miércoles, 11 de septiembre de 2024

 

Acompañemos la experiencia sinodal que se aproxima

Olga Consuelo Vélez

Estamos a un mes de la celebración de la segunda etapa presencial del sínodo de la sinodalidad. Recordemos que este sínodo fue convocado por el Papa Francisco en 2021 y ha pasado por varios momentos: (1) La consulta al Pueblo de Dios; (2) Los encuentros continentales, (3) la Primera Asamblea presencial en Roma en octubre del 2023 y (4) la Segunda Asamblea presencial en Roma en octubre 2024, a la que nos estamos refiriendo.

En este largo proceso, se han publicado diversos documentos: (1) Documento preparatorio; (2) Documento de trabajo para la Etapa Continental; (3) Documentos finales de las Asambleas continentales; (4) Instrumentum Laboris para la Primera Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos; (5) Informe final de dicha Asamblea y (6) Instrumentum Laboris para la segunda sesión de la XVI Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos (octubre 2024).

Vale la pena conocer todos los documentos que han surgido de este proceso sinodal porque sirve para “tomar el pulso” del camino recorrido. Los primeros documentos recogieron muchas de las peticiones explicitas del Pueblo de Dios, lo que mucha gente quisiera que se repensara en la Iglesia, se actualizara o se considerada por ser un signo de los tiempos que no puede dejarse de lado. Sin embargo, en el esfuerzo de síntesis de tantos documentos, algunos aspectos han ido quedando diluidos y no serán considerados en la Segunda Asamblea sinodal. De hecho, el papa Francisco, decidió que diez temas, de los propuestos en esas etapas, fueran trabajados por comisiones que Él constituyó, relacionadas con algunos dicasterios de la Curia Romana. Esas comisiones son: (1) Relaciones entre las Iglesias orientales católicas y la Iglesia latina; (2) La escucha del grito de los pobres; (3) La misión en el entorno digital; (4) La revisión de la Ratio fundamentalis Institutionis Sacertotalis en perspectiva sinodal misionera; (5) Cuestiones teológicas y canónicas en torno a formas ministeriales específicas; (6) La revisión, en una perspectiva sinodal y misionera, de los documentos sobre las relaciones entre Obispos, Vida Consagrada, Agregaciones eclesiales; (7) Algunos aspectos de la figura y del ministerio del Obispo en una perspectiva sinodal misionera; (8) El rol de los Representantes Pontificios en una perspectiva sinodal misionera; (9) Criterios teológicos y metodologías sinodales para un discernimiento compartido sobre las cuestiones doctrinales, pastorales y éticas controvertidas; (10) La recepción de los frutos del camino ecuménico en la praxis eclesial. Los resultados de los estudios de estas comisiones serán presentados a mediados del año 2025. Confiemos que este trabajo se realice y haya resultados concretos.

Pero detengámonos en el documento de trabajo de esta próxima sesión de octubre. Consta de una Introducción que recoge los tres años de camino realizado y el ofrecimiento de este documento como herramienta de trabajo para esta segunda sesión. Las tres partes que constituyen el cuerpo del documento pretenden iluminar la vida sinodal misionera de la Iglesia desde tres perspectivas: (1) Las relaciones eclesiales, carismas y ministerios, iglesia y mundo; (2) la perspectiva de los caminos que sostienen y alimentan en lo concreto el dinamismo de las relaciones: la formación integral, discernimiento eclesial, articulación de procesos de toma de decisiones, transparencia, rendición de cuentas, evaluación; (3) los lugares que hablan de la realidad de los contextos en los que se encarnan las relaciones: territorios, Iglesias locales, vínculos que conforman la unidad, el servicio a la unidad del Obispo de Roma. El documento concluye afirmando la Iglesia sinodal en el mundo.

Me he detenido en estos datos porque conviene conocer el camino recorrido para situarnos en el momento actual. El énfasis para esta Segunda Asamblea es responder a la pregunta: ¿cómo ser una iglesia sinodal misionera? Y conoceremos las respuestas a esta pregunta una vez finalizada la Asamblea. Sin embargo, no será suficiente lo que definan, concluyan, propongan en esa Asamblea si esta pregunta no se hace en cada una de las Iglesia locales, en cada comunidad parroquial, en la vida particular de cada creyente y busca responderse. Llegar a ser una iglesia sinodal no se conseguirá por decreto. Supone la toma de conciencia de cada uno de los miembros del Pueblo de Dios de la llamada a ser una Iglesia donde todos sus miembros tengan participación activa y comprometida, en razón a la dignidad bautismal que les hace a todos “profetas, sacerdotes y reyes”.

Para algunos esta insistencia en el “caminar juntos” que, en otros términos, es esa participación plena en la vida y misión de la Iglesia, les resulta irrelevante. Están tan acostumbrados a dejar todo en manos del clero y el clero tan acostumbrado a tomar todas las decisiones, que no están dispuestos a asumir las nuevas actitudes, los nuevos procesos, las formas verdaderamente participativas en el discernimiento y en la toma de decisiones que harían real una Iglesia sinodal. Convendría preguntarse qué tanto hemos entendido lo que lleva entra manos este sínodo de la sinodalidad y qué tanto estamos dispuestos a asumirlo.

Además, la iglesia sinodal misionera es aquella que está dispuesta a evangelizar en este mundo actual con todos los desafíos que conlleva. Pero aquí también, para algunos, es suficiente lamentarse de la secularización del mundo actual y contentarse con reforzar “lo que siempre se hizo así”, en el afán de visibilizar a la Iglesia en estos tiempos donde ella ha dejado de interesarle a muchos. Convendría preguntarse qué tanto estamos dispuestos a entender los signos de los tiempos para responder a ellos con creatividad y audacia, “sin miedo a herirnos y macharnos” -como dijo el papa Francisco en su primera Exhortación Evangelii Gaudium- para mostrar la actualidad de la Buena Noticia del Reino para el aquí y ahora de nuestro tiempo.

En definitiva, será muy importante que acompañemos este proceso sinodal, implicándonos en él, acompañando las noticias que vayan surgiendo y, por supuesto, con la oración por este acontecimiento eclesial pero, sobre todo, cómo ya lo dijimos antes, buscando entrar personalmente en este proceso, comenzando a hacer los cambios necesarios en nuestra propia experiencia de fe y en la comunidad eclesial de la que participamos para que la Iglesia actual se renueve y pueda ser, en verdad, Buena Noticia, para nuestros contemporáneos.

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