Muchos creyentes en
Colombia están en aprietos frente a las elecciones presidenciales
Olga Consuelo Vélez
No pensé que escribiría tanto sobre las elecciones, pero es
que me parece imposible dejar de hacerlo. Amo a mi país y no me da la mismo quién
lo dirija en los próximos cuatro años. Por supuesto ya tengo una opción tomada
desde el principio, opción cuestionada por algunas personas -porque la
diversidad existe y es bueno para repensar, una y otra vez, si la opción escogida
está bien- y apoyada por muchas otras personas porque tenemos un sueño similar
sobre nuestro país.
Ahora bien, lo que hoy me hace escribir es que siento que algunos
que hacen tanto alarde de ser creyentes, siempre enarbolan las banderas por el
candidato que no apoye el aborto, ni los derechos de la comunidad de diversidad
sexual, ni la ideología de género, ni la legalización de la marihuana y cosas
de este estilo. Pero también son los que se declaran “antipetro” por su pasado
guerrillero y por el comunismo y no se cuántas más frases vacías. ¿Por quién votarán en estas elecciones?
Increíble si lo hacen por Rodolfo Hernández. Serían incoherentes con lo que
enarbolan como decisorio para sus opciones. Y todos los clérigos que desde el púlpito
han hecho campaña (porque más de uno la hizo y algún pronunciamiento oficial
que parece “neutro” tiene su tendencia), definitivamente ¡no pueden votar por
Rodolfo Hernández!
Personalmente no son estas propuestas la que me llevan a no
votar por Rodolfo porque siempre he mirado la totalidad del programa de los
políticos para decidir cuál programa en su conjunto es mejor. Ningún programa
es perfecto, ninguno responde a los deseos de todos, pero algunos, mirados en
su conjunto, pueden ser más viables para optar por ellos. Y, precisamente esto
es lo que me parece espantoso de Rodolfo Hernández. En su conjunto, su programa
es una cantidad de afirmaciones de todo tipo y condición, respondiendo a lo que
la gente quiere oír -es decir populista- sin desarrollar el cómo lo va a
realizar y que imagen de país tiene para articular cada una de sus propuestas.
Este programa no debe ser conocido por su fórmula a la vicepresidencia porque Marelen
Castillo, siendo entrevistada ayer por una emisora de radio, dijo que ella no
sabía de programas políticos y que, inicialmente, creía que era hacer un proyecto
de investigación académico y que ahora se estaba enterando de qué se trataba, porque
algunos asesores le estaban enseñando.
A mí me cuesta creer que haya gente que opte por Hernández,
teniendo tantas pruebas de que fuera de decir que acabará con la corrupción y
donará dinero para esto y aquello, no tiene un programa pensando a largo plazo
que haga posible una Colombia distinta. Si desde el día que ganó el segundo
lugar no ha hecho más que decir lo que se le ocurre -ese ha sido su estilo y
cómo le ha dado réditos lo sigue implementando- no hay que pensar que gobernará
de una manera distinta. Estaremos abocados a la improvisación, a los gritos, a
las pataletas, a los discursos vacíos, a los decretos que se le ocurran, a
vender lo que encuentre para dárselo a los pobres -populismo- sin tener planes
y proyectos que garanticen la sostenibilidad de un programa de gobierno.
Pero los creyentes también han de abocarse a más aprietos.
La Conferencia Episcopal de Colombia invitó a votar a conciencia, a discernir sobre
los candidatos, a tener en cuenta la Doctrina Social de la Iglesia y, en fin, a
tomarse en serio este momento. Y nada de esto parece que algunos cumplen porque
sus posturas “antipetro” no tienen nada que ver con un discernimiento maduro ni
con la fe cristiana. No logró entender porqué invocan tantas veces que Petro
fue guerrillero. ¿No logran entender que “fue” y que se reinsertó y desde
entonces ha hecho con su vida lo mejor que ha podido, entregándola al servicio
de la política? A no todos les tiene por qué gustar lo que ha dicho o ha hecho
como político pero lo que no puede negarse es que ha vivido en la legalidad y
se ha dedicado a servir al país desde el ingrato camino que él escogió: la
política. Sin embargo, ¿cómo es posible que desde la fe no se logre acoger de
nuevo al que tomo un camino y lo rectificó? ¿de que valen tantas meditaciones
del hijo pródigo y todos esos textos de la misericordia de Dios que se predican
domingo a domingo si siguen empeñados en satanizar el pasado guerrillero de Petro?
Me parece muy bien que esgriman razones de peso para no
estar de acuerdo con Petro pero que no invoquen mentiras. Pueden no estar de
acuerdo con que a los ricos del país se les deje de exonerar los impuestos, o
que se proponga el derecho de educación gratuita para la juventud, o que se
invierta en el agro, o que se implementen seriamente los acuerdos de paz, o que
se busquen maneras de cambiar el sistema de salud para que sea eficiente y así
una a una las propuestas del programa de Petro. Pero que digan que no votan a
Petro porque fue guerrillero, es comunista, va a expropiar, nos va a robar las
pensiones y todas las demás mentiras que se invocan, no tiene nada que ver con
lo que nos piden los obispos colombianos: “Es importante discernir a conciencia
entre las ‘opciones reales’ que se tienen para poner un presidente en la
dirección del país”.
No sé cómo ese tipo de creyentes a los que me refiero -gracias
a Dios no son todos, ni tal vez la mayoría, pero si muchos que conozco y me
duelen- van a salir de esta encrucijada que vivimos para la segunda vuelta. Más
les valdrá que no voten y que revisen, de una vez por todas, si son capaces de
pensar en el bien común, como sería lo lógico desde la fe que dicen profesar
para que su voto ciudadano no fuera fruto de opciones irracionales sino de
argumentos verdaderos y fundamentados.
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