Algunas reflexiones sobre el Instrumentum
Laboris del Sínodo de la Sinodalidad
Olga Consuelo Vélez
Como todos sabemos, el 20 de junio se dio a
conocer el Instrumentum Laboris para la primera reunión del Sínodo de la
Sinodalidad que se llevará a cabo en octubre. Ya se han publicado varios
comentarios esperanzadores sobre este documento porque mantiene un estilo
abierto, ágil, caracterizado por hacer preguntas más que por ofrecer
respuestas.
Una cosa importante a valorar en este proceso
eclesial es que se han ido publicando los documentos de las diferentes etapas y
este, que será el texto base de la reunión de octubre, se nos ha dado a conocer
con anticipación. Esto ayuda para que todo el pueblo de Dios sepa de lo que se
va a hablar allí y para que, posiblemente, los participantes, lleven sus
planteamientos más elaborados, en orden a agilizar la reflexión y llegar a
consensos.
El documento se estructura en dos partes, la
primera delineando el modelo de iglesia sinodal y la segunda proponiendo las
preguntas para la reflexión. De la primera parte cabe destacar algunas
afirmaciones fundamentales. Se reconoce una situación eclesial dolorosa: “en
muchas regiones, las Iglesias están profundamente afectadas por la crisis de
los abusos sexuales, de poder, de conciencia, económicos e institucionales”. Es
bueno partir de la realidad, asumirla y buscar caminos de superación. Si no se
reconocen las dificultades, estaremos lejos de cambiar. Así lo expresa el
documento: “no basta pedir perdón a las víctimas (cosa que no se ha hecho en
todos los países, ni en todos los casos) sino que es necesario unirse al
creciente compromiso de conversión y reforma para evitar que situaciones
similares se repitan en el futuro”. También se constata que existen ciertas
tensiones frente a la forma de entender la sinodalidad. El documento invita a no
asustarse, ni buscar resolverlas a toda costa sino seguir discerniendo sobre
esas diferencias.
Se señala a la Iglesia local como punto de referencia
privilegiado, como lugar teológico donde los bautizados experimentan
concretamente el caminar juntos. Ahora bien y ¿qué hacemos con la multitud de
Iglesia locales en las que la que este sínodo no ha tenido la menor
importancia? Esta pregunta no la hace el documento, pero me atrevo a afirmar
que aquí comienzan las mayores dificultades. Conozco muchas iglesias locales en
los que el sínodo es un absoluto desconocido.
La afirmación fundamental que está a la base de
la propuesta sinodal se funda en la dignidad bautismal de la que gozan todos
los miembros de la Iglesia (Lumen Gentium). Esta es la base de la sinodalidad y
de otra manera de participación en la Iglesia. Pero me llama la atención que
esa igualdad fundamental no se refleje en hacerse todas las preguntas
necesarias. Por ejemplo, el tema de los ministerios ordenados para las mujeres,
se ha omitido en las preguntas planteadas. Esa petición salió en muchas
consultas. ¿Por qué se dejó de lado?
Entre las características de una Iglesia
sinodal se señalan, “una Iglesia que escucha”. Por lo que dije antes, es una
escucha algo selectiva, aunque es verdad que se acogieron temas complejos como
el ministerio ordenado para varones casados y el diaconado femenino, aspectos
considerados, por muchos, inmodificables en la Iglesia. Recordemos que se
formaron dos comisiones para estudiar el diaconado femenino, de la primera se
supo que no llegó a consenso, de la segunda ni se conoció si iniciaron los
trabajos, de pronto, en un tercer intento, algún paso de avance se consigue.
Un aspecto muy importante de una iglesia
sinodal es la cultura del encuentro y del diálogo con las otras religiones y
con las sociedades en las cuales se inserta. Creo que hay mucho avance en el
diálogo con las otras religiones. Me parece que falta demasiado el diálogo con
las culturas actuales. Sigue existiendo un discurso misógino y homofóbico en
las iglesias particulares. Se cree más en los discursos de algunos
“seudointelectuales” que explican las llamadas “ideologías de género” en las
redes, que el mensaje de misericordia, acogida e inclusión del evangelio. Ahora
bien, el Instrumentum laboris plantea claramente la acogida real y
efectiva de la diversidad sexual. Por supuesto, en la presentación del
documento, se enfatizó que lo que se diga en el sínodo tendrá alcance pastoral,
tranquilizando así a aquellos que temen a los cambios tan necesarios para
caminar en sintonía con la realidad actual.
Me gustó mucho del documento que afirme que la
iglesia sinodal “afronta con honestidad y valentía la comprensión más profunda
de la relación entre amor y verdad, y se refiere a la cita de Efesios (4,
15-16) donde la verdad se supedita al amor. Recordemos que la propuesta de
Benedicto XVI en su Carta Encíclica Caritas in Veritate, plantea el movimiento
contrario: la caridad se supedita a la verdad. Por defender la verdad en
“abstracto” son muchas las intolerancias que se predican. Una Iglesia sinodal
es una iglesia del discernimiento para asumir las tensiones, las diferencias,
lo incompleto, las búsquedas, etc. Mantener esta tensión es indispensable para seguir
avanzando.
La metodología que se propone es la de la
conversación espiritual. Parece que ha dado buenos frutos en los pasos previos
a la reunión sinodal de octubre. Ojalá que siga dando esos frutos, siempre y
cuando, se escuchen las voces a las que el Espíritu les inspira novedad,
apertura, cambios estructurales, y no solo a aquellas que les inspira
prudencia, temor, inmovilismo. El Espíritu se manifiesta en lo humano, no puede
saltarse los condicionamientos personales, sociales y eclesiales. De ahí la
necesaria atención que se ha de prestar a esa realidad para distinguir entre “la
novedad del Espíritu” y los “temores legítimos” de tantos participantes.
Me causa cierto temor algunas afirmaciones como
alertar de que el sínodo tiene que escapar del riesgo de convertirse en un
frenesí de revindicaciones de derechos individuales que acaban fragmentando más
que uniendo. ¿qué será eso de frenesí? ¿No revela cierto miedo a cosas obvias
pero que sigue la resistencia al cambio? Esta y otras afirmaciones similares
podrían ser maneras de ir preparando el terreno para que no salgan algunas cuestiones,
especialmente, lo que tiene que ver con las mujeres y los niveles de decisión a
los que puedan acceder todos los miembros del pueblo de Dios. El documento
también enfatiza en el papel del ministerio ordenado, porque la sinodalidad exige
replantearlo, pero se perciben temores y cierto deseo de autoafirmación para no
perder el lugar que siempre ha ocupado. Otra afirmación se refiere a que “la
vida sinodal no es una estrategia para organizar la Iglesia sino la experiencia
de poder encontrar una unidad que abraza la diversidad sin cancelarla”. Es una
frase verdadera pero también la Iglesia necesita reformar sus estructuras si
quiere ser signo del reino. El misterio de la encarnación nos obliga a
concretar en realidades humanas lo que queremos expresar en actitudes, sabiendo
que estas siempre han de mantener su libertad por encima de cualquier
estructura.
Muchas otras reflexiones podríamos hacer sobre
el Instrumentum laboris. Tal vez lo podamos hacer más adelante. Por
ahora nos alegramos que el proceso sinodal siga y se intente mantener la
trasparencia en lo que se va a trabajar en la reunión sinodal. Destaco el
interés por inclinarse por los pobres, por su protagonismo, el trabajo por la
justicia, la casa común, la aceptación que se reclama para los divorciados
vueltos a casar, los polígamos y las personas LGTBQ+, la preocupación por los
jóvenes, el lenguaje eclesiástico tan poco adaptado para el mundo de hoy, lo
mismo que el ministerio ordenado que necesita revisarse según los desafíos de
nuestro tiempo. El director de este importante portal -Religión Digital-, José
Manuel Vidal, sigue apostando por la “primavera” de Francisco según leímos en
su escrito. Algunos de los organizadores del sínodo piden rebajar las
expectativas para que no se crea que los cambios van a ser demasiados. Muchos
del pueblo de Dios creemos que esta experiencia no será vana, dará frutos, pero
que seguirá en deuda abordar tantas cuestiones urgentes para que el sínodo efectivamente
transforme a “los sujetos, las estructuras, los procesos y los acontecimientos”.
Veremos cómo sigue esta experiencia. Ojalá la apertura al Espíritu sea plena y
sin temores y todo este esfuerzo se pueda plasmar en una Iglesia que sepa
convertirse para responder a tantos desafíos urgentes e indispensables que
nuestro tiempo exige.
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