Para hacer posible la sinodalidad ¿vino nuevo
en odres viejos?
Olga Consuelo Vélez
El proceso sinodal continua su camino, aunque
la mayoría del pueblo de Dios no se siente involucrado. Ya se reunió una
comisión de teólogos y teólogas (siempre menos mujeres, como ocurre en todos
los ámbitos de decisión de la iglesia) para elaborar un primer esquema del Instrumentum
Laboris de la próxima asamblea sinodal. Según anunció la secretaría del
sínodo, este documento fue enviado a setenta personas (que no están
participando del sínodo) para que hagan aportes. De todas maneras, este proceso
por la magnitud que encierra -toda la iglesia universal- resulta muy difícil
divulgarlo como se requeriría y, mucho más, involucrar al “pueblo de Dios”, ese
pueblo “de a pie”, que solo va a la celebración eucarística o que solo mantiene
algunas devociones pero que está inmerso en la vida diaria con todo lo que
tiene de dificultad, avances y retrocesos, muy distante de lo que la iglesia institucional
vive y de las estructuras organizativas en las que se mueve.
Fuera de las instancias cercanas al sínodo,
están otras estructuras eclesiales de diferentes continentes que organizan
encuentros de especialistas para reflexionar sobre el sínodo y, en la medida de
lo posible, mandar algún aporte a la secretaría del sínodo. He participado
recientemente de uno, pero la mayoría de las propuestas que se hacían, me
pareció que iban en la línea de “echar vino nuevo en odres viejos”. De ahí,
está reflexión. Por una parte, se insistió mucho en promover los consejos
pastorales que deberían existir en todas las diócesis. Según algunas
investigaciones que se hicieron, dichos consejos funcionan poco o, aunque
tengan ese nombre, mantienen la preeminencia del clero y escasa participación
laical. Por supuesto en algunos lugares funcionan mejor y, entonces, se afirma
que allí hay experiencias sinodales. Sin embargo, personalmente creo que
insistir en lo que ya existe (o existe débilmente) para favorecer desde allí el
cambio sinodal, es echar el vino nuevo en odres viejos y ya el evangelio nos
alerta de lo que sucede: “los odres viejos revientan, el vino se derrama y los odres
se echan a perder; el vino nuevo se ha de echar en odres nuevos y así ambos se
conservan” (Mt 9, 17).
En realidad, pretender vivir la sinodalidad es
aventurarse a una experiencia muy distinta de la forma como la iglesia se ha
constituido hasta ahora. Literalmente es vivir la “pirámide invertida”, como lo
dijo el papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, porque supone la
conversión del clero a un ministerio que no es de poder sino de servicio -y por
eso no teme ponerse a la escucha de la comunidad a la que sirve- y de un
laicado que asume su dignidad bautismal y la vive con toda responsabilidad, sin
pedirle permiso al clero para hacer o decir alguna acción eclesial. La
sinodalidad exige una “conversión” y, esta, es mucho más que “un barniz superficial”
(como decía la Evangelli Nuntiandi de Pablo VI), en la que, por ejemplo,
un consejo pastoral se abre a incorporar más laicos, se reúne más o plantea más
cosas. La conversión implica buscar nuevas estructuras, nuevos procesos, nuevos
acontecimientos. Pero, definitivamente, la iglesia institución, no está
dispuesta a ello y está intentando maquillar lo que ya existe para afirmar que
eso es sinodalidad.
Otra de las temáticas abordadas en el encuentro
teológico en el que participé fue la de los ministerios ordenados y, por
supuesto, el ministerio ordenado para las mujeres. Las fundamentaciones
bíblicas, patrísticas, teológicas, pastorales, etc., son evidentes para
exigirlos y hacerlos realidad. Pero no falta la “prudencia” teológica para
hacer llamados a la mesura, a trabajar con “más cuidado” las fuentes porque tal
vez “no son históricas” -como si para otros temas no hubiera la misma
provisionalidad en todo lo que se refiere a los orígenes cristianos-. En este
tema también la Iglesia institución está empeñada en acallarlo, en
“domesticarlo” con la típica frase de que las mujeres realizan muchas tareas en
la Iglesia y sin ella casi que la iglesia no existiría, por lo tanto, no es
necesario pedir mucho más (valga decir que para muchas mujeres esto es
suficiente). Es difícil hacer una verdadera apuesta por una experiencia
ministerial que reconozca la participación del laicado y, por supuesto, de las
mujeres, y se configuren comunidades eclesiales sinodales donde todos los
ministerios sean para el servicio, pero sin detrimento de unos por la
preeminencia de otros.
Otro aspecto a comentar, en lo que respecta al
sínodo, es sobre las diez comisiones de estudio, convocadas por Francisco para estudiar
algunos de los temas que han salido en las consultas de estos dos años, cuyos
resultados serán entregados el próximo año. ¿Alguien recordará dentro de un año
qué se estaba estudiando y a qué conclusiones se llegó? Por poner un ejemplo,
Francisco convocó una “segunda” comisión para el estudio del diaconado femenino
y no se sabe qué pasó con ella. Ahora habrá una “tercera” -dentro de esas diez
comisiones-, con el agravante que Francisco ya dijo que con él no podemos
esperar que exista un diaconado femenino como ministerio “ordenado”. ¿Tienen
sentido estas comisiones? ¿podremos esperar algo de ellas? No parece que haya
mucha esperanza al respecto.
Definitivamente la sinodalidad es otra cosa
distinta a “maquillar” lo que existe. Supone conversión eclesial, ministerial,
sacramental, litúrgica, procedimental, social, etc. Y esto es más que las
“mesas redondas” que vimos en la primera asamblea sinodal de 2023 -aunque eso
ya es un símbolo poderoso, pero no suficiente- o la “conversación en el
espíritu”, como método, que algunos alaban tanto pero que también otros han
mostrado su insuficiencia para producir una reforma eclesial. La sinodalidad
supone que estemos dispuestos a movernos de nuestros propios lugares. A
reconocer que, hasta ahora, la iglesia ha vivido demasiado poco la experiencia
sinodal y que necesitamos estrenarla, propiciarla, buscar caminos, métodos y
medios para hacerla realidad. Mientras sigamos hablando tanto de sinodalidad
sin empeñarnos en propiciar “odres nuevos” para el “vino nuevo” del Espíritu, habrá
muchas reuniones, muchas reflexiones, muchos encuentros, pero no habrá cambiado
nada de tanto que es urgente que cambie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.