
pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en
el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había
inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había
venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y
tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y
empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía
en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "Tú, Señor,
¿me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes
comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le
respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las
manos y la cabeza!". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita
lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también
están limpios, aunque no todos". Él sabía quién lo iba a entregar, y por
eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de
haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden
lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen
razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los
pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo,
para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes (Juan 13, 1-15).
La lectura
de hoy, corresponde al evangelio de Juan, evangelista que estructura su texto
desde “la hora”. Recordemos que en las bodas de Caná Jesús le dice a su madre
que no ha llegado la hora (Jn 2, 4). Este texto empieza con la afirmación de
que ha llegado su hora. Pero ¿en qué consiste la hora de Jesús? Después de su
anuncio del reino se va a poner en juego el amor de Dios que Jesús ha
testimoniado con sus palabras y obras. Llega el momento del amor en su
expresión máxima y el lavatorio de los pies será el signo profético que así lo
muestre. La cena de este evangelio no es la cena pascual, es un día antes. Pero
en ella Jesús va a realizar con el gesto de lavar los pies a sus discípulos, el
amor incondicional de Dios por su pueblo. Lavar los pies es lo propio de los
esclavos. En este gesto, Jesús asume este papel, mostrando que la comunidad que
se ha formado en torno suyo tiene otros valores a los aceptados comúnmente. La
comunidad de Jesús no tiene superiores. Por el contrario, en ella, quien
coordina se hace servidor los demás y todos entre sí han de ser servidores y
esclavos unos de otros.
El texto
muestra la incomprensión de los mismos discípulos expresada en el diálogo con
Pedro. Él no quiere dejarse lavar los pies y Jesús es contundente: “si no te
los lavo, no podrás compartir mi suerte”. O, dicho de otro modo, si no sigue la
lógica del reino no puede compartir la mesa que Jesús instaura: la mesa de la
inclusión, del servicio, de la solidaridad, de la justicia.
Está claro
que otros no van a comprender y esto lo manifiesta la figura del demonio entrando
en Judas quien ya ha decidido entregar a Jesús. La pregunta ¿comprenden lo que
he hecho con ustedes? sigue vigente para todos los que hoy dicen seguir a Jesús.
No basta afirmar que se le sigue, sino comprender hondamente la propuesta del
Reino.
En el jueves
santo también se conmemora la Institución de la Eucaristía. Pero no son dos
celebraciones separadas. Por el contrario, el lavatorio de los pies devela el significado
profundo de la Eucaristía. Esta no es para alimentar el alma de los fieles,
como se dice comúnmente, de manera individual. La eucaristía es un signo de
comunión, del compartir el pan “para que nadie pase necesidad” (Hc 4, 34-35),
del amor afectivo y efectivo hacia todos, amor que se entrega a los demás, comenzando
por los últimos.
Que este
inicio del triduo pascual nos permita comprender a Jesús y el amor al extremo
que nos ha manifestado. En tiempos de injusticia social, de exclusión de
muchos, de la lógica del más fuerte y del marcado clericalismo eclesial, que
este día nos permita recuperar la lógica del servicio de unos hacia los otros,
para testimoniar el amor de Dios “hasta el extremo”, sin desvirtuarlo, sin
rebajarlo.
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