PAPA FRANCISCO: CONTINUAREMOS TU LEGADO
Olga Consuelo Vélez
La noticia de la pascua del Papa Francisco nos tomó por sorpresa porque
ayer lo habíamos visto deseándonos Feliz Pascua y, aunque se percibía muy
cansado, no esperábamos amanecer con esa noticia. Pero también sabíamos que no
faltaría mucho para que esto sucediera.
De todas partes del mundo llegan expresiones de agradecimiento y, sobre
todo, de reconocimiento por su persona, su pontificado, su obra. Una convicción
parece reforzarse en todos los comentarios que se están haciendo: Dios ha
bendecido a la Iglesia con Francisco como pontífice. Y esto da una gran alegría
poque justamente un Pontífice de la Iglesia Católica fue capaz de convertirse
en un líder mundial en temas como el cuidado de la casa común, la paz, el
diálogo interreligioso, la dignidad humana, la justicia social, la defensa de
los migrantes, la acogida a la diversidad sexual y, prácticamente todos los
signos de los tiempos que hoy nos desafían. Y, no solo eso, fue capaz de “abrir
la puerta” de la reforma de la Iglesia, tema que a tantos asusta y, con sus
luces y temas pendientes, logró mucho más de lo que esperábamos. Es tiempo de
retomar la posta -como se dice en las carreras de relevo- y no dejar que nada
de lo que Francisco ha dejado, se pierda.
Nos mostró que se puede vivir con sencillez, humildad, naturalidad, cercano
a los más pobres y últimos siendo pontífice. Pidámosle a quién llegue, que siga
por el mismo camino.
Nos mostró que evangelizar no es enseñar doctrinas y vigilar el cumplimiento
de los mandamientos. Es comunicar la buena noticia del amor infinito de Dios
por toda la humanidad. Hagámoslo nosotros y motivemos a todos los demás a que
sigan este camino.
Nos enseñó que la evangelización tiene una dimensión social “ineludible”. Por
eso todas las situaciones de la realidad han de tener espacio en nuestra acción
pastoral, nuestras predicaciones, nuestra espiritualidad. No temamos a los que lo
acusaron de desviar el evangelio por ocuparse de lo social. Por el contrario,
recordémosle que la espiritualidad nunca nos aparta del mundo, sino que nos
compromete con él.
Nos enseñó que la Iglesia solo encuentra su razón de ser, siendo una
Iglesia “en salida”, “sin miedo a herirse ni mancharse”, una Iglesia misionera,
que quiere llegar a todos, sin prejuicios, mandatos, imposiciones, sino abierta
al diálogo, al mutuo enriquecimiento, al unir fuerzas por el bien de la
humanidad. No nos encerremos en los templos, como decía Francisco, salgamos a “primerear”
la buena noticia de la alegría del evangelio.
Nos dejó la experiencia de una Iglesia sinodal que incluya, en verdad, al
laicado, no solo como un miembro de ella sino en lugares de decisión, con todos
los derechos y deberes que se derivan del primer y fundamental sacramento: el
bautismo. Este proceso ya quedó para la historia y dependerá de nosotros que no
lo dejemos olvidar y, de alguna manera, exijamos que siga su implementación.
Quedaron muchos procesos en marcha, es preciso, seguirlos y, en cierto modo,
exigirlos.
Como escribí al celebrar los doce años del pontificado de Francisco, había
mucho temor por su muerte porque las fuerzas conservadoras que se han resistido
a este pontificado pueden aprovechar la circunstancia para redoblar esfuerzos,
retomando el mando y consiguiendo, de nuevo, una involución eclesial. En
verdad, no sabemos quién podría ser el próximo Papa y que línea tomará. Pero creo
que estos años de Francisco han hecho “saborear” algo de primavera y eso no se
va a borrar como tal vez sueñan los tradicionalistas. Independiente del camino
que tome la Iglesia, el mundo de hoy está mucho más libre de la tutela
eclesiástica y seguirá su marcha. Los cristianos que hemos apreciado tanto al
papa Francisco no vamos a echar para atrás, sino que seguiremos asumiendo la
realidad actual para responder con nuestra experiencia de fe, nuestra reflexión
teológica y nuestro compromiso evangelizador a los desafíos actuales.
Por todo esto, creo que es urgente continuar con su legado, empujando una
iglesia sinodal misionera donde todos, sintiéndonos responsables de la misión
evangelizadora de la iglesia, la ejercemos y no decaigamos en nuestros
esfuerzos por transformar toda esa estructura pesada que cierra puertas, impide
ministerios, ignora contribuciones, “detiene”, en cierto sentido, lo que el
Espíritu Santo inspira para este tiempo. Y, como bien se dijo en el documento
final del sínodo: “Lo que viene del Espíritu no puede detenerse” (n. 60) y sea
el pontífice que sea, el Espíritu seguirá soplando, haciendo ruido, empujando
la primavera que el pontificado de Francisco comenzó en muchos sentidos.
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