Vivir la Palabra de Dios para comunicarla
Cada vez es más clara la
importancia de la Sagrada Escritura para la vida cristiana y por eso, la
celebración en septiembre del mes de la Biblia, es ocasión propicia para seguir
impulsando la centralidad que ella ha de tener en nuestra vida y la necesidad
de entenderla mejor y más profundamente.
Y es que la Palabra de Dios es viva
y eficaz (Hb 4,12), es interpelante, amorosa, capaz de cambiar nuestro corazón
y de transformar nuestra vida. Es una palabra que reconocemos inspirada por
Dios mismo. Nos muestra la manera como el pueblo de Israel y los primeros
cristianos reconocieron el actuar de Dios en sus vidas y nos invita a reconocer
esa presencia divina en nuestra historia. Si Dios actúo de determinada manera
en el pasado, con certeza actuará, de la misma manera, en hechos similares del
presente. No es que se vayan a repetir las circunstancias del pasado sino que
Dios continua vivo y operante en el devenir humano de nuestro aquí y ahora.
Porque esa palabra es palabra “de”
Dios, cada vez que la escuchamos con el corazón abierto y disponible, es Dios
mismo quien nos habla y es a Él mismo a quien respondemos. Se crea con
facilidad esa comunión de vida con Él y su Palabra se convierte en alimento
sólido (Hb 5,14) que fortalece nuestra vida.
Así expresa el Profeta Isaías la
eficacia de la Palabra de Dios: “como baja la lluvia y la nieve de los cielos y
no vuelven allá sin haber empapado la tierra y haberla hecho germinar, dando la
simiente para sembrar y el pan para comer, así será la palabra que salga de mi
boca, no volverá a mí sin haber hecho lo que yo quería y haber llevado a cabo
su misión” (55,10-11). Es decir, la Palabra de Dios cae en el corazón humano y
no deja de empapar nuestra tierra, haciéndonos
dóciles, sensibles, atentos al amor de Dios que nos llama de tantas y
variadas formas, a través de nuestros hermanos y de las circunstancias de la
vida.
La Palabra de Dios comunica
esperanza y abre caminos. Sustenta en las dificultades y consuela en los
sufrimientos. Fortalece en los momentos de debilidad y aligera las cargas
pesadas. Alimenta la fe y mantiene el fuego del amor en nuestros corazones. Y,
sobre todo, la palabra de Dios nos abre a la comunión con los demás y nos
compromete con el servicio y la generosidad para con los más débiles.
Que este mes de la Biblia nos
permita un encuentro más fuerte y vivo con esa Palabra divina. Que cultivemos el
espíritu de oración y silencio para disponernos mucho mejor a escucharla. Pero también
que busquemos formarnos cada vez más para entenderla en su significado más
auténtico, evitando así, manipularla, haciéndole decir lo que no dice, o
acomodándola a nuestros intereses. Por el contrario, que saboreemos mucho más el
amor de Dios que se regala en ella y entendamos el mensaje liberador y
profético que encierra. Así la celebración de este mes podrá convertirse en
anuncio e invitación para los demás. Porque hoy hacen falta palabras de
sabiduría que orienten a los seres humanos hacia el bien y la bondad, hacia la
solidaridad y el compromiso. Pero se necesitan cristianos que vivan esa palabra
para que la comuniquen y la hagan creíble a los demás. El espíritu nos anima en
esta tarea y de nosotros depende que fructifique y sea verdadera luz para el
mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.