Mujeres, niños
y tantos excluidos: principales destinatarios del Reino
Comentario al
evangelio del domingo XXVII del Tiempo Ordinario 6-10-2024
Olga Consuelo Vélez
Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban:
¿Puede el marido repudiar a la mujer? Él les respondió: ¿Qué les prescribió
Moisés? Ellos le dijeron: Moisés permitió escribir el acta de divorcio y
repudiarla. Jesús les dijo: Teniendo en cuanta la dureza de su corazón escribió
para ustedes este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo
varón y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y los dos se
harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues
bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Y ya en casa, los discípulos le
volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: quien repudie a su mujer y se case
con otra, comete adulterio contra aquélla y si ella repudia a su marido y se
casa con otro, comete adulterio. Le presentaban unos niños para que los tocara:
pero los discípulos les reñían. Más Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo:
Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impida, porque de los que son como
éstos es el Reino de Dios. Yo les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios
como niño, no entrará en él. Y abrazaba a los niños y los bendecía poniendo las
manos sobre ellos. (Mc 10, 2-16)
El evangelio de Marcos nos trae este domingo dos escenas que nos van a
recordar quiénes están en el centro del Reino de Dios. En este caso se va a
referir a las mujeres y a los niños. Pero veamos, en cada caso, cuáles son las
connotaciones propias.
Sobre las mujeres, el contexto es de poner a prueba a Jesús con las
preguntas que le hacen. Los fariseos conocen perfectamente la Ley, pero al
hacerle ese tipo de preguntas a Jesús muestran la intencionalidad de ver qué
dice para poder acusarlo. Es una actitud que está presente en algunos sectores
de Iglesia. Aferrados a leyes y normas hacen preguntas que no siempre se pueden
responder con un sí o con un no, pero precisamente así quieren acusar al
interrogado de estar del lado de la norma o de no estar. Vale la pena recordar
que los asuntos humanos son mucho más complejos y por eso no se resuelven con
una respuesta afirmativa o negativa. En estos casos no podemos olvidar que ha
de intervenir siempre el discernimiento, la atención a las situaciones
concretas que rodean cada caso y, en último término, al recinto sagrado de la
conciencia de cada uno -por supuesto una conciencia moral bien formada- que
toma la última decisión.
Pero volvamos al caso que nos ocupa. Los fariseos le preguntan a Jesús
si el marido puede repudiar a la mujer. Jesús responde apelando a lo dicho por
Moisés y aclarando que ese precepto se debe a la dureza del corazón de las
personas. Continúa diciendo que, desde el principio, Dios creó al varón y a la
mujer y la pareja humana está llamada a ser una sola carne. Por eso, aquello
que es contrario al plan original de Dios, resulta inaceptable. Precisamente,
la figura esponsal remite al amor de Dios a su pueblo, amar fiel para siempre.
Conviene advertir que Jesús está hablando desde otro contexto, otra
cultura y por eso, el énfasis de este texto no está puesto en si Jesús condena
el divorcio sino en la postura de Jesús frente a las mujeres. En esa cultura ellas
no pueden tomar la decisión de separarse y, por el contrario, el varón puede
hacerlo por casi cualquier motivo. El firmar el acta de repudio pareciera que
liberaría a la mujer para casarse de nuevo, pero en la práctica, era muy
difícil que eso ocurriera. La mujer repudiada corría la suerte de las viudas,
totalmente desamparada. El apelo, entonces, a que la separación no debería
ocurrir porque no es la voluntad de Dios, responde más a salvaguardar la vida y
dignidad de las mujeres. Si lo miramos desde la actualidad hemos de recordar
que ninguna violencia contra las mujeres ha de ser tolerada, así eso suponga la
ruptura del vínculo matrimonial.
Marcos en su evangelio señala la casa como aquel lugar de intimidad,
donde se reúne la familia del reino y dónde se puede instruir sobre dichos
valores. Por eso el evangelio se refiere a la pregunta que nuevamente los
discípulos le hacen a Jesús, estando ya en casa, sobre el mismo tema. Jesús
sigue insistiendo en la llamada a la vivencia de ese amor que es capaz de hacer
de dos un proyecto común, pero sin que eso signifique que Jesús está
respondiendo a problemas actuales de manera literal.
Continua el evangelio tomando como centro de la conversación a los
niños y, en este contexto, ellos son símbolo de la gratuidad del reino. No hay
que hacer ningún mérito para recibir el don del reino. En efecto, los niños no
son apreciados en esa cultura hasta que se hagan mayores de edad y por eso, más
que símbolo de inocencia o de pureza, son signo de exclusión que Jesús corrige al
bendecirlos poniendo las manos sobre ellos. Y, precisamente, el reino se da a
todos aquellos que la sociedad excluye, juzgando que no merecen nada. Jesús
pide esa actitud de saberse nada para entender, por contraste, la gratuidad del
reino que se nos regala.
Busquemos, entonces, entender los valores del reino de Dios que siempre
pone de primeras a los excluidos, no porque sean mejores, sino porque el reino
es gratuidad real y verdadera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.