Este 14 de mayo, “orar
para implorar a Dios que ayude a la humanidad
a superar la Pandemia”
Con estas palabras el Papa Francisco convocó a todos los
creyentes, desde su propia tradición religiosa, a orar a Dios en estos momentos
de dificultad. Junto a la oración, el Papa invitó al ayuno y a realizar obras
de caridad. Todos estos términos son los que en las diversas religiones marcan
la vida creyente y tienen el valor de hacernos conscientes de la grandeza de
Dios y la limitación humana, de la exigencia del dominio de sí mismo para poder
amar con obras que expresen la caridad, justicia y misericordia, actitudes
imprescindibles para construir un mundo mejor para todos y todas.
Pero convine ahondar en lo que esta jornada de oración podría
significar. No será suficiente si nos quedamos en una actitud un tanto “mágica”
creyendo que, por mucha oración o ayuno, Dios nos va a librar de la pandemia. Si
así fuera, nuestra imagen de Dios estaría bastante distorsionada. Parecería que
Él nos mandó ese castigo y ahora dependerá de nuestra oración que Él lo quite.
En realidad, implorar a Dios que nos ayude a superar esta
pandemia es una actitud más que necesaria porque lo que este virus está
significando tiene demasiadas dimensiones y el camino que nos queda por andar,
es demasiado largo. Sin duda necesitamos de su amor y de su fuerza para no
quedarnos pasivos esperando que las cosas se resuelvan por la inercia del
tiempo o viviendo todo esto sin tomarnos en serio los desafíos que este covid-19
nos ha traído.
Necesitamos la ayuda de Dios para aceptar nuestra limitación
y vulnerabilidad humana, sin creernos dioses que logramos dominar nuestra vida
y su destino.
Necesitamos la ayuda de Dios para hacer algo por los miles
de necesitados que este covid-19 ha sacado a la luz: la inmensa mayoría de
pobres -de todos los países- y también todas esas otras pobrezas humanas que se
padecen: la soledad, la violencia intrafamiliar, la violencia de género, la
insolidaridad, la irresponsabilidad ante las medidas tomadas en algunos países
que han supuesto la pérdida de más vidas humanas, etc.
Necesitamos la ayuda de Dios para repensar nuestro mundo a
nivel socioeconómico, a nivel ecológico, a nivel cultural. Ser capaces de
denunciar que la situación vivida por la pandemia tiene mucho del mal entendido
“progreso humano” que solo se mide por el lucro y el consumo y no por
garantizar la salud, la vivienda, el acceso a los servicios públicos e,
incluso, a los medios tecnológicos para todos y todas.
Necesitamos la ayuda de Dios para recrear y reorientar
nuestra vida eclesial. Como han dicho muchas personas, salir de la iglesia
aferrada al culto y promover una iglesia aferrada a la celebración de la vida,
de la solidaridad, de la justicia, de la paz. Dejar de centrar la vida
espiritual en los dirigentes de las comunidades y empoderar a todos los creyentes
en una vida de fe, de oración, de reflexión, de acción, que excede el templo y
la escucha pasiva de lo que se predica en el culto.
En fin, necesitamos la ayuda de Dios para que esta situación
no pase como tantas otras sin que hallamos dado un salto cualitativo en calidad
de vida, de fe, de iglesia, de justicia.
Que esta jornada de oración nos permita sentir que las palabras
del Señor: “no temas, yo te ayudo” (Is 41, 13) son nuestra fuerza para responder
con todo lo que depende de nosotros en esta situación histórica que nos ha
tocado vivir.
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