El Espíritu de paz, signo visible de la vida cristiana
En el Evangelio
de Juan 20, 19-23, se presenta a Jesús Resucitado dándole a sus discípulos el
don de la paz como señal de su presencia. Ellos lo reconocen precisamente en
ese gesto y son enviados a ser sus testigos en medio del mundo.
Ese mismo
Espíritu de paz sigue presente entre nosotros cada vez que nos comprometemos
activamente a hacerla posible. La paz que no supone una actitud de quietud o
indiferencia, sino una manera de asumir la realidad con sus luces y sombras.
Una manera de discernir que nos lleva a denunciar críticamente todo aquello que
hace mal a la humanidad y anunciar proféticamente el amor cristiano que “se
entrega por los otros” en cada una de las circunstancias particulares que se van
presentando.
En el contexto
colombiano Jesús Resucitado -dador de la paz- sólo podrá estar presente en la
medida que los cristianos le dejemos habitar en nuestra vida y realicemos sus
obras.
Es signo del
Espíritu no permanecer indiferentes ante la difícil situación política por la
que atravesamos -no sólo en nuestro país
sino en otros países de América Latina- preguntándonos muy a fondo qué políticas
son las que se proponen y si esas políticas benefician a los más pobres. Sólo
estas merecerían nuestro apoyo incondicional. En este sentido poco se pregunta
sobre las “políticas en sí” sino que nos movemos por los afectos/desafectos frente
a los candidatos. Es necesario crecer en el compromiso político en este
sentido.
Es signo del
Espíritu comprometernos con la justicia social afrontando con valentía el
modelo económico que ha dado los resultados desastrosos que hoy estamos
constatando. No cerrar los ojos a los datos alarmantes que siguen existiendo de
desempleo y carencia de medios básicos de muchos de nuestros compatriotas. Las
cifras que se ofrecen para mostrar los avances en algunos aspectos son
irrisorias ante el aumento real de desplazados, desempleados, en otras
palabras, de excluidos de las posibilidades para vivir dignamente.
Es signo del
Espíritu no cansarnos de construir la “cultura del encuentro” como tanto señaló
el Papa Francisco. Se necesita una actitud de reconciliación sin dejar de lado el
reconocimiento de la verdad y la reparación de los actos cometidos.
Es signo del
Espíritu afrontar los problemas actuales que comprometen el cuidado ambiental,
la sociedad plural, la coexistencia de diferentes creencias religiosas, la
diversidad sexual, la articulación entre el ámbito civil y religioso. No se
pueden afrontar esas realidades con lenguajes y actitudes beligerantes que
cierren la posibilidad de existencia de lo diferente.
Es signo del
Espíritu mantener una actitud evangelizadora que no imponga sino que ofrezca,
que no condene sino que abra caminos de vida, que no defienda sino que exponga
razones, que no divida sino que haga posible la unidad. Pero no hay que olvidar
que también es signo del Espíritu la palabra “profética” que interpela y
cuestiona y no evita los desencuentros. Pero es desde aquí que se puede
construir la verdad y superar las realidades que no hacen posible la paz.
El Espíritu de
paz con el que el Resucitado se presenta entre los suyos es uno de los signos
que puede seguir hablando a nuestros contemporáneos. Es urgente que ese lenguaje
se oiga con más fuerza y hoy somos nosotros los llamados/as a mostrar que el
Espíritu de paz es signo visible de nuestro compromiso cristiano.
Foto tomada de: https://farm6.staticflickr.com/5541/10098801513_59e9d9d0e1_z.jpg
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