Es indispensable
entender quién es Jesús y en qué consiste su mesianismo
Comentario al
evangelio del domingo XXIV del Tiempo Ordinario 15-09-2024
Olga Consuelo Vélez
Salió Jesús con sus discípulos
hacia los pueblos de Cesárea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a
sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos le dijeron: Unos,
que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas. Y él
les preguntaba: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Pedro le contesta: Tú eres
el Cristo. Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él. Y
comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado
por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a
los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte. Pedro, se puso a
reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a
Pedro, diciéndole: ¡Quítate de mí vista, Satanás! Porque tus pensamientos no
son los de Dios, sino los de los hombres. Llamando a la gente, a la vez que, a
sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá;
pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. (Mc 8,
27-35)
El evangelio de Marcos comienza
en el capítulo 1,1 diciendo: “comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de
Dios”. Esto es lo que se va a ir desarrollando a lo largo del evangelio y en el
texto de hoy encontramos la primera confesión de fe sobre quién es este Jesús, dada
por la boca de Pedro: Tu eres el Cristo, es decir, el Mesías, el Ungido. Con
esta confesión de fe se cierra la primera parte del evangelio. En el capítulo
15, 39, la confesión del centurión romano será la segunda confesión de fe sobre
Jesús: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.
Previo a llegar a esta primera
confesión de fe, Jesús interroga a los discípulos sobre quién dicen las gentes
que es él. Las respuestas son generales: unos que Juan el Bautista, otros que
Elías y otros que los profetas. Jesús sabe que su misión es entendida de varias
formas, como se ha visto a lo largo del evangelio. Pero aquí viene la
confrontación a los mismos discípulos. Jesús espera que ellos, ya que han
compartido su vida con Él, verdaderamente hayan entendido quién es Él y cuál es
la clase de mesianismo que viene a realizar. Pedro toma la palabra, pero su
respuesta adelanta la incomprensión que el mismo Jesús sufrirá, no solo con los
de fuera, sino entre los de dentro, entre los suyos. Aunque parece que Pedro
conoce bien la respuesta: “Tu eres el Cristo”, razón por la que Jesús se anima
a explicarles mejor qué tipo de mesianismo está realizando, pero rápidamente se
da cuenta, que no lo han entendido. Y tanto no lo han entendido que Pedro comienza
a reprenderlo por decir que sería reprobado por las instituciones religiosas de
su tiempo, sería asesinado y, solo después, habría de resucitar.
Jesús es un mesías crucificado y
quien esté dispuesto a seguirlo, ha de correr su misma suerte. Pero Pedro no
parece estar dispuesto a ello. Por eso Jesús le llama Satanás, dándole las
razones de tal nombre: Pedro, y seguramente la mayoría de los discípulos, están
esperando un mesianismo de gloria, de triunfos, de aceptación, de acogida, de
realización plena. No han comprendido que los valores del reino son
contraculturales a los valores aceptados por la mayoría. Pedro necesita
entender que seguir a Jesús es asumir su mismo camino, sus mismas opciones, su
fidelidad incondicional al mensaje del reino, su disposición para afrontar lo
que venga en aras de permanecer fiel al mensaje que se anuncia.
Este texto sigue vigente en
nuestra comprensión de Jesucristo. O lo hemos convertido en un Dios al que le
pedimos bendiciones y nuestras oraciones se limitan a pedir y demandar; o lo
hemos convertido en un Dios del culto, como lo dijimos la semana pasada, al que
solo le interesa el rito, la norma, el mandato; o lo hemos convertido en un
Dios a nuestra medida que justifica nuestros estilos de vida. Así, sucesivamente,
podríamos describir tantas y tan variadas deformaciones de la persona de Jesús.
Una vez más como Jesús lo hizo
con los discípulos, este evangelio nos invita a entender quién es Jesús y en
qué consiste su mesianismo. Él ha venido para mostrarnos los valores del reino
que son justicia, igualdad, fraternidad/sororidad, servicio, transformación.
Quien se dispone a vivir estos valores, sabe que no está exento de sufrir la
misma suerte del maestro. Pero en eso consiste el seguimiento. Revisemos,
entonces, nuestra comprensión de la persona de Jesús y busquemos seguirle en lo
que Él es y no acomodándolo a nuestros intereses personales.
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