miércoles, 16 de abril de 2025

Comentario Jueves Santo San Juan 13, 1-15

 

El lavatorio de los pies será el signo profético de la entrega de Dios por la humanidad

Jueves Santo (17-04-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

 

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "Tú, Señor, ¿me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". "No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte". "Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes (Juan 13, 1-15).

 

La lectura de hoy, corresponde al evangelio de Juan, evangelista que estructura su texto desde “la hora”. Recordemos que en las bodas de Caná Jesús le dice a su madre que no ha llegado la hora (Jn 2, 4). Este texto empieza con la afirmación de que ha llegado su hora. Pero ¿en qué consiste la hora de Jesús? Después de su anuncio del reino se va a poner en juego el amor de Dios que Jesús ha testimoniado con sus palabras y obras. Llega el momento del amor en su expresión máxima y el lavatorio de los pies será el signo profético que así lo muestre. La cena de este evangelio no es la cena pascual, es un día antes. Pero en ella Jesús va a realizar con el gesto de lavar los pies a sus discípulos, el amor incondicional de Dios por su pueblo. Lavar los pies es lo propio de los esclavos. En este gesto, Jesús asume este papel, mostrando que la comunidad que se ha formado en torno suyo tiene otros valores a los aceptados comúnmente. La comunidad de Jesús no tiene superiores. Por el contrario, en ella, quien coordina se hace servidor los demás y todos entre sí han de ser servidores y esclavos unos de otros.

El texto muestra la incomprensión de los mismos discípulos expresada en el diálogo con Pedro. Él no quiere dejarse lavar los pies y Jesús es contundente: “si no te los lavo, no podrás compartir mi suerte”. O, dicho de otro modo, si no sigue la lógica del reino no puede compartir la mesa que Jesús instaura: la mesa de la inclusión, del servicio, de la solidaridad, de la justicia.

Está claro que otros no van a comprender y esto lo manifiesta la figura del demonio entrando en Judas quien ya ha decidido entregar a Jesús. La pregunta ¿comprenden lo que he hecho con ustedes? sigue vigente para todos los que hoy dicen seguir a Jesús. No basta afirmar que se le sigue, sino comprender hondamente la propuesta del Reino.

En el jueves santo también se conmemora la Institución de la Eucaristía. Pero no son dos celebraciones separadas. Por el contrario, el lavatorio de los pies devela el significado profundo de la Eucaristía. Esta no es para alimentar el alma de los fieles, como se dice comúnmente, de manera individual. La eucaristía es un signo de comunión, del compartir el pan “para que nadie pase necesidad” (Hc 4, 34-35), del amor afectivo y efectivo hacia todos, amor que se entrega a los demás, comenzando por los últimos.

Que este inicio del triduo pascual nos permita comprender a Jesús y el amor al extremo que nos ha manifestado. En tiempos de injusticia social, de exclusión de muchos, de la lógica del más fuerte y del marcado clericalismo eclesial, que este día nos permita recuperar la lógica del servicio de unos hacia los otros, para testimoniar el amor de Dios “hasta el extremo”, sin desvirtuarlo, sin rebajarlo.

 

miércoles, 9 de abril de 2025

 

Llega un rey de paz

Domingo de Ramos (13-04-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

 

(Nota aclaratoria: En la eucaristía de este día se lee toda la pasión del Señor Jesús (Lucas 22, 14-23,56) pero para este comentario nos detendremos en la entrada de Jesús a Jerusalén)

Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo desatan?", respondan: "El Señor lo necesita". Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: "¿Por qué lo desatan?". Y ellos respondieron: "El Señor lo necesita". Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían:"¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!". Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos". Pero él respondió: "Les aseguro que, si ellos callan, gritarán las piedras” (lc 19, 28-40).

 

En este comienzo de la Semana Mayor, se lee el relato de la pasión, condensando en este día, lo que va a sucederle a Jesús como consecuencia de su predicación. Precisamente, este relato nos sitúa, por una parte, en la llegada de Jesús a Jerusalén y, por otra, en el éxito que su misión iba teniendo entre los suyos, incluso para proclamarlo rey, con lo cual, es comprensible, que la persecución que también se estaba gestando, se acelere y prefieran llevarla a cabo para liberarse, de una vez por todas, de este personaje que va consiguiendo más seguidores.

Cabe anotar que todo el evangelio de Lucas se estructura con la subida de Jesús a Jerusalén, allí donde matan a los profetas (“no conviene que un profeta perezca fuera de Jerusalén” Lc 13, 33), y para Lucas Jesús es “el profeta”, con lo cual todo se organiza para ir cumpliendo lo anunciado.

Llama la atención que Jesús va a entrar en un asno, contrastando con esto la entrada de los reyes de los imperios, quienes entrarían en un “caballo”. El asno es señal de paz mientras que, el caballo, es señal de guerra. En otras palabras, Jesús realiza un “signo profético”, un signo contracultural para lo que sería habitual en su tiempo y responde de esa manera al rey esperado por Israel: “Exulta sin freno, hija de Sion, grita de alegría, hija de Jerusalén. He aquí que viene a ti tu rey (…) Él suprimirá (…) los caballos de Jerusalén, será suprimido el arco de combate y él proclamará la paz a las naciones” (Zac 9, 9-10).

Por otra parte, el hecho de que Jesús mande a sus discípulos por el asno y les diga que si les preguntan porqué lo desatan, respondan que “el Señor lo necesita”, significa la autoridad con la que Jesús habla, autoridad que comienza a ser reconocida por muchos.

En el evangelio de Lucas a Jesús no lo saludan con ramos sino extendiendo sus mantos sobre el camino (los otros evangelistas si se refieren a ramos). Además, lo reciben llenos de alegría y alabando a Dios. De esa manera se manifiesta el reconocimiento que sus discípulos están haciendo de sus obras porque, en verdad, con sus actitudes y sus milagros, Jesús está haciendo presente la salvación esperada. Pero en esta misma entrada se presentan los fariseos -será la última vez que aparezcan en el evangelio de Lucas- diciéndole a Jesús que mande callar a sus discípulos. Jesús responde con la misma autoridad que había manifestado antes: “si ellos callan, gritarán las piedras”, es decir, el reconocimiento que están haciendo no es por la benevolencia de los suyos sino porque efectivamente la salvación va llegando con Él.

Sin embargo, esta entrada “triunfante” como muchas veces se dice, pronto tomará el rumbo de la pasión que celebraremos en los días que siguen. Efectivamente, el bien y la bondad dan frutos, pero las fuerzas del anti reino se empeñan en acallarlos y, en ocasiones, lo logran. Jesús tendrá que pasar por la cruz, pero no desistirá de su fidelidad. Recordemos que en el pasaje de las tentaciones el diablo le ofreció sus reinos para darle poder sobre ellos. Jesús no quiere ese reinado y, por eso, afronta la cruz, con la confianza puesta en el Rey del cielo, es decir, en el Dios bondad y bien para la humanidad.

Reconozcamos hoy, también nosotros, a este Rey de paz que se hace presente en muchos hechos de nuestra realidad, sabiendo que el mal siempre está acechando y, de nuestra fidelidad, dependerá que sea Dios quien tenga la última palabra, como la tendrá con la resurrección de su Hijo después de su pasión.

 

sábado, 5 de abril de 2025

 

Testigos de la esperanza en el Dios que no defrauda

Olga Consuelo Vélez

Este año viviremos la semana santa en el contexto del jubileo de la esperanza. Este jubileo convocado por el Papa Francisco en diciembre de 2024 está propiciando que diferentes colectivos hagan la peregrinación a Roma en señal de conversión y compromiso para ser “testigos de la esperanza” en este mundo nuestro que se debate entre tantos problemas.

El calendario del año en Roma está marcado por la peregrinación de estos colectivos: mundo de la comunicación (enero); fuerzas armadas, policía y cuerpos de seguridad, artistas y mundo de la cultura, diáconos (febrero); mundo del voluntariado, sacerdotes (misioneros de la misericordia) (marzo); enfermos y mundo de la sanidad, adolescentes, personas con discapacidad (abril); trabajadores, empresarios, bandas y música popular, iglesias orientales, cofradías, familias, niños, abuelos, mayores (mayo); movimientos, asociaciones y nuevas comunidades, santa sede, deportes, gobernantes, seminaristas, obispos, sacerdotes (junio); misioneros digitales e influencers católicos, jóvenes (julio); trabajadores por la justicia, catequistas (septiembre); migrantes, mundo misionero, vida consagrada, espiritualidad mariana, mundo educativo (octubre); pobres, coros y corales (noviembre); presos (diciembre). Todos aquellos que puedan unirse a estos grupos podrán vivir celebraciones específicas para cada colectivo y, sin duda, será una linda y fructífera experiencia.

Pero no todos los peregrinos de este jubileo necesitan ir a Roma. En cada iglesia local se han dispuesto ciertos templos a los que también se puede peregrinar para vivir la dinámica de conversión y cambio, fortaleciendo la esperanza. Es bonito pensar que la Iglesia universal se pone en marcha y los frutos de este año jubilar se podrán traducir en esa “esperanza inquebrantable” por una iglesia más parecida al querer de Jesús y una sociedad más justa y buena para todos y todas.

Pero la esperanza no se fortalece simplemente porque Francisco haya convocado este año jubilar. Precisamente nuestra esperanza radica en el misterio pascual que volvemos a conmemora este mes. La resurrección de Jesús es la prenda que “en esperanza” nos mantiene comprometidos con nuestro presente.

¿Qué significa la esperanza? El misterio pascual abre el horizonte de esperanza más allá del ahora que vivimos. El evangelio de Mateo, por ejemplo, lee el conflicto de Jesús con las autoridades de su tiempo a la luz del texto de Isaías: el siervo de Yahvé “no gritará, no oirá nadie en las plazas su voz, la caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante”, pero, precisamente en Él, las naciones pondrán su esperanza (12, 18-21). Es decir, aunque no parezca que haya sino debilidad, de ahí brota la fuerza de Dios porque él tiene la última palabra. Por su parte, el libro de los Hechos, al narrarnos los inicios del cristianismo, manifiesta cómo después de los acontecimientos de la muerte de Jesús, se afirma que “que Dios lo resucitó” y por eso “se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza” (Hc 2, 26).

El apóstol Pablo escribiendo a los Romanos afirma: “nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la pacencia; la paciencia, virtud probada, la virtud probada esperanza y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5, 3-5). Y, así mismo, al despedirse en esta misma carta, les dice a los destinatarios: “el Dios de la esperanza les colme de todo gozo y paz en su fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo” (Rom 15, 13). A los Tesalonicenses les dice: “tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de su fe, los trabajos de su caridad y la tenacidad de su esperanza en Jesucristo nuestro Señor (1 Tes 1, 3). Precisamente por esto les recomienda: “Hermanos no queremos que estén en la ignorancia respecto de los muertos, para que no se entristezcan como los demás, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús (1 Ts 4, 13-14). La carta a los Hebreos también exhorta a mantener la esperanza: “mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (10,23).

Con esa esperanza firme a la que nos llaman los textos bíblicos, celebremos el misterio pascual de manera que se traduzca en nuestra vida y en nuestra realidad. En concreto, la esperanza nos fortalece para no decaer en el trabajo por la justicia social. Esto es lo que Dios quiere para la humanidad. También nos da la fuerza para trabajar por el cuidado y la preservación de la creación, garantizando así, la vida de nuestra “casa común”. La esperanza en el Dios de la promesa, el Dios de la paz, no nos deja resignarnos a no alcanzar la paz, a nivel global y a nivel local. Por el contrario, nos empuja a seguir apostando por el diálogo, no como una actitud ingenua sino como una decisión creyente de quienes no enfrentan los problemas con la violencia, sino que siguen buscando los caminos del diálogo, del entendimiento, de la concertación, de la paz. Y la esperanza también nos sostiene para seguir renovando a la Iglesia para que llegue a ser una Iglesia sinodal misionera en la que quepan todos y todas.

Y así, cada uno podría nombrar todas aquellas situaciones que sabe que han de cambiar y frente a las cuales la esperanza no nos deja quedarnos en la queja o en la indiferencia, sino que, apoyados en la resurrección de Jesús, nos fortalece para transformarlas. Que esta Semana Santa, sea tiempo propicio para proclamar con todas las fuerzas “que el Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos” no dejará frustrada nuestra esperanza. Por el contrario, ella será colmada, alcanzada, realizada.

 

miércoles, 2 de abril de 2025

 

Jesús no se deja atrapar de sus adversarios

V Domingo de Cuaresma (6-04-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno”, le dijo Jesús. “Vete, no peques más en adelante" (Juan 8, 1-11)

 

Al querer interpretar un pasaje de la Sagrada Escritura interesa plantear el contexto en el que Jesús está hablando para no tergiversar sus palabras. Aquí Jesús no quiere enseñar sobre el adulterio, o sobre el pecado, o sobre valores morales de carácter sexual. El texto se sitúa en la controversia entre las autoridades judías -representadas por los escribas y fariseos- y Jesús. Ellos le hacen una pregunta, sobre la mujer sorprendida en adulterio y el castigo que merece según la ley de Moisés, con la intención de hacerlo caer de cualquier modo. Si Jesús contesta que no deben apedrearla, estaría yendo contra la Ley. Si contesta que sí, estaría oponiéndose a la legislación romana que prohíbe la pena de muerte (Jn 18,31). Como puede verse, los escribas y fariseos no tienen ningún interés en la mujer, en el adulterio o en la ley. Su interés es acorralar a Jesús para desprestigiarlo frente a los que le siguen. Cabe anotar que la ley hablaba de “castigar a los dos adúlteros con la muerte” (Lv 20, 10), pero vemos en este texto que se omite cualquier referencia al varón que estaba con aquella mujer.

Jesús sabe salir adelante de esta situación, no enfrentando a los escribas y fariseos sino lanzando una pregunta a todos los que estaban allí: “el que no tenga pecado que arroje la primera piedra”. Esta frase es del  libro del Deuteronomio (13,10) referida al pecado de la idolatría y supone que quien arroje la primera piedra se hace cargo de la acusación y si la acusación fuera falsa, la sangre del inocente caerá sobre él (Dt 17,7). Después de esa primera piedra, todo el pueblo se dispone a apedrear al idólatra.

Una vez Jesús ha pedido a los oyentes que arrojen la piedra si no tienen pecado, todos se van retirando. De esa manera se prepara la escena conclusiva del texto: el encuentro de Jesús con la mujer. Ella que fue tomada por los fariseos y escribas, como “objeto” para acusar a Jesús, es tratada, por parte de Jesús, como “sujeto”. El diálogo revela el trato digno de Jesús hacia ella y la frase “no peques más”, muestra la invitación que él le hace a un nuevo comienzo, sin dejarse acorralar por el estigma público.

Una vez más, el evangelio de hoy, nos invita a un seguimiento de Jesús que atiende a las personas y no a las leyes cuando estas las oprimen, un seguimiento que no se deja enredar con legalismos estériles, sino que se toma en serio el mensaje liberador y misericordioso del reino y lo hace efectivo en todas las situaciones que se presenten.

 

 

 

 

jueves, 27 de marzo de 2025

5 Comentario al evangelio del 30 03 2025

 

Entender el amor misericordioso de nuestro Dios y dar testimonio de ese mismo amor

Comentario al evangelio del IV domingo de cuaresma (30-03-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

Todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a escuchar. Los fariseos y los doctores murmuraban: Éste recibe a pecadores y come con ellos. Él les contestó con la siguiente parábola: Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo al padre: Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde. Él les repartió los bienes. A los pocos días el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su fortuna viviendo una vida desordenada. Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad. Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos. Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitando pensó: A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre. Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros. Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó. El hijo le dijo: Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus sirvientes: Enseguida, traigan el mejor vestido y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.  Traigan el ternero engordado y mátenlo. Celebremos un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas y llamó a uno de los sirvientes para informarse de lo que pasaba.  Le contestó: Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo. Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara. Pero él le respondió: Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero engordado. Le contestó: Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado (Lc 15, 1-3.11-32)

Esta parábola tiene un marco que nos permitirá entender mejor su mensaje. Jesús acoge a los recaudadores de impuestos y pecadores y come con ellos, acción que para los fariseos y doctores de la ley es contraria a lo que ha de hacer un buen judío. Por eso las dos parábolas que preceden a esta, la del buen pastor y la de la mujer que encuentra la moneda tienen la intención de mostrar la alegría de encontrar aquello que se ha perdido. Cuando Jesús se sienta con los pecadores, está abriéndoles la posibilidad de ser incluidos en la mesa del reino y ellos están volviendo a casa. Por eso merece que se convoque a los “amigos y vecinos” -en el caso del buen pastor, y a las “amigas y vecinas” en el caso de la mujer para celebrar una alegría tan grande.

Pero en esta parábola llamada del “Hijo pródigo” o del “Padre misericordioso” o del “Hijo mayor”, Jesús se pude explayar mejor para mostrar no solo esa vuelta de los que no están en casa sino para interpelar a aquellos que no se alegran por tal acontecimiento. En este caso el hijo mayor que encarna, perfectamente, a los fariseos y doctores de la ley que le critican.

Desglosando un poco la parábola, vemos como el hijo menor ha deseado, prácticamente, la muerte de su padre. Le pidió la herencia, se fue de casa, la malgastó y regresa, no tanto porque reconozca sus errores sino porque no tiene que comer. En realidad, es la necesidad la que lo hace volver.

Por su parte el padre se comporta muy distinto a la imagen de “padre” que se tenía en ese tiempo, no tan lejana a la que todavía se tiene. No es el padre autoritario, implacable y castigador de los malos hijos. Por el contrario, es el padre que lo divisa a lo lejos -pareciera que lo estuviera esperando- y se llena de compasión, es decir, lo acoge desde las entrañas. Por eso, no escatima en devolverle todo lo que el hijo había despreciado y pide a sus siervos lo vistan y adornen para el banquete que ofrecerá en su honor. El motivo ya lo conocemos desde las anteriores parábolas: estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado.

La actitud del hijo mayor contrasta, como ya dijimos, con la del padre. Escucha la música de la fiesta a lo lejos y, cuando sabe el motivo, le reprocha a su padre por el recibimiento que ha hecho a su hermano -a quien no llama así sino ese “hijo tuyo”, mostrando la distancia que quiere poner de él-, y por no tener en cuenta que él nunca ha hecho algo semejante. El padre no desmiente lo que el hijo mayor dice de su hermano porque tiene razón frente al comportamiento del hijo menor, pero quiere mostrarle cuál es el amor del mismo Dios -que este padre de la parábola representa- que excede la lógica del deber, antecediendo la compasión y la misericordia para con todos, especialmente por los últimos.

Que, en esta cuaresma, tiempo de conversión y cambio, entendamos el amor compasivo de nuestro Dios para vivirlo y anunciarlo. De esa manera se abrirán caminos de alegría y fiesta porque a todos se les acoge y se les da una nueva oportunidad, haciendo real entre nosotros, la “alegre” mesa del reino, que siempre sienta de primeras a más necesitados de cada tiempo.

jueves, 20 de marzo de 2025

 

En cuaresma: no dejemos pasar la ocasión de una verdadera conversión

Comentario al evangelio del III domingo de cuaresma (23-03-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

En aquella ocasión se presentaron algunos a informarle acerca de unos galileos cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Él contestó: ¿Piensan que aquellos galileos, sufrieron todo eso porque eran más pecadores que los demás galileos? Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten, acabarán como ellos.  ¿O creen que aquellos dieciocho sobre los cuales se derrumbó la torre de Siloé y los mató, eran más culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten acabarán como ellos. Y les propuso la siguiente parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo al viñador: Hace tres años que vengo a buscar fruta en esta higuera y nunca encuentro nada. Córtala, que encima está malgastando la tierra. Él le contestó: Señor, déjala todavía este año; cavaré alrededor y la abonaré, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás (Lc 13, 1-9)

Este texto, propio de Lucas, presenta a algunos que se acercan a Jesús a preguntarle sobre la suerte de los galileos asesinados por Pilatos en el santuario, lo cual daría a entender que por algún comportamiento negativo sufrieron esa muerte. Seguramente esa lectura proviene de la teoría de la retribución en la que se afirma que Dios hace bien a los buenos y castiga a los malos. En este caso, queda la inquietud si esa fue la razón de dicho asesinato. Pero Jesús no pretende rebatir dicha teoría sino mostrar, añadiendo otro ejemplo, el de la torre de Siloé que se derrumbo matando a 18 personas, que en ningún caso esos acontecimientos sucedieron porque ellos eran más pecadores. Lo que importa es entender la llamada a la conversión que es para todos y nadie puede considerarse mejor que los demás. La conversión es un tema frecuente en Lucas y, en este pasaje, así se muestra.

Para seguir profundizando en esas situaciones, Jesús ofrece la parábola de la higuera estéril que bien podría aludir a Israel que no acoge la palabra salvadora. El planteamiento de la parábola es lógico: si no da fruto, será mejor cortarla para no malgastar la tierra. Pero el viñador que cuida aquel campo, intercede por la higuera y le pide plazo en el cual intentará fortalecerla para que de fruto. El dueño de la tierra le da un año más, tiempo en el cual, si no da fruto, merecerá ser cortada. En continuidad con los dos ejemplos anteriores, el fruto que se espera es el de la conversión. Pero cuando llegue el tiempo, ya no podrá darse más espera.

Por lo tanto, el evangelio de hoy resulta bastante interpelante para los cristianos de hoy. ¿Dan los frutos esperados? ¿no han tenido el suficiente plazo para ello? Por parte de Dios siempre existe la generosidad de cavar alrededor y abonar a los suyos. Pero los plazos llegan y si los frutos no se recogen, no queda más que la esterilidad. Ojalá que no dejemos pasar las oportunidades que el Señor nos regala para una conversión que de frutos al mundo en que vivimos. Son urgentes los frutos de la paz, la justicia social, la compasión, la solidaridad y tantas otras transformaciones que vendrían de una sincera conversión a los valores del Reino. En esta cuaresma, no dejemos pasar la oportunidad de una verdadera conversión a este Dios que no se cansa de esperarnos.

lunes, 17 de marzo de 2025

 

Mi postura ante el gobierno del cambio … de ese “cambio” al que se oponen férreamente

Olga Consuelo Vélez

Ya casi van a ser tres años del gobierno de Gustavo Petro y las opiniones siguen igual de divididas que antes de su elección. Personalmente apoyé su candidatura y he ido acompañando su gobierno, pero no tengo la formación política suficiente como para entender tantos intereses necesarios para este juego político, ni acompaño cada paso dado por el gobierno para tener todos los elementos de juicio. Pero desde mi percepción, nunca pensé que el “cambio” fuera a llegar en tres o cuatro años. Y, por eso, no me extraña que no veamos cambios súbitos, como tantos esperarían, porque es imposible. No dependen de la voluntad de un presidente sino de toda la estructura de gobierno que no es nada fácil.

Por esto opino que Petro ha buscado hacer “cambios” en la salud, lo laboral, lo educativo, lo pensional, la reforma agraria, etc., y lo ha hecho pasando por las estructuras gubernamentales quienes, en definitiva, aceptan o rechazan. Pero, el problema es que solo se encuentran obstáculos por parte de la oposición. Algunos quisieran que el gobierno cediera a todo lo que dice la oposición, pero, si cede ¿cuál cambio se estaría propiciando? Y ya conocemos los resultados de todas las reformas presentadas: no aprobarla, demandarla, archivarla sin discutirla, etc.

Todo cambio desestabiliza, en cierto sentido, genera “caos”. Además, todos somos bastante apegados a las cosas como siempre han funcionado, aunque sepamos que no funcionan bien. Y, en todo cambio, algunos pueden salir afectados. Todos quisiéramos que no fuera así pero así es.

Para mí, Petro tiene un proyecto de país que me gusta, me parece muy solidario, muy justo con los más pobres, con ese horizonte ecológico tan urgente en la actualidad, con una sed de paz que deberíamos tener todos, etc. Algunos dicen que no sabe pasar todo eso a la realidad, pero lo que yo he visto, como ya dije, ha sido proponer reformas por los cauces adecuados, pero todo lo frenan, lo distorsionan, lo manipulan. En este sentido, los medios de comunicación hacen una labor muy eficiente: presentan absolutamente todas las noticias de manera negativa. Cada vez que escucho a los y las periodistas no logro entender por qué modelan de esa manera la conciencia de los oyentes y, desafortunadamente, lo logran. Después uno oye a la gente repitiendo exactamente lo que dijeron los medios de comunicación, con la misma perspectiva, sin ningún criterio, totalmente convencidos de lo que allí se dice. ¿Podrán decir algo diferente estos periodistas pagados por los ricos del país que no están dispuestos a ceder ni un mínimo de privilegios?

Durante estos casi tres años he seguido “las noticias del cambio” -todo aquello que no se publica en los medios hegemónicos y yo veo muchas cosas que se han hecho en las regiones y en muchos aspectos. Todo puede tener su critica y nada es suficiente, pero que ha habido cambios los ha habido. Para mí no ha sido un gobierno perdido sino luchado, no es un gobierno que ha defraudado sino que ha develado la férrea oposición de los que manejan este país, no es un gobierno sin ideas, planes, proyectos para hacer de Colombia un país mejor sino un gobierno al que se le quiere acabar porque no se le perdona a Petro su pasado guerrillero -como si eso no hubiera sido su forma de comprometerse socialmente según se entendía en su momento-, no se le perdona que no sea de la clase dirigente que siempre ha manejado el país, no se le perdona que conozca tanto el país y pueda explicar las causas de nuestra situación con nombres propios y hechos verdaderos.

A mi no me extraña esta férrea oposición al gobierno del cambio porque ¿dónde se ha visto que la gente quiera un cambio que favorezca a los más necesitados? ¿dónde se ha visto que a la gente le importe el bien común y no sus propios intereses? ¿dónde se ha visto que las personas estén dispuestas a desinstalarse para comenzar a generar un cambio?

En fin, seguro que algunos de mis lectores tendrán objeciones ante todo esto y, muy posiblemente podrán mostrar la otra cara de la moneda y hasta tendrán mucha razón. Pero a lo que yo no me resigno y, en verdad me duele, es constatar que muchos de los que se oponen al cambio se digan creyentes. Desde la fe, cómo no poner la suerte de los pobres, en primer lugar, en lugar de la riqueza de los empresarios; cómo no poner en primer lugar el cuidado de la creación que las ganancias por la explotación de los recursos minerales; cómo no poner en primer lugar los esfuerzos por la paz que la lucha armada que durante 60 años de conflicto armado en Colombia no ha logrado sino acrecentar la muerte y así, podría seguir enumerando muchas cosas que jamás había escuchado de todos los gobiernos neoliberales que hemos tenido en las décadas pasadas.

La movilización ciudadana es necesaria para conseguir cambios porque, definitivamente, esa mayoría del congreso asentada en sus privilegios, no dejará que nada cambie y tantos consumidores de los medios hegemónicos tampoco dejarán que nada cambie. Espero que el siguiente gobierno continue la línea de este gobierno porque yo prefiero alimentar todos esos valores humanos propuestos por este gobierno, sabiendo que hay que lucharlos ahora y después y más adelante, que seguir la lógica del mercado, de la ganancia, del individualismo, de la ley del más fuerte, que tan bien se vende y cautiva a tantos fácilmente.

jueves, 13 de marzo de 2025

Comentario al evangelio del 16 03 2025

 

Escuchar a Jesús, verdadero profeta de Dios

Comentario al evangelio del II domingo de Cuaresma (16-03-2025)

Olga Consuelo Vélez

Ocho días después de estos discursos, tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió a una montaña a orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y su ropa resplandecía de blancura. De pronto dos hombres hablaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron gloriosos y comentaban la partida de Jesús que se iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.  Cuando éstos se retiraron, dijo Pedro a Jesús: Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a armar tres chozas: una para ti, una para Moisés y una para Elías -no sabía lo que decía-. Apenas lo dijo, vino una nube que les hizo sombra. Al entrar en la nube, se asustaron. Y se escuchó una voz que decía desde la nube: Éste es mi Hijo elegido. Escúchenlo. Al escucharse la voz, se encontraba Jesús solo. Ellos guardaron silencio y por entonces no contaron a nadie lo que habían visto (Lc 9, 28b-36).

En este evangelio Jesús toma consigo a Pedro, Juan y Santiago y sube a una montaña a orar. Sabemos que Lucas le da mucha importancia a la oración de Jesús: en el bautismo (Lc 3, 21); antes de elegir a los Doce (Lc 6, 12); al preguntar quién dice la gente que es (Lc 9, 18); antes de enseñar el Padre nuestro (Lc 11, 1); en el huerto (Lc 22, 41), etc. No es una oración sin contenido sino un ponerse a la escucha de la voluntad de Dios, como los profetas. Lucas presenta a Jesús como “el” profeta y, en ese sentido, la oración juega ese papel fundamental de escuchar a Dios para después hablar al pueblo en su nombre.

El texto continúa diciendo que el rostro de Jesús cambió de aspecto y su ropa resplandecía de blancura. Está hablando con Moisés y Elias comentando la partida (el éxodo) de Jesús a Jerusalén. El lenguaje utilizado nos sitúa en el ámbito de lo divino con rasgos apocalípticos que nos encaminan a hablar del misterio pascual que está próximo a acontecer en Jerusalén. Mientras tanto, los discípulos duermen, pero cuando despiertan, ven la manifestación de Jesús y Pedro le dice a Jesús que allí se encuentran muy bien pidiendo hacer tres tiendas, tal vez, rememorando la fiesta de las tiendas o también el tiempo de Israel en el desierto. Lo cierto es que esa gloria que alcanzan a vislumbrar se opaca con la nube y quedan asustados. En realidad, en este pasaje de la transfiguración se está revelando que Jesús es el “Hijo elegido” a quien hemos de escuchar. El texto corresponde a una unidad donde se dice quién es Jesús: Herodes dice que es el Bautista (Lc 9,9); la gente dice que es Juan el Bautista o Elías o un profeta (Lc 9, 19); Pedro afirma que es el “Cristo de Dios” (Lc 9, 20).

Revelar a Jesús como el Hijo Elegido a quien hay que escuchar, es una invitación de Lucas a dejar de escuchar a los profetas del Antiguo Testamento y escuchar al “profeta” de Dios, a su propio Hijo. El pasaje finaliza con el silencio que guardan los discípulos.

La invitación hoy es también para nosotros que ya sabemos la identidad de Jesús, profeta de todos los tiempos, cuya palabra revela el querer de Dios sobre la humanidad. De nuestra apertura a esa escucha dependerá que el reino de Dios siga haciéndose presente con más radicalidad en el aquí y ahora de nuestra historia.

 

lunes, 10 de marzo de 2025

 

A doce años del pontificado de Francisco

Olga Consuelo Vélez

El próximo 13 de marzo se cumplirán doce años del Pontificado de Francisco. Lamentablemente nos encontramos con una situación inédita: el Papa está enfermo y, aunque los médicos están haciendo todo lo posible para que recuperé la salud, -y deseando que la recupere plenamente-, creo que hemos de afrontar el cambio de pontífice, más pronto que tarde.

Por la situación de salud del Papa hay muchas opiniones en estos días, recordando los cambios propiciados por Francisco al igual que las fuerzas opositoras, que han sido muchas, a lo largo de estos años. Entre los cambios que han sido, especialmente, de tipo pastoral, podemos señalar todo el esfuerzo por el proceso sinodal. Queda para la historia de la iglesia un sínodo de obispos con la participación del laicado; una movilización eclesial en un proceso de consulta y unas conversaciones a nivel local y universal, en las reuniones presenciales del sínodo. Además de la experiencia sinodal, queda el Documento final, como un documento del magisterio. Por supuesto, el sínodo de la sinodalidad no fue un éxito rotundo porque los temas álgidos fueron pospuestos a unas comisiones que, si son como las del estudio del diaconado femenino, no darán un fruto muy significativo.

Previo a la experiencia sinodal esta el dinamismo pastoral que Francisco testimonio e insistió en muchos escenarios. Invito a ser una iglesia misericordiosa, servidora, sencilla, acogedora, incluyente, con más atención a las personas que a las doctrinas abstractas y descontextualizadas. Su magisterio escrito se caracterizó por un lenguaje más comprensible y cercano a la gente, pero con temas verdaderamente cruciales y decisivos. La Evangelii Gaudium inspiró desde el inicio del pontificado una misión evangelizadora integral donde la dimensión social juega un papel imprescindible. La Laudato si supo abrir la misión de la Iglesia a una realidad más allá de sus fronteras y de gran actualidad para el mundo de hoy. Tal vez ha sido una de las encíclicas más leída por personas del ámbito extra eclesial. Igualmente, la Fratelli tutti abordó los temas sociales dándoles nombres y posturas eclesiales profundamente inspiradas en el evangelio como el no rotundo a la pena de muerte o el destino universal de los bienes poniendo, incluso, la propiedad privada al servicio del bien común.  Han sido años de respiro, apertura, libertad; de horizontes amplios, también, a nivel teológico. Vaticano II ha vuelto a estar en el centro de la reflexión y la teología latinoamericana pudo mirarse con más aceptación, extendiéndose esa empatía a las teologías contextuales que han acompañado el quehacer teológico en la actualidad.

Quedan muchas deudas también, especialmente, con las mujeres y la diversidad sexual. Sin negar los hechos de inclusión que se han dado, como el nombramiento de mujeres en cargos de responsabilidad o sus pronunciamientos de respeto y acogida para la población LGTBIQ+; pero, en conjunto, las acciones han sido pocas y, sobre todo, sin afectar la estructura eclesial. Algunas modificaciones al Derecho Canónico pero muy obvias como el eliminar la restricción a las mujeres para ser lectoras y acólitas, servicios que hace mucho tiempo son ejercidos por mujeres y niñas. Pero, sinceramente, creo que el papa Francisco no va a dar ningún otro paso, así pueda seguir en el pontificado un tiempo más.

Hay mucho temor de que el papa Francisco renuncie o muera porque las fuerzas conservadoras que se han resistido a este pontificado pueden aprovechar la circunstancia para redoblar esfuerzos, retomando el mando y consiguiendo, de nuevo, una involución eclesial. En verdad, no sabemos quien podría ser el próximo Papa y que línea tomará. Pero sea para continuar la línea de este pontificado o sea para retrasar la marcha, creo que estos años de Francisco han hecho “saborear” algo de primavera -no toda la que esperábamos- pero eso no se va a borrar como tal vez sueñan los tradicionalistas. Independiente del camino que tome la Iglesia, el mundo de hoy está mucho más libre de la tutela eclesiástica y seguirá su marcha, como lo ha hecho durante este pontificado. Los cristianos que hemos apreciado este pontificado no vamos a echar para atrás sino que seguiremos asumiendo la realidad actual para responder con nuestra experiencia de fe, nuestra reflexión teológica y nuestro compromiso evangelizador a los desafíos actuales. Por todo esto, creo que es hora de afrontar un cambio de pontificado, sabiendo que la vida de la iglesia no depende del pontífice -aunque influya todavía por la estructura piramidal o clerical que todavía prevalece- sino que depende de seguir empujando una iglesia sinodal misionera donde todos, sintiéndonos responsables de la misión evangelizadora de la iglesia, la ejercemos y no decaigamos en nuestros esfuerzos por transformar toda esa estructura pesada que cierra puertas, impide ministerios, ignora contribuciones, “detiene”, en cierto sentido, lo que el Espíritu Santo inspira para este tiempo. Pero como bien se dijo en el documento final del sínodo: “Lo que viene del Espíritu no puede detenerse” (n. 60) y sea el pontífice que sea, el Espíritu seguirá soplando, haciendo ruido, empujando la primavera que el pontificado de Francisco comenzó en muchos sentidos.

Dios ha bendecido a la Iglesia con estos doce años de pontificado y veremos si quiere prolongarlo más. Pero de no hacerlo, el Espíritu seguirá soplando y lo único que, en verdad, interesa, es disponernos a escucharlo y mantener la fidelidad “allí donde sopla y cómo sopla” (Jn 3, 8).

viernes, 7 de marzo de 2025

 

En el Día de la Mujer, seguir trabajando por una sociedad y una iglesia que no excluya a las mujeres

Olga Consuelo Vélez

8 de marzo 2025

 

De nuevo conmemoramos el 8 de marzo -Día Internacional de la Mujer- y seguimos explicando que este día no es para recibir flores o dulces sino para aumentar la conciencia -tanto de las mujeres como de los varones- de que históricamente las mujeres hemos estado en un segundo lugar -basta recordar la popular frase “detrás de cada hombre hay una gran mujer”; no hemos tenido derechos civiles (muy lentamente se han ido consiguiendo, sabiendo que aún en algunas sociedades esto todavía no ha llegado); hemos sido (y seguimos siendo) víctimas de violencia por el hecho de ser mujeres; nos ha tocado esforzarnos el “doble” para mostrar que somos capaces de ejercer tareas que culturalmente habían sido asignadas a los varones; y que aún vivimos en sociedades patriarcales, machistas androcéntricas donde la violencia simbólica, de lenguaje, de actitudes, de cosmovisión, etc., siguen imperando. Podríamos seguir nombrando más situaciones de la sociedad y añadir las de la Iglesia que, con respecto a las mujeres, no han sido muy distintas.

Pero estas luchas en búsqueda de cambios sociales y culturales no son fáciles, suponen demasiada constancia para no decaer en ellas y fortaleza para escuchar críticas de parte, incluso, de las que son beneficiadas con estas luchas. Por ejemplo, es común escuchar que algunas mujeres consideran que las feministas son mujeres desadaptadas y que violentan a los hombres. Que algún caso se haya dado, es posible, pero que esto permita deslegitimizar las luchas feministas es muy cuestionable. También está la gran cantidad de mujeres que viven al margen de una conciencia crítica respecto al dolor y violencia que sufren las mujeres y, precisamente, por esa indiferencia, hacen más difícil un cambio. Ni que decir de las mujeres que consiguen algún puesto representativo en medio de un grupo de varones. Situadas ya en ese estatus, afirman que no hay ningún obstáculo para las mujeres ya que ellas son el ejemplo y avalan la conciencia patriarcal de que el problema no es la estructura sino la falta de preparación de las mujeres. No faltan los varones que dicen sentirse “atacados” porque se denuncia el sistema patriarcal y se excusan de mil formas para evadir el tema. En realidad, deberían involucrarse igual que las mujeres porque la sociedad patriarcal también los afecta a ellos grandemente.

En la iglesia también, como ya dijimos, se dan situaciones similares. Cuando se plantea este tema, muchos párrocos afirman que toda su parroquia está llevada por mujeres y, por lo tanto, allí no hay ninguna exclusión de género. Esas afirmaciones suelen ser muy engañosas porque es la falta de varones lo que permite que haya tantas mujeres, no la voluntad decidida de los dirigentes eclesiales de compartir sus responsabilidades con las mujeres. De hecho, en la actualidad hay más laicas afirmando que su servicio no siempre es valorado y que si llega otro párroco ya pueden salir de ese espacio porque el próximo trae otras ideas y las impone sin preguntarle a los fieles de la parroquia si les parece bien. Hasta ahora las parroquias parece que son propiedad de los párrocos y no de la comunidad eclesial que participa de ella.

Por otra parte, los nombramientos que ha hecho el papa Francisco de mujeres en puestos de responsabilidad, constituyen un paso adelante para cambiar los imaginarios y las prácticas. Pero, al mismo tiempo, pueden servir, a veces, como distractores de un cambio estructural que garantice que, sea este Papa o el siguiente, se siga impulsando una iglesia donde el laicado -y especialmente las mujeres, por la exclusión vivida- tengan derechos frente a la organización, la planeación y el desarrollo de la vida de la Iglesia por la dignidad bautismal que poseen.

Conmemoremos, entonces, este día, pidiendo fortaleza para no decaer en las peticiones por cambios estructurales. Pidamos constancia para seguir denunciando tantos micro y macro machismos cotidianos, sin temor a resultar molestas para los que no quieren modificar el status quo vigente. Vivamos la conciencia creyente de no ahogar el espíritu de Dios que, en el proceso sinodal empujó, una y otra vez, por la igualdad plena de las mujeres en la Iglesia y, sin embargo, su voz sigue siendo restringida, opacada, retenida. El alto número de votaciones en contra del numeral 60 del Documento final del Sínodo (publicado en octubre del 2024) que sintetiza la realidad de las mujeres, así lo demuestra (el numeral fue aprobado, pero tuvo 97 votos en contra, lo cual no fue el promedio de los otros numerales que tuvieron 2, 5, 10 y algún otro 40, 38, etc., en contra). Y la postergación casi que “indefinida” de responder a la exigencia de los ministerios ordenados para las mujeres, lo deja en evidencia. Curiosamente en ese mismo numeral se afirma: “lo que viene del Espíritu no puede detenerse” y, sin embargo, la marcha lenta y sin profecía, sigue vigente.

Apoyemos tantos movimientos creyentes-feministas que siguen pidiendo “hasta que la igualdad se haga costumbre”, “hasta que en la iglesia no haya ninguna exclusión en razón del sexo”, porque la igualdad de la mujer con los varones es algo “del Espíritu” más que de ideas raras de unas pocas mujeres, como creen algunos.

 

lunes, 3 de marzo de 2025

 

Cuaresma: oportunidad de repensar nuestra fe

Olga Consuelo Vélez Caro

El 5 de marzo se inicia cuaresma con la celebración del miércoles de ceniza. Es un tiempo de preparación para conmemorar el acontecimiento fundamental de nuestra fe: la muerte y la resurrección de Jesús. Convendría repensar el significado de este día para vivir este tiempo con más conciencia, pero, sobre todo, para que pueda dar más fruto en nuestra vida.

En algunos lugares ha crecido el número de personas que acuden a la imposición de la ceniza. Sin embargo, si preguntáramos por el sentido de lo que están haciendo, bastantes personas responderían que lo hacen buscando una protección o una bendición de Dios, pero desconocen el verdadero significado de este sacramental. En realidad, hay muchas búsquedas espirituales que responden a la necesidad de solución de los problemas que viven las personas y no importa si el rito lo ofrece la iglesia católica o cualquier otra confesión de fe. Lo que interesa es participar de algo que les fortalezca, los anime, les ayude a afrontar lo que viven. Todo esto es legítimo, necesario y si ayuda a las personas, es importante respetarlo. Pero vale la pena reflexionar sobre lo que celebramos los cristianos para saber “dar razón de nuestra fe” (1 Pe 3, 15-16).

Cuaresma, etimológicamente viene de la palabra latina, cuadragesima, señalando así los cuarenta días que faltan para celebrar el misterio pascual. Es tiempo de preparación, conversión, reflexión sobre el núcleo de nuestra fe y sus consecuencias para la vida. Es tiempo de preguntarse en qué creemos, por qué creemos, cómo ser consecuentes con lo que creemos, cómo podríamos dar testimonio más claro de lo que creemos.

Los cristianos creemos en la encarnación de nuestro Dios en Jesús y, en consecuencia, creemos en sus palabras y obras. Jesús nos comunicó con su vida lo que Dios desea de la humanidad y el camino para realizarnos plenamente en el amor, construyendo un mundo justo y en paz, entre los seres humanos y con la creación. Por tanto, la conversión a la que nos invita este tiempo de cuaresma no se puede quedar en algún ayuno o abstinencia o en la participación litúrgica. La conversión, a la que se nos llama, supone contrastarnos con la persona de Jesús y ver si nuestra vida ha asumido sus valores y los pone en práctica.

Las preguntas que convendría hacerse podrían ser, por ejemplo, por la imagen de Dios que tenemos. Vivimos y anunciamos al Dios de Jesús, ese Dios misericordioso con toda la humanidad, ¿sin ninguna exclusión para ninguno de sus hijos? En sociedades como las nuestras donde se da tanta exclusión por razón de etnia, de género, de condición social y, como hemos visto en algunos países, en razón de su condición de migrante, cuaresma nos invita a dar un testimonio muy claro y decidido por la inclusión de todos los seres humanos, estando atentos a cualquier condición que atente contra la dignidad humana, con voz profética para denunciarla y buscar caminos de integración.

Otra pregunta que podríamos hacernos va en la línea de la praxis de Jesús. Un Jesús libre de la Ley cuando ella atenta contra los seres humanos, libre del Templo cuando este no es liberador sino mediación de ritos externos, libre del tener para vivir la solidaridad, libre del poder, practicando el servicio, libre de las búsquedas personales para construir el bien común. ¿Es nuestra fe generadora de libertad o nos encierra en legalismos, fundamentalismos, escrúpulos, vanaglorias? En tiempos donde crecen las posturas tradicionalistas se necesita vivir una experiencia de fe que libere, permitiendo entender los signos de los tiempos y responder a ellos.

Muy importante es preguntarnos sobre la dimensión social y política de la fe. Las experiencias religiosas han de ser para la vida, para la construcción de sociedades más justas y en paz, para realizar obras de misericordia y solidaridad que actualicen para el presente, la vivencia de las primeras comunidades cristianas. No debería pasarnos lo que relata la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) de dejar a los caídos en el camino por “no mancharse” para cumplir con la purificación ritual o permanecer indiferentes ante la realidad de los hermanos porque se tiene prisa con el cumplimiento de los oficios religiosos. Nuestra conciencia socio política ha de ser lúcida, siempre apoyando las políticas que garanticen la justicia para todos y rechazando aquellas políticas que se centran en el lucro y la ganancia, sin importar las consecuencias humanas y ambientales de tales propuestas. En este último sentido, preguntarnos por la responsabilidad ecológica, es imprescindible. Hemos ido tomando más conciencia de que la salvación de nuestro Dios no es solo para la humanidad sino para toda la creación, pero dependerá de nuestro cuidado y capacidad de vivir en armonía con ella, sin depredarla y extinguirla.

Tenemos cuarenta días por delante para pensar en estas cuestiones o en muchas otras que pueden surgir en el corazón de cada uno. No dejemos pasar esta oportunidad que nos brinda el ciclo litúrgico de tomar el pulso de nuestra fe y reorientar la marcha. En eso consiste la conversión y se nos invita a vivirla en este tiempo. Por supuesto, con mucha “esperanza”, como lo ha señalado el Papa al invitarnos a vivir el Jubileo de la esperanza, sabiendo que por parte de Dios está todo dado y depende solo de nuestra generosidad que su amor hacia la humanidad se haga real y palpable en el mundo que vivimos.

 

 

 

viernes, 28 de febrero de 2025

miércoles, 26 de febrero de 2025

 

Ser personas auténticas para dar buenos frutos

Comentario al evangelio del VIII domingo del TO (2-03-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

Y añadió una comparación: ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo? El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando no ves la viga del tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano. No hay árbol sano que dé fruto podrido, ni árbol podrido que dé fruto sano. Cada árbol se reconoce por sus frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los espinos. El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno del corazón; el malo saca lo malo de la maldad. Porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lc 6, 39-45)

Los domingos anteriores, el evangelio de Lucas presentó a Jesús explicándole a sus discípulos en qué consiste el programa del reino de Dios. En el evangelio de hoy, Jesús sigue dirigiéndose a sus discípulos para mostrarles, con tres breves parábolas, las actitudes que han de vivir. La intencionalidad de Lucas es que este mensaje llegue a las comunidades y, especialmente, a los dirigentes. Estas mismas parábolas están también en el evangelio de Mateo, pero con el objetivo de rebatir a los fariseos.

Las parábolas son bastante claras y no suponen demasiada explicación. La primera se refiere a los discípulos que han de aprender de su maestro y solo, cuando estén instruidos, podrán hablar con autoridad. Parece que algunos se atrevían a actuar como maestros sin tener la suficiente preparación, de ahí que Jesús les pregunte si “un ciego puede guiar a otro ciego”. En realidad, esto sucede también en nuestro presente, cuando algunos, sin la preparación suficiente o sin la actualización que exigen los signos de los tiempos, siguen apegados a tradicionalismos o fundamentalismos que no dicen nada a los jóvenes de hoy y no permiten mostrar una fe más significativa para nuestro presente.

La segunda parábola se refiere a aquellos que ven todas las carencias en los demás y no se dan cuenta de sus propias limitaciones e, incluso, de sus propios pecados. La parábola los compara con quienes ven en los demás “vigas” y en sí mismo solo ve “pelusas”, cuando en realidad, puede ser todo lo contrario. Es una llamada a la comprensión y misericordia hacia los demás, actitudes que surgen cuando hay humildad suficiente para saberse limitado y con necesidad de mejorar, como todos los demás.

La tercera parábola, valiéndose de la comparación con el árbol que da buenos frutos, llama a reconocer que estos frutos solo pueden provenir de un árbol sano. Así es el corazón humano. Da los frutos de lo que hay en él. Si tiene amor, dará amor, si tiene odio, dará odio. De ahí la importancia de la propia autenticidad para que nuestra vida de los frutos propios de quienes viven el bien y la bondad.

El evangelio de hoy, por tanto, es interpelante para las comunidades cristianas, las cuales han de ser espacios de crecimiento mutuo, con humildad y consideración, buscando ser personas buenas y verdaderas para dar los frutos propios de quienes viven el programa del reino de Dios anunciado por Jesús.

 

miércoles, 19 de febrero de 2025

 

Brindar al mundo “exceso” de amor misericordioso como lo hace nuestro Dios

Comentario al evangelio del VII domingo del TO 23-02-2025

Olga Consuelo Vélez

A ustedes que me escuchan yo les digo: Amen a sus enemigos, traten bien a los que los odian; bendigan a los que los maldicen, recen por los que los injurian.   Al que te golpee en una mejilla, ofrécele la otra, al que te quite el manto no le niegues la túnica. Da a todo el que te pide, al que te quite algo no se lo reclames. Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a sus amigos.  Si hacen el bien a los que les hacen el bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores lo hacen. Si prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan para recobrar otro tanto. Por el contrario, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo, que es generoso con ingratos y malvados. Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida generosa, apretada, sacudida y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos (Lucas 6, 27-38)

El domingo pasado reflexionábamos sobre el pasaje de las bienaventuranzas. El evangelio de hoy continúa esa presentación de los valores del reino mostrando tres actitudes concretas en las que se presenta la diferencia entre una sociedad donde cada uno ve por su propio interés y lo que ha de ser el actuar cristiano. La primera se refiere a los enemigos, a los que tratan mal o injurian. Sobre ellos se dice que se han de amar, tratar bien, bendecir, rezar por ellos. La segunda se refiere a los que usan la violencia o roban las pertenencias. La respuesta es no poner resistencia y darle todo lo que se tiene. La tercera es dar todo lo que pidan y si alguien quita algo, no reclamarle. Vistas estas actitudes en sociedades como las nuestras tan llenas de violencia y de aprovechamiento de unos sobre otros, resulta muy difícil ponerlo en práctica. Pero la cuestión no es tomar al pie de la letra los ejemplos señalados sino entender el espíritu de lo que significa la vida cristiana. En realidad, se resume en la llamada “regla de oro”: hacer a los otros lo que queremos que ellos nos hagan. Y la fundamentación de tal actuar también radica en que la gente se porta bien con los que se portan bien, con las personas que ama. Pero no lo hace con los que no ama. Y aquí viene la pregunta para el cristiano: ¿Qué mérito se tiene si solo se hace el bien a los que se ama? Eso lo hacen todas las personas. La vida cristiana tiene algo más que ofrecer al mundo. Allí donde impera la violencia puede ponerse la paz. Allí donde impera el egoísmo, puede implementarse el compartir. Allí donde prima la indiferencia, puede ponerse la atención a los otros, buscando también lo mejor para ellos.

Ahora bien, la razón para este comportamiento lo explicita la segunda parte del evangelio: “Ser compasivos o misericordiosos como Dios es misericordioso”. En este mismo texto, pero en la versión de Mateo, se dice “sean perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Y ambos textos remiten al texto del Levítico (19,2): “sean santos como Dios es santo”. Ahora bien, la santidad en Israel implicaba la “separación” para participar de lo sagrado y se hablaba de ello en el ámbito ritual. Conocemos que Jesús cuestiona esa pureza ritual que excluye a muchos. Por tanto, hablar de Dios como misericordioso puede ser mucho más significativo que los otros términos. De hecho, el Antiguo Testamento también habla de Dios como misericordioso y el evangelio de Lucas lo presenta en este texto muy diciente para sus destinatarios que son los pobres y excluidos.

La vida cristiana, por tanto, está llamada a testimoniar el amor misericordioso de Dios y esa misericordia siempre es “generosa, apretada, sacudida, rebosante”. Si hay algo que los cristianos pueden ofrecer al mundo de hoy es ese “exceso” de misericordia porque, efectivamente, todos necesitan de ese amor gratuito en muchos momentos de la vida y para algunos es la única posibilidad de levantarse de las situaciones de injusticia a las que las estructuras de pecado los someten. El evangelio termina con el refrán de oro expresado de otra manera: “de la forma que midan, así serán medidos”. Ojalá que estos valores del reino sean vividos con mayor radicalidad, con total generosidad como Dios mismo lo hace con absolutamente todos sus hijos, aunque sean ingratos y malvados.

jueves, 13 de febrero de 2025

 

El programa del reino de Dios es para el hoy de nuestra realidad

Comentario al evangelio del VI domingo del TO 16-02-2025

Olga Consuelo Vélez

Jesús bajó con sus discípulos y se detuvo en un llano. Había un gran número de discípulos y un gran gentío del pueblo, venidos de toda Judea, de Jerusalén, de la costa de Tiro y Sidón. Dirigiendo la mirada a los discípulos, les decía: Felices los pobres, porque el reino de Dios les pertenece. Felices los que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Felices los que ahora lloran, porque reirán. Felices cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y desprecien su nombre a causa del Hijo del Hombre.  Alégrense y llénense de gozo, porque el premio en el cielo es abundante. Del mismo modo los padres de ellos trataron a los profetas. Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen su consuelo!; ¡ay de ustedes, los que ahora están saciados!, porque pasarán hambre; ¡ay de los que ahora ríen!, porque llorarán y harán duelo; ¡ay de ustedes cuando todos los alaben! Del mismo modo los padres de ellos trataron a los falsos profetas (Lucas 6, 17.20-26).

El texto de las bienaventuranzas que hoy nos relata el evangelio de Lucas, tiene su correspondiente en la versión de Mateo (5, 1-12), con diferencias de destinatarios y de énfasis. En Mateo Jesús se dirige a la muchedumbre, en Lucas a los discípulos y, en este evangelio, además de las bienaventuranzas, están los “ayes” o lamentos por la situación que van a vivir aquellos que ahora se creen plenos. De todas maneras, en los dos casos, este texto constituye el programa del reino de Dios que tiene como mensaje central el cambio de situaciones que ha de comenzar a acontecer en este presente, no pensando que el cambio se dará solo en el cielo. El mismo Lucas, en el libro de los Hechos, al hablar de la comunidad cristiana nos muestra cómo es posible ese cambio, cuando se comparte lo que se tiene y nadie pasa necesidad (Hch 2,42.44-45; 4,32.34-35).

Lucas nos presenta cuatro bienaventuranzas y cuatro “ayes” referidos a los pobres, a los que pasan hambre, los que lloran y a los que les persiguen y en los cuatro casos muestra el cambio de situación: a los pobres les pertenece el reino, sus primeros destinatarios; los hambrientos serán saciados, los que lloran reirán y a los que los persiguen les recuerda que es la suerte que corren los profetas, pero su recompensa será grande. En realidad, Lucas nos presenta, a lo largo del evangelio, a un Jesús profeta, con lo cual, los discípulos viven la misma realidad que su maestro.

En los “ayes” la situación se revierte también: los ricos no recibirán nada más, los saciados pasarán hambre, los que ríen, llorarán y harán duelo y a los que los alaban -es decir no los persiguen- les recuerda que las adulaciones y alabanzas son las que reciben los falsos profetas.

Hoy, por tanto, se nos invita a vivir la vida cristiana con las consecuencias sociales que ella tiene, siendo capaces de mirar la realidad y comprometernos con su transformación. La situación de pobreza que siguen viviendo multitudes en la humanidad no puede ser ajena a los que dicen seguir Jesús “profeta del reino”. No se compagina una vida cristiana con la desigualdad, la injusticia social, la exclusión, la resignación, la indiferencia, la falta de solidaridad, Menos con un compromiso político que no mire al cambio de estructuras para transformar la realidad. En este último aspecto queda la gran preocupación sobre qué pasa con los cristianos que eligen gobernantes que, explícitamente, en sus programas de gobierno fomentan el individualismo, la riqueza desmedida, la indiferencia con la creación, el desprecio a los pobres, la exclusión por razones de clase, de etnia, de género, etc. Convendría reflexionar, muy seriamente, si hemos comprendido el programa del reino de Dios y lo ponemos en práctica. Nuestro mensaje no se pude quedar en una “ideología” de un mundo justo para vivirlo en el más allá sin el compromiso efectivo de hacerlo posible en el hoy de nuestra historia. Hoy Jesús también dirige su mirada a nosotros y nos predica las Bienaventuranzas. Ojalá encuentre una respuesta efectiva y generosa en los que hoy decimos seguirlo.

martes, 4 de febrero de 2025

 

Un discipulado que implica a toda la persona

Comentario al evangelio del V domingo del TO 9-02-2025

Olga Consuelo Vélez

La gente se agolpaba junto a él para escuchar la Palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret. Vio dos barcas junto a la orilla, los pescadores se habían bajado y estaban lavando sus redes. Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la multitud desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: Navega lago adentro y echa las redes para pescar. Le replicó Simón: Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices, echaré las redes. Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Llegaron y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo: ¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador! Ya que el temor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado. Lo mismo sucedía a Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Jesús dijo a Simón: No temas, en adelante serás pescador de hombres. Entonces, amarrando las barcas, lo dejaron todo y le siguieron (Lucas 5, 1-11).

La vida pública de Jesús, según los evangelistas, se va caracterizando por su predicación, primero con mucho éxito -así como comienza este evangelio: “se agolpaban junto a él para escuchar la Palabra de Dios”-, pero después, esas multitudes van desapareciendo e incluso serán las que estén en su contra en los momentos finales.

En este contexto inicial de éxito, comienzan las llamadas al seguimiento de los primeros discípulos y aquí tenemos la llamada a Simón Pedro y a sus compañeros Juan y Santiago, hijos de Zebedeo. En realidad, el protagonista del texto es Simón porque es con quien se da el diálogo. De los otros dos solo dice que “les sucedía lo mismo que a Simón Pedro”. Podríamos pensar que el milagro por la abundancia de peces hizo que “inmediatamente” ellos siguieran a Jesús. Pero, en realidad, si vemos los textos anteriores a este, en el evangelio de Lucas, Jesús había curado a la suegra de Pedro y había hecho muchas otras curaciones. De ahí que sea algo -relativamente normal- que Jesús pueda subir a la barca de Pedro y desde allí siga la predicación a las multitudes.

Pero lo interesante es el diálogo que, valiéndose de la realidad de la pesca, hace que ellos comprendan algo más del seguimiento. La predicación de Jesús puede ser muy atrayente pero la realidad es contundente: no han pescado nada en toda la noche. Será la confianza puesta en las palabras de Jesús la que lleve a Pedro y a sus compañeros a echar las redes y, es ahí, donde la abundancia de peces muestra la eficacia de la palabra de Jesús. El contraste entre el desaliento de los pescadores y los frutos dados al poner la confianza en Jesús hace que Pedro reconozca su pequeñez o su ser un pecador, como dice el texto. De alguna manera está haciendo referencia al “temor sagrado” frente a la persona de Jesús, reconociendo quién es él realmente.

Comienza así el discipulado de estos primeros seguidores de Jesús, no tanto asombrados por los milagros como, posiblemente, lo hacía la multitud, sino por el reconocimiento a la persona de Jesús por quien vale la pena dejarlo todo para seguir tras sus mismos pasos. El dejarlo todo supone ese cambio de valores hacia el reino de Dios predicado por Jesús que implica a toda la persona en esa misión encomendada. A este mismo seguimiento nos sigue invitando hoy Jesús, seguirlo a Él, la novedad de su reino, la puesta en práctica de sus convicciones.