Jesús
transforma la exclusión en nombre de Dios en acogida sin reparos, ni límites
Comentario al
evangelio del domingo 11-02-2024
6° del Tiempo Ordinario
Olga Consuelo Vélez
Se le acerca un leproso, suplicándole y, puesto de rodillas, le
dice: “si quieres, puedes limpiarme”. Compadecido de él, extendió su mano, le
tocó y le dijo: “quiero, queda limpio” y al instante, le desapareció la lepra y
quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: “Mira, ni
digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación
la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio”. Pero él,
así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de
modo que ya no podía Jesús presentare en público en ninguna ciudad, sino que se
quedaba a las afueras, en lugares solitarios y acudían a él de todas partes
(Mc 1,40-45).
Hay muchos relatos de curación en los evangelios y este es uno de los
más conocidos. Sin embargo, casi siempre el texto se toma al pie de la letra,
pensando en la enfermedad física curada por Jesús y no se pasa al plano de su
significado. Las enfermedades en esos tiempos se consideraban castigo de Dios
y, enfermedades como la lepra, añadían la connotación de impureza que exigía la
exclusión del individuo de todos sus entornos. Es importante hacer esta
aclaración para entender bien el texto. Jesús pone en marcha el reino de Dios
curando enfermos para mostrar la inclusión, acogida, misericordia que Dios
trae. El énfasis no está en la salud física sino en las consecuencias sociales
y religiosas de la enfermedad. Es interesante que Jesús “toca” al leproso. Al
tocarlo, Jesús queda impuro como el leproso y, aunque el texto no hace alusión
a esto, conociendo el contexto bien puede señalarse. Es decir, Jesús no tiene
miedo a “mancharse o herirse” -como invita el papa Francisco a la Iglesia para
ser en verdad una Iglesia en salida-, con tal de que el reino de Dios se haga
realidad entre los suyos.
El leproso es el quien pide a Jesús que lo limpie -es decir lo libre de
la impureza ritual que su enfermedad significa- y la respuesta de Jesús es más
que un prestarle atención. El texto dice “compadecido”, o sea, la situación del
leproso afecta a Jesús desde “sus entrañas”, “se conmueve” y, precisamente, por
esa capacidad de sentir con los otros, no duda en responder a su petición. Es
tan verdadera y sincera está actitud de Jesús que “al instante”, señala el
texto, el leproso quedó limpio. No se está hablando de tiempo cronológico
simplemente sino de transformación de la situación, de inclusión decidida y sin
reparos a aquel que todos colocaban al margen, en nombre de Dios.
Muy distinta es la realidad eclesial en algunos contextos. ¡Cuánta duda
para ofrecer las bendiciones a todos! ¡Cuántos escrúpulos y temores y preguntas
de si lo merecen o no! Esta manera de actuar es muy distinta a la que tuvo
Jesús y a la dinámica de la misericordia infinita que supone la buena noticia
que hemos de comunicar.
Jesús manda al leproso a presentarse ante el sacerdote para que lo
libere “institucionalmente” de la exclusión que pesaba sobre él y le pide no
decirlo a nadie más. Pero ha sido tal la liberación experimentada que no consigue
mantenerlo en secreto. Por su parte, Jesús prefiere no quedar tan visible para
poder seguir su misión porque le interesa comunicar la misericordia infinita de
Dios sin quedar atado a los halagos de la multitud.
Conviene pensar qué buena noticia estamos llamados a anunciar a todos
aquellos que también hoy viven la exclusión, incomprensión o rechazo en nombre
de Dios. Bajo una supuesta “pureza” exigida a nuestros contemporáneos se
esconden tantos juicios que nada tienen que ver con el amor de Dios. Ojalá
miremos a Jesús y aprendamos a realizar la misión como Él la realiza. Hoy en
día no se necesitan guardianes de las normas sino constructores de inclusión,
acogida y respeto a la diversidad y pluralidad de nuestro mundo que, la mayoría
de veces, no significa pérdida de valores sino apertura a la riqueza del ser
humano -imagen y semejanza de Dios- que excede en mucho nuestras comprensiones
y pequeños entornos.
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