¡Y vamos por la
segunda vuelta!
Olga Consuelo Vélez
Las elecciones en Colombia de este domingo 29 de mayo dieron
como resultado una segunda vuelta con un primer candidato, Gustavo Petro, y un
segundo, Rodolfo Hernández; este último, un casi desconocido personaje que con
una campaña totalmente populista, ganando con su manera de ser desobligante,
grosera, de improvisación, con muy poca preparación política, manejándose con
un discurso anti corrupción -discurso que no está claro que él mismo encarne
según los resultados de su gestión política como alcalde- pero que convence a
los electores que han sido incapaces de liberarse de los imaginarios “antipetristas”
y pensar seriamente en el país.
De las cosas positivas de esta elección, podemos señalar algunas,
especialmente, la derrota del uribismo. Por lo menos, eso es una buena señal,
porque ya es “justo y necesario” salir de las “garras” de esa visión de país
que nos ha llevado a lo que hoy tenemos hoy: un país en el que no se ha logrado
consolidar la paz y un país cada vez más empobrecido porque lo único que la
línea uribista tiene claro es mantener sus privilegios a costa de sembrar
miedos en la gente para que no se atrevan a soñar con ningún cambio.
Otra cosa positiva es la cantidad de gente que quiere un
cambio y que seguimos empeñados en lograrlo. No hay que bajar la guardia y
serán tres semanas de mucho esfuerzo para consolidar que gane Gustavo Petro
quien verdaderamente está preparado para asumir los destinos de nuestro país.
Pero el no haber podido ganar en primera vuelta revela los
imaginarios de tantos colombianos que personalmente creo, impidieron que Petro
lo lograra. Un primer imaginario es resistirse a votar por Petro por haber sido
guerrillero. Muestra la incapacidad de tanta gente -y desgraciadamente muchos
diciéndose creyentes- de aceptar la reincorporación de los guerrilleros a la
vida pública, el valorar la capacidad de rectificar sus opciones; pero, sobre
todo, de una persona que ha seguido luchando por el país, aportando desde lo
que él es, sabe y puede, toda su vida al servicio de los demás.
Ahora bien, lo que más me preocupa es el machismo y racismo
que han mostrado estas elecciones. Escuché a demasiadas personas hablando mal
de Francia Márquez diciendo que era negra e inculta. No había manera de que
entendieran que ella es abogada, líder social, activista medioambiental, defensora
de los derechos humanos, una persona que desde su condición socio económica de mujer
pobre, ha sabido superar todas las adversidades y tener tantos logros personales
y sociales. Pero una mujer todavía no está en los imaginarios de mucha gente
que pueda ocupar los principales puestos en el país y menos si es una mujer
negra y pobre. Esto me ha dolido mucho en este tiempo de campaña porque fueron
muchos los comentarios que oí en este sentido.
También he constatado cómo tanta gente repite esos slogans
falsos de que el país había que salvarlo del comunismo, del socialismo, del
castro chavismo, etc. Y, en el momento que escribo esto, alguno de los
candidatos está diciendo que se adhiere a la campaña de Rodolfo Hernández,
invocando que no se dejarán quitar a Colombia para que caiga en el socialismo. Definitivamente
es difícil entender que tanta gente que parece tan inteligente en muchos
aspectos, no pueda tener la madurez suficiente de hacer críticas al programa de
Petro, sin esos slogans falsos sino mostrando razones válidas. Los debates
presidenciales mostraron como los otros candidatos basaron sus discursos en
repetir esas fórmulas.
Creo que ha llegado el momento de la verdad. Los que
seguimos con Petro, no decaeremos en nuestros sueños y seguiremos poniendo todo
para hacer posible un cambio. Veremos si todos los demás prefieren tener un
voto “contra Petro” y dejar el país en manos de una persona que ha mostrado la
inmadurez de su propuesta política para afrontar una Colombia tan necesitada de
paz, de justicia social, de ponerse a la altura de los cambios que se requieren
en el contexto mundial.
Y, como siempre digo en mis escritos por mi postura
creyente, veremos si los que decimos tener fe, seguimos empeñados en excluir a
las personas por su pasado, incapaces de superar el clasismo, el racismo, el
patriarcado, el neoliberalismo, en otras palabras, esa mirada tan lejana del Reino
de Dios, anunciado por Jesús, que parece no conocen tantos que comulgan a diario
o que se glorían de la fe que dicen profesar.
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