Transformar las
cruces de nuestra historia presente
Domingo XXIV de TO
14-09-2025
Exaltación de la
Santa Cruz
Olga Consuelo Vélez
En aquel tiempo, dijo Jesús a
Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del
hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que
ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida
eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca
ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no
mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él» (Jn 3, 13-17).
Hoy celebramos la fiesta de la
Exaltación de la Santa Cruz, recordando el significado que tiene la cruz para
la vida cristiana. Como decía Pablo “nosotros predicamos a un Cristo
crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los griegos” (1 Cor 1, 23).
Es decir, el misterio de la cruz marcó la historia de Jesús, pero no debemos
olvidar que esta es inseparable de su resurrección, porque “si Cristo no ha
resucitado, vana es nuestra fe” (1 Cor 15, 14). Por lo tanto, el valor de la
cruz no es por ella misma sino por el amor que surge de ella.
Esto es lo que el evangelio de
Juan que hoy consideramos nos muestra. Recordemos que este evangelio es más
teológico que los sinópticos, de ahí que su lenguaje sea más conceptual. Juan
opone el mundo a Dios, pero no para desvalorizar lo humano sino como signo del
pecado, del anti reino, del separase de Dios. Precisamente a ese mundo, Dios le
ofrece su Hijo, se lo entrega para que los que no creen, lleguen a creer. La
oposición no es entre lo material y lo espiritual sino entre los que tienen fe
y los que no la tienen. Dios espera, con su amor ilimitado, llegar a todos
aquellos que no creen para darles la vida eterna.
Es muy importante comprender que
la cruz es fruto de la fidelidad de Jesús a su misión y, por eso, él sigue
anunciando el amor a los últimos, la misericordia con todos, la urgencia de
transformar la realidad, comenzando con los más pobres, aunque eso le lleve al
conflicto, la persecución y la muerte. Ante ese hecho, Jesús prefiere entregar
su vida a renunciar a la coherencia con lo predica. Y, es en esto, en lo que el
amor de Dios se manifiesta en plenitud.
El texto de hoy es la conclusión
del diálogo de Jesús con Nicodemo donde este le ha preguntado cómo es posible
nacer de nuevo y la respuesta de Jesús va por la línea de nacer no de la carne
sino del espíritu. Jesús finaliza este diálogo retomando el texto donde Moisés
levante la serpiente en el desierto, diciéndole que así será levantado el Hijo
del Hombre para que todos tengan vida eterna. En efecto, la cruz de Cristo nos
ha dado la vida y nos invita a ser portadores de esta vida que él nos regala,
trabajando por transformar todas las cruces de nuestro presente.