Que seamos de los que escuchamos a Jesús, profeta de
Nazaret
y no de los que lo rechazamos
Comentario al
evangelio del domingo XIV del Tiempo Ordinario 07-07-2024
Olga Consuelo Vélez
Salió de allí y vino a su patria y sus discípulos le siguen. Cuando
llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle,
quedaba maravillada y decía: ¿¿De dónde le viene esto? Y ¿qué sabiduría es ésta
que le ha sido dada? ¿y muchos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el
carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no
están sus hermanas aquí entre nosotros? Y se escandalizaban a causa de él.
Jesús les dijo: “Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y su casa
carece de prestigio”. Y no podría hacer allí ningún milagro, a excepción de
unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de
su falta de fe (Mc 6, 1-6ª).
El evangelio que hoy se pone a nuestra consideración se refiere a la
vuelta de Jesús a su patria, Nazaret -aunque en el texto no se dice el nombre-,
pequeña población donde resulta muy fácil que todos se conozcan. Jesús entra a la sinagoga -en el evangelio de
Marcos esta sería la tercera vez que Jesús va a una sinagoga y, al mismo tiempo,
será la última. Allí se dispone a enseñar. Pero, aunque una multitud le oía y
quedaba maravillada, no faltaron los que no podían aceptar que Jesús tuviera
tantas palabras de sabiduría, habiendo nacido entre ellos. El pasaje nos da
algunos datos de aquel contexto, como, por ejemplo, los nombres de la familia
de Jesús, nombres que pertenecen a lo más propio de Israel y, en ese contexto
de conflicto social con el Imperio, pueden significar resistencia frente a
este. Además, se dice que Jesús es carpintero (Tekton), término que se aplica a
los que trabajan con materiales duros (distinto que a los que trabajan con
arcilla). Por tanto, se podría decir que Jesús era constructor o incluso se
podría decir que herrero, si acogemos otro significado del término.
Lo que interesa resaltar es el rechazo que Jesús sufre por parte de los
suyos. El evangelio de Marcos lo escribe una comunidad perseguida, con lo cual,
muestra, en el rechazo a Jesús, su propia persecución. El texto retoma el tema
de que los “parientes”, los de “su casa” no lo reconocen como profeta.
Recordemos el pasaje que hace poco leímos de que llegan a buscarlo su madre y
sus hermanos y Jesús les dice que la familia que se forma en torno al
discipulado, no es la familia de sangre sino la de aquellos que escuchan la
palabra y la practican. Sigue, entonces, vigente la necesidad de entrar a la
casa del discipulado, no quedándose fuera, sin querer entrar a la casa.
El texto añade que no pudo hacer casi ningún milagro por la falta de fe
de sus destinatarios. Ahora bien, el milagro, en los términos actuales, se
entiende como algo extraordinario y la pregunta es cómo se hizo aquello y al no
poderlo explicar por la ciencia, se dice que es un milagro. En tiempos de
Jesús, la pregunta es cómo se descubre la presencia de Dios en un
acontecimiento y en eso consiste el milagro. No va por la línea de cosas
extraordinarias sino por la de la experiencia de fe que permite reconocer a
Dios actuando en la cotidianidad de la existencia. Recobrar ese significado,
que es profundamente bíblico, es bien importante en la iglesia actual, donde
todavía se explota lo extraordinario, dando paso a una religiosidad más basada
en demostraciones que en la sencillez y cotidianidad del reino anunciado por
Jesús.
Frente a este evangelio podemos preguntarnos si no sigue pasando esto
en la iglesia actual. Los que se creen dentro no reconocen muchas veces lo más
esencial del evangelio. Muchas veces son los que más se oponen a la reforma
eclesial, a la sinodalidad, a la paz, al perdón, a la misericordia, al
servicio, a la defensa de los derechos humanos, a la justicia social. Algunos
dirán que no es así. Que por supuesto los cristianos están a la vanguardia de
estos valores. Posiblemente hay muchos cristianos que lo están, pero las
evidencias muestran lo contrario. Lo que dijeron los obispos reunidos en Puebla,
hace más de cuarenta años: “Es un escándalo y una contradicción a la luz de la
fe, la brecha inmensa entre ricos y pobres en nuestros pueblos latinoamericanos”,
sigue vigente. Más evidente aún, es la oposición que se hace al papa Francisco
desde instancias eclesiales. En definitiva, el rechazo a Jesús que narra el
evangelio de Marcos y que sufrió la primera comunidad cristiana, hoy sigue
vigente, pero no necesariamente en el mundo secular sino entre algunos que se
dicen creyentes de donde viene menos evangelio, menos reino de Dios, menos
seguimiento al Jesús de la historia.
De Nazaret sale la predicación del reino. De la fe de los que siguen
estos valores sale la posibilidad de transformar nuestra realidad actual. Ojalá
que seamos de aquellos que reconocemos la presencia de Dios en medio de
nuestros acontecimientos y no de los que rechazamos al mismo Jesús con nuestros
actos y decisiones.
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