domingo, 28 de diciembre de 2025

1. Santa María Madre de Dios Lc 2, 16-21 (1 01 2016)



SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

Como María, recibir con atención y compromiso al Hijo de Dios

(1-01-2026)

 

Olga Consuelo Vélez

Fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. Pero María conservaba y meditaba todo en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se lo habían anunciado. Al octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido (Lucas 2, 16-21).


Comenzamos el año con la fiesta de Santa María, Madre de Dios. Este es el primer título que se le va a dar a María, título más cristológico que mariológico. Es decir, lo que se quiere mostrar es que Jesús es Hijo de Dios y no tanto que María es un ser extraordinario. Y, precisamente por esto, el relato que hoy nos ofrece Lucas está situado en el pesebre y quien va a reconocer al Mesías prometido en ese niño que acaba de nacer, son los pastores. Ellos, personas humildes, sin reconocimiento social, han sido los destinatarios privilegiados de la revelación divina y han sabido responder. Este relato también es para nosotros, preguntándonos si sabremos reconocer que Dios se ha hecho ser humano, compartiendo nuestra suerte o preferiremos fijarnos en situaciones extraordinarias donde, con mucha certeza, no encontraremos al Dios revelado en Jesús.

Situados en el misterio cristológico que se nos revela -Jesús es Hijo de Dios- el texto pasa a hablar de María diciendo que ella “conservaba y meditaba todo esto en su corazón”. Estas palabras hemos de reinterpretarlas para no imaginarnos a una María callada, pasiva, sumisa, obediente, sin iniciativa, ni protagonismo. Estas palabras reflejan más bien la agudeza de María para descubrir el misterio de Dios que se revela en ella y precisamente su meditación muestra la profundidad de su vida, la seriedad con que asume su papel en la historia de salvación, su capacidad de comprometerse. Todo esto se revelará en la vida pública de su Hijo, haciéndose discípula del reino.

Los pastores muestran su recepción del misterio que se les ha revelado con las alabanzas que realizan por todo lo que han visto y oído. Ahora bien, lo que vieron fue un niño en un pesebre y oyeron una palabra que les anunció que ese niño era el Mesías. Lo maravilloso es que ellos creyeron y así lo testificaron.

El texto termina mostrando a José y María llevando al niño a circuncidarlo y a ponerle el nombre que les había indicado el ángel, es decir, cumpliendo la ley judía, como cualquier otro niño. La encarnación del Hijo de Dios ha sido real en la historia humana con las prácticas y tradiciones culturales y religiosas de su época. En esa humanidad concreta, situada en el espacio y el tiempo, se continuará realizando la salvación de Dios para su pueblo.

Que, en esta solemnidad de María, Madre de Dios, también nosotros acojamos de manera consciente, activa y comprometida la salvación que creemos, llegó con ese niño del pesebre y sigue presente a través de nuestras vidas.

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