DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
El
8 de marzo se celebra el Día internacional de la mujer. La conmemoración nació
como fruto de las luchas que las mujeres emprendieron desde el inicio del S. XX
por el reconocimiento de sus derechos en igualdad de condiciones que los
varones. Derecho al voto, derecho al trabajo, derecho a salarios justos,
derecho a ocupar puestos de responsabilidad, por nombrar algunos. Oficialmente
fue refrendado por la ONU en 1975 cuando este organismo declaró el “Año
internacional de la mujer”.
Este día sigue siendo una oportunidad de renovar el
compromiso con las mujeres y seguir trabajando porque la igualdad con el varón
sea una realidad no solo a nivel de legislación –en la que se ha avanzado
mucho- sino principalmente en la práctica, en la cotidianidad de cada día, donde
el machismo sigue cobrando muchas víctimas.
Pero ¿qué tiene que ver esta
conmemoración con la fe? ¿Tiene sentido que hablemos de esta realidad en un
espacio dedicado a la espiritualidad? ¡Por supuesto que sí! La fe no puede ser
ajena a ninguna realidad humana y menos a esta que afecta a la mitad de la
humanidad. Lamentablemente tenemos que reconocer, aún hoy, que en los ámbitos
eclesiales la situación de la mujer no ha sido mejor que en la sociedad e
incluso, se ha invocado el nombre de Dios para no permitir que algunas
situaciones cambien.
De todos es conocido, que la violencia doméstica fue,
muchas veces, una de las realidades en que la iglesia, en aras de mantener el
matrimonio, decía a las mujeres que se lo ofrecieran a Dios como parte de la
cruz que debían cargar. Hoy en día hay más conciencia de que dicha violencia ni
todas las demás violencias contra la mujer, es querida por Dios. Por el
contrario, la mujer es imagen de Dios al igual que el varón y por eso su
dignidad ha de ser plenamente reconocida y defendida. No pasemos de largo ante
esta realidad, antes bien, desde la fe, comprometámonos con ella.
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