Hagamos posible “el
cambio por la vida”
Olga Consuelo Vélez
Es bien difícil escribir sobre
las elecciones para presidente que tendremos en Colombia el próximo 29 de mayo.
Cada cuatro años debemos asumir la responsabilidad de elegir a quien conducirá
al país y, es válido afirmar que tenemos muy poca cultura política para hacerlo
a conciencia. Esto no solo pasa en Colombia. Es un problema que se percibe en
muchos lugares y responde a la inmediatez e individualismo con el que mucha
gente vive, sin tomarse en serio el compromiso de construir el bien común que,
en otras palabras, es lo propio de la política.
Tampoco tenemos una formación
sólida en lo que supone la Democracia. Ni los elegidos responden a lo que
prometieron -y por lo que fueron elegidos-, ni los que los elegimos sabemos
exigir democráticamente que cumplan cabalmente aquello que prometieron. Pero
tampoco podemos exigir esa “madurez” política porque son muchas las
circunstancias que no ayudan, entre ellas, que el voto es optativo y, por lo
tanto, la abstención es grande. Sin embargo, así como se dice que “cada pueblo
tiene el dirigente que se merece” -haciendo alusión a lo que acabamos de decir-,
también podemos constatar que hay momentos de avance, de cambios, de logros. Algunas
cosas se consiguen -con todas las limitaciones inherentes a lo humano- como,
por ejemplo, la constitución de 1991 y el Proceso de paz firmado en 2016, que
han sido logros recientes en Colombia. Pero sigue siendo un desafío inmenso lo
que Juan Pablo II decía en 1979: “entre nosotros hay ricos cada vez más ricos a
costa de pobres cada vez más pobres”
Estas elecciones son una nueva
oportunidad de soñar con un país mejor en el que los más pobres puedan tener un
futuro distinto. Y hay signos de esperanza muy fuertes. Esta campaña
presidencial está mostrando que hay más gente entusiasmada por un cambio. Colombia
ha sido un país gobernado siempre por la derecha. En la época del Frente
Nacional, cambiábamos de color de partido -rojo o azul- pero no de propuestas
políticas, continuando -unos y otros- profundizando las desigualdades sociales.
Y con la larga permanencia del uribismo en el poder, esa lógica se ha
perpetuado acrecentando, además, la lógica de la guerra, de la corrupción, y
encarnando todo aquello que dicen, es propio de los de las izquierdas:
“populismo, polarización y posverdad”, pero que, para nuestro caso, lo han
encarnado las derechas que han gobernado este país desde siempre. No es difícil
concluir que “si estamos como estamos” es porque así nos han gobernado los de
siempre, y es más que sensato cambiar.
Ahora bien, en las elecciones del
próximo domingo nos jugamos la capacidad de romper con el continuismo -que nos
tiene como nos tiene- y apostar por posibles cambios. Muchas invocan que atrevernos
a cambiar será avocarnos a acabar con la democracia. Pero, ante esto, no se
muestran razones válidas, sino slogans sin sustento en la realidad, mostrando
la incapacidad de discutir con fundamentos y no con imaginarios falsos o
montados por la llamada posverdad, tan en boga en nuestros días. De ahí que no
sobre contar el por qué, personalmente elijo votar por los candidatos del Pacto
Histórico, ya que en la medida que se exponen nuestras comprensiones, podemos
contribuir al discernimiento propio y al de los demás.
Votaré por estos candidatos
porque su programa me parece coherente, claro, esperanzador, fundamentado,
audaz. Veo cambios y es lo que espero que los candidatos ofrezcan. Los slogans de
que la libre competencia mejorará las condiciones de los pobres o de que no
podemos salirnos de lo establecido por los países más ricos, sí benefician a
unos pocos -los mismos de siempre- pero muy poco, por no decir nada, a las
grandes mayorías. Sé muy bien que no es fácil enfrentar este sistema neoliberal
que impera en el mundo y que controlan las grandes potencias, sé que los
intentos que se han hecho en Latinoamérica para buscar otros caminos han sido
demonizados, pero no me resigno a que no podamos seguir soñando que otras
maneras posibles de organizar la economía, es posible.
Votaré por el Pacto Histórico
porque creo que Gustavo Petro es una persona coherente con una visión de país y
su vida lo sostiene. El que haya sido guerrillero y se haya reinsertado -en
lugar de ser un impedimento como muchos invocan- para mí es garantía de alguien
que ha tenido ideales, convicciones, errores y capacidad de rectificar el
camino; además, otros países como Brasil y Uruguay han tenido presidentes que
fueron guerrilleros y sus gobiernos tuvieron logros considerables (aunque
también persecución y desprestigio por aquellos que, de ninguna manera, quieren
un cambio). Creo, además, que Francia Márquez es una mujer comprometida con la
realidad, una líderesa social, defensora del medio ambiente, de los derechos
humanos y de los pueblos y comunidades históricamente discriminados en la
historia colombiana. Además, en nuestra sociedad racista, clasista y
patriarcal, que una mujer como ella llegue a la vicepresidencia, es una
posibilidad real de comenzar a transformarla.
Por supuesto no espero que el
país se transforme en cuatro años. Si gana el Pacto Histórico -ojalá así
suceda- la oposición será férrea -y con frecuencia insensata- como se ve ha
ocurrido en tantos países de nuestra América Latina. Cualquier intento por
cambiar contará con la resistencia de aquellos que hoy se benefician de las
cosas como están, pero también de tantas otras personas que, sin tener sus
derechos cubiertos, tienen la mente colonizada por la sociedad clasista y
defienden a aquellos que solo les tiran algunas dádivas para que sobrevivan. Personalmente
quiero apostar por un horizonte distinto donde se intente hacer florecer el
agro, comenzar a trabajar por las energías limpias, seguir luchando por los
derechos humanos y por la consolidación de la paz y todo esto desde una clara y
firme opción por los pobres, coherente con la opción cristiana que profeso.
Ninguno de los otros candidatos apunta
tan alto. Medianamente tienen algunas políticas similares porque hay cosas que
son tan evidentes que imposible no hablar de ello. Pero es fácil saber quién
representa el continuismo. También quien puede decir algunas verdades, pero no
tiene al país en su cabeza. Y alguno que tal vez hubiera podido ser mejor
candidato, pero que ha mostrado que, al final, se inclina también por el
continuismo.
Ahora bien, aunque en teoría cada
persona puede votar por quien quiera, en la realidad, si nos tomamos en serio
la responsabilidad social, esto no es posible. Y menos si decimos tener fe en
el Dios de Jesús. Pero, lamentablemente, muchos cristianos representan la defensa
del status quo y están afincados en votar por los candidatos que solo
defienden la vida de los no nacidos, pero matan a todos los nacidos con sus
políticas de hambre, de guerra, de venganza, de incapacidad de perdonar y de
construir la paz. Pero, afortunadamente, no todas las personas y, entre ellas,
no todos los creyentes, se conforman con lo que hay, sino que creen que otra
Colombia es posible. “Vivir sabroso” nos lo merecemos y “quien quita” -como
decimos en Colombia- que esta vez lo consigamos.
Nota: El cierre de campaña de
Petro y Francia en la Plaza de Bolívar ayer domingo 22 de mayo, expresa mucho
mejor porque vale la pena votar por esta visión de país. Si ese horizonte no
está en sintonía con lo que predicamos los cristianos, no sé que evangelio vivimos.
Muchas veces los que nos decimos Iglesia hemos estado en la acera equivocada.
Ojalá está vez, estemos en el lugar correcto.
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