miércoles, 18 de junio de 2025

 

Eucaristía y justicia social van de la mano

CORPUS CHRISTI

22-05-2025

Olga Consuelo Vélez Caro

 

El los recibió, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto". Él les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente". Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de cincuenta". Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas (Lucas 9, 11b-17)

 

Este texto de la multiplicación de los panes está en los cuatro evangelios. En Marcos y Mateo se cuenta dos veces, con muy pocas diferencias, haciendo pensar que debió existir un solo relato que luego, los evangelistas repiten. Lucas lo debió tomar de la fuente marcana, pero omitiendo muchos detalles. Y el evangelio de Juan lo cuenta en el contexto eucarístico que más adelante va a mostrarse más claramente con la afirmación de Jesús como pan de vida (Jn 6, 35). Del hecho histórico lo que interesa decir es que este relato se suma a los signos con los que Jesús predica el reinado de Dios y, en este caso, muestra la super abundancia de los frutos que el reino trae. Se alimentan cinco mil hombres. Como un dato curioso, Mateo añade “sin contar mujeres, ni niños”, mientras que los demás evangelistas no hacen ninguna referencia a las mujeres. En cualquier caso, vemos como las mujeres son un grupo que se relativiza o invisibiliza, muchas veces, en los evangelios.

Volviendo al texto de Lucas, su intencionalidad al narrar este pasaje es claramente eucarística. Esto se ve en las palabras y acciones que realiza Jesús: “toma los cinco panes y peces, levanta los ojos al cielo, pronuncia sobre ellos la bendición, los parte y los entrega a los discípulos para que ellos lo entreguen a la gente”. En efecto, esta es la fiesta que celebramos hoy, la entrega de Jesús en el pan y vino, quedándose para siempre con nosotros.

Ahora bien, tener presente el pasaje de la multiplicación de los panes en la festividad de hoy nos puede ayudar a mantener esa dimensión comunitaria que es inherente a la eucaristía y que muchas veces se olvida. Se pone más énfasis en el encuentro de cada persona con Jesús en las especies del pan y el vino y se olvida que el pan eucarístico es para dar y repartir, para que todos se sacien, para que nadie se quede sin los frutos del reino. La eucaristía va de la mano de la solidaridad, de la justicia social, del bien común. Jesús nos deja su cuerpo y sangre para alimentar la vida comunitaria, para fortalecerla y sostenerla.

Que el conmemorar la entrega total de Jesús en la Eucaristía, renueve nuestra entrega a los demás para que ese pan llegue a muchos a través de nuestro compromiso solidario y se siga repitiendo el milagro de la abundancia en todas las situaciones de carencia, de pobreza, de injusticia, de falta de solidaridad.

miércoles, 11 de junio de 2025

 

Llamados a vivir una fe trinitaria que se exprese en el amor mutuo

FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD

15-05-2025

Olga Consuelo Vélez Caro

 

Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: "Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes" (Juan 16, 12-15)

 

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. En la Biblia no encontramos referencias explícitas a la Trinidad como la formulamos en la doctrina -tres personas distintas y un solo Dios verdadero-, sino que los textos bíblicos nos permiten ver como Jesús nos revela al Padre y nos deja al Espíritu Santo. Por esto, el evangelio de Juan, que se caracteriza por su referencia al Espíritu, ayuda a esta formulación ya que Jesús les dice a sus discípulos que les dejará el Espíritu de la verdad quien será el encargado de revelarles todo lo que viene de Dios y también les dice que todo lo que es del Padre es suyo.

Por tanto, la formulación dogmática sobre la Trinidad es fruto de reconocer en la historia de la salvación que Dios se ha revelado como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Y lo más importante, más que intentar comprender como tres son uno o viceversa -lo que respondería a la racionalidad humana-, interesa comprender que el Dios que nos reveló Jesús es comunidad, es amor recíproco, es don de sí que se manifiesta en la creación y en la historia de amistad que ha entablado con la humanidad.

Lamentablemente, el dogma de la trinidad sigue siendo algo lejano a la cotidianidad de la vida cristiana porque se pone énfasis en que no se puede comprender, más que en mostrar a Dios trinidad es decir que Dios es comunidad y por eso nuestra fe no puede ser individualista ni, mucho menos, centrada en las leyes o ritos, dejando de lado las relaciones personales, la fraternidad-sororidad.

La teología actual también hace mucho énfasis en descubrir un Dios Trino que no se identifica con un Padre anciano, un hijo varón y una paloma sino en el Dios amor que se revela como Padre y Madre, en un Jesús resucitado que ofrece este don de la vida definitiva a varones y mujeres en igualdad de condiciones y un Espíritu Santo que es el mismo Espíritu de Jesús, impulsándonos a vivir como él vivió para hacer experiencia la vida trinitaria en nuestro aquí y ahora.

Necesitamos vivir una fe más trinitaria para que la vida comunitaria, la Iglesia, sea una experiencia que nos convoque más fuertemente y la solidaridad con todos sea el distintivo de nuestra fe en el Dios que es comunidad, amor, entrega recíproca.

viernes, 6 de junio de 2025

miércoles, 4 de junio de 2025

 

PENTECOSTÉS: Anunciar a Jesús con la fuerza de su mismo Espíritu

8-05-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió "Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Juan 20, 19-23)

 

Hoy celebramos la fiesta de Pentecostés y, en consonancia con lo que Jesús les dijo a los discípulos en la lectura del domingo pasado, de que él cumpliría la promesa del Padre, en el texto de hoy, se hace real esa promesa. Jesús sopla sobre los discípulos e infunde en ellos el Espíritu Santo, don de Dios, cumplimiento de la promesa del Padre, con el que podrán discernir los desafíos que comienzan para ellos en la tarea que han de realizar. Previo a darles el espíritu, les ha dado el don de la paz, saludo que usa cuando se les aparece, adelantando posiblemente los dones que vienen del Espíritu. Recordemos, según la carta a los gálatas 5, 22, los dones o frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, paciencia. afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí.

Un detalle importante: el texto nos dice que los discípulos estaban encerrados por temor a los judíos. Precisamente será el espíritu el que les ayude a vencer el miedo y a abrir todas las puertas para llegar hasta los confines de la tierra.

El evangelio no nos ofrece más detalles, pero en este día se lee también Hechos (2, 1-13) donde se relata de otra manera este acontecimiento. Están en Jerusalén porque es el lugar donde los judíos van a celebrar sus fiestas (las tiendas, la pascua) y, en este caso, la fiesta de pentecostés. Y justamente estando todos reunidos comienzan a sentir un ruido como de una ráfaga de viento impetuoso que llena toda la casa. Junto a esto se les aparecen unas lenguas como de fuego que, al posarse sobre cada uno de los presentes, los llena del Espíritu Santo. Recordemos que al inicio de Hechos se nos dice que todos estaban reunidos en Jerusalén, incluidas algunas mujeres, María la madre de Jesús y sus hermanos. De ahí viene que se reconozca que María está presente en la experiencia de Pentecostés. Lamentablemente, esta presencia de mujeres no ha tenido como consecuencia que se reconozca su protagonismo en los inicios de la Iglesia y en su estar llenas del Espíritu Santo, al igual que los doce, para realizar la misión encomendada.  

Volviendo al relato de Hechos, los presentes comienzan a hablar en otras lenguas y lo maravilloso es que todos les entienden en su propia lengua. Es una forma de mostrar la predicación que han de realizar los discípulos a todos los confines de la tierra y cómo, este mensaje, puede ser entendido por todos a pesar de las diferencias. Eso no significa que no vayan a encontrar también rechazo. En este mismo texto vemos que algunos no ven nada extraordinario, sino que aducen que están borrachos, sin entender el don de Dios que se está haciendo presente.

En definitiva, esta fiesta nos recuerda que estamos en el tiempo del Espíritu y sus dones no le faltan a nadie que acoja su presencia y siga sus insinuaciones. El espíritu nos invita a predicar a Jesús y esas palabras, respaldadas por el testimonio, pueden ser entendidas por muchos. Como ya lo dijimos el domingo pasado, Jesús ya no está entre nosotros. Su espíritu es quien puede hacerlo presente. Que nos abramos a su acción y lo dejemos actuar en el aquí y ahora de nuestra historia.

miércoles, 28 de mayo de 2025

 

ASCENSIÓN DEL SEÑOR: dejar de mirar al cielo para comprometernos con la historia presente

1-05-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

Y les dijo: "Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto". Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.  Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios (Lucas 24, 46-53)

 

Los domingos anteriores hemos visto la aparición de Jesús a los suyos en diversos textos y hoy el evangelio de Lucas va a cerrar estas apariciones con la ascensión de Jesús, terminando así su evangelio, para pasar al libro de Hechos que, también se le atribuye a Lucas, donde comenzará la vida de la Iglesia. En Hechos, Lucas, después de dar las razones de por qué va a escribir este libro, relata nuevamente la ascensión de Jesús.

Notemos que Jesús se aparece a los suyos y les hace una especie de resumen de lo que ha pasado diciéndoles:   “así estaba escrito, el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día y en su nombre se ha de predicar el perdón de los pecados a todas las naciones”. Para Lucas todo sucede en Jerusalén, mientras que, para Marcos y Mateo, Jesús se aparece en Galilea. Jerusalén será, entonces, el lugar desde donde el mensaje se ha de expandir a todas las naciones.

Jesús continúa dando la razón de por qué les está diciendo esto. Ellos han sido los testigos de esos acontecimientos y llega el momento de dar testimonio. Pero esta predicación no la podrán hacer por sus propias fuerzas, de ahí que les recuerda la promesa que el Padre les ha hecho -nosotros sabemos que es el Espíritu Santo, pero el texto no lo dice-, y se compromete, él mismo, a cumplir esa promesa.

Aunque les dice que permanezcan en la ciudad, o sea, en Jerusalén, hasta que se cumpla la promesa, se los lleva a Betania, ciudad a unos 3 km de Jerusalén y allí se va a dar la ascensión. Primero Jesús eleva las manos y los bendice y luego es llevado a los cielos. Los términos que se usan en el relato -levantar las manos, ser elevado- acompañan el acontecimiento que se está realizando. Jesús, efectivamente se va a ir, no se aparecerá más y el legado queda en manos de los discípulos.

El texto concluye diciendo que ellos volvieron llenos de alegría a Jerusalén y no cesaban de alabar a Dios en el Templo.

La ascensión es entonces, la fiesta que nos recuerda que los testigos de Jesús ahora somos nosotros y hemos de predicar la buena noticia del reino con la alegría que este trae. Ya nadie puede ver a Jesús si no es a través de nuestras palabras y obras. En el relato de la ascensión del libro de Hechos, se aparecen dos hombres que dicen a los discípulos: ¿qué hacen mirando al cielo? Estas palabras podrían ayudarnos a tomar en serio la tarea que tenemos en la tierra. En otras palabras, la ascensión no es para mirar al cielo sino para trabajar en la tierra. Sentirnos discípulos de Jesús es reconocer su envío, confiar en la fuerza de su Espíritu y con gozo realizar la misión evangelizadora de la Iglesia que ahora está en nuestras manos.

lunes, 26 de mayo de 2025

jueves, 22 de mayo de 2025

 

Jesús se ha ido pero nos promete su Espíritu

VI Domingo de Pascua 25-05-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

 

Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean (Juan 14, 23-29)

 

El evangelio de hoy pertenece al largo discurso de despedida que el evangelista Juan pone en boca de Jesús desde el capítulo 13 al 17. En estos versículos Jesús se refiere a varios aspectos. En primer lugar, la relación entre el amor y la fidelidad a su palabra. Las palabras que él nos ha comunicado son las mismas del Padre; por tanto, quien quiere amar a Dios, ha de cumplir su palabra. Pero, algo muy importante, continúa en segundo lugar. Se refiere al don del Espíritu Santo quien será el protagonista de la vida resucitada que nos trae Jesús. Él será quien recuerde todo lo dicho por Jesús, más aún, seguirá enseñando como Él lo ha hecho y traerá el don de la paz. Sobre la paz dice que no será como la que da el mundo, pero esto no significa que se refiere a una paz alejada de la realidad. Por el contrario, la paz que viene de Dios asume la realidad para transformarla. La vida cristiana no puede alejarse del mundo en que vivimos sino, por el contrario, se ha de trabajar para hacer de él, un lugar como Dios lo quiere: con los dones del Espíritu, con su presencia que todo lo transforma.

El discurso concluye con la llamada a no inquietarse porque Jesús se va ya que comienza el llamado “tiempo del Espíritu”, tiempo de la fe, tiempo del creer, tiempo del seguimiento. Precisamente, todo esto, es lo que se espera de la vivencia del tiempo pascual, como fruto de la resurrección de Jesús. Y, nosotros somos ahora, los continuadores de la misma misión de Jesús, hasta su vuelta definitiva.

Convendría preguntarnos, qué tanto tomamos en serio la misión confiada, cómo nos dejamos guiar por el paráclito que el Señor nos ha dejado para seguir discerniendo la misión en estos tiempos, cómo somos testigos de la paz, de la confianza, del no temer ni inquietarnos ante las dificultades, no porque nos creamos invencibles sino por la seguridad de la presencia del mismo Espíritu de Jesús entre nosotros.  

martes, 20 de mayo de 2025

 

María, referencia del discipulado para varones y a mujeres

Olga Consuelo Vélez

 

En el mes de mayo se recuerda con especial interés a la Virgen María, por su aparición en Fátima el 13 de mayo de 1917. Al mismo tiempo, es común relacionar a las mujeres (y a las madres, especialmente, que también se celebran este mes, al menos en Colombia) con la figura de María, relación que trae aspectos positivos y otros no tan favorables.

Sobre lo positivo, por supuesto María, madre del Hijo de Dios, es mujer y podemos fijarnos en ella para tener un modelo, un espejo, una referencia para el seguimiento que buscamos hacer de Jesús. Sin embargo, la tradición mariana ha puesto énfasis en algunas actitudes de María que, miradas hoy, no han contribuido al desarrollo pleno de las mujeres. Algunas citas bíblicas que interpretadas adecuadamente significan una colaboración activa, por parte de María, al plan de salvación de Dios, al leerlas literalmente se prestan a fomentar actitudes de pasividad, resignación, silencio, aguante, etc. Por ejemplo, la respuesta de María al anuncio de ángel “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38), olvida la pregunta que María hizo previamente “¿Cómo podrá ser eso, puesto que no conozco varón?” (Lc 1, 34) y toma la palabra “esclava” en sentido literal de sumisión o falta de libertad y no de disposición, acogida activa a la propuesta divina. Otra cita del mismo evangelista nos presenta a María como la que “conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón” (2, 51), dando la imagen de esa actitud de silencio para toda mujer y más para toda madre que “obligatoriamente” ha de sufrir por sus hijos. El texto de María al pie de la cruz (Jn 19,25) se identifica más con el sufrimiento de todas las madres y no con la valentía de estar en medio de ese contexto de persecución y asesinato de su Hijo. Talvez las búsquedas actuales que tantas madres han hecho de sus hijos desaparecidos, casi siempre por fuerzas oscuras del Estado, podrían iluminar la figura de María al pie de la cruz porque las madres actuales no se callan, marchan, buscan incansablemente, denuncian a los posibles ejecutores de sus hijos y mantienen su memoria sin desfallecer, buscan justicia. Mirarlas a ellas nos ayuda a comprender mejor lo que debió ser la experiencia de María al pie de la cruz.

Al mismo tiempo, no se hace tanto énfasis en la María que proclama el Magnificat  -canto de denuncia de las injusticias sociales y de anuncio de la transformación que viene de Dios de todas esas situaciones a través nuestro- (Lc 1, 46-55); o en María que salió presurosa a la región montañosa, a una ciudad de Judá a visitar a su prima Isabel (Lc 1, 39-40); o en aquella que interrumpe a Jesús para pedirle que solucione el problema de la falta de vino (Jn 2,3); o en la que va a buscarlo porque dicen que está salido de sí y se ha de guardar el honor familiar (Mc 3, 31ss); o en la María acompañando a la primera comunidad cristiana el día de Pentecostés (Hc 1,14). En la catequesis, la predicación, la doctrina, se han leído todos esos textos en el horizonte del “estereotipo de la feminidad”, muy identificado con las mujeres que han de ser abnegadas, con capacidad de sufrimiento, todo en aras de salvar el hogar, santificar al marido, entregarse por los hijos.

En las últimas décadas la figura de María se ha leído desde una adecuada exégesis y en el horizonte del feminismo, es decir, de mujeres con derechos, sin subordinaciones, sin recluirlas al espacio privado, con capacidad para ser protagonistas de su futuro, sin que la vocación a la maternidad de gran número de ellas, suponga renunciar a sus sueños y a su propia realización. Pero todavía esa imagen de María no está lo suficientemente arraigada en el Pueblo de Dios como para que contribuya a denunciar toda violencia contra las mujeres, a no permitir que sucedan más feminicidios ni que la mujer no tenga un lugar protagónico en la sociedad y en la Iglesia. Falta demasiado para que la fe acompañe la nueva forma de ser mujeres, movimiento que en muchos sentidos es irreversible (aunque no dejen de brotar movimientos que vuelven a encasillar a la mujer en el estereotipo de la feminidad reduciéndola al ámbito del hogar). Posiblemente en este mes podríamos hacer menos rosarios o altares y vendría muy bien una formación mariana que rescate a María de los estereotipos y nos la presente desde la exégesis bíblica y las lecturas mariológicas actuales.

Ahora bien, aunque María puede contribuir a esta nueva manera de ser mujeres, no es menos diciente para los varones porque ella no es referencia para las mujeres sino para todos los cristianos, varones y mujeres, ya que ella supo vivir el discipulado, siendo la primera discípula, a quienes todos en la Iglesia hemos de tener como referencia.

El pasaje de Marcos (3, 31ss) al que antes hacíamos referencia, nos habla de ese discipulado que Jesús le dejo claro a ella y a toda su familia: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? El que cumpla la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Y si María estuvo al pie de la cruz, no fue tanto en calidad de madre (sin dejar de serlo, por supuesto), sino de discípula, fiel a los valores del reino, aunque con esa cruz los quisieran destruir definitivamente. Por eso ella sigue en la primera comunidad cristiana y recibe al Espíritu Santo junto a los discípulos, todos ellos siendo esa familia del reino, no constituida por los lazos de sangre sino por la acogida de la buena noticia anuncia por Jesús.

Mayo no es pues el mes de las mujeres al recordar la figura de María. Podría ser el mes del discipulado que María supo vivir, siendo ella espejo, modelo, referencia para todos los creyentes, varones y mujeres.

jueves, 15 de mayo de 2025

Comentario al V domingo de Pascua 18 05 2025

 

Una comunidad creíble es la que da testimonio del amor de los unos a los otros

V Domingo de Pascua 18-05-2025

Olga Consuelo Vélez Caro

 

Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Juan 13, 31-33a.34-35)

 

En este capítulo 13 del evangelio de Juan se nos relata el lavatorio de los pies y, posteriormente, el anuncio de la traición de Judas. Justamente con este hecho comienza el texto que se nos pone hoy a consideración. Judas salió de aquella cena y queda Jesús con los discípulos que aún le siguen a los cuales les comunica lo que va a pasar y, además, les va a dejar su testamento. La primera parte se refiere a la pasión que va a vivir en breve, interpretada teológicamente: esa muerte que para sus contemporáneos significa el fin de su misión y el acabar con ese profeta que les incomoda, con la experiencia de la resurrección se convertirá en la gloria del Hijo, en el sí de Dios a su vida, en el vencer la muerte con la vida definitiva en Dios. Todo eso lo expresa con la afirmación de la glorificación del Hijo del hombre y la glorificación de Dios mismo en él.

Este acontecimiento es confiado a sus discípulos, a los suyos, dándoles un mandamiento nuevo. ¿En qué consiste la novedad de este mandamiento? En que el amor que él les pide que se tengan unos a otros, tiene como fundamento el amor que Jesús ha tenido por cada uno de los suyos. Como se puede ver, este mandamiento no es una regla para cumplir, una liturgia para realizar, una prohibición para respetar. Es una experiencia que se hace vida entre Jesús y cada persona y, porque es una experiencia real, se proyecta en el amor mutuo. Además, ese amor es el que permitirá que los demás reconozcan quienes son los discípulos de Jesús y se entusiasmen por vivir lo que ellos viven.

De hecho, un padre de la Iglesia de los primeros tiempos escribió que la gente se admiraba del amor que se profesaban los cristianos entre ellos, diciendo: “miren como se aman” y, precisamente, por ese testimonio se iban añadiendo más creyentes a la comunidad.

Para nosotros que estos días estamos saboreando la experiencia de la resurrección de Jesús, ese mandamiento mantiene toda su actualidad. La gente podrá creer en los frutos de la pascua en la medida que vean comunidades alegres, unidas, servidoras, testigas del amor sincero de unos para con los otros. Que ese amor sea nuestro distintivo, haciendo creíble la presencia de Jesús en medio de la comunidad.

lunes, 12 de mayo de 2025

Papa Robert Francis Prevost, León XIV. Perspectivas y esperanzas. Dra. ...

León XIV: un pontificado distinto

 

Olga Consuelo Vélez

Desde que se eligió a León XIV no dejo de escuchar que será continuador de Francisco y se “inventan” inclusive, expresiones que León XIV no ha dicho, para probarlo. Por dar algunos ejemplos, periodistas de noticieros colombianos decían que el León XIV había dicho que quería una “Iglesia en salida”. Puede que me equivoque, pero hasta el día de hoy no le escuché esa expresión. Por supuesto dijo, “Iglesia misionera” y podríamos entender que es el mismo sentido, pero son expresiones distintas. Luego dijeron que el nombre era por León el amigo de Francisco de Asís. El mismo Papa León XIV ya confirmó que fue por León XIII. Y más reciente dijo, citando a Francisco, que debían “ser pastores según el corazón del Padre”. Recordemos que Francisco desde el inicio dijo “pastores con olor a oveja”. La palabra “pobres” no la ha pronunciado, pero por supuesto se ha referido a los que pasan necesidad y sufren por muchas carencias. Y qué decir, del usar todos los ornamentos papales e ir a habitar en los palacios pontificios; esto marca una diferencia fundamental con Francisco.

Con todo esto no estoy diciendo que este pontificado no pueda ser muy bueno y, quien dirá, si mejor que el de Francisco, pero creo que ya podemos dejar de comparar y buscar comprender qué marcará este nuevo Papa y cuáles son sus opciones fundamentales. 

Esta claro que su mensaje se referirá a lo social. En casi todas sus intervenciones ha hablado de la paz, de la necesidad de rechazar toda guerra, de desarmarnos. Explícitamente se refirió a la guerra de Ucrania-Rusia, la situación inhumana de Gaza, los conflictos entre India y Pakistán. En su primer encuentro con los comunicadores sociales habló mucho de los comunicadores encarcelados por decir la verdad y llamó a una comunicación que construya la paz. Sabemos también que en Estados Unidos no todos están contentos porque saben que su postura no es afín al presidente Trump y en Perú también tuvo una postura clara frente a Fujimori. Seguiremos escuchando, muy posiblemente, este tipo de mensajes sociales que necesitamos y esperamos de cualquier pontificado. Todo esto es para celebrar.

Ahora bien, en la realidad intraeclesial, mucha gente dice que es muy cercano, sencillo, respetuoso, que escucha mucho y cuando habla lo hace con asertividad. Además, parece que es muy eficiente y tiene toda la experiencia pastoral que le debió dejar su ser obispo en la diócesis peruana de Chiclayo. Todo esto también para celebrar. Pero empiezo a ver post de aquellos que añoran la iglesia tridentina diciendo que este Papa si se expresa con el lenguaje propio de la Iglesia -el latín- y, en verdad, ha rezado casi siempre en latín (tal vez lo había también Francisco, pero no me acuerdo) y será firme en la doctrina y la proclamará con claridad (no como el Papa Francisco que para estos tradicionalistas fue ambiguo y no entendieron nada de aquello de actualizar la doctrina a los desafíos actuales).

En fin, lo que quiero expresar es que estoy extrañando a Francisco y para mi León XIV es muy distinto. Lo que no significa que no camine por la misma senda del Vaticano II, como ya lo dijo, y, posiblemente, impulse la iglesia sinodal. Pero, definitivamente, extraño la sencillez, de hecho, de Francisco, su hablar espontáneo y tan cercano a lo que la gente entiende. Extraño el poder ponerlo de ejemplo para intentar construir una iglesia pobre y para los pobres y el repetir tantas expresiones tan ricas, que utilizó desde el primer día de su pontificado, llenas de misericordia, inclusión, apertura, novedad, etc. Extrañaré el poder decirle al clero que se puede dejar de lado la pompa imperial para intentar acabar con tanto clericalismo porque el Papa así lo testimoniaba. Por supuesto, a Francisco le quedaron pendientes muchas cosas, incluyendo, su postura frente a los ministerios para las mujeres y una reforma de la curia romana a fondo, y es posible que León XIV llegue a concretarlo. Pero, definitivamente, León XIV es distinto a Francisco y me parece mejor, dejar de buscar coincidencias que, creo, son más ilusión que realidad.


jueves, 8 de mayo de 2025

 

León XIV: Estrenando un nuevo pontificado

Olga Consuelo Vélez

 

No tardó mucho la elección del nuevo pontífice y no fue una sorpresa absoluta porque el Cardenal Robert Prevost estaba entre los “papables” según los múltiples escritos publicados estos días. Es prematuro decir mucho sobre este nuevo pontífice porque todo está por hacerse y el tiempo irá mostrándonos sus opciones y realizaciones. Por eso, por lo pronto, solo algunos comentarios, sumándome a tantos otros que se están haciendo.

Alegra que tenga una experiencia pastoral y misionera. Se han recordado sus años en Perú: de 1985-1986 estuvo en la misión agustiniana de Chulucanas, Piura, Perú. En 1988 se incorpora a la misión de Trujillo, Perú en la que estará hasta 1992, realizando diversas tareas. Prior de la comunidad, director de formación y profesor de profesos, vicario judicial y profesor de Derecho canónico, patrística y moral en el Seminario mayor de la arquidiócesis de Trujillo. También atendió pastoralmente a la que será después la Parroquia Santa Rita, en la periferia de la ciudad y administrador pastoral de Nuestra Señora de Monserrat.

Alegra que sea religioso agustino por su formación sólida y los estudios realizados. Hizo sus votos en 1981 y fue ordenado presbítero en 1982. Licenciado en Teología, en Derecho Canónico y en 1987 recibió su doctorado en Derecho Canónico, con la tesis “El papel del prior local de la Orden de San Agustín”. También su experiencia como Prior provincial en Chicago y Prior general de toda la Orden. Conoce la vida religiosa, su organización, sus procesos formativos.

Alegra que tenga nacionalidad peruana porque lo podemos considerar un papa latinoamericano, pero también estadounidense, con ascendencia francesa, italiana y española. Con estos datos, asume un carácter más universal, conociendo diversas lenguas y culturas.

Alegra que fue nombrado por Francisco, en 2015, obispo de Chiclayo y en 2018 fue segundo vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana. En 2020, Francisco también lo nombra administrador apostólico de la diócesis peruana de Callao. En 2023, es nombrado prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, promoviéndolo, Francisco, a arzobispo. Ese mismo año lo nombra cardenal.

Alegra que sus palabras iniciales fueron sobre la paz que nos da Cristo, una paz desarmada, desarmante, humilde y perseverante. Una paz para toda la tierra. Una paz que proviene de Dios que nos ama incondicionalmente. Recordó la palabra siempre valiente del papa Francisco. Dijo que estamos todos en las manos de Dios y nos invitó a seguir adelante siendo discípulos de Cristo, conscientes que la humanidad necesita de la luz de Cristo. Llamó a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo. Agradeció a los cardenales que lo eligieron y llamó a caminar juntos siguiendo a Jesucristo, proclamando el evangelio y siendo misioneros. Recordó que es hijo de San Agustín que decía que “con ustedes soy cristiano y para ustedes obispo”. Saludó a la iglesia de Roma y pidió que toda la iglesia sea misionera y construya dialogo, con todos los que tienen necesidad de nuestra presencia. Saludo en español a su querida diócesis de Chiclayo en el Perú. Finalizó trazando un breve itinerario eclesial: ser una iglesia sinodal, que camina y busca la paz, la caridad y está cerca de quienes sufren. Invocó a la virgen de Pompeya e invitó a rezar juntos por la paz del mundo.

Alegra que su nombre, León XIV, recuerde a León XIII, el Papa de la Rerum novarum (1891), primer documento del magisterio social de la Iglesia que hablaba de los derechos de los trabajadores y de la justicia social.

Y, ¿qué más decir de esta noticia? por lo pronto, los cardenales dieron un mensaje de tranquilidad, al votar por el cardenal Prevost, porque los que no aceptaron a Francisco pueden ver en León XIV, a alguien moderado, que volvió a los ornamentos papales que Francisco no usó; no sabemos si volverá a habitar la residencia papal, su formación canónica y la tradición patrística de los agustinos lo sitúa más cerca de los principios doctrinales y, aunque habló de los que sufren y de la urgencia de estar cerca de ellos, no pronunció la palabra “pobres”, “iglesia en salida que no teme mancharse” o “quien soy yo para juzgar a aquellos que no parecen cumplir con la doctrina establecida”. Y, por parte, los más allegados a Francisco, también encuentran en el cardenal Prevost, todas las razones nombradas anteriormente, como motivos para creer que mantendrá una continuidad con Francisco y que su edad, cercanía, sencillez en el trato y las responsabilidades que ha desempeñado podrán ayudarlo a dar la imagen de Iglesia que hoy el mundo necesita.

De todas maneras, como ya lo escribí hace unos días, interesa quien es el Papa y es importante desear que sea fiel al Espíritu de Jesús y atento a los signos de los tiempos para que la Iglesia responda a los desafíos actuales. Pero, la Iglesia no es el pontífice y ya llegó la hora de sentirnos todos Iglesia, miembros corresponsables de la misión evangelizadora de la Iglesia, con lo cual, ojalá, no detengamos la marcha, sino que sigamos pidiendo una Iglesia pobre y para los pobres, sencilla y humilde, incluyente de todos, todas y todes (aunque se rechace este lenguaje inclusivo), en la que el laicado y, especialmente, las mujeres, encuentren el espacio que todavía se les niega para la toma de decisiones y los ministerios ordenados.

miércoles, 7 de mayo de 2025

 

Ser como el Buen Pastor en el ministerio de la evangelización que se nos ha confiado

IV Domingo de Pascua 11-05-2025

Olga Consuelo Vélez Caro

 

Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa" (Juan 10, 27-30)

 

Este cuarto domingo de Pascua nos ofrece un texto muy breve. Retoma lo que el mismo evangelio de Juan había narrado en el capítulo 10, sobre Jesús como Buen Pastor y del cuidado del pastor con sus ovejas, muy distinto al de un asalariado que, cuando ve llegar el peligro, las abandona. Aquí se nos presenta un resumen de tal pasaje, pero mostrando la relación entre Jesús y su Padre y, como, el mismo amor del Padre por las ovejas, es el mismo amor de Jesús por ellas. Jesús recibió la misión de su Padre y él la está cumpliendo con toda prontitud, conociéndolas y dándoles la vida eterna. Ellas reconocen su voz y le siguen. Y la garantía de que nadie les hará nada y nadie las arrebatara, es que el Padre que se las ha dado, no lo permitirá, ya que, él y su Padre son uno.

Este texto es un texto teológico como todo el evangelio de Juan. De ahí que se refiera a la vida eterna y a esa unidad entre Jesús y su Padre. El significado, por tanto, ya se refiere a los bienes definitivos que esperamos en la vida cristiana: la vida de comunión con Dios, la participación en el misterio de amor de nuestro Dios Trinidad.

Este tiempo de Pascua nos revela, por tanto, la alegría del Jesús resucitado entre nosotros, encomendándonos su misma misión: anunciar la buena noticia del amor de Dios para con todos sus hijos e hijas, amor que siempre cuida, protege y conduce a la vida plena. Que nuestra evangelización de testimonio de este Buen Pastor que arriesga todo por sus ovejas hasta que todas lleguen a la vida bienaventurada a la que están llamadas.

 

miércoles, 30 de abril de 2025

 

Que este tiempo pascual nos lleve a renovar nuestro amor a Jesús, “hasta el final”

III Domingo de Pascua 04-05-2025

Olga Consuelo Vélez Caro

 

 

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban junto Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dio a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.

Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.

Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres?", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, saber que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme" (Juan 21, 1-19)

 

Continuamos con las apariciones de Jesús a sus discípulos después del acontecimiento de la Pascua, pero, en esta ocasión, el texto comienza mostrando la desesperanza de los discípulos después de la muerte de Jesús, para luego llegar al encuentro personal con Él, personificado en el diálogo de Jesús con Pedro.

En el primer momento, los discípulos que habían sido llamados a ser “pescadores de hombres”, parecen reconocer su fracaso y retoman su antiguo oficio, yendo a pescar. El texto nos informa que esa noche no pescaron nada. Es entonces cuando se aparece Jesús en la orilla y los invita a echar las redes de nuevo. Ellos no lo reconocen en el primer momento, pero cuando la pesca los desborda por lo abundante que es, el discípulo amado lo reconoce: “es el Señor”. Inmediatamente Pedro se arroja al agua a su encuentro.

Continua la segunda escena del texto, cuando Jesús ya tiene las brasas puestas con pan y les dice que lleven el pescado que acaban de pescar. El contexto es, entonces, una comida preparada por Jesús que recuerda la última cena, signo inequívoco de la presencia de Jesús entre ellos. Ninguno de los discípulos pregunta nada, pero todos saben que es Jesús en medio de ellos. Todo esto prepara el momento cumbre del texto: el diálogo con Pedro. Por tres veces Jesús le pregunta si lo ama, Pedro responde afirmativamente las tres veces -el número tres nos lleva a recordar las tres negaciones de Pedro, también calentándose junto a unas brasas-, como queriendo reparar lo acontecido antes. La tercera vez Pedro añade: tú lo sabes todo, como queriendo apoyarse no solo en su sincero deseo de responder afirmativamente, sino en el mismo Jesús que, sabiendo bien lo que Pedro ha hecho, sigue preguntándole con el mismo amor de la primera llamada. Jesús, por su parte, le pide, ante cada respuesta, que “apaciente sus ovejas”. Finaliza el texto con las palabras de Jesús sobre la realidad de Pedro, primero joven que le sigue con entusiasmo, pero hace su voluntad muchas veces y, después, siendo viejo donde ya realmente habrá aprendido en qué consiste el seguimiento y su fidelidad lo llevará, como a Jesús, a donde no quiere. Nosotros ya sabremos que será al martirio. Todo se cierra con la invitación de Jesús: “sígueme”.

Esta fue la tercera vez, según este evangelio -aunque este último capítulo se considera un añadido posterior- que Jesús se apareció a los discípulos. Pero es un texto prototipo de la llamada que Jesús sigue haciendo hoy a todas las personas que van comprendiendo su camino, recordando que el seguimiento tiene como base la relación personal de amor entre cada persona y el mismo Jesús, pero siempre, con la misión de anunciar el evangelio a todos, de hacer presente el reino con los que los rodean. La eucaristía ha de ser signo de ese llamado de Jesús, en medio de la comunidad y para la comunidad. El seguimiento no está exento de la infidelidad, pero siempre con la posibilidad de renovar el amor. Que este tiempo pascual nos permita renovar el amor para un seguimiento más fiel, hasta el final.

jueves, 24 de abril de 2025

Comentario II dom Pascua 27 04 2025

 

Que podamos creer en el testimonio de la resurrección

II Domingo de Pascua (27-04-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

 

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió "Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan". Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". Él les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre (Juan 20, 19-31)

 

Este segundo domingo de Pascua continua con los textos de apariciones de Jesús a los suyos. En la vigilia pascual recordamos el texto de la tumba a la que van María Magdalena, Pedro y Juan y la encontraron vacía. Esta es otra manera de afirmar que Jesús no está entre los muertos porque ha resucitado. El evangelio de Juan, continua con la aparición a María Magdalena, pero este texto no lo ha colocado en la liturgia en este domingo, sino que pasa a la aparición a los discípulos que están encerrados por temor a los judíos.

Jesús literalmente se les aparece -no entró por la puerta- pero esto no se refiere a poderes extraordinarios de Jesús para atravesar las puertas, sino que es la forma de decirnos que Jesús, efectivamente, ha resucitado a una nueva vida, con otras características, con otro cuerpo, ese cuerpo resucitado del que Pablo le hablará a los corintios 1 Cor 15,42-44). Pero esa nueva manera de estar no está desconectada de su vida histórica y por eso les muestra sus manos y su costado. Y en esto va a consistir la afirmación de fe de los discípulos: el crucificado es el resucitado. En otras palabras, a la vida histórica de Jesús, Dios le ha dado su sí con la resurrección.

El relato continúa mostrando los dones escatológicos que trae la resurrección: la paz, el Espíritu Santo que los capacita para perdonar los pecados y el envío misionero.

Luego viene una segunda parte del texto, en la que el protagonista es Tomás que no estaba con ellos. Y lo que va a estar en juego es el creer sin ver, como lo hizo el discípulo amado en el evangelio del domingo pasado. Por eso, nuevamente el primer día de la semana, los discípulos están reunidos y esta vez si esta Tomás con ellos. Él ya había afirmado que no se iba a contentar con algún fantasma del que tal vez, él creía hablaban sus hermanos. Él quiere meter el dedo en sus clavos y la mano en su costado. Es decir, afirmar la resurrección del crucificado. En ese contexto vuelve Jesús a aparecerse a ellos y responde a la petición de Tomás. Pero lo que interesa es la frase del creer sin ver. Esta llamada ya no es para Tomás sino para todos los que hoy tenemos que creer sin ver. Recordemos que todo el evangelio de Juan quiere ser testimonio de fe para los que hemos de creer por lo que el evangelio nos relata.

Precisamente este tiempo pascual y estos diferentes textos de apariciones de Jesús nos ayudan a profundizar en el núcleo de nuestra fe: Jesús ha resucitado y nuestra vida dará testimonio o no lo dará de esta experiencia de fe. Dar testimonio del Resucitado es actuar como él actúo. De lo contrario, nuestra fe no da razón de lo que afirmamos. Que estos textos nos ayuden a renovar nuestra fe y ahondar nuestro testimonio.

lunes, 21 de abril de 2025

PAPA FRANCISCO: CONTINUAREMOS TU LEGADO

Olga Consuelo Vélez

 

La noticia de la pascua del Papa Francisco nos tomó por sorpresa porque ayer lo habíamos visto deseándonos Feliz Pascua y, aunque se percibía muy cansado, no esperábamos amanecer con esa noticia. Pero también sabíamos que no faltaría mucho para que esto sucediera.

De todas partes del mundo llegan expresiones de agradecimiento y, sobre todo, de reconocimiento por su persona, su pontificado, su obra. Una convicción parece reforzarse en todos los comentarios que se están haciendo: Dios ha bendecido a la Iglesia con Francisco como pontífice. Y esto da una gran alegría poque justamente un Pontífice de la Iglesia Católica fue capaz de convertirse en un líder mundial en temas como el cuidado de la casa común, la paz, el diálogo interreligioso, la dignidad humana, la justicia social, la defensa de los migrantes, la acogida a la diversidad sexual y, prácticamente todos los signos de los tiempos que hoy nos desafían. Y, no solo eso, fue capaz de “abrir la puerta” de la reforma de la Iglesia, tema que a tantos asusta y, con sus luces y temas pendientes, logró mucho más de lo que esperábamos. Es tiempo de retomar la posta -como se dice en las carreras de relevo- y no dejar que nada de lo que Francisco ha dejado, se pierda.

Nos mostró que se puede vivir con sencillez, humildad, naturalidad, cercano a los más pobres y últimos siendo pontífice. Pidámosle a quién llegue, que siga por el mismo camino.

Nos mostró que evangelizar no es enseñar doctrinas y vigilar el cumplimiento de los mandamientos. Es comunicar la buena noticia del amor infinito de Dios por toda la humanidad. Hagámoslo nosotros y motivemos a todos los demás a que sigan este camino.

Nos enseñó que la evangelización tiene una dimensión social “ineludible”. Por eso todas las situaciones de la realidad han de tener espacio en nuestra acción pastoral, nuestras predicaciones, nuestra espiritualidad. No temamos a los que lo acusaron de desviar el evangelio por ocuparse de lo social. Por el contrario, recordémosle que la espiritualidad nunca nos aparta del mundo, sino que nos compromete con él.

Nos enseñó que la Iglesia solo encuentra su razón de ser, siendo una Iglesia “en salida”, “sin miedo a herirse ni mancharse”, una Iglesia misionera, que quiere llegar a todos, sin prejuicios, mandatos, imposiciones, sino abierta al diálogo, al mutuo enriquecimiento, al unir fuerzas por el bien de la humanidad. No nos encerremos en los templos, como decía Francisco, salgamos a “primerear” la buena noticia de la alegría del evangelio.

Nos dejó la experiencia de una Iglesia sinodal que incluya, en verdad, al laicado, no solo como un miembro de ella sino en lugares de decisión, con todos los derechos y deberes que se derivan del primer y fundamental sacramento: el bautismo. Este proceso ya quedó para la historia y dependerá de nosotros que no lo dejemos olvidar y, de alguna manera, exijamos que siga su implementación. Quedaron muchos procesos en marcha, es preciso, seguirlos y, en cierto modo, exigirlos.

Como escribí al celebrar los doce años del pontificado de Francisco, había mucho temor por su muerte porque las fuerzas conservadoras que se han resistido a este pontificado pueden aprovechar la circunstancia para redoblar esfuerzos, retomando el mando y consiguiendo, de nuevo, una involución eclesial. En verdad, no sabemos quién podría ser el próximo Papa y que línea tomará. Pero creo que estos años de Francisco han hecho “saborear” algo de primavera y eso no se va a borrar como tal vez sueñan los tradicionalistas. Independiente del camino que tome la Iglesia, el mundo de hoy está mucho más libre de la tutela eclesiástica y seguirá su marcha. Los cristianos que hemos apreciado tanto al papa Francisco no vamos a echar para atrás, sino que seguiremos asumiendo la realidad actual para responder con nuestra experiencia de fe, nuestra reflexión teológica y nuestro compromiso evangelizador a los desafíos actuales.

Por todo esto, creo que es urgente continuar con su legado, empujando una iglesia sinodal misionera donde todos, sintiéndonos responsables de la misión evangelizadora de la iglesia, la ejercemos y no decaigamos en nuestros esfuerzos por transformar toda esa estructura pesada que cierra puertas, impide ministerios, ignora contribuciones, “detiene”, en cierto sentido, lo que el Espíritu Santo inspira para este tiempo. Y, como bien se dijo en el documento final del sínodo: “Lo que viene del Espíritu no puede detenerse” (n. 60) y sea el pontífice que sea, el Espíritu seguirá soplando, haciendo ruido, empujando la primavera que el pontificado de Francisco comenzó en muchos sentidos.


sábado, 19 de abril de 2025

 

Hoy también se nos revelan los signos de la resurrección en los que se juega nuestro creer o no creer

Vigilia Pascual (20-04-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

 

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos (Juan 20, 1-9).

 

Seguimos el evangelio de Juan y en este capítulo 20 va a comenzar el tiempo de la resurrección. Comienza señalando que María Magdalena va a la tumba y ve la piedra quitada. No dice si entró, si vio algo más, sino que corre buscando a Pedro y al discípulo amado para contarles la experiencia que acaba de tener: no encontró a Jesús y no sabe a dónde lo llevaron. Aquí Juan deja de lado a María Magdalena y se centra en la figura de Pedro y del discípulo amado. Retomara a María Magdalena después de terminar lo que sucede a Pedro y al discípulo amado y, es entonces, cuando Jesús se le aparece a María Magdalena y la envía a anunciar la resurrección a los discípulos. De allí sale el título que en la actualidad ya se le ha reconocido de primera anunciadora de la resurrección, de verdadera apóstola entre los apóstoles.

Pero sigamos con el texto que hoy nos convoca. El discípulo amado es la figura central del evangelio de Juan, pero no por eso se deja de lado a Pedro. Sin embargo, la experiencia va a ser distinta y el que va a mostrar un discipulado más comprometido, será Juan. El texto dice que Pedro vio las vendas y el sudario. El discípulo amado vio las vendas y, aunque sale y luego vuelve a entrar después de Pedro, el texto dice que “vio y creyó”. Y aquí está la clave de todo el evangelio de Juan: el creer. De ahí que el discípulo amado sea el discípulo perfecto, el modelo para los demás porque ve los signos y cree. Por el contrario, Pedro solo ve y no afirma que haya creído. El texto termina diciendo que todavía no habían comprendido lo que decía la escritura sobre la resurrección de Jesús de entre los muertos.

En el evangelio seguirán otros textos de aparición de Jesús a sus discípulos. Pero en este texto, todavía no hay una aparición del Resucitado. Solamente hay signos de su resurrección. Y son estos signos los que permiten creer, como lo hizo el discípulo amado, o permanecer en la indiferencia ante lo que allí se está revelando.

Celebramos la vigilia pascual, es decir, el misterio central de nuestra fe, la resurrección del Señor. Tampoco ahora se va a aparecer Jesús resucitado. Lo que se nos revela son los signos de la resurrección y en ellos se juega nuestro creer o no creer. Estos signos corresponden a todo aquello que transforma la muerte en vida, la exclusión en inclusión, la injusticia en justicia social. Quien descubre en esos signos la presencia del reino, sigue comprometiéndose con hacer posible un mundo mejor cada día, sabiendo que la resurrección, palabra definitiva de Dios a la humanidad, nos fortalece, nos sostiene, nos mantiene en fidelidad en esta promesa de Dios para la humanidad.

 

viernes, 18 de abril de 2025

 

En el triduo pascual, demasiada solemnidad y muy poco evangelio

Olga Consuelo Vélez

 

El triduo pascual es un momento de vivencia cristiana profunda. Mucha gente se dispone a participar de las liturgias de estos días; lo hacen con sinceridad y recogimiento. Pero conviene mirar si tanto el “contenido” como la “forma” ayudan a tal vivencia. Sobre el “contenido”, hay esfuerzos por dar meditaciones relacionadas con la realidad y hay una llamada a causas muy urgentes como la paz, la justicia, el cuidado de la casa común, la realidad de los migrantes, etc. No quiere decir que todas las meditaciones tienen ese tono. Aún se escuchan algunas que, además de muy largas, se quedan repitiendo frases hechas y casi incomprensibles para la gente común y corriente. En realidad, pocas son las personas que escuchan los sermones y se sienten interpelados por ellos. Y, además, aunque tantos creyentes van, año tras año, a las liturgias de estos días, si les preguntamos el orden y el significado de cada una de ellas, no saben demasiado. Algo o mucho nos falta en la Iglesia sobre la formación cristiana, porque no se logra que el pueblo cristiano crezca en su fe, como se esperaría con tanta participación en las liturgias durante toda su vida.

Ahora bien, la realidad de la cruz de Cristo es uno de los aspectos que no acabamos de asimilar correctamente. Se predica mucho que Cristo con su cruz nos salvó de nuestros pecados, nos redimió, hemos sido salvados. También que Dios no le ahorró a Jesús su sufrimiento para salvarnos. Si tuviéramos un poco de reflexión crítica nos asombraría la imagen de Dios que sale de esas afirmaciones: un Dios que para perdonarnos “exige” o “dispone” o “permite” la muerte de su Hijo. Es un “precio” muy alto y una “exigencia” muy inhumana. Y, por otra parte, parece que nos salva de los pecados personales, de ahí la insistencia en el sacramento de la penitencia, pero, el mal del mundo sigue corriendo, sin que haya por parte de los creyentes una conciencia fuerte de erradicarlo. Estamos lejos de recuperar el significado histórico de la muerte de Jesús, asesinado por los contemporáneos que no quisieron acoger el Dios que presentaba Jesús, los valores del reino que anunciaba. Ese Dios misericordioso y que no quiere el mal, ni la muerte, ni la injusticia con ninguno de sus hijos e hijas y denuncia la parte de culpa que nos corresponde, no fue aceptado en tiempo de Jesús y sigue sin ser predicado profundamente en nuestro presente. Como le dije a unos estudiantes con los que estudiábamos este aspecto de la muerte de Jesús, si después de conmemorar una vez más ese acontecimiento, no salimos con el compromiso eficaz de seguir trabajando por un mundo mejor, no hemos entendido el misterio de nuestra fe y nuestras liturgias no han dado un verdadero fruto. Nos han ocupado y talvez “compungido”, “emocionado” o “reconfortado” pero no nos han lanzado a seguir trabajando por la justicia y la paz, como es la voluntad de Dios sobre la humanidad.

Muchas más cosas se podrían comentar, pero fijémonos en la “forma” o en la “liturgia” de estos días que corresponde al título que le di a esta reflexión. Un familiar me comentó lo siguiente: “comencé a ver la liturgia que transmitían desde el Vaticano y no pude seguir. Apagué el televisor y me sentí mucho mejor”. Le pregunté: y ¿por qué? Y me dijo: Esa liturgia parece de un Imperio y Jesús no tiene nada que ver con los reyes del mundo. Además, los cardenales, obispos y presbíteros, fuera de que llenan el altar y casi ni enfocan al resto de los miembros de la Iglesia, con esas prendas litúrgicas que se ven ostentosas, doradas, nuevas, demasiado elegantes, desdicen de lo que están conmemorando: la crucifixión y muerte de un Jesús pobre, humillado, despreciado. También me dijo, la música puede ser bonita y la solemnidad puede dar un aire de respeto y silencio, pero nada de eso dice mucho del Jesús de los evangelios. Y, como para completar los cometarios, me dijo: y los presbíteros jóvenes que aparecen por ahí, se les ve tan “tiesos, formales, elegantes” que se nota que desde los inicios de su formación se les encamina más a ser señores y reyes que ministros servidores.  En fin, son comentarios de la gente real que sigue teniendo fe pero que, poco a poco, se aleja de la institución porque se nota demasiada solemnidad y muy poco evangelio.

miércoles, 16 de abril de 2025

Comentario Jueves Santo San Juan 13, 1-15

 

El lavatorio de los pies será el signo profético de la entrega de Dios por la humanidad

Jueves Santo (17-04-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

 

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "Tú, Señor, ¿me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". "No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte". "Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes (Juan 13, 1-15).

 

La lectura de hoy, corresponde al evangelio de Juan, evangelista que estructura su texto desde “la hora”. Recordemos que en las bodas de Caná Jesús le dice a su madre que no ha llegado la hora (Jn 2, 4). Este texto empieza con la afirmación de que ha llegado su hora. Pero ¿en qué consiste la hora de Jesús? Después de su anuncio del reino se va a poner en juego el amor de Dios que Jesús ha testimoniado con sus palabras y obras. Llega el momento del amor en su expresión máxima y el lavatorio de los pies será el signo profético que así lo muestre. La cena de este evangelio no es la cena pascual, es un día antes. Pero en ella Jesús va a realizar con el gesto de lavar los pies a sus discípulos, el amor incondicional de Dios por su pueblo. Lavar los pies es lo propio de los esclavos. En este gesto, Jesús asume este papel, mostrando que la comunidad que se ha formado en torno suyo tiene otros valores a los aceptados comúnmente. La comunidad de Jesús no tiene superiores. Por el contrario, en ella, quien coordina se hace servidor los demás y todos entre sí han de ser servidores y esclavos unos de otros.

El texto muestra la incomprensión de los mismos discípulos expresada en el diálogo con Pedro. Él no quiere dejarse lavar los pies y Jesús es contundente: “si no te los lavo, no podrás compartir mi suerte”. O, dicho de otro modo, si no sigue la lógica del reino no puede compartir la mesa que Jesús instaura: la mesa de la inclusión, del servicio, de la solidaridad, de la justicia.

Está claro que otros no van a comprender y esto lo manifiesta la figura del demonio entrando en Judas quien ya ha decidido entregar a Jesús. La pregunta ¿comprenden lo que he hecho con ustedes? sigue vigente para todos los que hoy dicen seguir a Jesús. No basta afirmar que se le sigue, sino comprender hondamente la propuesta del Reino.

En el jueves santo también se conmemora la Institución de la Eucaristía. Pero no son dos celebraciones separadas. Por el contrario, el lavatorio de los pies devela el significado profundo de la Eucaristía. Esta no es para alimentar el alma de los fieles, como se dice comúnmente, de manera individual. La eucaristía es un signo de comunión, del compartir el pan “para que nadie pase necesidad” (Hc 4, 34-35), del amor afectivo y efectivo hacia todos, amor que se entrega a los demás, comenzando por los últimos.

Que este inicio del triduo pascual nos permita comprender a Jesús y el amor al extremo que nos ha manifestado. En tiempos de injusticia social, de exclusión de muchos, de la lógica del más fuerte y del marcado clericalismo eclesial, que este día nos permita recuperar la lógica del servicio de unos hacia los otros, para testimoniar el amor de Dios “hasta el extremo”, sin desvirtuarlo, sin rebajarlo.