No parece haber
avances en la urgente reforma de la iglesia
Con la llegada del Papa Francisco en 2013 al pontificado,
nuevos vientos llegaron a la iglesia. Empezó a respirarse un aire más descomplicado
en las formas externas y se vio un Papa más cercano a la gente. Su lenguaje sencillo
y sin pretender decir la última palabra, abrió muchas puertas de aceptación porque
invitaba a escuchar y a enriquecerse con la visión de otros. Su cercanía a los
pobres -tan en consonancia con lo esencial del evangelio- ha reivindicado el
discurso teológico latinoamericano y la porción de iglesia que siempre ha
estado más comprometida con ellos. No se han vuelto a escuchar condenas contra
teólogos/as sino que, al contrario, ha recibido incluso a algunos en el
Vaticano.
Es verdad que para un sector de la iglesia más “oficial” esa
figura de Papa le ha chocado y prefieren no hablar demasiado de Él -solo lo
necesario porque no pueden mostrar su no adhesión al Papa-. También los grupos
más conservadores que surgieron en las últimas décadas se sienten incómodos con
este Papa porque no centra su discurso en lo que ellos tanto cuidan: el culto,
la moral, la norma, etc. Los que si están bien impresionados son los alejados
de la iglesia o los no creyentes los cuales no se interesaban por ningún pontífice
y, sin embargo, Francisco despertó interés y lo vieron más capaz de comprender
el mundo actual.
Pero han pasado siete años y las reformas estructurales de
la iglesia no llegan. El Consejo de Cardenales que nombró el Papa al inicio de
su pontificado para responder a las necesidades de reforma dentro de la iglesia,
comenzando por revisar la constitución apostólica Pastor Bonus (texto
legislativo publicado por Juan Pablo II en 1988, que regula la composición y
competencia de los distintos departamentos y organismos de la Curia Romana), no
parece terminar sus trabajos.
Los sínodos sobre la familia, los jóvenes y sobre todo el de
la Amazonía despertaron muchas expectativas porque se dio un proceso de
consultas muy valioso que permitió presentar a los padres sinodales temas de
actualidad. Pero las exhortaciones post sinodales de Francisco después de estos
acontecimientos, aunque tienen aspectos muy valiosos no han modificado la
praxis eclesial. La Exhortación Querida Amazonia (2020) ha sido la más reciente
y los comentarios sobre ella todavía resuenan, mucho más por la situación de
pandemia que vivimos actualmente y que no puede dejar de relacionarse con el
cuidado de la “casa común”. Pero de dicho documento quedo el “sin sabor” del “cuarto
sueño” -sobre la iglesia- en el que se esperaban algunos pasos con relación a
los presbíteros casados o el diaconado de las mujeres, pero no se dieron, más
bien, parece que hubo retrocesos. Esto del diaconado femenino parece ser un
tema que cada vez se empantana más, desdibujando aquel momento tan
significativo en el que las Superioras Generales reunidas en su asamblea
plenaria en 2016 le dijeron a Francisco: “Santo Padre, en la Iglesia existe el
oficio del diaconado permanente, pero está abierto sólo a los hombres, casados
o solteros. ¿Qué impide a la Iglesia incluir mujeres entre los diáconos
permanentes, al igual que ocurría en la Iglesia primitiva? ¿Por qué no crear
una comisión oficial que pueda estudiar el tema?” Y el papa respondió que
establecería una comisión oficial porque sería bueno para la iglesia aclarar
ese punto. Es increíble que sea tan difícil aclarar un punto sobre el que ya
existen tantos documentos con tan buenos y sólidos fundamentos para dar un paso
adelante.
Y, la reciente publicación de la Instrucción “La conversión
pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de
la iglesia” (julio 2020) de la Congregación para el clero y aprobada por el
Papa Francisco comienza abriendo caminos esperanzadores de una renovación
parroquial -tan urgida de tal renovación- y, sin embargo, pasados los primeros
párrafos, el documento se centra en lo que dice el Derecho Canónico sobre
varios aspectos relacionados con las parroquias pero, especialmente, llama la
atención el interés por dejar claro que el párroco tiene que ser presbítero y
eso sin ninguna excepción así no haya sacerdotes (n. 66). Todo lo dicho por el Papa
de la sinodalidad en la iglesia está totalmente ausente, la palabra ni siquiera
aparece.
Se podrían nombrar muchas otras cosas, pero el objetivo no
es hacer una evaluación de lo hecho por el Papa sino ahondar en la pregunta: ¿y
llegará la tan esperada reforma eclesial? Personalmente, creo que no, pero
deseo, sinceramente, equivocarme. Nos quedará la buena experiencia de poder
acudir a su magisterio y a algunos de sus discursos en los que llama las cosas
por su nombre -clericalismo, economía que mata, lugar para la mujer en la
iglesia, pueblo de Dios, iglesia en salida, etc., y el recordar muchas de sus
actitudes -que han sido muy especiales y evangélicas, pero me parece que
tendremos que seguir aguantando por mucho más tiempo, la estructura eclesial
tan rígida y tan llena de temores que no se arriesga a ser una iglesia en
salida, una iglesia misionera, una iglesia pueblo de Dios, donde clérigos, laicado,
vida consagrada viven la corresponsabilidad de la misión evangelizadora y se la
juegan todo por parecerse cada vez más a la iglesia que Jesús quería.
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