Jesús se ha ido pero nos promete su Espíritu
VI Domingo de Pascua 25-05-2025
Olga Consuelo Vélez Caro
Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre
lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras.
La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les
digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el
Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les
recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la
da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: "Me voy y
volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al
Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que
suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean (Juan 14, 23-29)
El evangelio de hoy pertenece al largo discurso de despedida que el
evangelista Juan pone en boca de Jesús desde el capítulo 13 al 17. En estos
versículos Jesús se refiere a varios aspectos. En primer lugar, la relación
entre el amor y la fidelidad a su palabra. Las palabras que él nos ha
comunicado son las mismas del Padre; por tanto, quien quiere amar a Dios, ha de
cumplir su palabra. Pero, algo muy importante, continúa en segundo lugar. Se
refiere al don del Espíritu Santo quien será el protagonista de la vida
resucitada que nos trae Jesús. Él será quien recuerde todo lo dicho por Jesús,
más aún, seguirá enseñando como Él lo ha hecho y traerá el don de la paz. Sobre
la paz dice que no será como la que da el mundo, pero esto no significa que se
refiere a una paz alejada de la realidad. Por el contrario, la paz que viene de
Dios asume la realidad para transformarla. La vida cristiana no puede alejarse
del mundo en que vivimos sino, por el contrario, se ha de trabajar para hacer
de él, un lugar como Dios lo quiere: con los dones del Espíritu, con su
presencia que todo lo transforma.
El discurso concluye con la llamada a no inquietarse porque Jesús se va ya
que comienza el llamado “tiempo del Espíritu”, tiempo de la fe, tiempo del
creer, tiempo del seguimiento. Precisamente, todo esto, es lo que se espera de
la vivencia del tiempo pascual, como fruto de la resurrección de Jesús. Y,
nosotros somos ahora, los continuadores de la misma misión de Jesús, hasta su
vuelta definitiva.
Convendría preguntarnos, qué tanto tomamos en serio la misión confiada,
cómo nos dejamos guiar por el paráclito que el Señor nos ha dejado para seguir
discerniendo la misión en estos tiempos, cómo somos testigos de la paz, de la
confianza, del no temer ni inquietarnos ante las dificultades, no porque nos
creamos invencibles sino por la seguridad de la presencia del mismo Espíritu de
Jesús entre nosotros.
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