martes, 31 de diciembre de 2024


 

 

Conectar con la María de los evangelios

Solemnidad de Santa María Madre de Dios 01-01-2025

Olga Consuelo Vélez

 

Fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre.  Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño.  Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores.  Pero María conservaba y meditaba todo en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se lo habían anunciado.  Al octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido (Lucas 2, 16-21)

Comenzamos el año con la festividad de Santa María Madre de Dios. No hay tantos textos bíblicos que hablen de María y esta proclamación como “Madre de Dios” es un dogma que pretende remarcar la divinidad de Jesús más que engrandecer la figura de María. Por supuesto, es importante reconocer el papel que ella jugó en hacer posible la encarnación del Hijo de Dios y como podemos considerarla la primera creyente, la primera discípula, la que supo abrirse a la acción del Espíritu para realizar la obra de Dios en el mundo.

Por lo tanto, el texto que Lucas nos ofrece para este domingo, tiene una referencia a María, pero no es lo más importante de todo el texto. Este, en continuación con el nacimiento de Jesús que consideramos en navidad, nos presenta las primeras respuestas ante el Niño que nació en Belén. Y, en coherencia con los destinatarios del evangelio de Lucas -los últimos y despreciados- los que se acercan al pesebre son los pastores a quienes el ángel les había dado la buena noticia del nacimiento de Jesús y ellos, creyendo, van a reconocerlo en el pesebre. Es decir, es un diálogo de pastores pobres con un Niño que nace pobre. Pero allí encontramos la fe sencilla que glorifica y alaba a Dios y produce que todos los demás se asombren por lo que ellos relatan. El texto continúa contando la costumbre judía: llevar al niño a circuncidarlo a los ocho días y ponerle el nombre de Jesús como lo había dispuesto el ángel. Recordemos que el nombre Jesús significa “Dios salva”, precisamente porque, con Jesús, llega la salvación al mundo.

Pero volvamos a la figura de María. De ella se dice que “conservaba y meditaba todo en su corazón”. Desde una lectura patriarcal estas palabras nos llevarían a pensar en la figura de una María sumisa, callada, sufrida, capaz de aguantarlo todo, como se ha pedido a las mujeres en la sociedad patriarcal, para que no pierdan su lugar -en lo privado, no en lo público- y que contribuyan al devenir del mundo desde la aceptación callada, aunque, implique sufrimiento. Pero desde la hermenéutica feminista, reconocida hoy como hermenéutica necesaria e indispensable para rescatar la presencia de las mujeres en la Biblia y su protagonismo en la historia de salvación, estas palabras nos llevan a pensar en una María que reflexiona, medita, busca razones y sentidos a todo lo que vive. Es decir, tiene una actitud proactiva que manifestará a lo largo de la misión de su Hijo, incluso al pie de la cruz, y que da fundamento a lo que luego podemos proclamar de ella.

Que esta celebración de María como Madre de Dios, nos conecte también con la María del evangelio, la que por meditar todo en su corazón, supo también levantar su voz profética, colaborando activamente en la vivencia del reino de Dios en nuestra historia.

sábado, 28 de diciembre de 2024

viernes, 27 de diciembre de 2024

 

Jesús y su fidelidad a los “asuntos” de su Padre

Comentario al domingo de la Sagrada Familia 29-12-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

 

Para la fiesta de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén.  Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre.  Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran.  Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos.  Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén.  Luego de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.  Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas.  Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo: –Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.  Él replicó: –¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?  Ellos no entendieron lo que les dijo.  Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.  Jesús crecía en saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres (Lc 2, 41-52)

 

Este texto de Lucas que hoy se nos pone a consideración, se sitúa entre el llamado evangelio de la infancia, buscando hacer un recuento sucinto de lo que debió ser la vida de Jesús antes de comenzar su predicación o vida pública. Lucas nos presenta a Jesús en el seno de su familia y cumpliendo las prácticas de todo buen judío: subir en la Pascua a Jerusalén. Jesús ya, con 12 años, comienza a ser adulto para aquella sociedad, cumpliendo sus deberes religiosos.

No podemos tomar al pie de la letra el texto ni creer que nos está hablando de la familia “ideal” como tantas veces se predica, porque no es el objetivo de este texto. Posiblemente lo que podemos aprender es la necesidad de todo ser humano de un grupo familiar que le transmite y le ayuda a cultivar los valores. Pero no hay que olvidar que, ayer como hoy, la familia supera el modelo papá, mamá, hijos, ya que en la época de Jesús la familia era ampliada a todos los familiares cercanos y, en la actualidad, hay muchas familias monoparentales y también familias ampliadas, sea por necesidades económicas, sea por relaciones filiales. Convendría tener siempre una imagen más amplia de familia para construir mucho más esos lazos de amor tan necesarios para todo ser humano pero que, supera tantas veces, los estrechos lazos de padres e hijos. Lo que quiero decir es que la familia no es el tema central de este texto y menos que algunos predicadores excluyan de la iglesia a los casados por segunda vez o que viven sin casarse. Como lo ha dicho el papa Francisco recientemente, todos tienen cabida en la Iglesia.

El mensaje más importante es la figura de Jesús y su relación de fidelidad a “los asuntos” de su Padre. La discusión con los maestros de la Ley o las preguntas y respuestas que el texto manifiesta están mostrando la necesidad de discernir cuál es la voluntad de Dios, cuál es el significado de la ley, cómo ha de vivirse. Es interesante que el texto dice que todos los que lo escuchaban quedaban maravillados por su inteligencia y sus respuestas e incluso quedaban desconcertados. Lo que podremos ver por el final de la historia de Jesús es que de ese maravillarse y desconcertarse se pasa a la persecución y a la muerte. Así es el mensaje del reino: se comienza a acoger y cuando se percibe su radicalidad, es más fácil repudiarlo o domesticarlo.

Muy interesante es el hecho de ver a María dirigiéndose a Jesús para preguntarle por lo que ha hecho. Lo normal hubiera sido que fuera José el que lo reprendiera. De alguna manera se muestra esa subversión de valores que se va engendrando alrededor del mensaje del reino. María sigue tomando la palabra como lo hemos visto en otros relatos del evangelio, visibilizando su protagonismo como mujer, protagonismo acallado por siglos.

Ante tantas especulaciones de las películas o de relatos apócrifos de que Jesús se fue esos treinta años de vida oculta a estudiar técnicas de meditación o a entrenarse en poderes extraordinarios, este texto nos muestra al Jesús humano que crece en su seno familiar, realiza las tradiciones culturales y religiosas de su tiempo, creciendo en “sabiduría, en estatura y en gracia” delante de Dios y de los hombres. No son cosas extraordinarias lo que Jesús va a anunciar en su vida pública, sino que se convertirá en profeta y testigo de esa experiencia de Dios que asimiló, discernió, discutió, entendió en su juventud. Nadie da lo que no tiene y Jesús comunicó su experiencia con el Dios del reino y su fidelidad indiscutible a su voluntad y mensaje.

 

lunes, 23 de diciembre de 2024

 

Y la Palabra se hizo carne

Comentario al evangelio de la Natividad del Señor 25-12-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

 

Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella existía al principio junto a Dios. Todo existió por medio de ella y sin ella nada existió de cuanto existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan, que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino un testigo de la luz. La luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viniendo al mundo. En el mundo estaba, el mundo existió por ella, y el mundo no la reconoció. Vino a los suyos y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron, a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios: ellos no han nacido de la sangre ni del deseo de la carne, ni del deseo del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad. Juan grita dando testimonio de él. Éste es aquel del que yo decía: Él que viene detrás de mí, es más importante que yo, porque existía antes que yo. De su plenitud hemos recibido todos: gracia tras gracia. Porque la ley se promulgó por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad se realizaron por Jesús el Mesías. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba el lado del Padre, Él nos lo dio a conocer (Jn 1, 1-18)

 

En la misa vespertina de navidad se pone a consideración el texto de Mateo donde se relata, desde la perspectiva del José, como María queda embarazada sin tener relaciones con él y, gracias al ángel que le revela a José que el niño que María espera es hijo de Dios, él no la rechaza y así María da a luz al niño a quien le ponen el nombre de Jesús. Pero el evangelio de Juan que se lee en la misa de navidad del día 25, no relata el acontecimiento histórico del nacimiento de Jesús sino el sentido teológico de ese nacimiento y la verdad definitiva para la humanidad: La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Ahora bien, esa afirmación central de nuestra fe está inmersa en un himno cristológico anterior que, muy probablemente, le sirve a Juan de base para la composición de este himno a la Palabra de Dios.

Por el lenguaje ya más elaborado y en forma de discurso, se facilita hacer la narración desde antes de su encarnación histórica. La Palabra ya existía junto a Dios y desde el principio es Hijo de Dios. No es que primero existiera Dios y luego se originara el Hijo, sino que nuestro Dios Trinidad existe desde el principio como comunidad de amor, comunidad que crea y acompaña la creación. Pero, en un determinado momento histórico, ese Hijo de Dios eterno, se hace carne y comparte nuestra suerte. La encarnación es, entonces, el misterio central de nuestra fe del que hemos de dar testimonio, como ya lo hizo Juan el Bautista siendo precursor del Señor. Gracias a Jesús podemos conocer al Padre y nos dejará el Espíritu para que nos acompañe hasta el encuentro definitivo con Dios. Jesús es el Mesías esperado, el que trae la gracia y la verdad.

Navidad, por tanto, es la celebración gozosa del Hijo de Dios que se hizo como nosotros y por eso la salvación que nos ofrece no es algo que cae de arriba, sino que surge de abajo, de ser como nosotros, de hacerse ser humano con todas las consecuencias. La encarnación ha hecho posible que lo humano se haga divino, que se nos redima desde dentro. San Ireneo decía “lo que no es asumido, no es redimido” para referirse a que, precisamente en Jesús, todo lo humano es asumido y, por tanto, verdaderamente hemos sido redimidos.

Con Jesús lo humano es bueno y todo ser humano es imagen del Hijo. Por esta razón Jesús se identifica con los más pobres: “lo que hiciste a uno de estos más pequeño, a mí me lo hiciste” y todos estamos llamados a “no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gál 2,20), como decía San Pablo.

Agradezcamos a Dios este misterio de la encarnación y dispongámonos a acoger al Dios hecho ser humano en Jesús, siguiendo su camino, sin temor a correr su misma suerte.

 

jueves, 19 de diciembre de 2024

miércoles, 18 de diciembre de 2024

 

Mujeres protagonistas del designio salvador de Dios

Comentario al evangelio del IV domingo de adviento 22-12-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

 

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa a una ciudad de Juda; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedo llena de Espíritu Santo y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor, venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor (Lc 1,39-45)

 

En este cuarto y último domingo de adviento se nos ofrece una lectura que vincula el paso del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento, de la figura de Juan Bautista a la de Jesús. Pero en este texto las protagonistas son mujeres: Isabel y Maria.

Fijémonos en Isabel. Era estéril, pero bendecida por Dios, quedó embarazada en avanzada edad. En este encuentro con María, Isabel queda llena del Espíritu Santo y, contra la costumbre de ese pueblo donde las mujeres no pronuncian palabras en público, ella “exclama con gran voz” lo que está sucediendo en María: ella es bendita entre las mujeres por el Hijo que lleva en su seno y por su fe que ha permitido que se de este acontecimiento. El valor de María no es por ella misma sino por su papel en la historia de salvación, por su aceptación activa en la encarnación del Hijo de Dios, porque se ha dispuesto a colaborar incondicionalmente con la historia de la salvación.

Podemos señalar otro dato de Isabel que conoceremos en otro texto de este evangelio cuando ya ha nacido Juan Bautista y lo van a circuncidar. Lo van a llamar Zacarías como su padre -recordemos que Zacarías se ha quedado mudo por no creer que iba a engendrar un Hijo en edad adulta- pero en ese contexto, Isabel nuevamente levanta la voz para decir que se ha de llamar Juan (Lc 1, 60). Contrario a los imaginarios que se han cultivado sobre las mujeres en la historia de salvación al no recordar suficientemente sus nombres, ni profundizar en sus historias, haciéndonos creer que los protagonistas son todos varones, una lectura atenta de estos textos nos permite ver el protagonismo de las mujeres y sus acciones importantes y decisivas en dicha historia.

Sobre la figura de María, el ponerse en camino para ir a visitar a Isabel ya nos muestra su disposición, su participación, su protagonismo en el designio divino que se le ha confiado. Podríamos decir que ella está mostrando que ese Mesías esperado del Antiguo Testamento, Mesías del que Juan Bautista será el precursor, es ese hijo que ella está esperando y con quien ya está comenzando la realización de la esperanza prometida.

Leer este texto finalizando adviento, nos ayuda a seguir valorando el protagonismo de las mujeres en el plan de salvación de Dios sobre la humanidad. No es una historia de varones como se nos ha enseñado, es una historia también de mujeres, con voz, con salir hacia los otros, con palabra profética, con verdades de fe claramente vividas y expresadas.

Felices todos aquellos que creen en las promesas del Señor, promesas renovadas en este tiempo de adviento, tiempo de preparación para acogerlas y vivirlas en nuestro presente, en la medida que la navidad pase de ser una celebración externa a una renovación de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor.

lunes, 16 de diciembre de 2024

 

La esperanza no defrauda (Rom 5,5). A propósito del Jubileo de la esperanza

Olga Consuelo Vélez

Con esta cita bíblica, el papa Francisco convocó el “Jubileo de la esperanza” que comenzará el próximo 24 de diciembre y terminará el 6 de enero de 2026. Un año jubilar es un tiempo especial que se vive en la Iglesia, llamando a acoger la misericordia de Dios, es decir, tiempo de perdón y reconciliación, para fortalecer la vida cristiana. Se inspira en la tradición judía del jubileo que se proponía cada 50 años, como una oportunidad de que todo judío que hubiera perdido su tierra pudiera recuperarla. También los esclavos podían recuperar su libertad. De esa manera se garantizaba la oportunidad de tener un nuevo comienzo.

El primer jubileo de la Iglesia católica fue declarado por el Papa Bonifacio VIII el 22 de febrero de 1300 quien propuso celebrarlos cada cien años. Con el paso del tiempo se fue acortando el tiempo entre cada jubileo hasta llegar a realizarlo cada 25 años. En el año 2000, convocado por Juan Pablo II, se celebró el jubileo conmemorando los dos mil años del nacimiento de Jesucristo y ahora Francisco, propone este jubileo continuando la tradición. Cabe anotar que en 2015 había convocado un jubileo “extraordinario” para celebrar el 50 aniversario del fin del Concilio Vaticano II y lo dedicó a la misericordia, tema tan central del evangelio y también de su pontificado.

En tiempos donde parece que la esperanza se pierde y se vive en el inmediatismo, con más señales de pesimismo y decepción que de esperanza en el futuro, la propuesta de este jubileo es la de ser “testigos de la esperanza”, revitalizando así esta virtud teologal -don de Dios, al igual que la fe y el amor- para dar testimonio, como dice la carta de Pablo a los Romanos, de que la esperanza cristiana no defrauda porque se cree en el Dios vivo revelado en Jesucristo que lejos de irse de la historia, está aquí, acompañando nuestro caminar, llenándonos de su gracia para no decaer en la construcción de un mundo más justo y en paz.

La Bula de convocación a este jubileo afirma que la esperanza cristiana no defrauda porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino (Rm 8, 35-39). Por eso, esta esperanza no cede ante las dificultades: se fundamenta en la fe y se nutre en la caridad y de este modo podemos seguir adelante en la vida. Invita a reconocer los signos de esperanza de nuestro mundo hoy, ver todo lo bueno que hay en él para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia. Es así como este jubileo nos convoca a reconocer algunos signos de esperanza tales como la paz para nuestro mundo que contrarreste tantas guerras en la actualidad.

Mirando la realidad de los pobres, el año jubilar nos pide ser signos de esperanza para tantos hermanos y hermanas con rostros tan diferentes de pobreza: las personas privadas de la libertad, los enfermos, los afectados por alguna discapacidad, los jóvenes que tantas veces temen que sus sueños se derrumben; los migrantes, exiliados, desplazados y refugiados tan necesitados de una efectiva solidaridad internacional para seguir adelante con sus vidas. En otras palabras, es sembrar la esperanza defendiendo la vida y los derechos de los más débiles. No podemos acostumbrarnos o resignarnos a las situaciones de pobreza. Por el contrario, debemos ser testigos de esperanza para tantos millares de pobres que carecen con frecuencia de lo necesario para vivir.

El papa Francisco haciendo eco a la palabra de los profetas recuerda que los bienes de la tierra no están destinados a unos pocos privilegiados, sino a todos. De ahí que en este año jubilar el papa llama a que el dinero usado para la guerra se emplee para erradicar el hambre en el mundo. De igual manera hace un llamado a las naciones más ricas para que condonen la deuda de los países que nunca podrán pagarla. Además, recuerda que desde los tiempos apostólicos los pastores se han reunido en concilios o sínodos para tratar diversos temas doctrinales y disciplinares. Precisamente en este año jubilar se celebrarán 1700 años del primer Concilio de Nicea y se acaba de realizar el sínodo de la sinodalidad. Por este motivo, Francisco señala que el año jubilar puede ser la oportunidad de concretar una Iglesia sinodal que hoy se advierte como expresión cada vez más necesaria para una evangelización eficaz.

El Papa abrirá la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, el 24 de diciembre. El siguiente domingo abrirá la Puerta Santa de la Catedral de San Juan de Letrán y el 1 de enero de 2025 abrirá la Puerta Santa de la Basílica de Santa María la Mayor. Por último, el domingo 5 de enero abrirá la Puerta Santa de la Basílica de San Pablo extramuros. Los peregrinos que vayan a Roma durante este año jubilar tendrán la oportunidad de vivir esta gracia ofrecida, cruzando simbólicamente esas Puertas Santas. Para los que no pueden viajar -la mayoría- el 29 de diciembre en todas las catedrales, los obispos diocesanos celebrarán la apertura del año jubilar y los creyentes de cada lugar podrán vivir el jubileo desde sus respectivas catedrales u otros lugares que los obispos designen en sus diócesis. Junto a las visitas a estos lugares designados se espera que los fieles realicen obras de misericordia y de penitencia.

Dispongámonos a vivir este año jubilar, como señaló el papa Francisco, manteniendo la esperanza que no declina porque es la esperanza de Dios. Que recuperemos la confianza necesaria, tanto en la sociedad como en la Iglesia, en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto a la creación. Hemos de ser testigos de la esperanza para construir un mundo donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos, con la confianza puesta en el Dios que siempre cumple sus promesas.

 

 

miércoles, 11 de diciembre de 2024

 

¿Qué debemos hacer en este tiempo de adviento?

Comentario al evangelio del III domingo de adviento 15-12-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

 

La Palabra del Señor, se dirigió a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Juan recorrió toda la región del río Jordán, predicando un bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados. La gente le preguntaba: Pues ¿qué debemos hacer? Y él les respondía: El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo. Vinieron también publicanos a bautizarse y le dijeron: maestro, ¿qué debemos hacer? Él les dijo: No exijan más de lo que les está fijado. Le preguntaron también unos soldados: y nosotros ¿qué debemos hacer? Él les dijo: No hagan extorsión a nadie, no hagan denuncias falsas y conténtense con su pago. Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: Yo les bautizo con agua, pero viene él que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El los bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga. Y con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva (Lc 3, 2b-3.10-18)

 

Continuamos en las lecturas de estos domingos de adviento con el evangelio de Lucas y con la figura de Juan el Bautista. El domingo pasado nos lo habían presentado predicando en el desierto. Hoy está entablando un diálogo con tres grupos de personas distintas las cuales se sienten interpeladas por su predicación y le preguntan ¿qué debemos hacer? Juan Bautista responde a cada grupo de manera distinta. A los primeros, un grupo de personas sin más especificación, les dice que si tienen dos túnicas han de dar una y si tienen para comer han de compartir con los que tienen. En otras palabras, el cambio de vida en este caso, viene por la solidaridad, el compartir, el ayudar a todo necesitado que se encuentre en el camino. En el segundo caso, quienes le pregunta qué han de hacer son los publicanos. Estos tenían el oficio de recoger los impuestos para el Imperio, pero tal vez podían cobrar más para quedarse con la diferencia. Juan Bautista les dice que no deben cobrar más de lo que está fijado. Finalmente, un grupo de soldados también le hacen la misma pregunta y Juan les contesta que no extorsionen a nadie, ni los acusen mentirosamente y se contenten con su salario. Como podemos ver, a cada grupo les responde según sus circunstancias.

Nosotros también, como preparación en este tiempo de adviento, podríamos hacerle la misma pregunta ¿qué debemos hacer para estar dispuestos a recibir al Niño que viene? La repuesta hemos de encontrarla cada uno en aquello que hacemos diariamente, en nuestras circunstancias concretas donde siempre podemos optar por el mayor bien, la verdad profunda y la bondad para con todos.

En la segunda parte del relato vemos que la gente, ante el actuar de Juan el Bautista se pregunta si él es el Mesías o han de esperar a otro. Juan les responde a partir del bautismo que él realiza -con agua- y el que realizará el Mesías -en espíritu santo y fuego-. Y les especifica algo de ese bautismo en el espíritu: viene a separar el trigo de la paja, quemará todo lo que no sirve. Es decir, si Juan predica la conversión, con Jesús saldrá a la luz la verdad de cada uno y todo aquello que no responda a ese llamado será rechazado.

Termina el evangelio diciendo que Juan exhortaba de muchas maneras, anunciando al pueblo la Buena Noticia que llega. Nosotros ya próximos a navidad hemos de seguir está misma dinámica del anuncio gozoso del Niño que viene, pero al mismo tiempo, poniendo en práctica lo que implica acogerlo, recibirlo, reconocerlo en la historia que vivimos.

jueves, 5 de diciembre de 2024

 

Ya viene la salvación de Dios

Comentario al evangelio del II domingo de adviento 08-12-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

El año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, tetrarca de Galilea Herodes, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítida y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, la Palabra del Señor se dirigió a Juan, hijo de Zacarias, en el desierto. Juan recorrió toda la región del río Jordán predicando un bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en el desierto, Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos. Todo barranco se rellenará, montes y colinas se aplanarán, lo torcido se enderezará y lo disparejo será nivelado y todo mortal verá la salvación de Dios (Lc 3, 1-6). 

 

En este segundo domingo de adviento, el evangelio de Lucas nos presenta la figura de Juan el Bautista a quien conocemos como el profeta que cierra el ciclo de profetas del Antiguo Testamento para dar paso al profeta Jesús en el Nuevo Testamento. En primer lugar, el texto sitúa el tiempo en el que vive Juan Bautista señalando las autoridades políticas y religiosas. Es tiempo del emperador Tiberio, de Poncio Pilato, de Herodes en cuanto el ámbito civil y con Anás y Caifás en lo religioso. De alguna manera estos datos de la historia muestran a los profetas respondiendo a cada momento histórico, haciendo de su palabra una lectura sobre el presente que viven, percibiendo lo que los demás no ven y ayudando a sus contemporáneos a interpretar lo que está sucediendo.

El texto continúa diciéndonos quien es Juan, lo cual ya lo sabemos por los primeros capítulos del evangelio. Es hijo de Zacarías y añade donde está realizando su misión: en el desierto, lugar que representa el encuentro con Dios, reafirmando así que su palabra viene de Dios. Juan está predicando el bautismo de conversión de los pecados y, como el texto lo explicita, está cumpliendo la palabra del profeta Isaías el cual ya hablaba de un profeta cuya misión era preparar el camino del Señor con quien llegaría la salvación.

Esa palabra de Juan hoy se dirige también a nosotros y adviento es el tiempo propicio para ello. La salvación llega con Jesús y los cambios serán evidentes y radicales: los senderos se enderezan, los barrancos se rellenan, los montes y colinas se aplanan, pero todo esto exige nuestra preparación para conseguir su realización. Hemos de entender la realidad que vivimos para propiciar los cambios que urgen. La salvación no es meramente en sentido espiritual sino en sentido integral. Porque los corazones cambian, la realidad se transforma para el bien y, en la medida que esta se transforma, más corazones o más personas podrán vivir el bien y la bondad. Escuchemos, entonces, la predicación de Juan y pidamos esta conversión sincera y la apertura necesaria para reconocer en el Niño Jesús que viene al Salvador del mundo.

jueves, 28 de noviembre de 2024

Comentario al I Domingo de Adviento 01 12 2024

 

Tengan ánimo, se acerca su liberación

Comentario al evangelio del I domingo de adviento 01-12-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

 

 

Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje. Las personas desfallecerán de miedo, aguardando lo que le va a suceder al mundo; porque hasta las fuerzas del universo se tambalearán. Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria. Cuando comience a suceder todo esto, enderécense y levanten la cabeza, porque ha llegado el día de su liberación. Presten atención, no se dejen aturdir con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que aquel día no los sorprenda de repente, poque caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Estén despiertos y oren incesantemente, pidiendo poder escapar de cuánto va a suceder, así podrán presentarse seguros ante el Hijo del Hombre (Lc 21, 25-28.34-36)

 

Comenzamos el tiempo de adviento, es decir, de espera gozosa del Niño que viene, del Jesús que nacerá entre nosotros. Pero el texto que nos ofrece Lucas este domingo tiene un lenguaje apocalíptico que nos habla más de miedo y confrontación que de alegría y gozo. Ahora bien, la alegría cristiana no brota de algo casual o insignificante. Esta viene del triunfo de la vida sobre la muerte, de la alegría sobre la tristeza, del triunfo del Señor Jesús sobre todas las fuerzas del anti reino como celebrábamos la semana pasada en la conmemoración de Cristo Rey. Por tanto, aunque nos iremos acercando a la alegría que viene de reconocer en un pequeño niño al Hijo de Dios entre nosotros, hoy se nos invita a la preparación efectiva para ese momento, reconociendo que la fidelidad es inherente al seguimiento de Jesús y, por tanto, cuando las situaciones se tornan difíciles y pareciera que la buena noticia que trae Jesús no es escuchada por nadie, en ese momento, el mantenerse en pie, es el camino para reconocer la liberación que se acerca y llegar a ser destinatarios de la misma.

No es fácil mantener la fidelidad. Son muchos los esfuerzos que se hacen para vivir el amor y la verdad, la paz y la reconciliación, la solidaridad y le entrega y, cuando se mira a nuestra sociedad y a nuestra iglesia, pareciera que nada cambia e incluso, algunas veces, empeora. Las guerras de nuestro mundo, el hambre, la injusticia social nos hacen sentir que las fuerzas del universo se tambalean y que más vale vivir el momento presente sin trabajar por los cambios necesarios. Todo esto es la realidad que experimentamos muchas veces. Pero aquí viene la palabra de esperanza y fortaleza: enderécense y levanten la cabeza, no se contenten con poco, sigan trabajando por los valores del reino que la promesa del Señor no quedará defraudada y la liberación se hace real en muchas circunstancias y se seguirá concretando, una y otra vez, en la historia que tenemos por delante. Esa esperanza confiada a la que nos invita el texto se personifica en la figura del Hijo del Hombre que representa un personaje mesiánico que vendrá a realizar su juicio en el último día, donde quedará evidente la liberación que el Señor trae, venciendo todas las fuerzas del anti reino que no quieren que llegue.

Orar incesantemente, como dice el texto, no significa refugiarse en una capilla pidiendo que Dios intervenga mágicamente. Por el contrario, la oración que Dios quiere es aquella que se traduce en compromiso, en constancia, en insistencia, en fidelidad, como ya lo dijimos. Comencemos este tiempo de adviento renovando la esperanza, manteniendo la fe, practicando insistentemente el amor en todas nuestras palabras y obras.

 

 

 

 

domingo, 24 de noviembre de 2024

 

“No callarás” las violencias que siguen sufriendo las mujeres

Olga Consuelo Vélez

Cada 25 de noviembre, día en que internacionalmente se insiste en la urgencia de “Eliminar la Violencia contra las mujeres”, se realizan marchas, se lanzan consignas, se busca crecer en la conciencia sobre esta realidad para que no acontezca nunca más. Sin embargo, no es fácil mantener el ímpetu, ni la voluntad de cambio porque los seres humanos buscamos estabilidad y, en cuento encontramos una manera de estar en el mundo que no nos traiga demasiados problemas, dejamos la lucha, la militancia, la constancia, e incluso los ideales de hacer de nuestra realidad algo distinto.

Una de las violencias más fuertes y evidentes contra las mujeres, es la violencia física que llega incluso al asesinato, tipificado por la ley como feminicidio. Cada vez que hay noticias sobre algún feminicidio algunas voces se levantan, pero también a esas noticias nos vamos acostumbrando. Incluso se niega o se justifican con la típica frase de más de una persona -y lamentablemente muchas veces mujeres- de que los varones también sufren violencia y que cuando van a los tribunales no les creen sobre esa violencia y que, en realidad, ellos son más víctimas que las mujeres. Por supuesto que hay varones que también sufren violencia por parte de las mujeres y pueden tener muchos tropiezos en las acciones legales. Pero la proporción de la violencia ejercida contra cada uno de los sexos, no tiene comparación, ni históricamente, ni en la actualidad. Además, hay un hecho que hace más dura le violencia contra las mujeres: se les ataca por muchas razones, pero también por ser mujeres. El sexo femenino tiene una connotación subordinada, inferior, cosificada que hace tan fácil que se ataque a las mujeres por serlo y de ahí viene la tipificación del feminicidio. A los varones se les ataca también, pero no por ser varón, sino por odio, venganza, etc. No se niega lo horroroso de esta violencia, pero es muy grave la violencia por razón de pertenecer al sexo femenino.

La violencia más sutil, menos visible, que es fácil pasarla de largo es esa violencia de palabras, actitudes, chistes, ironías, gestos, etc., que suceden cotidianamente entre amigos, entre marido y mujer, entre conocidos, en las relaciones diarias con la gente con la que se interactúa. Nadie duda de la buena voluntad de las personas y de que algunos se sienten atacados -cuando se les hace caer en cuenta en su actitud o expresión machista- y también de la ignorancia o poca conciencia que se tiene sobre esta realidad. Entender y develar el machismo exige atención, estudio, reflexión y conversión efectiva de la persona, reconociendo lo que tiene introyectado de la mentalidad patriarcal en la que se ha crecido y tomar la decisión de aprender a vivir las relaciones humanas sin machismo. Esto es tarea de varones y mujeres. Porque una vez más, hay que reconocer que son muchas las mujeres que mantienen la mentalidad machista, la fomentan y la dejan estar en sus maridos y sus hijos y hasta se enfadan cuando se habla del tema. Apelan a qué ellas nunca se han sentido maltratadas y que tanta queja desdice de las mujeres.

Podríamos detallar más tipos de violencias, pero terminemos refiriéndonos a una de las violencias que la comisión de mujeres del CELAM ha destacado este año, para la conmemoración de este 25 de noviembre. Nos referimos a la violencia espiritual que supone “utilizar la fe como herramienta de control, distorsionando el mensaje de amor y justicia para manipular o silenciar a las mujeres”. Muy importante este tipo de violencia. No hay un lugar más difícil de hablar de feminismo, de derechos de mujeres, de violencia contra ellas que las instituciones eclesiales. Si por muchas razones a la mujer se les silencia en las iglesias o se les exige actitudes o uso de velos, faldas largas, blusas cerradas, etc., con más razón, si se ponen estos temas para la discusión se considera que falta fe o no se tiene la capacidad de sacrificio y resignación que tuvo la virgen María (cosa que tampoco es una afirmación acertada con respecto a lo que los evangelios dicen de María), o se está atentando contra la familia, etc. Es decir, fuera de sufrir por la violencia que las mujeres viven en la sociedad no se cuenta, decididamente, con la institución eclesial para apoyar, denunciar y liberar a las mujeres de tanta violencia. Es muy peligroso apelar a la fe para mantener el silencio, la sumisión, el aguante bajo la pseudo razón de salvar a la familia por la capacidad de sacrificio de las mujeres. Por el contrario, es necesario juntar fe y vida, compromiso de fe contra la violencia de las mujeres, fuerza para levantar la voz y que tanta violencia no se admita más.

El lema señalado por la comisión de mujeres del CELAM es muy importante: “No callarás”. Efectivamente es tiempo de no callar ningún tipo de violencia que sufran las mujeres, seguir tomando conciencia de ellas y denunciarlas para transformarlas. Que este 25 de noviembre, mucho más desde una postura creyente, no decaigamos en el esfuerzo por transformar los ambientes para una vida segura para las mujeres.

Y, por supuesto, “no callarás” ad intra de la institución eclesial porque la Iglesia continúa negando la participación plena de las mujeres en la Iglesia, justificándolo con razones que bíblica, ni teológicamente, son válidas.

 

jueves, 21 de noviembre de 2024

 

Celebrar a Cristo Rey es vivir el reinado del servicio a los últimos

Comentario al evangelio del domingo Cristo Rey del Universo 24-11-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

 

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondió Jesús: ¿dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí? Pilatos respondió: ¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos. Pero mi Reino no es de aquí. Entonces Pilato le dijo: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Si, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz (Jn 18, 33-37).

 

Este domingo se concluye el ciclo litúrgico con la festividad de Cristo Rey. Siguiendo el evangelio de Juan -muy distinto de los evangelios sinópticos- va a quedar en evidencia quién es Jesús, por qué se le juzga y porque será crucificado. Conocemos que Pilatos les dijo a las autoridades religiosas judías, cuando le entregaron a Jesús, que lo juzgaran según su Ley, pero ellos adujeron que no podían aplicar la pena de muerte y Jesús era un malhechor (Jn 18, 29-32). Entonces Pilatos entra nuevamente a interrogar a Jesús y el diálogo gira en torno al “reinado”, causa civil que podría juzgar Pilato. Pero es ahí donde se devela la diferencia de planos en los que se sitúan. Pilatos habla de los reyes de este mundo y Jesús deja claro que su reinado es distinto. Explícitamente dice que su reino es de paz, de lo contrario hubieran combatido para que no lo apresaran. También dice que su reino es un reino de verdad. En este punto es importante entender que en la Biblia la verdad no es una palabra que se conforma con la realidad sino con la alianza. En ese sentido, la verdad es fidelidad, lealtad, amor. Por lo tanto, lo que revela este interrogatorio es lo que ha estado presente en el evangelio de Juan desde el inicio: creer o no creer en Jesús es el verdadero juicio. Y aquí Jesús se afirma como aquel que esta testimoniando la verdad frente a la cual algunos la aceptan -escuchan su voz- y otros la rechazan.

Es importante entender que al hablar de dos reinos no se está refiriendo al mundo de lo sagrado y de lo profano, o de lo religioso y de lo secular. Jesús no habla de otro mundo distinto al único mundo en que vivimos, sino a la actitud que se toma en ese mundo: la de creer en los valores del reino, la de creer en Él o la de rechazarlo. El mundo de la luz es el reinado de Dios que se comienza a vivir en la historia concreta. El mundo de las tinieblas son los antivalores al reino que también se viven en el aquí y ahora. Jesús contrasta, entonces, el mundo del creer y del no creer, del reino y del anti reino, del discipulado o del rechazo a la llamada.

La fiesta de Cristo Rey, por lo tanto, no significa celebrar a Jesús al estilo de los reyes del mundo, con sus valores, estilos, poder y majestuosidad. El Cristo Rey es el que realiza la plenitud del servicio, de la misericordia, de la inclusión, en otras palabras, de las bienaventuranzas donde los primeros son los pobres y no está lejana la persecución por parte de tantos que no aceptan este actuar de Dios. Lamentable que las imágenes que tenemos de Cristo Rey revelan más la majestuosidad de los reyes de este mundo que el reinado que testimonio Jesús con sus palabras y obras. Es tarea de nosotros, como discípulos, testimoniar el verdadero reinado con nuestras palabras y obras. 

jueves, 14 de noviembre de 2024

 

Jesús nos invita a saber Interpretar los signos del reino en el hoy de nuestra historia

Comentario al evangelio del domingo XXXIII del Tiempo Ordinario 17-11-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

Mas por estos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprendan esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sepan que el verano está cerca. Así también ustedes, cuando vean que sucede esto, sepan que Él está cerca, a las puertas. Yo les aseguro que no parará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre (Mc 13, 24-32).

 

El ciclo litúrgico está llegando a su fin y las lecturas ponen énfasis en la venida de Jesús como consumador de todo lo creado, realización plena de la historia de la salvación. El lenguaje utilizado es el apocalíptico el cual se sirve de figuras contrastantes para mostrar lo nuevo que va a suceder. En este caso, todo lo que el texto relata de los acontecimientos cósmicos que parece se darán ante la venida del hijo del hombre, tienen la finalidad de mostrar la novedad absoluta de lo esperado y no, el de revelar acontecimientos futuros que sucederán, así como se narran. Lamentablemente por un desconocimiento de los géneros literarios de la Biblia y de interpretaciones que se han hecho de estos textos en el pasado, todavía hoy se predican de manera literal, aprovechando ese lenguaje para causar miedo en los oyentes o para interpretar, por ejemplo, la crisis climática como el cumplimento de estos relatos, haciendo aparecer a Dios como castigador de la creación y del ser humano, cuando, Dios es cuidador de todo lo creado y es nuestra responsabilidad velar por su preservación.

Este texto lo que pretende, con este lenguaje apocalíptico, es mostrar la novedad absoluta que llegó con Jesús -al que se le aplica el título de hijo de Hombre (Dan 7, 13)-, novedad que se está cumpliendo con la puesta en práctica de los valores del reino.

El pasaje bíblico continúa con la figura de la higuera con la cual Jesús invita, haciendo la comparación entre el conocimiento del florecer de la higuera anunciando el verano lo que ellos deben hacer con el tiempo presente: interpretar lo que está sucediendo, la novedad que Jesús ha traído, de manera que se pueda llevar a feliz término la salvación anunciada por Él. Con los términos de hoy, podríamos decir, saber interpretar los signos de los tiempos, en una actitud vigilante que nunca ha de faltar para identificar lo que es del reino y lo que lo contradice.

Por lo tanto, el tiempo presente es una llamada a mantener la esperanza en el cumplimiento de las promesas hechas por Dios que ya se están realizando en nuestra historia, manteniéndose vigilante y actuando coherentemente porque, aunque no sabemos -ni debemos pretender saberlo porque ni los ángeles, ni el Hijo lo saben- cuando se dará la consumación definitiva de todo en Dios, ya están aconteciendo los valores del reino  y confiamos que llegarán a la plenitud en el tiempo propicio de Dios que solo Él conoce.

jueves, 7 de noviembre de 2024

Comentario al evangelio del 10 11 2024

 

Una viuda pobre como ejemplo de discipulado

Comentario al evangelio del domingo XXXII del Tiempo Ordinario 10-11-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

 

Decía también en su instrucción: Guárdense de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa. Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro; muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: les digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuando poseía, todo lo que tenía para vivir. (Macos 12, 38-44)

 

Jesús enseña los valores del reino y lo hace con ejemplos fáciles de entender y que se evidencian en su entorno. En el caso del evangelio de hoy, Jesús presenta el contraste entre dos personajes: los escribas y una viuda pobre. De los primeros, hace una crítica fuerte: se pasean con amplio ropaje, quieren ser saludados en las plazas y ocupar los primeros puestos. Todas estas actitudes son las que garantizan el honor en la sociedad del tiempo de Jesús y, salvadas las distancias del contexto, siguen siendo actitudes que garantizan la importancia de las personas en la sociedad actual. Jesús mira todo eso con recelo. El “honor”, tan importante para la sociedad judía, no cabe entre los valores del reino. El valor importante es el de “servir” como Jesús se lo ha dicho a sus discípulos de tantas maneras. Además, Jesús hace una denuncia del comportamiento de los escribas: devoran los bienes de las viudas so capa de largas oraciones. No es ajena esta actitud tampoco en el tiempo de hoy frente a tantas estafas que, en nombre de Dios, hacen algunos predicadores y negociadores de la fe.

Pero volvamos al texto. Jesús después de reprochar esa conducta de los escribas, se sienta frente al arca del Tesoro del templo y hace un juicio crítico sobre lo que pasa allí: ciertamente, muchos ricos van y echan mucho dinero. Pero la viuda pobre (podría pensarse que es una de estas viudas estafadas por los escribas o las mujeres viudas que quedaban totalmente indefensas al morir su marido) echa todo lo que tiene para vivir. Jesús se refiere a la moneda de menor valor en aquella época y es esta la que mujer deposita en el arca. Con este contraste Jesús muestra el verdadero significado del compartir de bienes que en nuestro contexto podríamos interpretar cómo dar de lo que sobra o dar de lo poco que se tiene. En el primer caso, no hay una solidaridad efectiva. Si le sobraba es porque estaba acaparando algo que no le pertenecía o viviendo la dependencia del acumular y del tener, convencido que en ello está la felicidad. La verdadera solidaridad es la de la viuda que saber dar y darse, repartir y compartir. La solidaridad no se mide por el exceso de bienes dados sino por la capacidad de sentir con el otro su situación y hacerse solidario con ella.

Ahora bien, estos ejemplos no se refieren a temas a considerar sino a actitudes que han de vivir los discípulos de Jesús. A ellos se dirige al final del texto y les muestra con hechos reales en que consiste el verdadero discipulado. Ni honores, ni prestigio, sino servicio, en el caso de los escribas. Ni vanagloria por las muchas riquezas valiéndose, también de ellas, para ser alabado, en el caso de los ricos. El discipulado va en la línea de aquella viuda pobre que da lo que tiene para vivir porque su amor es efectivo, su solidaridad entrañable.

Si el domingo pasado el evangelio nos mostró que el escriba que dialoga con Jesús sabía que el primer mandamiento era amar a Dios y al prójimo, en este nos muestra que es la viuda la que no “sabe”, sino que “hace” y, en esto, consiste el verdadero discipulado. Las obras son las que dan testimonio de lo que somos, las que muestran que nuestro seguimiento sí está guiado por los valores del reino.

 

jueves, 31 de octubre de 2024

 

Solo el amor a Dios y al prójimo permiten entrar en el reino de Dios

Comentario al evangelio del domingo XXXI del Tiempo Ordinario 3-11-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

 

Se acercó uno de los escribas que le había oído y le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús le contestó: El primero es: Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos. Le dijo el escriba: Muy bien, Maestro: tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas. (Mc 12, 28b-34)

 

Estamos más acostumbrados a ver a los escribas enfrentándose a Jesús o preguntándole con alguna doble intención, pero en este texto, la situación es diferente. El escriba ratifica lo que dice Jesús y Jesús afirma que no está lejos del reino de Dios. Por lo menos este pasaje nos permite ver que es posible coincidir en lo fundamental y vivir una mayor unidad en la experiencia de fe. Aunque conviene recordar que el mismo pasaje, contado por los otros evangelistas -Mateo y Lucas- si muestra al escriba que le pregunta con la intención de ponerlo a prueba.

Pero veamos el diálogo porque es muy interesante. El escriba le pregunta cuál es el primero de los mandamientos. Hemos de recordar que los escribas reconocían 613 mandamientos, de ahí que la pregunta, a la hora de la verdad, no es tan sencilla. Jesús responde señalando dos mandamientos que no están en los conocidos diez mandamientos. Se remite al texto del Deuteronomio 6, 4-5 donde se encuentra la conocida expresión: Shema (escucha) Israel amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y le añade “con toda tu mente”. En realidad, el amor al que se refiere Jesús no es solo un sentimiento, sino que supone una decisión (corazón), una actitud en lo cotidiano de la vida (alma) y con todas las capacidades (fuerzas).

Además, se refiere al segundo mandamiento de amar al prójimo. Para los judíos el prójimo es siempre otro judío. Sin embargo, la praxis de Jesús nos permite ver que Jesús extendía la connotación de prójimo a otros que no eran judíos: el samaritano caído en el camino, la cananea que le pide un milagro, y el mismo mandato que da de amar a los enemigos.

El escriba reconoce la validez de la respuesta que ha dado Jesús, especialmente porque este amor vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús fue un crítico en su vida histórica de un culto vacío que no pone en primer lugar al prójimo y su respuesta así lo confirma. Pero en este caso también el escriba lo confirma. Por eso Jesús dirá de él que no está lejos del reino de Dios.

Sería muy importante que también para nosotros estos dos mandamientos marcaran nuestra praxis cristiana e iluminaran todas las decisiones ante las situaciones concretas de la vida. No faltan las corrientes que anteponen las leyes al amor a las personas, ni corrientes que anteponen el culto a la vida de las gentes. Se enfatiza demasiado en cumplir los mandamientos y Jesús contrasta esas actitudes, poniendo las normas al servicio de la vida. También se emplean demasiadas energías en el culto, descuidando el amor al prójimo en lo concreto de cada momento. Nos convendría mucho detenernos en pasajes tan claros como este, donde el amor es el verdadero sentido de la vida cristiana para no enredarnos o enfrascarnos en normas, preceptos y cultos que solo ponen cargas pesadas a las personas sin favorecer la vida y la liberación de toda dificultad. El amor al prójimo siempre será el testimonio creíble del Dios a quien decimos amar y el amor a Dios es imposible tenerlo sin concretarlo en el prójimo a quien podemos ver, como dice la primera carta de Juan. Solo estas actitudes harán que Jesús pueda decir de nosotros que no estamos lejos del reino de Dios. Y, definitivamente, allí es donde queremos estar.

martes, 29 de octubre de 2024

 

Finalizado el Sínodo de la sinodalidad ¿qué queda?

Olga Consuelo Vélez

El sínodo ha sido un largo proceso que generó muchas expectativas, sobre todo en la fase de escucha y en algunos de los documentos que fueron publicados a lo largo del proceso, porque se plantearon muchos temas que se esperaba fueran respondidos con audacia y profetismo. Pero las expectativas fueron descendiendo y el Documento Final aprobado por la Asamblea sinodal -documento avalado por el Papa Francisco quien no hará una Exhortación sobre el sínodo-, deja la sensación de una Iglesia que camina muy lento y, tal vez por eso, muchas veces llega tarde al devenir de la historia.

En términos generales, es un Documento que señala cambios necesarios para conseguir una iglesia sinodal. Invita a hacerlos, fundamenta razones para ello, convoca a ponerlos en práctica, pero nada garantiza que se implementen. De hecho, a lo largo del proceso, no se logró convocar a muchas iglesias locales. No será fácil que ahora presten demasiada atención a este Documento. Pero señalemos, a modo de síntesis (especialmente para aquellos que no tendrán animo de leer 155 numerales), las afirmaciones más significativas (colocaré entre paréntesis el numeral correspondiente).

El Documento consta de una Introducción, cinco partes y una conclusión. La Introducción recuerda la conexión de este sínodo con Vaticano II: es una forma de ponerlo en práctica y de relanzar su fuerza profética para el mundo de hoy (n. 5). Para esto se necesita una profunda transformación de las mentalidades, actitudes y estructuras eclesiales y una superación de las resistencias al cambio (n. 14). Además, es preciso, una Iglesia que permanezca en estado de escucha del Espíritu y en conversión constante (n. 15).

En la primera parte “El corazón de la sinodalidad” se reafirma el lugar preferencial que ocupan los pobres en el corazón de Dios y cómo esta opción por ellos está implícita en la fe cristológica. La Iglesia está llamada a ser el hogar de los pobres y ha de asociarlos a sus opciones apostólicas y de evangelización (n. 19).

Continúa presentando los fundamentos de la sinodalidad: la misma dignidad bautismal en la variedad de vocaciones, carismas y ministerios, formando un solo cuerpo y llamados a caminar juntos (n. 21) y se señalan algunas de sus características:

-        camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera, más capaz de caminar con cada hombre y mujer irradiando la luz de Cristo (n. 28)

-        no es un fin en sí misma, sino que ha de estar al servicio de la misión que Cristo le ha confiado a su Iglesia (n. 32)

-        implica también a los que ejercen la autoridad (la jerarquía) a la conversión y a la reforma (n. 33)

-        se precisa valorar los contextos, las culturas y las diversidades (n. 40) y establecer la amistad, la paz, la armonía con personas con experiencias morales y espirituales distintas (n. 41).

En otras palabras, la iglesia sinodal es como una orquesta con variedad de instrumentos en donde cada uno mantiene sus propios rasgos distintivos, pero todos están al servicio de la misión común (n. 42). Supone también una espiritualidad sinodal caracterizada por la oración abierta a la participación, al discernimiento vivido en comunidad y a la energía misionera volcada en el servicio (n. 44).

Refiriéndose a situaciones más particulares, el documento expresa, cómo en todas las etapas del proceso sinodal, resonó la necesidad de sanación, reconciliación y reconstrucción de la confianza dentro de la Iglesia, en particular por los escándalos de abusos. Reconocer esa realidad profunda se convierte en un deber sagrado que nos permite reconocer los errores y reconstruir la confianza (n. 46). Esta reconciliación también ha de hacerse con la creación (n. 48).

La segunda parte “la conversión de las relaciones” muestra la urgencia de una verdadera conversión en las relaciones, no como una herramienta para mayor eficacia organizativa, sino para traslucir la gracia de Cristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo (n. 50). Las relaciones hombre y mujer exigen la igual dignidad y reciprocidad entre los dos sexos, conscientes del recurrente dolor y sufrimiento que han sufrido las mujeres de todas las regiones y continentes, tanto laicas como consagradas revelados durante el proceso sinodal (n. 52). Además de las desigualdades entre varones y mujeres se hace referencia al racismo, división de castas, discriminación de las personas con discapacidad, violación de los derechos de las familias, falta de voluntad para acoger a los migrantes como situaciones que exigen otro tipo de relaciones y, por supuesto, la falta de relación con la tierra que amenaza la vida del planeta (n. 54). Con respecto a la mujer, se reconocen los obstáculos que las mujeres siguen teniendo para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de su lugar en los ámbitos de la Iglesia. Se pide la aplicación de todas las oportunidades ya previstas en la legislación vigente en relación con el papel de la mujer, especialmente en los lugares donde aún no se ha explorado. Sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal y se recomienda mayor atención al lenguaje, a las imágenes utilizadas en la predicación, la enseñanza, la catequesis y en la redacción de los documentos oficiales de la Iglesia (n. 60).

En este ámbito de las relaciones se pide, también, mayor atención a los niños (n. 61), a los jóvenes (n. 62), a la promoción de más formas de ministerios laicales, no sólo para el ámbito litúrgico (n. 66) y al reconocimiento de la labor de los teólogos y las teólogas (n. 67). Refiriéndose a la labor del obispo se recuerda que ha de prestar un servicio en, con y para la comunidad. Por eso la asamblea sinodal desea que el Pueblo de Dios tenga más voz en la elección de los obispos (n. 70). Se invita a obispos, presbíteros y diáconos a redescubrir la corresponsabilidad en el ejercicio del ministerio con la colaboración de los demás miembros del Pueblo de Dios. Todo esto ayudará a combatir el clericalismo (n. 74). Conviene favorecer los ministerios instituidos (lectorado, acolitado y catequista) (n. 75) como los no instituidos pero que se ejercen con estabilidad por mandato de la autoridad competente. Teniendo en cuenta las necesidades locales, se pide considerar la posibilidad de ampliar y estabilizar el ejercicio ministerial por parte de los fieles laicos (n. 76). Con respecto al laicado se explicitan diversas formas de participación en los que deben estar presentes para la vivencia de una iglesia sinodal (n. 77).

La tercera parte “conversión de procesos”, pide implementar la toma de decisiones más sinodales, el compromiso de rendir cuentas y de evaluar los resultados (n. 79) Todo esto implica discernimiento eclesial (n. 82) para el cual la escucha de la Palabra de Dios es punto de partida fundamental (n. 83). Se presentan las etapas del discernimiento eclesial (n.84) y se recuerda que la competencia decisoria del Obispo, del colegio episcopal y del Obispo de Roma, no es incondicional porque no se puede ignorar la consulta al pueblo de Dios. Se pide incluso revisar la legislación canónica de manera que “voto consultivo” no signifique no tomarlo en cuenta en la decisión final (n. 92). Junto a los procesos de decisión, se señala la importancia de la rendición de cuentas y la evaluación como garantía de transparencia propia de los criterios evangélicos (n. 95). En este mismo sentido, los órganos de participación que hacen posible la iglesia sinodal han de ser de carácter obligatorio, adaptándolos a los diferentes contextos locales (n. 104).

La cuarta parte “conversión de los vínculos” invita a ampliar el espacio del corazón para acoger a las personas que no están en la misma sintonía (n. 110). Se reconocen los profundos cambios socioculturales de la actualidad, debidos a la urbanización (n. 111), la movilidad humana (n. 112) y la difusión de la cultura digital (n. 113), todos ellos exigiendo la resignificación de la dimensión local y la búsqueda de otras formas organizativas para servir mejor (n. 114). La Iglesia, a nivel local y en su unidad católica, se propone como una red de relaciones a través de la cual circula y se promueve la profecía de la cultura del encuentro, de la justicia social, de la inclusión de los grupos marginados, de la fraternidad entre los pueblos, del cuidado de la casa común (n. 121). El modelo de iglesia sinodal permite a las iglesias moverse a ritmos diferentes, siendo expresión de una diversidad legítima y como una oportunidad para intercambiar dones y enriquecerse mutuamente. Este horizonte común requiere discernir, identificar y promover estructuras y prácticas concretas para ser una iglesia sinodal en misión (124). Se propone que el discernimiento pueda incluir, en formas adaptadas a la diversidad de los contextos, espacios de escucha y diálogo con los otros cristianos, representantes de otras religiones, instituciones públicas, organizaciones de la sociedad civil y la sociedad en general (n. 127). Se propone una saludable descentralización y una efectiva inculturación de la fe reconociendo el papel de las Conferencias Episcopales y de los concilios particulares, tanto provinciales como plenarios (n. 129). También para que el ministerio petrino se ejerza en forma sinodal es necesario descentralizarlo y para eso se puede identificar lo que ha de reservarse al Papa y lo que puede ser decidido por los Obispos en sus iglesias (n. 134). La sinodalidad también ha de transformar la curia romana, el ejercicio de los representantes pontificios y las visitas ad limina (n. 135). El sínodo de los obispos, conservando su naturaleza episcopal, ha visto y podrá ver en el futuro en la participación de otros miembros del pueblo de Dios la forma en que está llamado a ejercer su autoridad en una iglesia sinodal (n. 136).

La quinta y última parte “formar un pueblo de discípulos misioneros” señala la importancia de la formación para la práctica de la sinodalidad (n. 141). Se precisa una formación integral, continua y compartida (n. 143), especialmente en la catequesis (n.145). Además, ha de dejarse enriquecer de la dimensión ecuménica (n. 147). En este sentido, es muy importante la formación de los presbíteros, con presencia femenina, y con perspectiva sinodal y la formación de los Obispos para que ejerzan su autoridad con un estilo sinodal (n. 148). Los procesos formativos han de incluir la Doctrina social de la Iglesia, el compromiso por la paz y la justicia, el cuidado de la casa común y el diálogo intercultural e interreligioso para que la acción de los discípulos misioneros incida en la construcción de un mundo más justo y fraterno (n. 151).

El documento final concluye con la imagen del banquete escatológico que ha comenzado en el esfuerzo sinodal de una profecía social, inspirando nuevos caminos para la política, la economía, colaborando con todos los que creen en la fraternidad y la paz en un intercambio de dones con el mundo (n. 153) y pidiendo a María con el título de Odighitria (aquella que indica y guía el camino) para que así como ayudó a la iglesia naciente a abrirse a la novedad de Pentecostés, nos enseñe a ser un pueblo de discípulos misioneros que caminan juntos: una iglesia sinodal (n. 155).

Hasta aquí esta síntesis que creo puede ayudar a muchos a conocer el contenido de todo el Documento final de la Asamblea. Y, entonces nos preguntamos: ¿qué queda de este sínodo de la sinodalidad? Considero que todo lo expresado en el Documento final invita a ponerse en camino para hacerlo realidad. De la recepción de todas estas buenas intenciones dependerá la reforma de la Iglesia, propuesta de Francisco desde el inicio de su pontificado. Vale la pena empeñarse en ello, aunque costará mucho conseguirlo.

Reconociendo todo lo anterior como positivo, también hay que decir que el Documento final quedó en deuda con tantos temas que van de la mano de la sinodalidad. Extraña que no haya ni una referencia a los pueblos originarios ni a los afrodescendientes. Tampoco nada sobre la población LGTBIQ+ y a muchas otras cuestiones que salieron en la fase de escucha. Por otra parte, el hecho de que no se haya cerrado la puerta para el diaconado femenino, con lo cual se muestra que la presión fue fuerte y pese a la insistencia de dejarlo de lado, permaneció en el documento, es una lástima que la bonita expresión que el mismo documento emplea refiriéndose a las mujeres “lo que viene del Espíritu Santo no debe detenerse” (n. 60) no la pongan en práctica y, por el contrario, se afiancen más en su poder patriarcal. Confiamos que la fuerza del Espíritu abra más puertas en este y en otros aspectos para hacer realidad una Iglesia sinodal.

Ha quedado, por tanto, la misma realización de un sínodo con “voz y voto” del laicado, un documento fruto de todo el Pueblo de Dios y el trabajo en el que seguiremos empeñados, algunos en la Iglesia, para no dejar que lo que viene del Espíritu lo detengan.

jueves, 24 de octubre de 2024

 

Que “podamos ver” para vivir un verdadero discipulado

Comentario al evangelio del domingo XXX del Tiempo Ordinario 27-10-2024

 

Olga Consuelo Vélez

 

Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego estaba sentado junto al camino. Al enterare de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí! Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: Llámenlo. Llaman al ciego, diciéndole: ¡Ánimo, levántate! Te llama. Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús dirigiéndose a él, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le dijo: Rabbuni, ¡que vea! Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.  (Mc 10, 46-52).

 

El evangelio del domingo pasado nos presentaba a Santiago y Juan quienes no habían entendido la pasión de Jesús y le estaban pidiendo sentarse a su derecha y a su izquierda. En este domingo vemos otro personaje, el mendigo ciego Timeo o Bartimeo, que parece entender mejor a Jesús y emprende un auténtico camino del discipulado. El texto nos presenta a Jesús de camino a Jerusalén, pero deteniéndose en Jericó. Y allí es donde Bartimeo está sentado junto al camino y al enterarse que pasa Jesús, lo reconoce como Hijo de David y le pide compasión para su situación. No le va a pedir cosas materiales, lo cual sería propio de su situación de mendicidad, sino algo esencial para su vida: el poder ver. Y aunque la multitud le increpaba para que se callara, consigue la atención de Jesús quien lo manda llamar. Si el domingo hace 15 días nos mostraba un hombre rico que se va triste ante la respuesta que le da Jesús sobre cómo ganar la vida eterna, en este pasaje el ciego no duda en levantarse y despojarse de lo único que tiene -arroja el manto- y rápidamente va donde Jesús. De alguna manera, comienza un seguimiento que, explícitamente al final del texto, se dirá que fue la consecuencia de su encuentro con Él.

Ahora bien, Jesús le pregunta qué quiere que haga por él y el ciego tiene muy clara su petición: ¡que vea! Y Jesús realiza el milagro añadiendo que es la fe del mismo mendigo ciego, la que lo ha salvado. Al instante recobra la vista y aunque Jesús le dice que se vaya con el milagro conseguido, Bartimeo comienza a seguirle por el camino.

Timeo (Bartimeo) se presenta, entonces, como modelo de discipulado que no teme subir con Jesús a Jerusalén donde su muerte es evidente y donde sus discípulos se dispersarán por temor a correr la misma suerte del maestro.

A la luz de este texto, y de los de los domingos anteriores, podemos preguntarnos por el discipulado que vivimos en el aquí y ahora de nuestro tiempo. Sería importante entender los caminos que hoy Jesús recorrería y de qué manera viviría la audacia, el profetismo y el compromiso que supo vivir en su tiempo histórico. Pero tal vez hace falta pedirle a Jesús que nos libre de las cegueras del miedo, de la prudencia, del temor a perder oportunidades, o de tantas otras actitudes que no nos dejan seguirlo por sus mismos caminos. Recuperar la vista al estilo de Bartimeo nos ayudaría a dar testimonio de un seguimiento más fiel a los valores del reino, como tantas veces lo hemos dicho en estos comentarios a los evangelios de los domingos precedentes.