La jerarquía eclesiástica sigue empeñada en no escuchar
al Espíritu
(A propósito del diaconado femenino)
Olga Consuelo Vélez
En el Documento Final del Sínodo de la sinodalidad (n. 60) dice lo
siguiente: “No hay nada que impida que las mujeres desempeñen funciones
de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse”.
Sin embargo, las comisiones de estudio sobre el Diaconado Femenino y el
respaldo del actual Papa al informe de la última comisión, dicen lo contrario.
Por lo menos el informe de esta
segunda comisión, liderada por el Cardenal Petrocchi, es honesta. Muestra que
hay dos tendencias, en empate técnico (5 contra 5). Con respecto a los
argumentos para conceder o no el diaconado a las mujeres, unos lo apoyan porque
esto va en plena consonancia con la igualdad fundamental entre varones y mujeres,
testificada en la Sagrada Escritura en muchos textos, pero el informe hace
referencia al a cita de Gál 3,28: en Cristo Jesús, “ya no hay diferencia entre
hombre y mujer”. Pero el otro grupo no lo concede porque considera que la
masculinidad de Cristo no es accidental sino parte integral de la identidad
sacramental. Dicho en palabras más sencillas, solo los varones pueden
representar a Cristo en el ejercicio de los ministerios ordenados, justamente
por eso, por ser varón. Además, añaden que, si no se mantiene esta
masculinidad, se alteraría el significado nupcial de la salvación. Este grupo olvida
que las metáforas no se pueden tomar por realidad, son indicativas, y que, si
se apela a la masculinidad, se está reconociendo el sexismo en el plan de
salvación y eso es una afrenta, una exclusión, una violencia contra las mujeres,
es decir, todo lo contrario de la igualdad fundamental e inclusión de todos y
todas, propias del reino de Dios anunciado por Jesús.
El segundo punto que anota la
comisión, es sobre la consideración del diaconado para el ministerio y no para el sacerdocio, lo cual posibilitaría
que se otorgara el diaconado a las mujeres. Pero, el grupo contrario, afirma
que el diaconado forma parte de los tres grados del sacramento del orden, con
lo cual, conceder el diaconado a las mujeres abriría inmediatamente las puertas
al sacerdocio y al episcopado para las mujeres. Aquí no se da cuenta del número
de votos a favor o en contra de cada postura, pero se muestra con claridad el
miedo clerical a perder la hegemonía masculina en el ejercicio ministerial.
Como “premio de consolación” para las mujeres, se pide que “se amplie el acceso
de las mujeres a los ministerios instituidos para el servicio de la comunidad”.
Lo llamativo es que, de los diez votos, uno estuvo en contra. Es decir, en esa
comisión hay alguien que ni siquiera vislumbra el acceso de las mujeres a los
ministerios laicales.
El informe también dice que “es indispensable, un riguroso y amplio examen
crítico realizado sobre el diaconado en sí mismo, es decir, sobre su identidad sacramental
y su misión eclesial, aclarando algunos aspectos estructurales y pastorales que
actualmente no están enteramente definidos”. Los miembros de esa comisión se
escudan en la necesidad de seguir estudiando un tema en el que abundan serios,
fundamentados e irrefutables estudios.
Algo llamativo es considerar que las peticiones que recibieron, siendo “numerosas”
y “abundantes” no pueden considerarse como la voz del sínodo y menos del Pueblo
de Dios en su conjunto. O sea, lo que deciden diez personas en una comisión,
tiene más peso que un material numeroso y abundante y un proceso sinodal al que
llegó, innegablemente, la petición de conceder los ministerios ordenados a las mujeres.
¡Qué vergüenza! que la Iglesia que le pide a la sociedad civil justicia,
equidad, inclusión, igualdad, es incapaz de avanzar en su seno con los cambios
necesarios para hacerlo realidad, con respecto a las mujeres. Y ¡qué desproporción!
considerar que invocar la masculinidad de Jesús sigue siendo un argumento
válido para la conciencia teológica y eclesial actual.
El Informe concluye afirmando que “a la luz de la Sagrada Escritura, de la
Tradición y del Magisterio eclesiástico”, la valoración dada es “sólida”,
aunque no permite formular hoy un juicio definitivo, “como en el caso de la
ordenación sacerdotal”. Esta última frase reafirma la seguridad que tienen del
rechazo al ministerio ordenado para las mujeres, seguridad que tal vez llevó a
borrar de plano esa petición en el proceso sinodal, como si no hubiera sido una
insistente solicitud hecha en el mismo.
En las democracias ganan las mayorías y, muchas veces, esas mayorías también
retrasen el devenir histórico. Pero la Iglesia que se gloria de no ser una
democracia y tiene la misión de “escuchar lo que viene del Espíritu”, no parece
dispuesta a escucharlo.
(Foto tomada de: https://www.reflexionyliberacion.cl/ryl/2025/12/05/el-vaticano-distorsiona-el-diaconado-femenino/)

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