martes, 30 de septiembre de 2025

 

El don de la fe y de la misión encomendada

XXVII Domingo del TO  5-10-2025

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían a este sicomoro: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y los obedecería ¿Quién de ustedes, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Ven enseguida y ponte a la mesa”? ¿No le dirán más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso tienen que estar agradecidos con el criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo ustedes: cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, digan: Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc 17, 5-10)



El evangelio de hoy corresponde a un discurso de Jesús a los apóstoles en su viaje a Jerusalén. Les habla de los escándalos, las ofensas entre los hermanos, la fe y el servicio. Nos referiremos a los dos últimos temas que corresponden al texto de este domingo.

La petición sobre auméntanos la fe, aparece en los sinópticos, con algunas diferencias. En Mateo hay dos referencias a la fe, como un grano de mostaza. La primera, en Mateo 17, hablando del grano de mostaza y del monte que se movería si tuvieran fe y nada sería imposible para ellos. Y, la segunda, en Mateo 21, después de que Jesús seca la higuera y los discípulos se asombran, les dice que si tuvieran fe no solo secarían una higuera, sino que, si le dijeran a un monte que se arrojara al mar, así lo haría. Por tanto, si algo se pide con fe en la oración, se cumplirá. En Marcos 11 encontramos el mismo texto refiriéndose a la higuera y terminando con la referencia a la oración. Lucas es el único que habla de un sicomoro y de arrojarse en el mar, pero añadiendo: plantarse en el mar. También se refiere a un sicomoro en el texto de Zaqueo (Lc 19, 4). El mensaje del texto es claro: no hace falta pedir que les aumente la fe. Si esta existe, lo que se pide, se cumplirá.

Los siguientes versículos sobre los siervos inútiles, son totalmente contrario a lo que Lucas dijo unos capítulos atrás (Lc 12, 37) donde el amo llega y si encuentra despiertos a sus siervos los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles. En este texto dice que los siervos le servirán al Señor y lo harán porque es lo que tienen que hacer, terminando con la afirmación “son siervos inútiles que han hecho lo que tenían que hacer”. Como vemos, los ejemplos o parábolas que pone Jesús, según lo hemos dicho en otros comentarios, pueden tener diversos significados todo depende del objetivo que se pretenda en cada ocasión. En este texto, aunque les está enseñando a sus discípulos y a la gente que le sigue (que, ciertamente, no deben tener siervos por no ser de los ricos del tiempo de Jesús), nos hace pensar que le está hablando a los fariseos y les quiere enseñar sobre la necesidad de la humildad para no sentirse mejores por cumplir los preceptos, sino que hacen lo que tienen que hacer.

Al querer entender estas enseñanzas de Jesús para nosotros, conviene no caer, en el primer caso referido a la fe, en entenderla como un poder mágico que nos obtendrá sucesos extraordinarios. La fe es la aceptación confiada en el mensaje del reino y si apostamos por vivirlo, con seguridad lo lograremos. Y, en el segundo caso, siempre es necesario saber que ni la llamada ni nuestras realizaciones nos hacen mejores ante Dios. Es una misión que se nos confía gratuitamente y, al aceptarla, hemos de realizarla con la misma gratuidad porque, llevarla a término no es solo fruto de nuestro propio esfuerzo sino, sobre todo, de la gracia divina que el mismo Señor nos regala.

martes, 23 de septiembre de 2025

 

Los bienes eternos dependerán de nuestro compromiso con los pobres

Comentario al domingo XXVI del TO 28-09-2025

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. Pero Abrahán le dijo: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y ustedes se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia ustedes no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros. Él dijo: Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento. Abrahán le dice: Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. Pero él le dijo: No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán, ni, aunque resucite un muerto (Lc 16, 19-31)


(Disculpen que hay un error al início del video, pero lo que sigue a continuación si corresponde al evangelio de hoy)

El domingo pasado terminamos nuestra reflexión haciendo referencia a la parábola que el evangelio de hoy nos trae. Jesús enseña con parábolas y, en esta ocasión, dirigiéndose a los fariseos, les habla del hombre rico y de Lázaro, personajes que conviene presentar como lo hace la parábola. El hombre rico no tiene nombre (aunque por algunos manuscritos apócrifos se le ha dado el nombre de Epulón), goza de muchos bienes y banquetea todos los días; no dice que haya obtenido su riqueza de manera injusta, pero no parece haber visto nunca a Lázaro quien, según el relato, siempre estaba a su puerta. Por su parte, el pobre tiene nombre -Lázaro-, nombre que significa “Dios te ayuda” y está en las peores condiciones ya que hasta los perros lamen sus llagas. Tampoco nos dice que Lázaro sea bueno, simplemente que es pobre. Después de presentar a los personajes, Jesús continúa relatando la suerte de cada uno después de su muerte. Lázaro está en el seno de Abraham siendo consolado, mientras que el rico está siendo atormentado. Es entonces cuando el hombre rico le pide a Abraham que mandé a Lázaro a refrescarle con una gota de agua, pero la respuesta de Abraham es que “recuerde” que él ya recibió bienes en la vida y Lázaro no. El término “recordar” es muy diciente para el pueblo de Israel. Constantemente se pide que el pueblo “recuerde” o “no olvide” que Dios los sacó de Egipto. El relato continúa con la nueva petición del hombre rico de que mande a Lázaro a avisar a sus hermanos para que no corran su misma suerte. Abraham le responde que ya tienen “a Moisés y a los profetas”, es decir, todo el Antiguo Testamento, pero son incapaces de escucharlo.

El mensaje es muy claro, como ya lo hemos comentado en otros textos. El criterio definitivo e importante para participar de los bienes eternos es el compromiso con la vida de todas las personas, el trabajar por garantizar la justicia social, el no acaparar para sí sino compartir para que nadie pase necesidad. Hay demasiadas urgencias en nuestras puertas, pero pasamos de largo. Demasiadas injusticias y no nos interesan porque no nos afectan. Y muchos cristianos siguen empeñados en poner el énfasis en el rito y la norma y no se fijan en lo realmente importante: la vida de todas las personas, comenzando por los más pobres.

Es llamativo pensar que tantas veces se toma las palabras de la Sagrada Escritura el pie de la letra (casi siempre para reforzar ritos y normas) y estos pasajes que hablan de la riqueza, de la injusticia, de la fraternidad/sororidad, se relativizan, se “domestican” para no acoger lo central del evangelio: si no se trabaja por la justicia social y la vida para todos, no nos sentaremos en la mesa del Reino. El prójimo es el criterio definitivo para la salvación, de lo contrario, bien ciertas serán estas palabras: “Ay de ustedes los ricos porque ya recibieron su consuelo” (Lc 6, 24).

viernes, 19 de septiembre de 2025

Lo que llevo en el corazón de mi viaje a India

Olga Consuelo Vélez

 





Todo comienza y todo llega a su final. Mi estadía en India finalizó porque solo dan, máximo, tres meses de visa de turista. Se podría sacar visa de estudio o de trabajo, pero requiere muchas condiciones que no son posibles en mi situación particular.  Por esto quiero compartir unas últimas palabras de la experiencia vivida allí.

Mi anterior escrito fue valorado por mucha gente, lo cual agradezco, pero, algunas personas se molestaron por haber señalado aspectos negativos de este país. Siento que así haya sido, mi intención no era hablar mal del país, sino contar lo que me había impactado o costado. Esta es de nuevo, mi intención, en esta última reflexión sobre mi experiencia de lo vivido en India, con lo cual, pido excusas de antemano por todo lo que pueda decir que solo responde a mi visión parcial, limitada, ignorante, pequeña, de lo que seguramente es esta realidad.

Quiero compartir lo que me llevo en el corazón. Lo más importante, el ser de las personas con las que he tenido más cercanía. Me parece que son personas “muy buenas”. Me queda la experiencia de verlas trabajando, sirviendo, insertas en el día a día con dedicación, generosidad, delicadeza. También, agradezco mucho su acogida, comprensión, disponibilidad para ayudarme en todo lo que necesité.

Me llevo la generosidad de las personas con las que conviví en la casa. Su fe, su convicción personal y la particularidad de cada una que fui descubriendo a lo largo de la convivencia y, con la que fui conectando, en la medida de las posibilidades. Podría decirse que me llevo lo “propio” de cada una de ellas, eso que poco a poco, se fue develando, creando lazos de entendimiento mutuo, de cierta “complicidad”, de “confianza”, de relación interpersonal que hace que las personas comiencen a formar parte de tu vida y sean importantes para ti, deseando que las relaciones puedan continuar con el paso del tiempo, aunque sea a la distancia.

Me llevo la riqueza de la pluralidad cultural y religiosa. Tantos lenguajes distintos, tantas religiones, tantos rostros, tantos colores, tanta historia, tantos monumentos arqueológicos, tantos templos, tanta naturaleza diversa, tantos sonidos, tantos olores, tantas especies y condimentos, tantos mercados, en otras palabras, tanta diversidad. Y en ese arco iris de diferencias, la capacidad de convivir, de respetarse, de compartir espacios, por ejemplo, las escuelas, universidades y trabajos en los que toda esa diversidad convive, sin exclusiones, ni señalamientos.

Me llevo la riqueza de lo que hemos llamado, en Latinoamérica, “dar desde la pobreza”. Existen muchos proyectos sociales: escuelas infantiles, refuerzo escolar, escuela para niños y niñas con dificultades de aprendizaje, proyectos con mujeres, etc. Estos proyectos cuentan, muchas veces, con muy pocos recursos económicos, pero con la generosidad inmensa de la gente, o bien de manera voluntaria sin ningún pago, o recibiendo un pago muy pequeño, contando con que estas últimas personas también son necesitadas, pero su generosidad es desbordante. Cabe decir que vi muchas personas dando limosna, mostrando la convicción de hacerlo como compromiso y no simplemente por quitarse de encima a la persona que pide, como a veces se hace en mi país.

Me llevo el impacto de tantas cosas distintas. El conducir por la derecha, hizo que yo no lograra acertar en dar el paso correcto cuando otra persona venía de frente. El no encontrar fácilmente un cuchillo porque aquí se come con cuchara y tenedor y no hace falta tener demasiados. El barrer con escobas pequeñas porque así son aquí. El no tener separación entre el sanitario y la ducha (o mejor el balde con el cubo, que es lo más corriente), con lo cual el piso del baño está, casi siempre, mojado. El no poder entender ni una sola palabra de lo que hablan por la calle porque todo el mundo se expresa en sus lenguas locales, muchas personas no saben inglés o lo dejan para espacios formales o para responder cuando se les pregunta en esa lengua, pero prima la lengua local. Como ya dije en mi anterior escrito, el ruido del tráfico, de las bocinas y de los cuervos me parece demasiado fuerte. Aunque la gente de aquí lo vive con tranquilidad, creo que, algún efecto auditivo debe provocar, aunque no se le dé importancia.

Me llevo, como también lo señalé en mi escrito anterior, el dolor de tanta pobreza. Y no porque no la haya visto en mi país y en otros países, sino porque estoy aquí y la vi, día tras día, en demasiada gente en las calles que caminé, una y otra vez, muchas veces, durante todo este tiempo. No debería existir esa pobreza en nuestro mundo. No es humano que no haya donde dormir resguardados. No es posible que una vida transcurra con tantísima precariedad. Que se coma de la basura, no se tenga agua, no se cuente con los derechos básicos que hacen posible la dignidad humana. Pero así es, en tantas partes, y cuando te rodea tan de cerca, se toma mucha más consciencia de la injusticia estructural de nuestro mundo.

Nunca me he preocupado demasiado por los animales, pero aquí, me dolió ver tanto perro en tan malas condiciones, lo mismo que mucho gato, peleando por un pequeño trozo de comida, lo mismo que vacas y caballos en una delgadez extrema. No falta quien saca huesos o arroz o algo de comida y la deja en la calle para que los animales se alimenten, pero no es suficiente. Eso sí, fue una bonita experiencia poder subirme a un elefante y estar muy cerca de ellos, aunque si se reflexiona más a fondo, ese turismo con animales, tiene una parte de explotación que no siempre es adecuado, no solo aquí sino en tantos lugares donde los animales salvajes forman parte de las atracciones turísticas.

Me llevo, especialmente, las “largas” conversaciones con la persona que me ayudó a mejorar el inglés, una mujer adulta, encantadora, con una mente abierta, reflexiva, critica, llena de generosidad y receptividad frente a todas mis preguntas sobre la cultura, todas mis dudas y extrañezas. Además, ella siempre estuvo deseosa de escuchar mi teología bastante “revolucionaria”, frente a su propia experiencia de mujer muy creyente, pero en un contexto más tradicional. Fue tan receptiva de todo lo que le compartí, que creo pude realizar un diálogo intercultural y teológico con ella.

Pero, al mismo tiempo, me llevo la dificultad del diálogo intercultural, porque se necesita mucha apertura, de lado y lado, para dejarse interpelar por los otros y que todas las culturas sean capaces de cambiar, de crecer, de renovarse, al ritmo de los tiempos que siempre nos exige nuevos horizontes. Me parece que todos tenemos tan arraigadas las propias cosmovisiones y tradiciones que es muy difícil la apertura, la aceptación e incluso la transformación de lo propio. Es muy fácil escribir y pensar sobre el diálogo intercultural pero muy difícil realizarlo.

Me llevo las conversaciones con algunas jóvenes, porque me representaron a la juventud inquieta y disconforme con muchas situaciones de su ciudad y, especialmente, de la situación de la mujer. A mí, que me encanta pensar en cambios y novedades, sus inquietudes y su forma de ser me conectaron con esa parte de la juventud rebelde y atrevida. En este mismo sentido, me encantó asistir a un concurso de jóvenes en Mumbai, realizando bailes “urbanos”. La globalización llega a muchos sitios, aunque en algunos países se nota más que en otros. No faltó un pequeño diálogo con una joven musulmana, totalmente convencida de la visión de la mujer como un “diamante” que es muy valioso y por eso se ha de cubrir al salir a la calle y, de esa manera preservarse para su esposo. Muy abierta para que yo le preguntara y comentará mi percepción, pero totalmente convencida de ese relato. En este mismo sentido me impresionó ver a otra joven musulmana, en un restaurante, en el que se quitó el “niqab” (el velo con el que cubren el rostro) para comer, pero no movió la cabeza hacia ningún lado, ni una sola vez. Su cabeza permaneció agachada, mirando el plato y, tan pronto terminó, volvió a usar el velo. A su lado estaba su marido y otro varón (tal vez el padre de su marido) y su pequeño hijo, los cuales hablaban y se expresaban libremente. Esta realidad musulmana es bien compleja, se sabe que las mujeres expresan con su vestimenta la identidad musulmana, perseguida en tantos contextos, pero que también, limita demasiado la libertad de las mujeres, desde mi punto de vista.

Muchas otras experiencias me llevo en el corazón y con el paso del tiempo irán saliendo más. Pero, lo importante ahora, es agradecer este tiempo vivido aquí, la riqueza que he tenido de conocer nuevas realidades y la toma de conciencia sobre las propias limitaciones y posibilidades en una situación distinta. No sabía, cuando vine aquí, si podría regresar. Poder, siempre se puede, pero por las propias limitaciones y por las posibilidades reales de poder realizar alguna tarea significativa, me parece que es inviable pensar en un pronto regreso. Eso sí, esta experiencia marcara profundamente mi vida y estoy, muy agradecida, por todo lo recibido. ¡Gracias India! y gracias a todos los rostros concretos que llevo en el corazón, unos con nombre, otros solo vistos muchas veces en la misma calle o tienda, pero que hicieron posible mis días en ese país rico y exuberante, lleno de contrastes y con inmensos desafíos.

lunes, 15 de septiembre de 2025

 

Ganar a los pobres como amigos para entrar a las moradas eternas

Comentario al domingo XXV del TO 21-09-2025

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando. El administrador se puso a decir para sí: ¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa, Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Este respondió: Cien barriles de aceite. Él le dijo: Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Él contestó: Cien fanegas de trigo. Le dijo: Aquí está tu recibo, escribe ochenta. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo les digo: gánense amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno, lo de ustedes ¿quién se los dará?  Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero. (Lc 16, 1-13).

Este evangelio desconcierta porque cuesta trabajo entender cómo el hombre rico alaba a su administrador por engañarlo, rebajando la deuda de los prestamistas. Por esto, es necesario entender el género parábola ya que su objetivo es transmitir una enseñanza, con la que se interpela a los oyentes, valiéndose de recursos que no siempre tienen coherencia o connotación moral, sino que se usan para conseguir el objetivo que se propone. En este caso, el objetivo de la parábola es alabar la “astucia” y, en ningún momento, invitar a la deshonestidad del mayordomo.



Efectivamente, este administrador actúo con mucha astucia porque supo encontrar una salida a la situación que le esperaba cuando fuera despedido de su trabajo. Notemos que el texto dice que al administrador le da vergüenza mendigar. Eso nos remite a la importancia que tiene el “honor” para las sociedades mediterráneas. El administrador no solo está procurando su sustento, sino también cuidando su honor porque es un valor cultural que marca la vida de aquellas gentes.

La parábola termina con la alabanza del amo a su administrador por su astucia y Jesús continua su enseñanza a los discípulos, recordándoles la sagacidad de los hijos de las tinieblas, frente a la de los hijos de la luz. Convendría tomar en serio estas palabras para no ser cristianos ingenuos, sin conciencia crítica, incapaces de considerar las realidades como ellas son, asumiendo el conflicto que supone, etc. Muchas veces en aras de no romper la comunión se acepta cualquier cosa desvirtuando el evangelio o, en el momento actual, en aras de tener más jóvenes en nuestras iglesias, se acepta la presencia de grupos ultraconservadores que no contribuyen a mostrar la frescura y actualidad de la buena nueva.

El texto continúa hablando de la necesidad de ganar amigos con el dinero de inequidad y señala que no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero. El dinero o las riquezas, tema típico de Lucas, causa la perdición en muchos sentidos. Solo tiene sentido si se utiliza para ganar amigos que nos reciban en las moradas eternas. Estos amigos son los pobres y, en la medida, que el dinero se pone al servicio de la fraternidad/sororidad, se evita la exclusión y la injusticia social, impedimentos para entrar al reino. Recordemos la parábola del hombre rico y de Lázaro (Lc 16, 19-31). Es Lázaro quien está en el seno de Abraham y si el hombre rico le hubiera reconocido mientras estaba a la puerta de su casa, estaría sentado con él en las moradas eternas. En otras palabras, Jesús pide a sus discípulos la astucia para entender cómo los pobres son la puerta de entrada al reino y cómo, solo él amor a ellos, nos abre sus puertas.

martes, 9 de septiembre de 2025

Transformar las cruces de nuestra historia presente

Domingo XXIV de TO 14-09-2025

Exaltación de la Santa Cruz

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 13-17).



Hoy celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, recordando el significado que tiene la cruz para la vida cristiana. Como decía Pablo “nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los griegos” (1 Cor 1, 23). Es decir, el misterio de la cruz marcó la historia de Jesús, pero no debemos olvidar que esta es inseparable de su resurrección, porque “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” (1 Cor 15, 14). Por lo tanto, el valor de la cruz no es por ella misma sino por el amor que surge de ella.

Esto es lo que el evangelio de Juan que hoy consideramos nos muestra. Recordemos que este evangelio es más teológico que los sinópticos, de ahí que su lenguaje sea más conceptual. Juan opone el mundo a Dios, pero no para desvalorizar lo humano sino como signo del pecado, del anti reino, del separase de Dios. Precisamente a ese mundo, Dios le ofrece su Hijo, se lo entrega para que los que no creen, lleguen a creer. La oposición no es entre lo material y lo espiritual sino entre los que tienen fe y los que no la tienen. Dios espera, con su amor ilimitado, llegar a todos aquellos que no creen para darles la vida eterna.

Es muy importante comprender que la cruz es fruto de la fidelidad de Jesús a su misión y, por eso, él sigue anunciando el amor a los últimos, la misericordia con todos, la urgencia de transformar la realidad, comenzando con los más pobres, aunque eso le lleve al conflicto, la persecución y la muerte. Ante ese hecho, Jesús prefiere entregar su vida a renunciar a la coherencia con lo predica. Y, es en esto, en lo que el amor de Dios se manifiesta en plenitud.

El texto de hoy es la conclusión del diálogo de Jesús con Nicodemo donde este le ha preguntado cómo es posible nacer de nuevo y la respuesta de Jesús va por la línea de nacer no de la carne sino del espíritu. Jesús finaliza este diálogo retomando el texto donde Moisés levante la serpiente en el desierto, diciéndole que así será levantado el Hijo del Hombre para que todos tengan vida eterna. En efecto, la cruz de Cristo nos ha dado la vida y nos invita a ser portadores de esta vida que él nos regala, trabajando por transformar todas las cruces de nuestro presente.

 

miércoles, 3 de septiembre de 2025

 

La radicalidad del discipulado es para todos y todas

Domingo XXIII del TO 7-09-2025

 

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío (Lc 14, 25-33).



El evangelio de hoy se refiere a la llamada al discipulado y las implicaciones que tiene. Pero tengamos en cuenta lo siguiente. Tradicionalmente, hablar de discipulado era referirse a la vida consagrada o ministerial. En la actualidad hemos entendido que todo cristiano, por su bautismo, está llamado al seguimiento de Jesús, al discipulado. Precisamente, en la Conferencia de Aparecida, celebrada en 2007, ese fue el lema: “Todos discípulos/as misioneros/as” y, con el sínodo de la sinodalidad, se ha seguido impulsado la llamada a la vida cristiana como una vocación que se ofrece a todos y cada uno responde desde su estilo particular de vida, pero, con la misma radicalidad.

En este sentido, el texto de Lucas, comienza diciendo que mucha gente seguía a Jesús y él se dirigió a ellos para proponerles este discipulado. Aquí también conviene hacer una aclaración. No se han de tomar las afirmaciones de Jesús de manera literal, aunque así se han tomado en el contexto de la vida religiosa y, por muchos años, la separación de la familia era total, ni se iba al funeral de los padres y, todavía algunas comunidades, lo viven así. Respetable como cada grupo lo quiera vivir, pero centrándonos en el evangelio, el énfasis no está en las palabras literales sino en la absolutez del reino frente a todo lo demás. Sin duda, la propuesta de Jesús es contracultural, en muchos sentidos y, por eso, resulta difícil de comprender y, por supuesto, de vivir.

Con respecto a la familia no es tanto dejarla o no, sino entender que la familia del reino no se basa en los lazos de sangre sino en la comunidad que se forma con el seguimiento de Jesús. Algo parecido habría que decir de la cruz. No significa que el seguimiento suponga sacrificios y mortificaciones creyendo que esa es la cruz que Jesús nos pide. Cargar la cruz de Jesús es saber que la fidelidad a los valores del reino, trae conflicto y persecución y, quien sigue a Jesús, está abocado a vivir esa misma cruz.

El discipulado implica a toda la persona y Jesús lo plantea con claridad. Por eso pone dos ejemplos: un hombre que quiere construir una torre y ha de calcular si puede terminarla y el rey que va a emprender una batalla y ha de saber si cuanta con el ejército suficiente para ganarla. Así, hemos de tomar conciencia de nuestras propias fuerzas para vivir el discipulado. Este implica a toda la persona y supone correr la misma suerte de Jesús. Por esto conviene preguntarnos: ¿estamos dispuestos a ello? El evangelio concluye con la llamada a renunciar a todos los bienes para ser discípulo de Jesús. Ya hemos comentado en otros pasajes bíblicos que las riquezas siempre constituyen un impedimento para el seguimiento porque el centro del reino está en las personas, no en las cosas, en la dignidad humana y no en la cosificación de las relaciones, en el compartir y no en el acaparamiento de todo para sí mismo. Esta fue la vida que intentaron vivir los primeros cristianos y a la que Jesús nos sigue invitando. Que nuestra generosidad nos permita dar una respuesta positiva, sabiendo que el reino siempre será nuestra mejor ganancia.