¡Ha resucitado! ¿Cómo
entender esa experiencia hoy?
Olga Consuelo Vélez
La semana santa termina con la Vigilia
Pascual, en la que celebramos el “paso” de la muerte a la vida, del fracaso al
triunfo, de la tristeza a la alegría, de la guerra a la paz. En otras palabras,
es un canto de esperanza activa porque, una vez más, los cristianos, no nos
resignamos con que las cosas sigan mal, sino que redoblamos el esfuerzo para
seguir trabajando por transformarlas.
Pero ¿esto ocurre en la vida
real? Fuera de la celebración litúrgica ¿hay muestras, señales, indicios de que
esta celebración abre caminos de transformación? Seguramente en la vivencia de
muchas personas esto se da, pero en otras no sucede absolutamente nada. Podrían
señalarse varias causas, pero intentemos centrarnos en la forma cómo se entiende
(o no se entiende) la experiencia de resurrección, lo cual podría ayudarnos a
proclamar “ha resucitado”, sacando más consecuencias para nuestra vida.
Partamos de una premisa fundamental.
Pretender entender la resurrección del Señor “es mucha pretensión”. La vida de
fe, es eso, “vida de fe”, con lo cual no tenemos todas las respuestas y mucho
menos todas las explicaciones. Pero, como al mismo tiempo, somos llamados “a
dar razón de nuestra fe” (1 Pe 3,15), la teología nos brinda una manera “razonable”
de explicar la fe, aclarando, iluminando, dando sentido a la fe que vivimos.
La resurrección es una experiencia
real (no demostrable) que tuvieron los discípulos/as, experiencia que transformó
sus vidas porque del desánimo y el miedo pasaron a seguir anunciando la buena
noticia que había traído Jesús. Pero, lo que nos cuentan los evangelios sobre
esa experiencia, está mediado por los géneros literarios que utilizan para
ello. Un primer género literario es “la tumba vacía”. Es decir, no sabemos si el
cuerpo estaba en la tumba o no estaba, sabemos que ellos entendieron que a Jesús
no había que buscarlo entre los muertos porque Él estaba vivo. Otro género
literario es el de las “apariciones”. En ellas nos cuentan como Jesús atraviesa
las puertas cerradas, es decir, contra todo pronóstico de que ellos tuvieran el
coraje de seguir ese camino, la presencia de Jesús se impone y les empuja a salir
de nuevo. El hecho de comer con Él, de querer ver las heridas de las manos, etc.,
es una forma de mostrar la continuidad entre el Jesús con quien habían compartido
la vida y el resucitado, cuyo espíritu los anima y fortalece para seguir en ese
mismo camino. De alguna manera, experimentan que el compromiso vivido por Jesús
en su vida histórica es el mismo que ellos han de seguir en el tiempo que
continua. Ya no van a anunciar el reino de Dios -como lo hizo Jesús- sino a
Jesús mismo quien, con sus palabras y obras, lo encarnó, lo anunció, lo hizo
presente. No tenemos muchos más datos de esa experiencia fundante. Tenemos el
hecho histórico de la transmisión de la Buena Noticia -del reino de Dios hecho presencia
viva en Jesús- de generación en generación con la multitud de testigos y
testigas, quienes, viviendo los valores del reino, han abierto caminos de vida,
de justicia, de paz, en otras palabras, de transformación de la realidad para
garantizar la vida “en abundancia” (Jn 10, 10) para todos y todas.
Por lo tanto, no sé si en la
vigilia pascual se sientan muchas emociones. No sé si con tanta “Feliz Pascua” que
damos en este día, tengamos un ambiente alegre y festivo, animador para nuestra
vida. No sé si con tanta liturgia, retiros, oraciones, celebraciones que se
hacen en estos días hayamos avivado el espíritu de recogimiento y oración. Todo
lo que nos sirva ¡bienvenido sea! Pero lo que no debería faltar es revisarnos a
la luz de la vida de Jesús, buscando entenderlo mejor para que su resurrección se
haga presente a través de nuestras vidas y muchas personas puedan creer en Él. Solo
trabajando por un mundo más justo y en paz la resurrección de Jesús seguirá
dando frutos. Y mucho depende de qué entendamos nosotros y, cómo eso que
entendemos, lo pongamos en práctica.
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