lunes, 8 de diciembre de 2025

III Domingo de Adviento Mt 11, 2 11 (14-12-2024)

Adviento es la alegría del Dios que se queda en medio de su pueblo

III Domingo de Adviento (14-12-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

Juan oyó hablar en la cárcel de la actividad del Mesías y le envió este mensaje por medio de sus discípulos: ¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús respondió: Vayan a contar a Juan lo que ustedes ven y oyen: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia; y, ¡feliz el que no tropieza por mi causa! Cuando se fueron, se puso Jesús a hablar de Juan a la multitud: ¿Qué salieron a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre elegantemente vestido? Miren, los que visten elegantemente habitan en los palacios reales. Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Les digo que sí, y más que profeta. A éste se refiere lo que está escrito: Mira, yo envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Les aseguro, de los nacidos de mujer no ha surgido aún alguien mayor que Juan el Bautista. Y, sin embargo, el último en el reino de los cielos es mayor que él (Mateo 11, 2-11).

El domingo pasado se nos ofrecía la figura de Juan el Bautista como precursor del Señor que viene. En esta ocasión Mateo continúa hablando del Bautista, pero nos dice que está encarcelado y oye hablar de la actividad del Mesías. Por eso envía a sus discípulos a preguntarle si es él quien ha de venir o han de esperar a otro. Y Jesús le responde con las obras que realiza: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres reciben la Buena noticia. Como se puede ver, la transformación de las situaciones que viven las personas es la señal visible del reino y por eso Jesús es el Mesías esperado. Caigamos en cuenta de que la buena noticia que recibirán los pobres supone que dejaran de ser pobres, en consonancia con lo que acaba de decir sobre los ciegos, cojos, leprosos, etc. En esta ocasión, como a lo largo del evangelio, al hablar de pobreza es, especialmente socioeconómica, fruto de la “economía que mata” como dijo el papa Francisco, porque es la que roba la dignidad de las personas, las que efectivamente les quita la vida digna a la que todo ser humano está llamado.


Notemos que Jesús dice a los discípulos de Juan, después de señalarles porque él es el Mesías esperado, “feliz el que no tropieza por mi causa” o, en otras traducciones, “dichoso el que no se escandaliza de mí”. Y esto se debe a que muchos esperan que el reino de Dios sea una especie de atmosfera sagrada, alejada del mundo concreto. Pero no, el reino anunciado por Jesús es para este mundo y se refiere a la transformación de la realidad para que la vida sea abundante para todos.

Si el domingo pasado Juan hablaba de Jesús, ahora Jesús habla de Juan y lo avala como profeta. Recordemos, está en la cárcel y, justamente a ese que las autoridades están persiguiendo por lo que predica, Jesús lo reconoce como el mayor de los profetas, nacido de mujer. Una vez más, el evangelio nos presenta el contraste entre lo que esperan los que habitan en palacios y lo que significa el reinado de Dios. Juan Bautista muestra claramente ese contraste. Sin embargo, Jesús también hace una ruptura con Juan, último profeta del Antiguo Testamento. El más pequeño en el reino de los cielos es mayor que Juan Bautista. Con Jesús comienza una buena noticia distinta a la de Juan. Si él predicaba la conversión, Jesús va a anunciar la buena noticia del reino. El énfasis no es el castigo sino el amor, no es el reproche sino la misericordia, no es la destrucción sino la vida en abundancia.

Y esta es la alegría que podemos celebrar en este tiempo de adviento: con Jesús llegan los tiempos donde el amor de Dios se desborda en el mundo, a través de la encarnación de su Hijo en nuestra historia, haciendo posible que Dios viva en medio de su pueblo.  

domingo, 7 de diciembre de 2025

 

María, Madre del pueblo fiel pero también mujer y primera discípula

Olga Consuelo Vélez

 






A propósito de la fiesta de la Inmaculada concepción de este 8 de diciembre y de la figura de María en todo este tiempo de navidad, quiero comentar algo de la Nota Doctrinal publicada el pasado 7 de octubre por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (Mater Populi Fidelis), sobre los títulos marianos. En este Nota se pretenden revisar los títulos que se han dado a María a lo largo del tiempo por sus consecuencias cristológicas, eclesiológicas y antropológicas (n. 2). En general el texto mantiene la línea de Vaticano II, situando a María en el discurso eclesiológico, como lo hace la Constitución Lumen Gentium (Cap. 8) y su principal objetivo es mostrar que los títulos que se le han dado a María han de revelar sin confusión su papel en el plan de salvación, salvaguardando a Cristo como el único mediador (n. 3).

La Nota Doctrinal señala que desde los primeros concilios ecuménicos se comienza a delinear el dogma de María como Madre de Dios, pero leído en el misterio de Cristo, no como un culto colocado al lado del de Cristo (n. 11). A partir del S. XII se relaciona a María con la obra de redención en el calvario (n. 12) y como cooperadora con el Hijo en la obra de la salvación (n 13). El dogma de la Inmaculada Concepción (Pío IX, 1854) destaca a María como la primera redimida por Cristo (n. 14).

El título de corredentora aparece en el S. XV, pero Vaticano II evita utilizarlo para reafirmar la única redención que proviene de Cristo. En 1992, Ratzinger respondió negativamente a una nueva petición en el mismo sentido y lo reafirmó en 2002 por considerarlo un vocablo erróneo que impediría ver a Jesucristo como el único redentor (n. 19). Es verdad que Juan Pablo II lo utilizó, al menos en siete ocasiones, pero relacionándolo con el valor salvífico de nuestro dolor ofrecido junto al de Cristo, al cual se une María sobre todo en la cruz (n. 18).

El título de mediadora se utiliza en oriente desde el S. VI y en occidente desde el S XII hasta el S. XVI. Aunque se solicitó su definición dogmática, Benedicto XV solo lo aprobó como fiesta en 1921 (n. 23).

El título de Madre de los creyentes tiene raíces bíblicas y de los santos padres porque María engendra en la fe a todos los cristianos que son miembros del Cuerpo Místico de Cristo (n. 36). El texto aclara que esa maternidad no es una mediación sacerdotal como la de Cristo, sino que se sitúa en el orden y la analogía de la maternidad y esa función materna de ninguna manera disminuye la única mediación de Cristo y se desarrolla con la Iglesia, en la Iglesia y para la Iglesia (n. 37).

Porque María está unida a Cristo de un modo único por su maternidad y por ser llena de gracia, su oración por nosotros tiene un valor y una eficacia que no se puede comparar con ninguna otra intercesión (n. 38) y ella nos dispone a la vida de la gracia sin que se entienda con esto que María tiene un depósito de gracia diferente al de Cristo (n. 45-46).

María es más discípula que madre (n. 73), es la primera que ha creído (n. 74) y se aclara que los “presuntos fenómenos sobrenaturales” que hayan recibido juicio positivo por parte de la Iglesia, no se convierten en objeto de fe y, por lo tanto, los fieles no están obligados a darle un asentimiento de fe (n. 75). Esta posición es muy importante para contrarrestar tanto énfasis que algunos grupos ponen en las apariciones marianas.

Finaliza el documento haciendo alusión a cómo los pobres encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María y lo expresan en la piedad mariana “popular” que tiene tantas expresiones diversas, principalmente en las peregrinaciones a los santuarios marianos donde encuentran fortaleza y consuelo para salir adelante (n. 79-80).

El breve resumen que hemos presentado nos permite decir que estas aclaraciones pueden ayudar al diálogo ecuménico porque es bien sabido que el culto a María, por las distorsiones que se han presentado a lo largo del tiempo, ha constituido una de las dificultades para dicho diálogo.

Además, el documento resulta oportuno para contrarrestar movimientos marianos que, en la actualidad, insisten en dar culto a María, desligándola de su relación con Cristo y mucho más orientados a un tradicionalismo basado en prácticas externas (uso del velo, arrodillarse para comulgar, confesarse a menudo, etc.) y a una fijación en la moral sexual, bastante alejada de los desarrollos actuales de la teología moral. Muchos de estos grupos son de clase media-alta, privilegiando el uso de rosarios costosos, usados incluso como joyería (collares, pulseras, imágenes de lujo) y promocionando peregrinaciones a los santuarios marianos de Europa (de poco alcance para la mayoría del pueblo sencillo). Un detalle interesante es que a estos grupos están asistiendo jóvenes, lo cual alimentaría la esperanza de un acercamiento de ellos a la Iglesia, pero, curiosamente, no salen del círculo del propio grupo y, como ya dijimos, están más propensos a fomentar las distorsiones que la nota del dicasterio señala que una vivencia eclesial más acorde con el espíritu de Vaticano II.

El énfasis dado a la maternidad de María, no es suficiente para las mujeres de hoy, ni es coherente con el desarrollo de la mariología actual. Las mujeres de hoy, no se sienten identificadas solamente con la maternidad de María, sino que aspiran en ver en ella todas las dimensiones que han de ser desplegadas por las mujeres y que la cultura patriarcal ha invisibilizado con esa sobrevaloración de la maternidad.

El documento reconoce a María como primera discípula (n. 73) e incluso cita a Agustín quien dice que “es más importante para María ser discípula que madre de Cristo” (n. 73), pero no destaca a la María profeta -con su canto del Magnificat- e insiste en la actitud de obediencia, humildad, silencio, disponibilidad de María al plan de Dios, actitudes que siendo válidas para la vida de todo ser humano, han contribuido a mantener a las mujeres en resignación y aceptación callada de su sufrimiento.

La mariología actual ha recuperado la humanidad de María (por ejemplo, el magnífico trabajo de Elizabeth Johnson “María, verdadera hermana nuestra” (1993) y ha insistido en una relectura de los dogmas desde el punto de vista cristológico y eclesiológico -como lo hace esta Nota Doctrinal-, pero que no es el discurso que se ofrece en las predicaciones o catequesis sobre María. Hubiera sido interesante que la Nota Doctrinal valorara este trabajo y lo impulsara para que inspirara más no solo la vida de las mujeres sino también de los varones, en la vivencia del discipulado y en la puesta en práctica de la corresponsabilidad eclesial, por el bautismo recibido.

Finalmente, sigue siendo un desafío recuperar una imagen de María como modelo de seguimiento para varones y mujeres (no solo para mujeres) pero capaz de decir algo a la sociedad actual que lucha por liberarse de los estereotipos de género tan fomentados también por las religiones y en los cuales se sigue invocando la figura de María para mantenerlos. La Nota Doctrinal es teológicamente correcta pero, tal vez, insuficiente para decir algo a las mujeres y varones de hoy.

viernes, 5 de diciembre de 2025

 


La jerarquía eclesiástica sigue empeñada en no escuchar al Espíritu

(A propósito del diaconado femenino)

Olga Consuelo Vélez

 

En el Documento Final del Sínodo de la sinodalidad (n. 60) dice lo siguiente: “No hay nada que impida que las mujeres desempeñen funciones de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse”. Sin embargo, las comisiones de estudio sobre el Diaconado Femenino y el respaldo del actual Papa al informe de la última comisión, dicen lo contrario.

Por lo menos el informe de esta segunda comisión, liderada por el Cardenal Petrocchi, es honesta. Muestra que hay dos tendencias, en empate técnico (5 contra 5). Con respecto a los argumentos para conceder o no el diaconado a las mujeres, unos lo apoyan porque esto va en plena consonancia con la igualdad fundamental entre varones y mujeres, testificada en la Sagrada Escritura en muchos textos, pero el informe hace referencia al a cita de Gál 3,28: en Cristo Jesús, “ya no hay diferencia entre hombre y mujer”. Pero el otro grupo no lo concede porque considera que la masculinidad de Cristo no es accidental sino parte integral de la identidad sacramental. Dicho en palabras más sencillas, solo los varones pueden representar a Cristo en el ejercicio de los ministerios ordenados, justamente por eso, por ser varón. Además, añaden que, si no se mantiene esta masculinidad, se alteraría el significado nupcial de la salvación. Este grupo olvida que las metáforas no se pueden tomar por realidad, son indicativas, y que, si se apela a la masculinidad, se está reconociendo el sexismo en el plan de salvación y eso es una afrenta, una exclusión, una violencia contra las mujeres, es decir, todo lo contrario de la igualdad fundamental e inclusión de todos y todas, propias del reino de Dios anunciado por Jesús.

El segundo punto que anota la comisión, es sobre la consideración del diaconado para el ministerio y no para el sacerdocio, lo cual posibilitaría que se otorgara el diaconado a las mujeres. Pero, el grupo contrario, afirma que el diaconado forma parte de los tres grados del sacramento del orden, con lo cual, conceder el diaconado a las mujeres abriría inmediatamente las puertas al sacerdocio y al episcopado para las mujeres. Aquí no se da cuenta del número de votos a favor o en contra de cada postura, pero se muestra con claridad el miedo clerical a perder la hegemonía masculina en el ejercicio ministerial.

Como “premio de consolación” para las mujeres, se pide que “se amplie el acceso de las mujeres a los ministerios instituidos para el servicio de la comunidad”. Lo llamativo es que, de los diez votos, uno estuvo en contra. Es decir, en esa comisión hay alguien que ni siquiera vislumbra el acceso de las mujeres a los ministerios laicales.

El informe también dice que “es indispensable, un riguroso y amplio examen crítico realizado sobre el diaconado en sí mismo, es decir, sobre su identidad sacramental y su misión eclesial, aclarando algunos aspectos estructurales y pastorales que actualmente no están enteramente definidos”. Los miembros de esa comisión se escudan en la necesidad de seguir estudiando un tema en el que abundan serios, fundamentados e irrefutables estudios.

Algo llamativo es considerar que las peticiones que recibieron, siendo “numerosas” y “abundantes” no pueden considerarse como la voz del sínodo y menos del Pueblo de Dios en su conjunto. O sea, lo que deciden diez personas en una comisión, tiene más peso que un material numeroso y abundante y un proceso sinodal al que llegó, innegablemente, la petición de conceder los ministerios ordenados a las mujeres.

¡Qué vergüenza! que la Iglesia que le pide a la sociedad civil justicia, equidad, inclusión, igualdad, es incapaz de avanzar en su seno con los cambios necesarios para hacerlo realidad, con respecto a las mujeres. Y ¡qué desproporción! considerar que invocar la masculinidad de Jesús sigue siendo un argumento válido para la conciencia teológica y eclesial actual.

El Informe concluye afirmando que “a la luz de la Sagrada Escritura, de la Tradición y del Magisterio eclesiástico”, la valoración dada es “sólida”, aunque no permite formular hoy un juicio definitivo, “como en el caso de la ordenación sacerdotal”. Esta última frase reafirma la seguridad que tienen del rechazo al ministerio ordenado para las mujeres, seguridad que tal vez llevó a borrar de plano esa petición en el proceso sinodal, como si no hubiera sido una insistente solicitud hecha en el mismo.

En las democracias ganan las mayorías y, muchas veces, esas mayorías también retrasen el devenir histórico. Pero la Iglesia que se gloria de no ser una democracia y tiene la misión de “escuchar lo que viene del Espíritu”, no parece dispuesta a escucharlo.

(Foto tomada de: https://www.reflexionyliberacion.cl/ryl/2025/12/05/el-vaticano-distorsiona-el-diaconado-femenino/)

 

miércoles, 3 de diciembre de 2025

II Domingo de Adviento Mt 3, 1 12 (7-12-2025)

Preparar el camino del Señor con frutos de sincera conversión

Segundo Domingo de Adviento (7-12-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea, proclamando: Arrepiéntanse, que está cerca el reino de los cielos.  Éste es a quien había anunciado el profeta Isaías, diciendo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos. Juan llevaba un manto hecho de pelo de camello, con un cinturón de cuero en la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Acudían a él de Jerusalén, de toda Judea y de la región del Jordán, y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos acudían a que los bautizara les dijo: ¡Raza de víboras! ¿Quién les ha enseñado a escapar de la condena que llega? Muestren frutos de un sincero arrepentimiento y no piensen que basta con decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo les digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos para Abrahán. El hacha ya está apoyada en la raíz del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua en señal de arrepentimiento; pero detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de quitarle sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego. Ya empuña la horquilla para limpiar su cosecha: reunirá el trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que no se apaga (Mateo 3, 1-12).

Adviento es tiempo de preparación para la venida del Señor. La lectura de hoy nos ofrece criterios para esta preparación. Mateo lo hace a través de la persona de Juan el Bautista quien, como profeta, va proclamando la necesidad de arrepentimiento ante la inminencia del reino. El texto nos presenta a Juan como alguien que vive con coherencia su ser predicador y profeta, tiene una vida austera expresada en su ropa sencilla y, al mismo tiempo, mostrando su fortaleza y seguridad en lo que predica.

El evangelista nos dice que acudían a bautizarse con Juan muchos fariseos y saduceos. Podríamos pensar que están acogiendo su predicación y están dispuestos al cambio. Pero el Bautista les increpa fuertemente llamándolos “raza de víboras” porque él se da cuenta que ese arrepentimiento no es sincero ya que su vida no da los frutos esperados. De ahí que les hace caer en cuenta que cualquiera puede decir que es hijo de Abraham, pero sin un verdadero arrepentimiento, eso no sirve para nada.

Las palabras de Juan el Bautista mantienen toda su actualidad ya que no es lo mismo vivir una religiosidad que una experiencia de encuentro con Dios que transforma la vida hacia el compromiso con el bien y la justicia. Es muy fácil hablar, realizar ritos y, en este tiempo de adviento en el que se despierta la sensibilidad religiosa, participar de novenas y otros eventos que traen distracción y alegría, pero no significan conversión y cambio.

Por eso el profeta explica que el bautismo al que llama no es el definitivo sino el de preparación del que traerá Jesús: el bautismo en el Espíritu que da los frutos de una verdadera cosecha, quemando todo lo que no sirve, expresándolo con la referencia a la paja que será quemada en el fuego que no se apaga. Además, muestra la distancia entre su predicación y la de Jesús, al que reconoce con más autoridad y a quién él no es digno de quitarle las sandalias.

Este relato nos invita, entonces, a abrir nuestros corazones a la verdadera conversión, evitando quedarnos en la superficialidad de cambios externos, sin que toquen la profundidad del propio corazón. En este tiempo de adviento, ojalá no nos quedemos solo en el ambiente festivo, sino que revisemos si nuestra praxis se corresponde al pesebre -pobre, desprovisto de poder y del lado de los últimos-, como debería ser para ser verdaderos precursores del Niño que viene.

 

lunes, 1 de diciembre de 2025

II Domingo de Adviento Mt 3, 1 12 (7-12-2025)

Preparar el camino del Señor con frutos de sincera conversión

Segundo Domingo de Adviento (7-12-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea, proclamando: Arrepiéntanse, que está cerca el reino de los cielos.  Éste es a quien había anunciado el profeta Isaías, diciendo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos. Juan llevaba un manto hecho de pelo de camello, con un cinturón de cuero en la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Acudían a él de Jerusalén, de toda Judea y de la región del Jordán, y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos acudían a que los bautizara les dijo: ¡Raza de víboras! ¿Quién les ha enseñado a escapar de la condena que llega? Muestren frutos de un sincero arrepentimiento y no piensen que basta con decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo les digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos para Abrahán. El hacha ya está apoyada en la raíz del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua en señal de arrepentimiento; pero detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de quitarle sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego. Ya empuña la horquilla para limpiar su cosecha: reunirá el trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que no se apaga (Mateo 3, 1-12).


Adviento es tiempo de preparación para la venida del Señor. La lectura de hoy nos ofrece criterios para esta preparación. Mateo lo hace a través de la persona de Juan el Bautista quien, como profeta, va proclamando la necesidad de arrepentimiento ante la inminencia del reino. El texto nos presenta a Juan como alguien que vive con coherencia su ser predicador y profeta, tiene una vida austera expresada en su ropa sencilla y, al mismo tiempo, mostrando su fortaleza y seguridad en lo que predica.

El evangelista nos dice que acudían a bautizarse con Juan muchos fariseos y saduceos. Podríamos pensar que están acogiendo su predicación y están dispuestos al cambio. Pero el Bautista les increpa fuertemente llamándolos “raza de víboras” porque él se da cuenta que ese arrepentimiento no es sincero ya que su vida no da los frutos esperados. De ahí que les hace caer en cuenta que cualquiera puede decir que es hijo de Abraham, pero sin un verdadero arrepentimiento, eso no sirve para nada.

Las palabras de Juan el Bautista mantienen toda su actualidad ya que no es lo mismo vivir una religiosidad que una experiencia de encuentro con Dios que transforma la vida hacia el compromiso con el bien y la justicia. Es muy fácil hablar, realizar ritos y, en este tiempo de adviento en el que se despierta la sensibilidad religiosa, participar de novenas y otros eventos que traen distracción y alegría, pero no significan conversión y cambio.

Por eso el profeta explica que el bautismo al que llama no es el definitivo sino el de preparación del que traerá Jesús: el bautismo en el Espíritu que da los frutos de una verdadera cosecha, quemando todo lo que no sirve, expresándolo con la referencia a la paja que será quemada en el fuego que no se apaga. Además, muestra la distancia entre su predicación y la de Jesús, al que reconoce con más autoridad y a quién él no es digno de quitarle las sandalias.

Este relato nos invita, entonces, a abrir nuestros corazones a la verdadera conversión, evitando quedarnos en la superficialidad de cambios externos, sin que toquen la profundidad del propio corazón. En este tiempo de adviento, ojalá no nos quedemos solo en el ambiente festivo, sino que revisemos si nuestra praxis se corresponde al pesebre -pobre, desprovisto de poder y del lado de los últimos-, como debería ser para ser verdaderos precursores del Niño que viene.