SANTA
MARÍA, MADRE DE DIOS
Como
María, recibir con atención y compromiso al Hijo de Dios
(1-01-2026)
Olga
Consuelo Vélez
Fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. Pero María conservaba y meditaba todo en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se lo habían anunciado. Al octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido (Lucas 2, 16-21).
Comenzamos
el año con la fiesta de Santa María, Madre de Dios. Este es el primer título
que se le va a dar a María, título más cristológico que mariológico. Es decir,
lo que se quiere mostrar es que Jesús es Hijo de Dios y no tanto que María es
un ser extraordinario. Y, precisamente por esto, el relato que hoy nos ofrece
Lucas está situado en el pesebre y quien va a reconocer al Mesías prometido en
ese niño que acaba de nacer, son los pastores. Ellos, personas humildes, sin
reconocimiento social, han sido los destinatarios privilegiados de la
revelación divina y han sabido responder. Este relato también es para nosotros,
preguntándonos si sabremos reconocer que Dios se ha hecho ser humano,
compartiendo nuestra suerte o preferiremos fijarnos en situaciones
extraordinarias donde, con mucha certeza, no encontraremos al Dios revelado en
Jesús.
Situados
en el misterio cristológico que se nos revela -Jesús es Hijo de Dios- el texto
pasa a hablar de María diciendo que ella “conservaba y meditaba todo esto en su
corazón”. Estas palabras hemos de reinterpretarlas para no imaginarnos a una
María callada, pasiva, sumisa, obediente, sin iniciativa, ni protagonismo.
Estas palabras reflejan más bien la agudeza de María para descubrir el misterio
de Dios que se revela en ella y precisamente su meditación muestra la
profundidad de su vida, la seriedad con que asume su papel en la historia de
salvación, su capacidad de comprometerse. Todo esto se revelará en la vida
pública de su Hijo, haciéndose discípula del reino.
Los
pastores muestran su recepción del misterio que se les ha revelado con las
alabanzas que realizan por todo lo que han visto y oído. Ahora bien, lo que
vieron fue un niño en un pesebre y oyeron una palabra que les anunció que ese
niño era el Mesías. Lo maravilloso es que ellos creyeron y así lo testificaron.
El texto
termina mostrando a José y María llevando al niño a circuncidarlo y a ponerle
el nombre que les había indicado el ángel, es decir, cumpliendo la ley judía,
como cualquier otro niño. La encarnación del Hijo de Dios ha sido real en la
historia humana con las prácticas y tradiciones culturales y religiosas de su
época. En esa humanidad concreta, situada en el espacio y el tiempo, se
continuará realizando la salvación de Dios para su pueblo.
Que, en
esta solemnidad de María, Madre de Dios, también nosotros acojamos de manera
consciente, activa y comprometida la salvación que creemos, llegó con ese niño
del pesebre y sigue presente a través de nuestras vidas.
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