¿A dónde
vamos a ir si no recuperamos lo esencial del evangelio?
Comentario al
evangelio del domingo XXI del Tiempo Ordinario 25-08-2024
Olga Consuelo Vélez
Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje.
¿Quién puede escucharlo?” Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos
murmuraban por esto, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Y cuando vean al Hijo
del hombre subir adonde estaba antes? (…) El espíritu es el que da vida; la
carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y son
vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. Porque Jesús sabía desde el
principio quiénes eran los que no creían y quien era el que lo iba a entregar.
Y decía: “Por esto les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede
el Padre”. Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no
andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren
marcharse?” Le respondió Simón Pedro: “Señor, ¿Dónde quién vamos a ir? Tú
tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo de Dios”. (Jn 6, 60-69)
Este domingo termina el largo discurso sobre el pan de vida que nos ha
acompañado todo este mes de agosto. Si en los domingos anteriores, Jesús se
dirigió a la multitud y luego a los judíos, ahora se va a dirigir a los
discípulos y concretamente a los Doce. Se esperaría que ellos si hubieran
entendido a Jesús, pero el texto, inicialmente, muestra todo lo contrario. Los
Doce también murmuran, comentando que es muy duro ese lenguaje. Es decir,
reconocer en Jesús la presencia de Dios, no se ajusta a sus lógicas y les
parece un lenguaje duro, difícil de escuchar. Rompe con la tradición judía, con
la trascendencia de Dios, con el buscarlo subiendo a los cielos, todo lo
contrario, a ese Dios que ha bajado en Jesús y se encarna en la cotidianidad de
la historia.
Nuevamente Jesús sale al paso, sabiendo lo que están murmurando, y les
explica una vez más: el espíritu es el que da vida, todo lo que Él les ha dicho
es espíritu y vida. El texto dice que Jesús sabe que hay algunos que no creen
e, incluso, que alguno de ellos lo va a entregar.
Las siguientes palabras de Jesús no se pueden entender cómo si ya
hubiera algunos predestinados para seguir a Jesús y otros no, al decir que
“nadie viene a él si el Padre no se lo concede”. Hay que entenderlo en el
contexto del don de Dios que nos llega, a la gracia de la fe que no depende de
nuestras fuerzas sino del Dios mismo.
El texto va terminando, señalando las posibilidades que se tienen
frente a Jesús. Muchos discípulos se vuelven atrás. Definitivamente no creen en
Jesús. Prefieren volver a lo conocido. Es demasiado riesgo aceptar los valores
del reino. El fracaso comienza, ese fracaso que llegará hasta la cruz. Jesús
entonces se vuelve sobre los suyos, sobre los más cercanos para hacerles la
pregunta que marca la diferencia: ¿también ustedes quieren marcharse? Pero aquí
Pedro tiene la oportunidad de reafirmar la fe: Jesús tiene las palabras de vida
eterna, ellos creen y van a seguir con Él.
La pregunta que Jesús hace a sus discípulos también nos la dirige a
nosotros. Lo que está en juego es la fidelidad al evangelio que se nos ha
comunicado y sabemos que no es fácil. La historia de la iglesia nos muestra cómo
vamos domesticando el evangelio y, una y otra vez, necesitamos convertirnos. En
la realidad actual, la llamada a la sinodalidad es una llamada a la conversión.
A más de uno, hoy también Jesús les podría preguntar si quieren marcharse de
este camino sinodal. Ojalá que, aunque no está fácil dejar el clericalismo,
mucho más difícil incluir verdaderamente a las mujeres y casi imposible que se
escuchen todas las voces y se responda a sus demandas, repitamos las palabras
de Pedro de no marcharnos sino empujar con todas nuestras fuerzas la Iglesia
sinodal en misión, mucho más parecida a la Iglesia que Jesús quería.
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