¿El Feminismo es un
machismo con faldas?
El próximo 8 de marzo celebraremos el Día
internacional de la mujer, y, una vez más, surge la pregunta: ¿qué significa
este día? Se pueden dar varias respuestas. Por una parte, hay avances. Se nota
mayor conciencia sobre la realidad de subordinación, maltrato, invisibilización
que las mujeres han vivido a lo largo de la historia y se hacen esfuerzos por
superar esa situación. Las jóvenes comienzan a tener otra visión del mundo
donde ellas tienen más cabida y no dudan en querer ocupar los lugares que antes
estaban reservados exclusivamente a los varones. La conciencia feminista crece
en muchos ambientes y se hace cada vez más difícil tolerar los abusos y
discriminaciones que en razón de su sexo han sufrido. En según qué ambientes,
hasta una cree que en verdad todo ha cambiado y estamos viviendo en un mundo
inclusivo para las mujeres.
Pero, por otra parte, no todo es optimismo y
aún se nota la necesidad de seguir trabajando por crecer en la conciencia
feminista. Especialmente entre las clases más desfavorecidas, la realidad
subordinada de las mujeres ha cambiado muy poco. Su acceso a la educación es
muy deficiente y sus posibilidades de vida y desarrollo en iguales condiciones
que los varones, no es nada promisorio. Capítulo aparte es la violencia que
sigue atacando a las mujeres en tantos frentes. Cada día se tiene más
conciencia de que lo que se creía que no era abuso, ¡sí lo es! Por eso los
movimientos como por ejemplo, “#me too”, han visibilizado aquellos abusos que
parecían hasta ‘normales’ en según qué medios (artísticos, deportivos, etc.) y
han permitido que muchas mujeres digan lo que nunca creyeron iban a decir y
levanten denuncias concretas de los abusos sufridos, sin importar que hayan
pasado muchos años. Es que hasta ahora fueron capaces de romper ese silencio
que se impone y que hace tan difícil reconocer que también ellas han sido
abusadas.
Ahora bien, lo que todavía “clama al cielo” es
la situación de las mujeres dentro de la Iglesia. Las palabras muy
desafortunadas del Papa Francisco en la cumbre contra la pederastia, son un
ejemplo muy claro de lo poco que se entiende esta realidad y de lo lejos que se
está de superarla. En dicha cumbre, participó Linda Ghisoni, experta en Derecho
Canónico y subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida. Una
vez que terminó su intervención el Papa dijo que “invitar a hablar a una mujer
no es entrar en la modalidad del feminismo eclesiástico, porque a fin de
cuentas “todo feminismo termina siendo un machismo con faldas”. No podemos
entrar en lo que el papa tiene en su corazón, ni en su entendimiento sobre el
tema de las mujeres. Nos fijamos solo en las palabras dichas sabiendo que se
podrían hacer salvedades si se consideran otros aspectos. Pero, en primer
lugar, el papa habla de “invitar” a una mujer a hablar. O sea, es claro que en
la iglesia y en sus grandes problemas (como es el de los abusos, que no solo
afecta a los niños, sino también a las religiosas y a las mujeres en general,
como ha ido saliendo cada vez con más fuerza), las mujeres solo son “invitadas”.
No se tiene una palabra de autoridad qué decir, no se tiene derecho a
intervenir por su propia iniciativa, sino cuando el clero crea que conviene
escucharnos. Pero la cosa no termina ahí. Como si fuera un problema, un
descrédito o una situación extraña (de hecho lo es porque este tipo de
invitaciones a hablar al clero no es muy común) el papa deja claro que no se
crea que eso es “feminismo eclesiástico”. Parece que abrir espacios a las
mujeres es caer en el feminismo. ¿Habrán entendido los jerarcas qué es el
feminismo? Por lo que sigue diciendo el papa sobre el machismo con falda, no se
ha entendido.
Cansa explicar una y otra vez lo obvio. Pero
toca seguir haciéndolo. El Feminismo no es lo contrario del machismo. En
estricto orden, no es machismo Vs feminismo. Es machismo Vs hembrismo. Esta
última palabra es rara, poco conocida, pero es la que corresponde al machismo
ejercido por las mujeres. El feminismo, por el contrario, es un movimiento
social que ha permitido que las mujeres alcancen derechos civiles, sociales,
culturales, sexuales, etc. Sin el feminismo no hubiera sido posible romper con
esa visión limitada de la mujer, negándole su identidad igual que el varón.
Pero aunque la afirmación de esa igual dignidad no se niega, las prácticas
cambian lentamente y si en la sociedad han avanzado, en la iglesia, como acabamos
de constatar, lo han hecho muy pero muy poco. Sí, en el vaticano y en otras
instancias eclesiales va entrando el feminismo, el auténtico, el que inquieta
la conciencia de los clérigos y les pregunta: ¿cuándo tendremos voz y voto en
la instancia eclesial? ¿cuándo nuestra palabra será escuchada con todo respecto
por nuestra condición de mujeres con igual dignidad que los varones? Pero más
aún, ¿cuándo no seremos tratadas como una imagen “decorativa” para que la
“feminidad” entre a la iglesia?
Y esto último es otro punto que tampoco logra
entenderse y al que también el Papa hizo referencia: “Invitar a hablar a una
mujer sobre las heridas de la Iglesia es invitar a la Iglesia a hablar sobre sí
misma, sobre sus heridas”, y añadió que lo que se debe hacer es adoptar el
estilo de una “mujer, esposa y madre”. “Sin este estilo hablaremos del pueblo
de Dios como organización, fuerza sindical, pero no como la familia nacida de
la madre Iglesia”. Está bien que se reconozca que la Iglesia es madre pero sin
olvidar que la iglesia somos todos, por lo tanto, varones y mujeres de iglesia
hemos de tener las actitudes de la madre, no solamente la mujer. Y en estas
expresiones esta la ambigüedad con la que la jerarquía trata a las mujeres. Al
decirle que la iglesia es como una madre, está diciendo que no levantemos más la
voz por espacios de participación porque a fin de cuentas la iglesia se
identifica con la mujer. Es lo mismo que se ha hecho desde siempre cuando dicen
que las mujeres somos imagen de la Virgen María y ella es la más importante en
la Iglesia, por lo tanto, no hay lugar tampoco a ninguna otra petición
especial, porque ya tenemos a quien imitar y eso debe ser suficiente para
nosotras.
Nada de lo dicho es desconocido para las
mujeres y varones que tienen conciencia feminista y están construyendo una
sociedad y una iglesia distinta. Pero todo esto, tan obvio, es desconocido por
muchos jerarcas en la iglesia y por eso, conmemorar el día internacional de la
mujer, una vez más, no puede menos que volver a interpelar los ambientes
eclesiales: ¿cuándo escucharán la voz de las mujeres? ¿cuándo cambiarán la
estructura clerical, machista y patriarcal que hoy es claro, caracteriza a la
iglesia? ¿cuándo podremos ser verdaderamente una iglesia inclusiva? Falta mucho
en la sociedad pero falta mucho más en la iglesia. Por eso, volvamos a levantar
la voz en este 8 de marzo y no dejemos de soñar y hacer todo lo posible porque
algún día todo lo que falta se haga realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.