8 de Marzo: Día Internacional de
la mujer
Muchos se molestan cuando se vuelve a hablar
del Día internacional de la mujer. Algunas mujeres dicen que no se sienten
identificadas porque “no son feministas” y algunos varones dicen que ellos “no
tienen la culpa de lo que le pasa a las mujeres” y que se sienten atacados por
ellas. Como en todo lo humano que vivimos, la pluralidad de posturas es
inevitable, unas con más conocimiento de causa pero muchas otras, fruto de una
gran ignorancia. Lo cierto es que respetando algunas apreciaciones que tal vez
con razón pueden hacerse, crece en el mundo la conciencia de la opresión
sufrida por las mujeres por siglos, alimentada por la mentalidad patriarcal y
también por las religiones y, aunque a lo largo de la historia podemos encontrar
bastantes mujeres que exigieron la igualdad de derechos y lo consiguieron,
todavía hoy sigue siendo una deuda pendiente a la que le falta mucho para ser
saldada.
En 2017, con el lema “ni una menos, vivas nos
queremos” las feministas argentinas llevaron a cabo la primera huelga global de
mujeres, que se llevó a cabo en más de 70 países. Para este 2018 se ha
propuesto una huelga más amplia para seguir “cambiando este mundo” porque cada
vez hay más conciencia de que “nadie puede mirar al otro lado” frente a lo que
falta para que a las mujeres se les concedan todos sus derechos –por eso
todavía tiene que existir la reivindicación (que molestan a tantos como si no
fuera evidente todo lo que falta)- y para que se acabe esa mirada sexista sobre
las mujeres que ha permitido que “por el hecho de ser mujer” se les golpee, se
les viole y se les mate.
Muchos aspectos podrían tratarse pero quiero
decir una pequeña palabra sobre el papel que han jugado las religiones. Estoy
en Jerusalén, ciudad donde confluyen las tres grandes religiones monoteístas y
desde la ignorancia de una mirada externa, no puedo menos que decir, que falta “muchísimo”
para que las mujeres sean más libres y, precisamente, las religiones lo
promuevan. Hay demasiadas mujeres aquí con la cabeza y el cuerpo cubiertos por
razones religiosas. No importa el clima que haga: lo religioso prima y ellas
han de ocultar sus atributos femeninos. Con un velo y abrigos largos las musulmanas
(sin olvidar a las que llevan Burka), con una peluca o un sombrero y ropas de
color oscuro, las judías. Además, los lugares también siguen siendo
excluyentes. El sitio preferencial para los varones y uno secundario para las
mujeres. Es verdad que existen cambios y podemos encontrar Rabinas en algunas
sinagogas y también algunas mujeres entran a las mezquitas y se ponen del lado
de los varones. Pero son demasiado pocas todavía. Y las procesiones que se
hacen en los lugares santos reflejan la preeminencia de los varones y la ausencia
de las mujeres. Todas las religiones tienen sus celebraciones con inmensas
filas de varones que hacen todo en el altar y son los protagonistas de absolutamente
todo. Por esto me parece que todas las religiones aquí, custodias de los
lugares santos, parecen ser de varones para varones. La mujer puede estar a los
lados, atrás, en sala separada, bien cubierta, pero no hace falta su presencia
para absolutamente nada. Tal vez mis palabras son pura impresión de primera
mano y me disculpo de antemano por la ignorancia que muestro frente a lo que
estas mujeres deben vivir. Pero, definitivamente, un mundo así para las mujeres
no me gusta, como dicen las promotoras de la huelga para este 8 de marzo.
En fin, no creo que haga falta volver a nombrar
todas las situaciones que afectan a las mujeres. Tal vez, decirles una vez más
a las que dicen “no ser feministas” que hay muchos tipos de feminismo y se
puede no estar de acuerdo con todas las reivindicaciones pero que no olviden
que el hecho de ser tratadas con igual dignidad y tener derechos se debe a la
lucha feminista. Sin ese movimiento hoy no podríamos tener esa otra visión
sobre nosotras mismas. Y, a los varones, que hablar de las mujeres no es
atacarlos a ellos sino caer en cuenta que este mundo hay que cambiarlo porque
tanto ellos como nosotras necesitamos liberarnos de un mundo conformado solo
desde la primacía de lo masculino. Por eso nuestra lucha les implica también a
ellos. Y a las religiones que den pasos más fuertes en dirección a la
liberación de tantos fundamentalismos que hacen permanecer a las mujeres en
segundo plano y cuidando de aspectos que, con certeza, Dios jamás lo quiso
porque no sería Dios si para El no fuera verdad que “a imagen suya nos creó,
varón y mujer” (Gn 1, 27).
Conmemoremos este día, crezcamos en la conciencia
feminista, valoremos el camino recorrido y empeñémonos por seguir abriendo
muchos más para que lleguen a todas las mujeres de todas partes y de todas las
religiones.
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