Santa Teresa de
Jesús: inquieta, andariega, desobediente y mucho más….
Olga Consuelo Vélez
El 15 de octubre se celebra la fiesta de Santa Teresa de
Jesús. Su vida y su obra mantienen actualidad porque ella fue una mujer que
supo vivir en “su tiempo” y “adelantada a este”. Vivió en su tiempo y afrontó
las circunstancias que su momento le deparaban, con naturalidad, confianza,
intrepidez. Pero también vivió adelantada a su tiempo porque rompió moldes y
estereotipos de su época, ganándose así enemigos y contradictores. Muchas cosas
podríamos decir de ella para mostrar la actualidad de su legado. Recordemos algunas
para recordarla en su fiesta.
Fue una mujer a la que le importaba lo que pasaba y sentía
la necesidad de implicarse en ello para dar alguna respuesta. Así lo expresa: “Está ardiendo el mundo, quieren tornar a
sentenciar a Cristo, como dicen, pues le levantan mil testimonios, quieren
poner su Iglesia por el suelo, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que, por
ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No,
hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia”. O,
como también lo expresó: “Veo los tiempos de manera que no es razón desechar
ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres”. Por supuesto esta
expresión refleja la comprensión sobre las mujeres de aquella época -y de aún
hoy en ciertos sectores-. Pero para ella, aquellas que tildan de “débiles”, en
realidad tienen “ánimos virtuosos y fuertes”.
Su mayor legado fue
la experiencia de oración que supo vivir y enseñar, especialmente, a sus monjas.
En tiempos donde no estaba permitida la oración mental para las mujeres, ella
no duda en instar a sus hermanas que emprendan el camino de oración y que ante
las críticas que puedan recibir de parte de los clérigos por tener la osadía de
seguir ese camino, no les hagan caso porque, según ella, esas críticas –“son
opiniones del vulgo”-; y también les recomienda que cuando les digan que dejen
la oración, apelen a la regla que “manda a orar sin cesar”.
Dos cosas son
centrales para ella en la oración: (1) la importancia del amor y (2) la
humanidad de Cristo. Lo primero es muy significativo porque no es la oración
por la oración, no la propone como una técnica, un ascetismo -como a veces se
enseña hoy- porque lo que interesa es el amor: “no está la cosa en pensar
mucho, sino en amar mucho, y así lo que más os despertare a amar, eso haced”.
Lo segundo es definitivo: la humanidad de Cristo es el medio para la más subida
contemplación, aunque sus contemporáneos lo negaban: “Y veo yo claro (…)
para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de
esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita (…) He visto
claro que por esta puerta hemos de entrar (…) Así que vuestra merced, señor (el
P. García de Toledo) no quiera otro camino, aunque esté en la cumbre de la
contemplación, por aquí va seguro (…) y en tiempo de sequedades, es muy buen
amigo Cristo, porque le miramos Hombre y lo vemos con flaquezas y trabajos y es
compañía”. Busca orientaciones sobre su propio proceso de oración, pero lo hace
con personas “letradas” -porque sabe lo fácil que es caer en cualquier tipo de explicaciones
falsas- pero, al mismo tiempo, para ella la oración es fuente de sabiduría porque
“la verdad de Dios se nos entrega en la oración, en el trato amistoso con Él”.
Por eso puede contradecir a quienes le dicen que no tiene razón.
Algo sorprendente son las fundaciones que hace. No hay dificultad humana
que se lo impida porque su confianza es absoluta en Dios y sabe que, si ella
pone todo de su parte, Dios no dejará la obra inconclusa. Sabemos que no solo
funda conventos de mujeres sino también de varones. Y parece que no le tema a
nada. Es capaz de enfrentarlo todo y no cesa de buscar soluciones a las
dificultades que se le presentan. Actúa con astucia para conseguir lo que
persigue y sabe ocultar sus intenciones para no ser reprobada por los
superiores hasta que se realiza la obra: “Y así me determiné de hablar al
gobernador, y me fui a una iglesia que está junto con su casa y le envié a
suplicar que tuviese por bien de hablarme. Había ya más de dos meses que se
andaba en procurarlo y cada día era peor. Como me vi con él, le dije que era
recia cosa que hubiese mujeres que querían vivir en tanto rigor y perfección y
encerramiento, y que los que no pasaban nada de esto, sino que se estaban en
regalos, quisiesen estorbar obras de tanto servicio de nuestro Señor. Estas y
otras hartas cosas le dije con una determinación grande que me daba el Señor;
de manera le movió el corazón, que antes de que me quitase de con él, me dio la
licencia.”
Gracias a sus escritos podemos hoy seguir profundizando en su legado. Una y
otra vez se estudian, se meditan, se oran, se reflexionan sus obras y siempre
se saca mucho provecho de ellas. En sus escritos también muestra su osadía y su
estar adelantada a su tiempo. Más de una obra fue cuestionada y retirada, pero
la fuerza de su experiencia permitió que se recuperaran y podamos seguir
aprendiendo hoy de su inmensa hondura espiritual.
Pero lo que más me encanta de Teresa es lo que un nuncio del Papa, afirmó
de ella: "...femina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a
título de devoción inventaba malas doctrinas, andando fuera de la clausura,
contra el orden del Concilio Tridentino y Prelados: enseñando como maestra,
contra lo que San Pablo enseñó, mandando que las mujeres no enseñasen”.
Precisamente esas palabras muestran todo lo que ella fue en su tiempo, saliéndose
de los moldes establecidos porque en realidad amaba a la Iglesia y no se
resignaba a que en ella no se viviera la radicalidad del evangelio.
Personas como Teresa son las que necesitamos en este tiempo en que el Papa Francisco
ha convocado al sínodo sobre sinodalidad: un tiempo para escucharnos, encontrarnos
y discernir sobre los desafíos que vivimos. Pero esto solo dará buen fruto si
en estos diálogos afrontamos lo que en verdad va mal en la iglesia y con la
creatividad y audacia evangélica proponemos nuevos caminos que rompan moldes y
se arriesguen a estrenar horizontes distintos e inéditos.
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