ASCENSIÓN DEL SEÑOR: dejar de mirar al cielo para
comprometernos con la historia presente
1-05-2025
Olga Consuelo Vélez Caro
Y les dijo: "Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de
entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía
predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha
prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza
que viene de lo alto". Después Jesús los llevó hasta las proximidades de
Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de
ellos y fue llevado al cielo. Los
discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con
gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios (Lucas 24, 46-53)
Los domingos anteriores hemos visto la aparición de Jesús a los suyos en
diversos textos y hoy el evangelio de Lucas va a cerrar estas apariciones con
la ascensión de Jesús, terminando así su evangelio, para pasar al libro de
Hechos que, también se le atribuye a Lucas, donde comenzará la vida de la
Iglesia. En Hechos, Lucas, después de dar las razones de por qué va a escribir
este libro, relata nuevamente la ascensión de Jesús.
Notemos que Jesús se aparece a los suyos y les hace una especie de resumen
de lo que ha pasado diciéndoles: “así estaba escrito, el Mesías debía sufrir y
resucitar de entre los muertos al tercer día y en su nombre se ha de predicar el
perdón de los pecados a todas las naciones”. Para Lucas todo sucede en
Jerusalén, mientras que, para Marcos y Mateo, Jesús se aparece en Galilea.
Jerusalén será, entonces, el lugar desde donde el mensaje se ha de expandir a
todas las naciones.
Jesús continúa dando la razón de por qué les está diciendo esto. Ellos han
sido los testigos de esos acontecimientos y llega el momento de dar testimonio.
Pero esta predicación no la podrán hacer por sus propias fuerzas, de ahí que
les recuerda la promesa que el Padre les ha hecho -nosotros sabemos que es el
Espíritu Santo, pero el texto no lo dice-, y se compromete, él mismo, a cumplir
esa promesa.
Aunque les dice que permanezcan en la ciudad, o sea, en Jerusalén, hasta
que se cumpla la promesa, se los lleva a Betania, ciudad a unos 3 km de
Jerusalén y allí se va a dar la ascensión. Primero Jesús eleva las manos y los
bendice y luego es llevado a los cielos. Los términos que se usan en el relato
-levantar las manos, ser elevado- acompañan el acontecimiento que se está
realizando. Jesús, efectivamente se va a ir, no se aparecerá más y el legado
queda en manos de los discípulos.
El texto concluye diciendo que ellos volvieron llenos de alegría a
Jerusalén y no cesaban de alabar a Dios en el Templo.
La ascensión es entonces, la fiesta que nos recuerda que los testigos de
Jesús ahora somos nosotros y hemos de predicar la buena noticia del reino con
la alegría que este trae. Ya nadie puede ver a Jesús si no es a través de
nuestras palabras y obras. En el relato de la ascensión del libro de Hechos, se
aparecen dos hombres que dicen a los discípulos: ¿qué hacen mirando al cielo? Estas
palabras podrían ayudarnos a tomar en serio la tarea que tenemos en la tierra.
En otras palabras, la ascensión no es para mirar al cielo sino para trabajar en
la tierra. Sentirnos discípulos de Jesús es reconocer su envío, confiar en la
fuerza de su Espíritu y con gozo realizar la misión evangelizadora de la
Iglesia que ahora está en nuestras manos.
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