martes, 23 de septiembre de 2025

 

Los bienes eternos dependerán de nuestro compromiso con los pobres

Comentario al domingo XXVI del TO 28-09-2025

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. Pero Abrahán le dijo: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y ustedes se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia ustedes no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros. Él dijo: Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento. Abrahán le dice: Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. Pero él le dijo: No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán, ni, aunque resucite un muerto (Lc 16, 19-31)


(Disculpen que hay un error al início del video, pero lo que sigue a continuación si corresponde al evangelio de hoy)

El domingo pasado terminamos nuestra reflexión haciendo referencia a la parábola que el evangelio de hoy nos trae. Jesús enseña con parábolas y, en esta ocasión, dirigiéndose a los fariseos, les habla del hombre rico y de Lázaro, personajes que conviene presentar como lo hace la parábola. El hombre rico no tiene nombre (aunque por algunos manuscritos apócrifos se le ha dado el nombre de Epulón), goza de muchos bienes y banquetea todos los días; no dice que haya obtenido su riqueza de manera injusta, pero no parece haber visto nunca a Lázaro quien, según el relato, siempre estaba a su puerta. Por su parte, el pobre tiene nombre -Lázaro-, nombre que significa “Dios te ayuda” y está en las peores condiciones ya que hasta los perros lamen sus llagas. Tampoco nos dice que Lázaro sea bueno, simplemente que es pobre. Después de presentar a los personajes, Jesús continúa relatando la suerte de cada uno después de su muerte. Lázaro está en el seno de Abraham siendo consolado, mientras que el rico está siendo atormentado. Es entonces cuando el hombre rico le pide a Abraham que mandé a Lázaro a refrescarle con una gota de agua, pero la respuesta de Abraham es que “recuerde” que él ya recibió bienes en la vida y Lázaro no. El término “recordar” es muy diciente para el pueblo de Israel. Constantemente se pide que el pueblo “recuerde” o “no olvide” que Dios los sacó de Egipto. El relato continúa con la nueva petición del hombre rico de que mande a Lázaro a avisar a sus hermanos para que no corran su misma suerte. Abraham le responde que ya tienen “a Moisés y a los profetas”, es decir, todo el Antiguo Testamento, pero son incapaces de escucharlo.

El mensaje es muy claro, como ya lo hemos comentado en otros textos. El criterio definitivo e importante para participar de los bienes eternos es el compromiso con la vida de todas las personas, el trabajar por garantizar la justicia social, el no acaparar para sí sino compartir para que nadie pase necesidad. Hay demasiadas urgencias en nuestras puertas, pero pasamos de largo. Demasiadas injusticias y no nos interesan porque no nos afectan. Y muchos cristianos siguen empeñados en poner el énfasis en el rito y la norma y no se fijan en lo realmente importante: la vida de todas las personas, comenzando por los más pobres.

Es llamativo pensar que tantas veces se toma las palabras de la Sagrada Escritura el pie de la letra (casi siempre para reforzar ritos y normas) y estos pasajes que hablan de la riqueza, de la injusticia, de la fraternidad/sororidad, se relativizan, se “domestican” para no acoger lo central del evangelio: si no se trabaja por la justicia social y la vida para todos, no nos sentaremos en la mesa del Reino. El prójimo es el criterio definitivo para la salvación, de lo contrario, bien ciertas serán estas palabras: “Ay de ustedes los ricos porque ya recibieron su consuelo” (Lc 6, 24).

viernes, 19 de septiembre de 2025

Lo que llevo en el corazón de mi viaje a India

Olga Consuelo Vélez

 





Todo comienza y todo llega a su final. Mi estadía en India finalizó porque solo dan, máximo, tres meses de visa de turista. Se podría sacar visa de estudio o de trabajo, pero requiere muchas condiciones que no son posibles en mi situación particular.  Por esto quiero compartir unas últimas palabras de la experiencia vivida allí.

Mi anterior escrito fue valorado por mucha gente, lo cual agradezco, pero, algunas personas se molestaron por haber señalado aspectos negativos de este país. Siento que así haya sido, mi intención no era hablar mal del país, sino contar lo que me había impactado o costado. Esta es de nuevo, mi intención, en esta última reflexión sobre mi experiencia de lo vivido en India, con lo cual, pido excusas de antemano por todo lo que pueda decir que solo responde a mi visión parcial, limitada, ignorante, pequeña, de lo que seguramente es esta realidad.

Quiero compartir lo que me llevo en el corazón. Lo más importante, el ser de las personas con las que he tenido más cercanía. Me parece que son personas “muy buenas”. Me queda la experiencia de verlas trabajando, sirviendo, insertas en el día a día con dedicación, generosidad, delicadeza. También, agradezco mucho su acogida, comprensión, disponibilidad para ayudarme en todo lo que necesité.

Me llevo la generosidad de las personas con las que conviví en la casa. Su fe, su convicción personal y la particularidad de cada una que fui descubriendo a lo largo de la convivencia y, con la que fui conectando, en la medida de las posibilidades. Podría decirse que me llevo lo “propio” de cada una de ellas, eso que poco a poco, se fue develando, creando lazos de entendimiento mutuo, de cierta “complicidad”, de “confianza”, de relación interpersonal que hace que las personas comiencen a formar parte de tu vida y sean importantes para ti, deseando que las relaciones puedan continuar con el paso del tiempo, aunque sea a la distancia.

Me llevo la riqueza de la pluralidad cultural y religiosa. Tantos lenguajes distintos, tantas religiones, tantos rostros, tantos colores, tanta historia, tantos monumentos arqueológicos, tantos templos, tanta naturaleza diversa, tantos sonidos, tantos olores, tantas especies y condimentos, tantos mercados, en otras palabras, tanta diversidad. Y en ese arco iris de diferencias, la capacidad de convivir, de respetarse, de compartir espacios, por ejemplo, las escuelas, universidades y trabajos en los que toda esa diversidad convive, sin exclusiones, ni señalamientos.

Me llevo la riqueza de lo que hemos llamado, en Latinoamérica, “dar desde la pobreza”. Existen muchos proyectos sociales: escuelas infantiles, refuerzo escolar, escuela para niños y niñas con dificultades de aprendizaje, proyectos con mujeres, etc. Estos proyectos cuentan, muchas veces, con muy pocos recursos económicos, pero con la generosidad inmensa de la gente, o bien de manera voluntaria sin ningún pago, o recibiendo un pago muy pequeño, contando con que estas últimas personas también son necesitadas, pero su generosidad es desbordante. Cabe decir que vi muchas personas dando limosna, mostrando la convicción de hacerlo como compromiso y no simplemente por quitarse de encima a la persona que pide, como a veces se hace en mi país.

Me llevo el impacto de tantas cosas distintas. El conducir por la derecha, hizo que yo no lograra acertar en dar el paso correcto cuando otra persona venía de frente. El no encontrar fácilmente un cuchillo porque aquí se come con cuchara y tenedor y no hace falta tener demasiados. El barrer con escobas pequeñas porque así son aquí. El no tener separación entre el sanitario y la ducha (o mejor el balde con el cubo, que es lo más corriente), con lo cual el piso del baño está, casi siempre, mojado. El no poder entender ni una sola palabra de lo que hablan por la calle porque todo el mundo se expresa en sus lenguas locales, muchas personas no saben inglés o lo dejan para espacios formales o para responder cuando se les pregunta en esa lengua, pero prima la lengua local. Como ya dije en mi anterior escrito, el ruido del tráfico, de las bocinas y de los cuervos me parece demasiado fuerte. Aunque la gente de aquí lo vive con tranquilidad, creo que, algún efecto auditivo debe provocar, aunque no se le dé importancia.

Me llevo, como también lo señalé en mi escrito anterior, el dolor de tanta pobreza. Y no porque no la haya visto en mi país y en otros países, sino porque estoy aquí y la vi, día tras día, en demasiada gente en las calles que caminé, una y otra vez, muchas veces, durante todo este tiempo. No debería existir esa pobreza en nuestro mundo. No es humano que no haya donde dormir resguardados. No es posible que una vida transcurra con tantísima precariedad. Que se coma de la basura, no se tenga agua, no se cuente con los derechos básicos que hacen posible la dignidad humana. Pero así es, en tantas partes, y cuando te rodea tan de cerca, se toma mucha más consciencia de la injusticia estructural de nuestro mundo.

Nunca me he preocupado demasiado por los animales, pero aquí, me dolió ver tanto perro en tan malas condiciones, lo mismo que mucho gato, peleando por un pequeño trozo de comida, lo mismo que vacas y caballos en una delgadez extrema. No falta quien saca huesos o arroz o algo de comida y la deja en la calle para que los animales se alimenten, pero no es suficiente. Eso sí, fue una bonita experiencia poder subirme a un elefante y estar muy cerca de ellos, aunque si se reflexiona más a fondo, ese turismo con animales, tiene una parte de explotación que no siempre es adecuado, no solo aquí sino en tantos lugares donde los animales salvajes forman parte de las atracciones turísticas.

Me llevo, especialmente, las “largas” conversaciones con la persona que me ayudó a mejorar el inglés, una mujer adulta, encantadora, con una mente abierta, reflexiva, critica, llena de generosidad y receptividad frente a todas mis preguntas sobre la cultura, todas mis dudas y extrañezas. Además, ella siempre estuvo deseosa de escuchar mi teología bastante “revolucionaria”, frente a su propia experiencia de mujer muy creyente, pero en un contexto más tradicional. Fue tan receptiva de todo lo que le compartí, que creo pude realizar un diálogo intercultural y teológico con ella.

Pero, al mismo tiempo, me llevo la dificultad del diálogo intercultural, porque se necesita mucha apertura, de lado y lado, para dejarse interpelar por los otros y que todas las culturas sean capaces de cambiar, de crecer, de renovarse, al ritmo de los tiempos que siempre nos exige nuevos horizontes. Me parece que todos tenemos tan arraigadas las propias cosmovisiones y tradiciones que es muy difícil la apertura, la aceptación e incluso la transformación de lo propio. Es muy fácil escribir y pensar sobre el diálogo intercultural pero muy difícil realizarlo.

Me llevo las conversaciones con algunas jóvenes, porque me representaron a la juventud inquieta y disconforme con muchas situaciones de su ciudad y, especialmente, de la situación de la mujer. A mí, que me encanta pensar en cambios y novedades, sus inquietudes y su forma de ser me conectaron con esa parte de la juventud rebelde y atrevida. En este mismo sentido, me encantó asistir a un concurso de jóvenes en Mumbai, realizando bailes “urbanos”. La globalización llega a muchos sitios, aunque en algunos países se nota más que en otros. No faltó un pequeño diálogo con una joven musulmana, totalmente convencida de la visión de la mujer como un “diamante” que es muy valioso y por eso se ha de cubrir al salir a la calle y, de esa manera preservarse para su esposo. Muy abierta para que yo le preguntara y comentará mi percepción, pero totalmente convencida de ese relato. En este mismo sentido me impresionó ver a otra joven musulmana, en un restaurante, en el que se quitó el “niqab” (el velo con el que cubren el rostro) para comer, pero no movió la cabeza hacia ningún lado, ni una sola vez. Su cabeza permaneció agachada, mirando el plato y, tan pronto terminó, volvió a usar el velo. A su lado estaba su marido y otro varón (tal vez el padre de su marido) y su pequeño hijo, los cuales hablaban y se expresaban libremente. Esta realidad musulmana es bien compleja, se sabe que las mujeres expresan con su vestimenta la identidad musulmana, perseguida en tantos contextos, pero que también, limita demasiado la libertad de las mujeres, desde mi punto de vista.

Muchas otras experiencias me llevo en el corazón y con el paso del tiempo irán saliendo más. Pero, lo importante ahora, es agradecer este tiempo vivido aquí, la riqueza que he tenido de conocer nuevas realidades y la toma de conciencia sobre las propias limitaciones y posibilidades en una situación distinta. No sabía, cuando vine aquí, si podría regresar. Poder, siempre se puede, pero por las propias limitaciones y por las posibilidades reales de poder realizar alguna tarea significativa, me parece que es inviable pensar en un pronto regreso. Eso sí, esta experiencia marcara profundamente mi vida y estoy, muy agradecida, por todo lo recibido. ¡Gracias India! y gracias a todos los rostros concretos que llevo en el corazón, unos con nombre, otros solo vistos muchas veces en la misma calle o tienda, pero que hicieron posible mis días en ese país rico y exuberante, lleno de contrastes y con inmensos desafíos.

lunes, 15 de septiembre de 2025

 

Ganar a los pobres como amigos para entrar a las moradas eternas

Comentario al domingo XXV del TO 21-09-2025

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando. El administrador se puso a decir para sí: ¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa, Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Este respondió: Cien barriles de aceite. Él le dijo: Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Él contestó: Cien fanegas de trigo. Le dijo: Aquí está tu recibo, escribe ochenta. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo les digo: gánense amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno, lo de ustedes ¿quién se los dará?  Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero. (Lc 16, 1-13).

Este evangelio desconcierta porque cuesta trabajo entender cómo el hombre rico alaba a su administrador por engañarlo, rebajando la deuda de los prestamistas. Por esto, es necesario entender el género parábola ya que su objetivo es transmitir una enseñanza, con la que se interpela a los oyentes, valiéndose de recursos que no siempre tienen coherencia o connotación moral, sino que se usan para conseguir el objetivo que se propone. En este caso, el objetivo de la parábola es alabar la “astucia” y, en ningún momento, invitar a la deshonestidad del mayordomo.



Efectivamente, este administrador actúo con mucha astucia porque supo encontrar una salida a la situación que le esperaba cuando fuera despedido de su trabajo. Notemos que el texto dice que al administrador le da vergüenza mendigar. Eso nos remite a la importancia que tiene el “honor” para las sociedades mediterráneas. El administrador no solo está procurando su sustento, sino también cuidando su honor porque es un valor cultural que marca la vida de aquellas gentes.

La parábola termina con la alabanza del amo a su administrador por su astucia y Jesús continua su enseñanza a los discípulos, recordándoles la sagacidad de los hijos de las tinieblas, frente a la de los hijos de la luz. Convendría tomar en serio estas palabras para no ser cristianos ingenuos, sin conciencia crítica, incapaces de considerar las realidades como ellas son, asumiendo el conflicto que supone, etc. Muchas veces en aras de no romper la comunión se acepta cualquier cosa desvirtuando el evangelio o, en el momento actual, en aras de tener más jóvenes en nuestras iglesias, se acepta la presencia de grupos ultraconservadores que no contribuyen a mostrar la frescura y actualidad de la buena nueva.

El texto continúa hablando de la necesidad de ganar amigos con el dinero de inequidad y señala que no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero. El dinero o las riquezas, tema típico de Lucas, causa la perdición en muchos sentidos. Solo tiene sentido si se utiliza para ganar amigos que nos reciban en las moradas eternas. Estos amigos son los pobres y, en la medida, que el dinero se pone al servicio de la fraternidad/sororidad, se evita la exclusión y la injusticia social, impedimentos para entrar al reino. Recordemos la parábola del hombre rico y de Lázaro (Lc 16, 19-31). Es Lázaro quien está en el seno de Abraham y si el hombre rico le hubiera reconocido mientras estaba a la puerta de su casa, estaría sentado con él en las moradas eternas. En otras palabras, Jesús pide a sus discípulos la astucia para entender cómo los pobres son la puerta de entrada al reino y cómo, solo él amor a ellos, nos abre sus puertas.

martes, 9 de septiembre de 2025

Transformar las cruces de nuestra historia presente

Domingo XXIV de TO 14-09-2025

Exaltación de la Santa Cruz

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 13-17).



Hoy celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, recordando el significado que tiene la cruz para la vida cristiana. Como decía Pablo “nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los griegos” (1 Cor 1, 23). Es decir, el misterio de la cruz marcó la historia de Jesús, pero no debemos olvidar que esta es inseparable de su resurrección, porque “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” (1 Cor 15, 14). Por lo tanto, el valor de la cruz no es por ella misma sino por el amor que surge de ella.

Esto es lo que el evangelio de Juan que hoy consideramos nos muestra. Recordemos que este evangelio es más teológico que los sinópticos, de ahí que su lenguaje sea más conceptual. Juan opone el mundo a Dios, pero no para desvalorizar lo humano sino como signo del pecado, del anti reino, del separase de Dios. Precisamente a ese mundo, Dios le ofrece su Hijo, se lo entrega para que los que no creen, lleguen a creer. La oposición no es entre lo material y lo espiritual sino entre los que tienen fe y los que no la tienen. Dios espera, con su amor ilimitado, llegar a todos aquellos que no creen para darles la vida eterna.

Es muy importante comprender que la cruz es fruto de la fidelidad de Jesús a su misión y, por eso, él sigue anunciando el amor a los últimos, la misericordia con todos, la urgencia de transformar la realidad, comenzando con los más pobres, aunque eso le lleve al conflicto, la persecución y la muerte. Ante ese hecho, Jesús prefiere entregar su vida a renunciar a la coherencia con lo predica. Y, es en esto, en lo que el amor de Dios se manifiesta en plenitud.

El texto de hoy es la conclusión del diálogo de Jesús con Nicodemo donde este le ha preguntado cómo es posible nacer de nuevo y la respuesta de Jesús va por la línea de nacer no de la carne sino del espíritu. Jesús finaliza este diálogo retomando el texto donde Moisés levante la serpiente en el desierto, diciéndole que así será levantado el Hijo del Hombre para que todos tengan vida eterna. En efecto, la cruz de Cristo nos ha dado la vida y nos invita a ser portadores de esta vida que él nos regala, trabajando por transformar todas las cruces de nuestro presente.

 

miércoles, 3 de septiembre de 2025

 

La radicalidad del discipulado es para todos y todas

Domingo XXIII del TO 7-09-2025

 

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío (Lc 14, 25-33).



El evangelio de hoy se refiere a la llamada al discipulado y las implicaciones que tiene. Pero tengamos en cuenta lo siguiente. Tradicionalmente, hablar de discipulado era referirse a la vida consagrada o ministerial. En la actualidad hemos entendido que todo cristiano, por su bautismo, está llamado al seguimiento de Jesús, al discipulado. Precisamente, en la Conferencia de Aparecida, celebrada en 2007, ese fue el lema: “Todos discípulos/as misioneros/as” y, con el sínodo de la sinodalidad, se ha seguido impulsado la llamada a la vida cristiana como una vocación que se ofrece a todos y cada uno responde desde su estilo particular de vida, pero, con la misma radicalidad.

En este sentido, el texto de Lucas, comienza diciendo que mucha gente seguía a Jesús y él se dirigió a ellos para proponerles este discipulado. Aquí también conviene hacer una aclaración. No se han de tomar las afirmaciones de Jesús de manera literal, aunque así se han tomado en el contexto de la vida religiosa y, por muchos años, la separación de la familia era total, ni se iba al funeral de los padres y, todavía algunas comunidades, lo viven así. Respetable como cada grupo lo quiera vivir, pero centrándonos en el evangelio, el énfasis no está en las palabras literales sino en la absolutez del reino frente a todo lo demás. Sin duda, la propuesta de Jesús es contracultural, en muchos sentidos y, por eso, resulta difícil de comprender y, por supuesto, de vivir.

Con respecto a la familia no es tanto dejarla o no, sino entender que la familia del reino no se basa en los lazos de sangre sino en la comunidad que se forma con el seguimiento de Jesús. Algo parecido habría que decir de la cruz. No significa que el seguimiento suponga sacrificios y mortificaciones creyendo que esa es la cruz que Jesús nos pide. Cargar la cruz de Jesús es saber que la fidelidad a los valores del reino, trae conflicto y persecución y, quien sigue a Jesús, está abocado a vivir esa misma cruz.

El discipulado implica a toda la persona y Jesús lo plantea con claridad. Por eso pone dos ejemplos: un hombre que quiere construir una torre y ha de calcular si puede terminarla y el rey que va a emprender una batalla y ha de saber si cuanta con el ejército suficiente para ganarla. Así, hemos de tomar conciencia de nuestras propias fuerzas para vivir el discipulado. Este implica a toda la persona y supone correr la misma suerte de Jesús. Por esto conviene preguntarnos: ¿estamos dispuestos a ello? El evangelio concluye con la llamada a renunciar a todos los bienes para ser discípulo de Jesús. Ya hemos comentado en otros pasajes bíblicos que las riquezas siempre constituyen un impedimento para el seguimiento porque el centro del reino está en las personas, no en las cosas, en la dignidad humana y no en la cosificación de las relaciones, en el compartir y no en el acaparamiento de todo para sí mismo. Esta fue la vida que intentaron vivir los primeros cristianos y a la que Jesús nos sigue invitando. Que nuestra generosidad nos permita dar una respuesta positiva, sabiendo que el reino siempre será nuestra mejor ganancia.

miércoles, 27 de agosto de 2025

Hacer realidad el banquete del reino

XXII Domingo del Tiempo Ordinario 31-08-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que los convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido». Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos». (Lucas 14, 1.7-14)



El domingo pasado hablábamos de la imagen del banquete como una imagen muy diciente del reino de Dios. Conviene recordar que los banquetes para el pueblo de Israel mostraban la familiaridad con los que son iguales a uno y constituía un “deshonor” sentarse a la mesa con alguien que no fuera de su misma categoría o se considerara pecador. Por eso las cenas que Jesús realiza con pecadores y publicanos son un escándalo para sus contemporáneos. En el evangelio de hoy, Jesús es invitado a comer por uno de los principales fariseos y el texto nos dice que lo espiaban los otros fariseos, tal vez por el significado que las cenas tenían para ellos y la forma contracultural como Jesús se portaba muchas veces. Pero Jesús aprovecha la ocasión para seguirles explicando en qué consiste la buena noticia que él les ofrece, sin que lleguen a entenderlo, como sabemos, por el desenlace de su vida.

Jesús aprovecha lo que está sucediendo en el banquete y les dice una parábola para interpelar a aquellos que estaban escogiendo los primeros puestos: cuando les conviden, no se sienten en los primeros puestos para que no les vayan a pedir que le cedan su puesto a alguien más importante. En tiempos de Jesús, como también en el nuestro, hay banquetes en que se invita a diferentes tipos de personas, pero cada cual ocupa su lugar según el rango de importancia o de cercanía con el que da el banquete. De ahí, el ejemplo de Jesús, de no ocupar los primeros puestos. Pero en este caso no es para preservar la escala de importancia con las que el mundo marca las diferencias sociales. Es para hablar del reino de Dios donde los que creemos menos importantes ocupan los primeros puestos. Para reforzar esta enseñanza, Jesús se dirige al dueño de la casa, proponiéndole que, al hacer un banquete, invite a los que no pueden pagarle. Es decir, le exhorta a comprender la lógica del reino, lejana a las pretensiones de honor e importancia de nuestro mundo. Desde la propuesta de Jesús, lo que cuenta es la igualdad fundamental de todos los hijos e hijas de Dios, todos con derecho a sentarse en la mesa del reino, todos sin sufrir ninguna exclusión y, mucho menos, sin excluir a nadie.

Sería importante preguntarnos si nosotros hemos entendido la lógica del banquete del reino de los cielos. Si nuestra escala de valores responde al amor incondicional de nuestro Dios por todos, sin dejar a nadie por fuera, o funcionamos a partir de honores, poderes, orgullos, vanaglorias de nuestro mundo. La propuesta de una iglesia sinodal sería una ocasión propicia para recuperar esa igualdad fundamental. Sin embargo, el sínodo, como tantas otras realidades eclesiales, no ha logrado una conversión de fondo hacia una iglesia donde quepan todos, hacia una iglesia donde títulos honoríficos y posiciones de poder, sean solo un recuerdo del pasado. Aún el clericalismo sigue vigente y la sinodalidad parece más una utopía. Ojalá que pudiéramos hoy, comprometernos con asumir esta lógica del evangelio tan bellamente expresada en la imagen del banquete. De esa manera nuestra iglesia daría mejor testimonio y la haría más creíble para nuestros contemporáneos.


domingo, 24 de agosto de 2025

 

Compartiendo una experiencia interreligiosa desde la India

Olga Consuelo Vélez

 



Quiero compartir un testimonio personal de mi estadía en Pune (India), donde estoy teniendo la oportunidad de conocer esta realidad, dejándome enriquecer por ella. Y, así ha sido, porque todo lo diferente abre la mirada, cuestiona la propia comprensión y dispone para desprenderse de las convicciones que creemos inamovibles para acoger la multiplicidad de visiones legítimas y, también, verdaderas.

Antes de hablar de la vivencia de fe, no puedo dejar de decir una palabra sobre la realidad. Estoy viviendo en un barrio muy sencillo con todo lo que ello implica. Concretamente, aunque al apartamento donde vivo no le falta ningún servicio básico, el conjunto es de mucha precariedad, de demasiada necesidad. Verdaderamente, India, es un país muy poblado y muy pobre, eso significa que sientes demasiadas personas a tu alrededor y las necesidades están ahí frente a tus ojos. Por ejemplo, el apartamento de al lado de donde vivo, aloja a cuatro matrimonios, con sus respectivos hijos, en un espacio de dos habitaciones (sé que eso también pasa en muchos barrios pobres de nuestros países, pero, en esa ocasión, estoy aquí, viviendo con estos vecinos). Hay tanta basura por las calles que los “cuervos” son infinitos y producen un ruido ensordecedor y casi te los topas cuando caminas. Y, hablando de las calles, prácticamente no hay andenes y, como es tiempo de lluvias, el barro lo cubre todo y caminas con el miedo real de resbalarte fácilmente. Pero un punto álgido es el transporte. Abundan los rickshaws (mototaxis), las motos y los carros (no hay muchos autobuses por la zona en que vivo) y, aunque en algunos lugares hay semáforos, es como si no existieran, además de que casi siempre están dañados. Aquí el transporte va por donde quiere: no hay derecha, ni izquierda, no hay cruces prohibidos, todos hacen lo que quieren, usan el pito continuamente, y como no hay andenes, los peatones tenemos que mantenernos bien alertas para esquivar todos esos medios de transporte y lograr pasar al otro lado. No crean que estoy exagerando en esta experiencia del transporte. Al menos, por donde vivo y, en algunos otros lugares a donde he ido, incluidas otras ciudades (Honavar, Goa, New Delhi, Agra, Jaipur) es así. Añadiendo que, las vacas forman parte del panorama de las calles y también hay que esquivarlas. Las vacas se consideran sagradas, solo que cuando no las pueden mantener, las sueltan y vagan por toda parte. Realmente, todo este panorama callejero me ha impresionado mucho. Pero lo más abrumador es la pobreza. Mucha gente viviendo en la calle, en condiciones inhumanas. Mucho perro y gato callejero y en muy mal estado, sin que falten las ratas que me asustan bastante. Todo lo descrito aquí, no significa que no haya otros lugares muy ricos, con desborde de lujo y oportunidades para algunas porciones de la población.

Ahora bien, lo que, en verdad, quiero compartir es la vivencia religiosa que he podido percibir. La pluralidad de religiones se nota a cada paso. Hay muchas mezquitas musulmanas cerca de donde vivo y cinco veces al día se oye al IMAN haciendo la oración. También hay muchos templos hindúes y la gente entra a hacer sus ofrendas y conseguir las bendiciones de las divinidades. Por parte de los católicos, no hay tantas parroquias, pero tampoco faltan. Los creyentes asisten, casi diariamente, a misa, escuchándose también, desde el lugar donde vivo, los cantos y oraciones de la liturgia, porque en todo lado utilizan micrófonos de largo alcance. Lo más interesante, es que todos conviven, se respetan y se aceptan. Sin embargo, en este país, con mayoría hinduista, las directrices políticas del actual gobierno están restringiendo esta pluralidad de religiones y se prohíbe rotundamente venir aquí en plan de evangelización. Pero, como ya dije, en la vida diaria, conviven tranquilamente y me hace pensar en tantos esfuerzos por establecer el diálogo interreligioso cuando aquí simplemente se vive cotidianamente. Verdaderamente, Dios está presente mucho más allá de nuestras propias creencias y supera muchas cosas que defendemos en la Iglesia como si no hubiera más formas de vivir la relación con la trascendencia. En países como este, es un hecho y nadie lo pone en duda. O vamos a creer que el 80% de la población de la India que es hinduista, ¿no conoce a Dios? ¿no se va a salvar? o ¿viven en el error? Es imposible pensar así y por eso, la vivencia cercana con estas realidades, aumenta el convencimiento de la presencia de Dios de muchas formas y, según las diferentes culturas, y el impulso al bien que Dios suscita en las múltiples religiones.

Como el catolicismo es minoritario (también hay confesiones protestantes) la cohesión de los que asisten a cada parroquia es muy fuerte. Se conocen, comparten una merienda a la salida de la misa y su participación es muy activa y frecuente. Hay una buena vivencia de comunidad.

En general, en medio de todo el caos que describí al principio, hay unos valores evidentes: la sencillez, la austeridad, el respeto hacia lo sagrado, la valoración de la experiencia religiosa, la decisión personal de pertenecer a una religión y vivir los valores que ahí se proclaman, sin imponerlos a nadie y sin juzgar a los demás. Existe un respeto hacia la creación y un delicado servicio hacia los demás.

Lamentablemente, desde mi punto de vista, la situación de la mujer sigue siendo muy limitada. En casi ninguna mezquita musulmana aceptan mujeres y muchas llevan burka, es decir, cubiertas con el vestido negro de cabeza a pies, solo con una ranura para los ojos, aunque algunas ni esa ranura tienen. ¿Cómo ven el exterior? ¡Ni idea! Las hinduistas siguen con la realidad de las castas y, aunque legalmente están abolidas, en el imaginario siguen vigentes, pudiendo aspirar a grandes cosas si eres de las castas altas o resignarte a tu suerte si eres de las bajas. Y, en el catolicismo, aunque en algunos lugares hay más apertura y se busca la igualdad, en muchas zonas, especialmente rurales -la India tiene un 65% de zonas rurales-, el obispo “impone” ciertas normas a las mujeres (usar el velo obligatoriamente) y las excluye de lugares de participación. No pareciera que la “sinodalidad” haya pasado por ahí.

Aunque no he podido acercarme demasiado a otros aspectos de esta parte de India, existe un ambiente cultural y científico muy acentuado, de tal manera que llaman a Pune, la “Oxford” de la India, y también no deja de haber movimientos sociales que buscan transformar la realidad. Espero tener más contacto con estos aspectos, en breve.

Finalmente, me queda la convicción profunda del sentido religioso de los pueblos y de sus múltiples expresiones. De aquí me surge también, una pregunta honda sobre cómo todas las religiones podrían encarnarse o comprometerse más con la realidad y no quedarse, a veces demasiado, solo en la parte de relación personal con Dios o de cumplimiento de ritos y normas. En un país tan religioso como este, no me parece que la fe sea un motor evidente de transformación. Pero, puedo equivocarme. Lo cierto es la urgencia de testimoniar al Dios que se compromete con su creación y cuenta con nosotros para llevarla a feliz término. Sin duda, este tiempo que he vivido aquí, me agrandará la visión de mundo, de fe, de cultura, de religiones.

 

 

 

 

martes, 19 de agosto de 2025

 

Entrar por la “puerta estrecha” del amor incondicional de nuestro Dios para con todos

XXI Domingo del Tiempo Ordinario 24-08-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

 

Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén. Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Esfuércense en entrar por la puerta estrecha, pues les digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedarán fuera y llamaran a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; pero él les dirá: “No sé quiénes son”. Entonces comenzaran a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él les dirá: “No sé de dónde son. Aléjense de mí todos los hacedores de iniquidad”. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero ustedes se verán arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Miren: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos» (
Lucas 13, 22-30)

El evangelio de hoy, siguiendo el estilo de Lucas, sitúa a Jesús enseñando de camino a Jerusalén. Una vez más, como en otros textos que hemos comentado, alguien le hace una pregunta. En este caso, la pregunta es “si son pocos los que se salvan” y Jesús no contesta puntualmente a la pregunta, sino que ofrece una respuesta más amplia. El lenguaje utilizado por Jesús es del género literario apocalíptico, es decir, un lenguaje lleno de imágenes de sufrimiento, dolor y castigo, con lo cual se quiere mostrar las situaciones límite en las que ya no hay más salida.

Las imágenes que utiliza Jesús son las de la puerta estrecha y la de los primeros que serán últimos. Además, pone como ejemplo al amo que al levantase, cerrará la puerta y los que no pasaron por la puerta estrecha, quedarán fuera. De nada servirán los ruegos porque el amo repetirá que no los conoce. Más aún les dictamina su castigo: “llanto y rechinar de dientes” y el ver a los profetas y a otros que vienen de todos los lugares “del norte y del sur, de oriente y de occidente” y se sentarán a la mesa, mientras que ellos serán arrojados fuera. Como vemos es una situación límite en la que se define la suerte definitiva y no tiene marcha atrás.

Es importante señalar que una de las imágenes más utilizadas por Jesús sobre el reino de Dios es la del banquete al que están invitados todos, comenzando por los últimos.  En este pasaje, Jesús juega con esta imagen para mostrar que no es simplemente sentarse a la mesa sino hacer de ella la mesa del reino, acogiendo a todos sin admitir ningún tipo de exclusión. Preguntémonos, entonces, qué tanto hemos entendido la buena noticia del reino y si, en verdad, nos esforzamos por hacerla vida. Podemos creernos buenos cristianos por cumplir ritos o hacer alguna obra de caridad sin que eso signifique haber acogido el amor incondicional de nuestro Dios que nos compromete con el amor incondicional hacia los hermanos. La puerta estrecha seguramente no se refiere a sacrificios externos sino a la vivencia del mismo amor de Dios y es esto lo que hará que muchos que creemos últimos por no practicar ritos externos, sean los primeros por su coherencia definitiva con el amor que, en realidad, es lo definitivo a los ojos de Dios.




martes, 12 de agosto de 2025

 

La paz no es ausencia de conflicto

XX Domingo del Tiempo Ordinario 17-08-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra». (Lucas 12, 49-53)

El reino de Dios es la buena noticia del amor incondicional de Dios a todos, comenzando por los últimos. En primera instancia pensaríamos que es fácil anunciar este mensaje, pero no olvidemos que en los seres humanos también existe la libertad para escoger el egoísmo en lugar del amor, los propios intereses en lugar del bien común. De ahí que Jesús sea muy realista frente a las consecuencias que puede suscitar el mensaje que nos trae. De hecho, los valores del reino confrontan los antivalores que impiden su realización, lo cual suscita la resistencia, el rechazo, la división. Por lo tanto, la misión encomendada es difícil porque supone interpelación y denuncia y esto no es fácil de aceptar. Aunque la intención del discípulo es construir la paz, la unidad, la concordia, no es de extrañar que también tenga que asumir la división, la contradicción, el rechazo. La paz no es ausencia de conflicto sino posibilidad de asumirlo y tener la paciencia histórica para afrontarlo y transformarlo.



Esta fue la suerte que corrió Jesús. Su cruz no fue algo querido por Dios Padre que Jesús tuvo irremediablemente que asumir. Su persecución, crucifixión y muerte fueron consecuencia de sus cuestionamientos y acciones frente a las instituciones religiosas de su tiempo. Jesús denuncia la ley cuando está no se pone al servicio del ser humano. Denuncia el templo cuando se centra en los ritos y no en las personas. No acepta que, en nombre de Dios, se excluya a cualquier ser humano, por la causa que sea. Por todo esto, Jesús incomoda a sus contemporáneos y estos no dudan en matarlo.

La vida de discipulado a la que estamos llamados no puede evadir ese camino. Si hay fidelidad a los valores que anunciamos, o en expresión del evangelio de hoy, “traer fuego a la tierra, deseando que arda”, no hemos de extrañarnos que generemos rechazo, persecución, división, enfrentamientos. Se exige, eso sí, una dosis grande de discernimiento para no confundir cualquier división con el anuncio del reino. Pidamos entonces la gracia de no rebajar el evangelio, asumiendo las consecuencias que ello trae, dispuestos a correr la misma suerte que el maestro.

 

martes, 5 de agosto de 2025

 

Mantener la fidelidad a la tarea encomendada

XIX Domingo del Tiempo Ordinario 10-08-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque el Padre ha tenido a bien darles el reino. Vendan sus bienes y denlos en limosna; háganse bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está su tesoro, allí estará también su corazón. Tengan ceñida su cintura y encendidas las lámparas. Ustedes están como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad les digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos. Comprendan que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo ustedes, estén preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del hombre». Pedro le dijo: «Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?». Y el Señor dijo: «¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas? Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles. El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos. Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá». (Lucas 12, 32-48)

El evangelio de hoy continúa con un tema similar al evangelio del domingo pasado donde se invitaba a no atesorar riquezas en la tierra. En esta ocasión, Jesús dirige el mensaje a sus discípulos a quienes llama “pequeño rebaño”, invitándolos a no tener miedo porque el reino prometido por el Padre será una realidad. Esta confianza hace posible las peticiones que les hace: “vender los bienes y darlos en limosna”, es decir, entrar en la dinámica del compartir que supone el reino de Dios. De esa manera el corazón estará del lado del verdadero tesoro que nadie puede arrebatarles. Ese tesoro es el reino que se comienza a vivir aquí esperando su plenitud en el más allá.

Continúa el evangelio invitando a la vigilancia con las expresiones “tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas”. La vigilancia tiene un motivo: la llegada del Señor el cual, al encontrarlos en vela, él mismo se sentará a la mesa y se pondrá a servirles. Notemos que los símbolos empleados son los del reino: la mesa compartida, el servicio del mismo Jesús a los suyos. Jesús refuerza esta invitación con el ejemplo del hombre que si supiera a qué horas viene el ladrón, no dejaría que entrará. De la misma manera, los discípulos han de mantener la vigilancia para el momento definitivo que no se sabe cuándo será, pero frente al cual se ha de estar preparados.



Ante estas recomendaciones, Pedro le pregunta si esa parábola la dice por ellos o por todos y Jesús responde con una pregunta en la que podríamos decir nos incluye también a nosotros: todos aquellos a los que Dios les confía la administración de la buena noticia han de vivir con la diligencia que corresponde. Pone de nuevo un ejemplo, en esta ocasión, del administrador que reparte la ración de alimento a tiempo, es decir, que cumpla con todas sus obligaciones para que cuando llegue el dueño, pueda recompensarlo. Pero si hace lo contrario, pensando que el dueño no va a llegar todavía, tendrá la suerte de los que no cumplen con su responsabilidad. Jesús utiliza un lenguaje que todos pueden entender, hablando de ser recompensado o castigado, pero hemos de tener en cuenta que nuestro Dios no es un Dios de premios y castigos, sino un Dios misericordia y amor incondicional que siempre estará ofreciéndonos la salvación. Por eso, la última frase del texto hemos de entenderla desde nuestra propia responsabilidad: somos nosotros mismos quienes con nuestras obras habremos aprovechado las muchas bendiciones dadas o las habremos derrochado. En este último caso, seremos nosotros los que decidamos apartarnos del Señor, no aceptando su amor gratuito y total.

Pidamos saber vivir en la vigilancia activa, conscientes de la responsabilidad que llevamos entre manos para hacer fructificar el reino de Dios en nuestra vida y en el mundo en el que vivimos, manteniendo la fidelidad a la tarea encomendada.

miércoles, 30 de julio de 2025

 

Administrar los bienes de la tierra para el bien común

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario 3-08-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Y les dijo: «Miren: guárdense de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes» Y les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios». (Lucas 12, 13-21)



El evangelio de hoy nos trae la pregunta que un hombre le hace a Jesús sobre la herencia que su hermano no le quiere compartir. Recordemos que en Israel la mitad de la herencia le correspondía al primogénito, pero, a su vez, este ha de hacerse cargo, en caso de que fallezca su hermano, de la viuda y de sus hermanos solteros. Posiblemente en este caso, el hermano no está cumpliendo con sus deberes morales y el que se acerca a Jesús pretende encontrar en él, una respuesta que le ayude a recuperar sus derechos. Posiblemente por eso le llama “maestro”.

Sin embargo, en este caso concreto, Jesús no pretende dar una respuesta a una situación determinada sino ofrecer una reflexión más amplia sobre los valores del reino. De hecho, no se dirige al hombre que le había hecho la pregunta sino a toda la multitud. Lo que pretende mostrar es la lógica del reino, tan distinta a lo que muchos viven. En el Reino de Dios, los bienes no son lo primero y fundamental sino el compartir y que nadie pase necesidad. Para esto, Jesús relata una historia en la que un hombre rico, dialogaba con él mismo -lo cual enfatiza su propia cerrazón-, haciendo planes de cómo seguir atesorando sus riquezas. La historia señala que, ante la muerte, los bienes no tienen ninguna importancia. Lo que interesa es atesorar o cultivar la amistad y comunión con Dios y esto se hace mediante la vivencia de la fraternidad/sororidad y la misericordia para con todos.

La advertencia de Jesús “guárdense de toda clase de codicia” y el hecho de hablar de un hombre “rico” van en consonancia con las advertencias que Jesús hace a los ricos y que Lucas expresa tantas veces en su evangelio: en las Bienaventuranzas dice “Ay de ustedes los ricos” (6,24); también señala que no hay que invitar a los ricos a los banquetes porque ellos pueden devolver la invitación (14, 12); el pasaje del llamado joven rico que rehúsa vender sus bienes para seguir a Jesús (18,23) y otros pasajes, muestran que los ricos son incapaces de recibir el reino porque su corazón ha optado por otros valores.

Por todo esto, en nuestro mundo consumista y ávido de acumular tesoros, seguridades, honores, las palabras de Jesús nos invitan a poner el corazón en lo fundamental: el amor a Dios y al prójimo y la manera cómo ese amor debe administrar los bienes de la tierra para el bien común. Necesitamos buscar los valores del reino y vivirlos con autenticidad, creyendo que su puesta en práctica será capaz de generar la justicia social tan necesaria y urgente.

 

viernes, 18 de julio de 2025

 A propósito de la fiesta de María Magdalena: Las mujeres en la Iglesia. Una cuestión pendiente

Olga Consuelo Vélez

Hemos cambiado de pontificado y las noticias abundan sobre las primeras acciones de León XIV, reconociendo, en general, una continuidad con el pontificado de Francisco. Son estilos diferentes, como era de esperar, poque cada persona trae su forma de ser, su experiencia de vida, sus concepciones del ministerio pastoral, etc. Pero hay algunos aspectos que Francisco dejó pendientes y León XIV tendrá que dar alguna respuesta.

Uno muy importante es la situación de las mujeres en la Iglesia, su participación en niveles de decisión y en el acceso a los ministerios ordenados. Tan pronto asumió León XIV, por lo menos dos mujeres que conozco, religiosas y teólogas le escribieron cartas pidiéndole avances en este sentido. Una fue Magda Bennásar, española, pidiéndole “que se tome sumamente en serio el tema de la igualdad de la mujer en todos los aspectos de la Iglesia” y le pregunta: “¿Qué más necesita la Iglesia para sanar esta herida abierta por decisiones que excluyen? La falta de mujeres jóvenes en nuestras parroquias en Europa es signo de una Iglesia que no sabe acogerlas. Se van, no porque hayan perdido la fe, sino porque no encuentran un lugar que las valores y las incluya. ¿Cómo puede la Iglesia ser la última institución que no reconoce la igualdad plena entre hombres y mujeres?”. Y finaliza su carta diciendo: “le pido en nombre de miles de mujeres con vocación que escuche al Espíritu y sea valiente. No habrá nunca consenso absoluto, pero si esta decisión viene del Espíritu, Dios se encargará del resto”. 

La otra fue Martha Zechmeister, austriaca, pero radicada en El Salvador hace muchos años, quien también en su carta le dice: “León, se dice que sabes escuchar. Por eso me atrevo a dirigirme a ti con parresía bíblica, con franqueza, sin miedo y sin rodeos: ya es hora que las mujeres sean incluidas sin restricciones en todos los ministerios y niveles de la Iglesia. No como gesto, no como excepción, no como señal simbólica. Sino en total igualdad. No se trata de poder. Se trata de dignidad. De verdad. De evangelio”.

Otra teóloga, Phyllis Zagano, norteamericana, experta en el tema del diaconado femenino, con muchísimas publicaciones sobre este asunto y quien participó en la primera comisión para el estudio del diaconado femenino, en un reciente artículo, contó las dificultades que se presentaron en el Sínodo de la sinodalidad para conocer los informes del Grupo de estudio n. 5 que debería tratar este tema. Definitivamente, no es una realidad que se quiera abordar desde muchos sectores de la Iglesia. Sin embargo, en el Documento final del Sínodo, numeral 60, se recoge esta petición y no se duda en seguir reclamando esa igualdad para las mujeres. El numeral es muy largo, aquí solo anoto, algunas afirmaciones importantes: “En virtud del Bautismo, hombres y mujeres gozan de igual dignidad en el Pueblo de Dios. Sin embargo, las mujeres siguen encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, su vocación y su lugar en los diversos sectores de la vida de la Iglesia, en detrimento de su servicio a la misión común (…) A una mujer, María Magdalena, se le confió el primer anuncio de la resurrección; (…). Esta Asamblea exige la plena implementación de todas las oportunidades ya previstas en la legislación vigente con respecto al papel de la mujer (…). La cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal también permanece abierta y el discernimiento al respecto es necesario (…)”.

Muchas otras mujeres están empujando estos cambios. Lamentablemente algunas no lo ven necesario porque creen que es suficiente el servicio que ya muchas mujeres prestan a la Iglesia. Así también pensaban nuestras bisabuelas, abuelas, madres con respecto a su rol en la sociedad. Estaban conformes de ser esposas abnegadas, madres excelentes y no veían importante su formación en todas las dimensiones de la persona, ni la necesidad de ocupar puestos de decisión. Pero nuestro mundo ha cambiado y las mujeres, por fin, tenemos más igualdad en la sociedad, más derechos, más oportunidades y esto no es una concesión de buena voluntad, son derechos que se nos habían negado.

Precisamente en este mes, el 22 de julio se celebra la Fiesta de María Magdalena, llamada “Apóstola de los apóstoles”, es decir con igual dignidad que los demás apóstoles. La conmemoración de su memoria ya existía, pero fue el papa Francisco quien, en 2016, la pasó a categoría de Fiesta. Tarde se está restituyendo su memoria, porque ella no fue una prostituta (la tradición la confundió con la pecadora arrepentida y de ahí surgió esa leyenda), sino una gran apóstola (la palabra en femenino la uso, por primera vez, Hipólito de Roma, en el S. III, por lo tanto, no hay que asustarse con el lenguaje inclusivo) y, como ya lo dijimos, la primera a la que Jesús confío el anuncio de su resurrección. 

Pidámosle a Santa María Magdalena que acelere los cambios en la Iglesia, concretamente, en este tan urgente de la inclusión plena de las mujeres. Algunos dirán que no hay prisa. Pero, sinceramente, hay prisa en que la Iglesia se parezca más a la Iglesia de los orígenes, hay prisa porque su testimonio sea más nítido con respecto a las mujeres, hay prisa para caminar al ritmo de la historia, evitando que la Iglesia llegue tarde, como tantas otras veces ha llegado en momentos cruciales de la humanidad.

miércoles, 16 de julio de 2025

 

Discipulado de mujeres en el tiempo de Jesús

XVI Domingo del Tiempo Ordinario 20-07-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que muy estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude". Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y, sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria, María eligió la mejor parte, que no le será quitada" (Lucas 10, 38-42).

 


Las figuras de Marta y María son bien conocidas entre los creyentes. Además, también se sabe que tienen un hermano llamado Lázaro. Sin embargo, pocos saben que es el evangelio de Juan el que se refiere a los tres, mientras que el evangelio de Lucas, que hoy consideramos, solo habla de Marta y María. Si tomamos en cuenta este dato del evangelio de Lucas, podemos pensar que Jesús entró a casa de Marta y María, es decir, no están bajo la tutela de un varón, como se esperaría en aquellos tiempos.

Marta recibe a Jesús, mostrando con ello uno de los valores culturales más importantes de aquel tiempo: la hospitalidad. Y esto es lo que le reprocha Marta a su hermana: no estar ejerciendo el servicio correspondiente a dicho valor. Por tanto, no debemos pensar solo en los estereotipos de género que atribuyen a las mujeres el oficio de ocuparse de la casa, sino pensar en un valor cultural que todos, varones y mujeres, debían practicar.

María, por el contrario, está sentada a los pies de Jesús, escuchándolo. Estas dos actitudes nos hablan del discipulado. Recordemos el pasaje en que la madre y los hermanos de Jesús van a buscarlo y él responde que su madre y sus hermanos “son los que escuchan la palabra” (Lc 8, 21). Es decir, la familia del reino ya no es la familia de sangre sino la del discipulado. Por otra parte, la actitud de estar a los pies, recuerda la actitud de otros personajes de los evangelios (la pecadora arrepentida (Lc 7, 38); el endemoniado de Gerasa (Lc 8,35); Jairo pidiendo la curación de su hija (8, 41); Pablo a los pies de Gamaliel (Hc 22,3), etc.). Esa actitud de sumisión, habla también de la persona que, en verdad, sigue al maestro, siendo verdadero discípulo.

La respuesta que le da Jesús a Marta por su reproche frente a la actitud de María, está entonces relacionada con la primacía del discipulado, sin que esto signifique critica a los valores de la época. Lo más importante es el seguimiento, la escucha a la Palabra de Dios, la dedicación de toda la persona al anuncio del Reino.

Algunas veces este texto se ha interpretado como dos tipos de vocación: la activa y la contemplativa y haciendo creer que la contemplativa tiene más valor ante Dios. Con lo dicho antes podemos ver que el sentido es otro: el discipulado supone escucha y la entrega de toda la vida a la misión encomendada. Ya depende de las configuraciones personales o institucionales que se realice con unas características u otras. Pero la santidad alcanzada es la misma -si hay esa primacía del discipulado- y es esto lo que Jesús alaba, figurado en este caso, en la persona de María.

Que estas discípulas de Jesús animen nuestro discipulado, eligiendo la mejor parte -el reino- por encima de cualquier otra realidad.

 

lunes, 7 de julio de 2025

 

Hacernos prójimos de los excluidos de la tierra

XV Domingo del tiempo ordinario 13-07-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?". Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo". "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida". Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver" ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?". “El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera" (Lucas 10, 25-37)

 


El evangelio de hoy nos ofrece la conocida parábola del buen samaritano. Es una parábola muy rica que trae un mensaje más profundo que el solo invitar a tener compasión con los demás. El contexto del relato nos permite ahondar, en por qué Jesús ofrece esta parábola. Veamos que el inicio es el diálogo entre un doctor de la ley, es decir, un fariseo que conoce bien las escrituras y es celoso de cumplirlas, y Jesús. El texto dice que el doctor de la ley quería poner a prueba a Jesús. No es la única vez que a Jesús lo quieren poner a prueba las autoridades religiosas de Israel. Recordemos el pasaje de la mujer adúltera en la que también a Jesús le preguntan que dice frente a la ley que manda apedrearlas. Una vez más en este texto, el maestro de la ley le pregunta qué tiene que hacer para heredar la vida eterna, como si él no lo supiera.

Jesús, muy astutamente -podríamos decir, le responde con otra pregunta ¿qué está escrito en la ley? Y él le responde correctamente y Jesús aprueba tal respuesta. Pero una vez más el maestro de la ley sigue interrogando a Jesús, con otra pregunta: ¿quién es mi prójimo? Ya que la respuesta que le había dado era la de amar a Dios y al prójimo. Jesús se da cuenta la intencionalidad del doctor de la ley más legal que existencial y pasa a responder con un género literario que atribuyen a Jesús -la parábola- que tiene la virtud de relatar una historia en la que sin darse cuenta se involucra al oyente y lo interpela.

Jesús comienza a contar la parábola del Buen Samaritano y cómo toda parábola pretende dar un mensaje central, extrapolando el ejemplo y los personajes con la intención de qué se note dicho mensaje. En este caso, justo los que pasan primero y ven al hombre caído en el camino son el sacerdote y el levita. Se esperaría que ellos lo hubieran socorrido. Pero no lo hacen, muy seguramente porque hubieran quedado manchados al tocar la sangre del herido y no habrían podido celebrar el culto en el templo. Según la ley, ellos hacen lo correcto. Pero Jesús presenta al tercer personaje, un samaritano, despreciado por los judíos y es él quien lo socorre y lo hace con una generosidad desbordante “hasta que quede curado”.

A la luz de este relato, Jesús le contesta la pregunta sobre ¿quién es mi prójimo? con otra pregunta: ¿Quién actúo como prójimo? Y el doctor de la ley responde “el que tuvo compasión de él”. Es decir, Jesús no le dio la respuesta sino le permitió que él mismo la formulara y, entonces, le invita a hacer lo mismo del hombre de la parábola si quiere ser prójimo. Notemos que aquí la palabra prójimo que para los judíos eran solo los mismos judíos, cumplidores de la ley, se ha extendido a un herido -portador de impureza ritual- y a un samaritano, despreciado por el pueblo judío.

La parábola mantiene totalmente la vigencia para nosotros. No es tanto saber quién es el prójimo sino saber hacerse prójimo y, no solo con los del propio círculo o que creemos cumplen los preceptos divinos, sino de aquellos que lo necesitan, sin importar su condición social, étnica, sexual, etc. La llamada es a hacernos prójimos de los excluidos de la tierra y, en ello, se juega, ayer como hoy, el heredar la vida eterna.

 

lunes, 30 de junio de 2025

Predicar la Buena Noticia del Reino con constancia y generosidad

XIV Domingo del Tiempo Ordinario 6-07-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!". Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes". Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: ¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca". Les aseguro que, en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad. Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre". Él les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder de caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo" (Lucas 10, 1-12.17-20).

 

El evangelio de Lucas nos presenta a Jesús enviando a los Doce a proclamar el Reino de Dios y a curar, en el capítulo nueve. En este capítulo diez, el envío es a setenta y dos, de dos a dos, delante de sí a todas las ciudades donde él había de ir. En los dos pasajes se ven semejanzas, pero también diferencias. En este segundo texto podemos ver una intencionalidad del evangelista: si el anuncio a Israel se confía a los Doce, aquí el anuncio del reino ha de hacerse más allá de las fronteras de Israel, es decir, también a los paganos.



Otro dato interesante de este pasaje es la referencia a la mies abundante y la falta de obreros. Se necesitan muchos obreros para anunciar la buena noticia del reino. Es un texto vocacional para anunciar Buenas Noticias en un mundo amplio, necesitado de ellas. Para esta predicación Jesús da unas recomendaciones muy concretas. Es una misión que ha de realizarse en medio del conflicto, porque las fuerzas del anti reino están presentes y a eso han de enfrentarse los enviados. El pasaje termina haciendo referencia a la alegría de los discípulos porque “hasta los demonios se les someten” pero Jesús les dice que no debe ser ese el motivo de la alegría, sino el que “sus nombres estén escritos en el cielo”, es decir, por haber cumplido la misión, por ser portadores de la buena noticia, sin enorgullecerse por ello.

Jesús les dice a sus discípulos que no lleven dinero, ni alforja, ni calzado y no se detengan a saludar a nadie. Todo va encaminado a mostrar la prioridad del anuncio sobre todas las distracciones que pueden retrasarlo. También que “no vayan de casa en casa” sino que entren a las ciudades, es decir, les insiste en este ir más allá de los lugares cercanos para que el evangelio se anuncie en las plazas, en todos los lugares posibles. Les advierte de la posibilidad de no ser recibidos a lo que deben responder con la constancia del anuncio en otros lugares. Diríamos, con nuestras palabras, es un anuncio gratuito y quien no lo escucha se pierde la oportunidad. Pero, por parte del discípulo, ha de seguir adelante con la misión encomendada con gratuidad, sin depender de que sea recibida.

A veces se escuchan demasiados lamentos del mundo como alejado de Dios, de los valores, del bien. Y, sin embargo, en el mundo hay muchas búsquedas, muchos deseos positivos, muchos esfuerzos humanos realizando el devenir histórico. En ese horizonte ha de predicarse la buena noticia de manera significativa, actualizada y generosa. Con seguridad muchos más la acogerían si supiéramos anunciarla.

Pidamos acoger la misión que Jesús nos confía hoy a nosotros y realizarla con la libertad, desprendimiento, amplitud, sencillez y generosidad suficientes de manera que llegue a muchos y nuestro mundo pueda ser, cada vez, un mundo más justo y en paz.

 

miércoles, 25 de junio de 2025

 

Pidamos por la reforma y conversión del Papado para ser una Iglesia sinodal

San Pedro y San Pablo, Apóstoles

29-05-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

 

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?" Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo" (Mateo 16, 13-19)

 

Este domingo coincide con la fiesta de San Pedro y San Pablo a los que la Iglesia considera fundamentales en el despliegue de la Iglesia, cada uno con características propias. El evangelio de hoy se refiere a Pedro y su confesión de fe. Seguramente este texto es post pascual, es decir, Pedro confiesa a Jesús como Cristo después de la experiencia de la resurrección. Pero esto no significa que su protagonismo no se refleje en todos los evangelios desde el inicio de su seguimiento de Jesús, al ser, muchas veces, vocero de los Doce y ocupar el primer lugar en diversas circunstancias. Además, este evangelio expresa lo que Pedro será en la Iglesia católica: garante de unidad, de sucesión apostólica, es decir, de continuidad de la misma fe.

Por su parte Pablo no formó parte de los Doce, sino que tiene la experiencia de Jesús unos 3 o 4 años después de los acontecimientos pascuales. Pero su dedicación total a la predicación, su testimonio constante, hizo que con el tiempo se le considerara al mismo nivel que Pedro.

De hecho, el libro de los Hechos de los Apóstoles dedica la primera parte a Pedro y la segunda parte a Pablo, y relata hechos similares de los dos, mostrando su importancia en el desarrollo de la Iglesia. Según los datos de este libro, se encontraron dos veces en Jerusalén y una en Antioquía, donde mostraron diferencias.

Se cree que Pedro fue asesinado en Roma por el año 64. De Pablo se dice lo mismo, aunque los datos no son muy precisos. Los primeros cristianos que conmemoraban a sus compañeros mártires, juntaron a Pedro y Pablo en la fiesta del 29 de junio, en el que se celebraba la inauguración del templo de Quirino, considerado fundador de Roma; para decir que Roma estaba fundada con la sangre de Pedro y Pablo. Lo interesante es que ellos son ejemplo de la unidad en la diversidad y así debería ser nuestra iglesia para que en verdad quepan “todos, todos, todos”, como decía el Papa Francisco y ha repetido el Papa León XIV.

Precisamente con la elección del nuevo Papa y las celebraciones litúrgicas a las que asistimos el mes pasado del inicio de este pontificado, hemos podido ver cómo se organiza la Iglesia católica y de qué manera el Papa es continuador de estos Apóstoles, piedras vivas, de la Iglesia. De todas maneras, está por realizarse una reforma del Papado, como ya lo había señalado el papa Francisco y el Documento final del Sínodo de la Sinodalidad, para que ese ministerio fundamental sea testimonio de servicio e inclusión, con más descentralización, más sinodalidad, más austeridad, reflejando más el ardor misionero de los primeros apóstoles y menos el poder y organización de una iglesia con las mismas características del Imperio. Pidamos por la reforma del Papado y de la organización eclesial para ser verdaderamente una iglesia sinodal.